Resulta difícil, más de diez años después, narrar una campaña, y más si es una tan compleja como fue Guardianes del Grial. Las notas escasean o, mejor dicho, abundan, pero confusas, a veces ilegible lápiz casi invisible sobre papel amarillento, crípticas, desordenadas. Tengo notas de los jugadores y notas del máster y a veces no hay forma de reconstruir qué sabían los jugadores y qué era únicamente información del director de juego. La trama de Caos, que nació sobre la marcha como trama secundaria para un personaje para terminar absorbiendo toda la historia, es la parte más difícil. Mientras que las tramas básicas de la Prieuré, el Temple y el Emperador estaban fijadas tres años antes de arrancar esta segunda temporada y para la tercera esperaba su entrada La telaraña de las Parcas, la campaña que trae Selenim, Caos mutaba día a día, uniéndose a la segunda trama de la Prieuré y un extraño crossover con otro juego de rol francés de la época: una serpiente cambiante y a menudo contradictoria que me daba muchos dolores de cabeza.
Por eso, antes de arrancar con El Telar, el comienzo de una serie de aventuras dedicadas en exclusiva a la trama de Caos hasta su final (en esta época) abrupto y totalmente inesperado, quiero repasar la situación, aprovechando que tengo las hojas de personaje de Pírixis y Menxar sobre la cama (no es que la cama sea muy grande: sólo me hacen falta 6 de las hojas). Y todo empezó el día que los Guardianes del Grial, Menxar y el fénix, llegaron a Sunnydale y su Puerta del Infierno (sí, toda la trama de Caos surgió en parte de Buffy).
Allí encontrarían una torre de piedra negra, una extraña criatura y una puerta semiabierta a algún mundo extraño. Allí le apareció a Menxar una marca, en un principio visible en visión-ka, pero luego reducida a un tatuaje en su esencia, parecido a un conjuro memorizado, y uno equivalente en la espalda de su simulacro. La extraña criatura, de nombre Nimaminanión (Nima, para los amigos), retrocedió asustada ante la marca, cruzando la puerta por la que había salido.