1618, estación del mar, semana de la armonía, día del agua
En la segunda hora tras el alba, Farnantyr el Guapo, el que se llevaba a todas las mozas en las romerías y jiras con los clanes amigos, entró a galope en Granja de Tormakt y pidió ser recibido por Lhankpentos el Ciego, el patriarca de los tormaktingas, la más extensa familia del clan Vaca Roja.
Traía noticias extrañas del castro: varios niños tormaktingas llevaban desaparecidos desde el día anterior, demasiado tiempo para tratarse de una travesura.
—¿Qué hace Josthral Tres Palos? —preguntó el thane Kangharl Ceja Negra—. ¿Por qué no pide ayuda al jefe Broddi o a las otras familias?
—No hay nadie a quien pedir ayuda —se lamentó Farnantyr—. Desde la noche del día sagrado, el mal aqueja el castro en forma de fiebres intermitentes e incapacitantes. Ustarna, la curandera, no da abasto y Darna Abrigolargo no ha vuelto aún de Piedraverde.
Estas noticias provocaron gran consternación entre los que se hallaban en el salón. Lhankpentos se aferraba a su bastón, con los nudillos blancos. Kangharl se mesaba la barba.
—¡Esto es un castigo de nuestros antepasados! —exclamó—. Tres años han pasado desde que la escoria dinacoli mató a nuestras mujeres y niños. Tres años han pasado sin vengarnos del clan Espada Esmeralda. ¡Se les ha acabado la paciencia!
—La venganza solo trae más dolor y muerte y no nos devuelve a nuestros seres amados, amigo mío —le reprochó Lhankpentos—. Dejemos que el Anillo del clan investigue la enfermedad, nosotros ocupémonos de nuestros niños.