
Ha sido un fin de enero y comienzo de febrero peculiar. Comencé con síntomas compatibles con ya-sabes-qué poco después que un compañero de trabajo y un par de días antes que un tercero. Me tocó aislarme en el dormitorio, con el contacto con mi mujer reducido a lo mínimo (pasarme la bandeja de la comida o recogerla), en el momento en el que la tercera ola rugía con más fuerza.
Antes de encerrarme, busqué algo para leer. Vale, iba con ordenador y teléfono y una biblioteca en el Calibre de miles de volúmenes, pero hay algo en un libro de papel que me resulta cálido, tranquilizador. Reconozco que hace años que casi no leo, pero fue pensar en fiebre + cama y, automáticamente, se añadió libro a la ecuación. Entré el despacho y la mano fue sola a Marte rojo.
Conocí la trilogía marciana de Kim Stanley Robinson en los 90, en la universidad. Los había comprado mi tío, con quien me quedaba en Madrid. En los años siguientes me los volvería a leer un par de veces y aún tengo en el disco duro mapas de la NASA a color de Marte, que usaba para seguir los viajes de sus protagonistas.
Hace más de veinte años que no me acercaba a Marte. Pero acudí a ellos sin pensar. No hay nada como pasar un mal trago en compañía de buenos y viejos amigos. Viajar otra vez con John Boone, Frank Chalmers, Maya, Nadia, Arkady, Sax, el silencioso Simon, el discreto Spencer, Hiroko y su grupo; compartir con Ann su profundo amor por Marte y sus no menos profundas depresiones; sentir el desolador vacío del espacio con Peter; sufrir durante el viaje en rover del 61 o aborrecer a Phyllis y, alegrarme de que sobreviviera a lo de Clarke. Tampoco se me ocurría mejor última lectura, llegado el caso.
Al final, diez días aislado. Síntomas leves y mucha ansiedad. Fuimos dando negativo en las PCR todos los implicados y estoy por encargar una camiseta que diga «yo pasé una gripe en 2021». Me está llevando bastante más liberarme de la ansiedad y recuperar el sueño y el ritmo normal de mi cuerpo que el tiempo que he tenido síntomas de algo. Cuando pasas el invierno medio asfixiado con flema y mocos y dolor esporádico en el pecho por lo mismo o por un poco de ansiedad, el sospechar que has cogido el bicho no ayuda en lo más mínimo a la salud mental.
Pero, bueno, Marte es más verde, Sax se enfrenta a la etapa más frustrante de su vida y estoy paseando por la extraña ciudad de piedra de Medusae Fossae con Art, Coyote y Nirgal.