Seguimos por aquí, aunque no lo parezca

Aunque no lo parezca, por lo abandonado que está esto, sigo vivo. Con temporadas en las que me cuesta levantarme de la cama y otras donde consigo avanzar a velocidad de crucero, pero sin grandes aspavientos.

Terminamos en primavera Baile de máscaras (¡Por fin!), la campaña que, sin ser muy larga, nos ha tenido liados desde 2019. Me alegré terminarla y me tomé un descanso merecido, con unas cuantas partidas como jugador.

Este otoño he renovado el ordenador y me he puesto a jugar al Baldur’s Gate 3. Llevaba mucho tiempo sin jugar a videojuegos (el ordenador viejo no podía con juegos modernos, pero sí con juegos de la 1ª década del siglo), porque me siento culpable (es tiempo que podría dedicar al preparar partidas o al blog). Esta vez me he dicho que a tomar por saco. Juego y ya veremos lo de dirigir más adelante.

Que no es por falta de proyectos, la verdad. Ya sin tener que preparar una campaña desde 0 como las últimas (Los viajes del Ícaro, Sakura y Baile de máscaras), tengo en la estantería esperando varias opciones:

  • The Red Cow, campaña de Heroquest Glorantha que quiero adaptar a Runequest Aventuras en Glorantha. Sólo necesito dos o tres semanas de preparación para lanzarme, pero como no tengo asegurado jugadores, pues me da pereza.
  • Alejandretta, campaña de Comandos de Guerra. La compré para tener algo que poder dirigir sin mucha preparación, pero hay algunas cosas que no me terminaron de encajar cuando me la leí y la he dejado cogiendo polvo.
  • Britania Mítica, que me llegó ayer. Me encantan las ambientaciones artúricas y lo que he visto por encima creo que da para una campaña media (20-30 sesiones).

Sólo me queda recordar lo divertido que era preparar campañas y aventuras. No estaría mal que la maquinaría volviera a funcionar. Llevo ya demasiados años a medio gas.

Nos vemos en el Forlon.

Un viaje por la memoria

No importa los años que pasen, hay canciones que te devuelven en sus primeros compases a un momento o a un lugar determinados.

En 2º de BUP (hablo de primeros de los 90), me leí por primera vez El señor de los anillos. No lo leí antes porque no conocí a Tolkien hasta ese curso: en el primer trimestre, en literatura, una de las lecturas era El hobbit.

Resultó que mi tía tenía El señor de los anillos en una edición del Círculo de lectores y me lo prestó. Resultó también que me compré entonces el álbum Cantilena de Bill Douglas (al que tuve ocasión de ver, por cierto, a los pocos años en un concierto en el teatro Monumental de Madrid). Me lo compré en cinta (para tener un reproductor de CD tuve que ganar antes un premio literario, pero eso es otra historia) y, por esto de ser nuevo, lo tenía de continuo en el radiocasete. Se convirtió así en mi banda sonora para el libro primero.

De alguna forma, ambos han quedado en mi memoria unidos de forma indisoluble. Esta mañana, camino del trabajo, ha empezado a sonar la pieza de apertura, Diamond Dance, y, automáticamente me he sentido transportado a los verdes prados de la Comarca y a mi yo de quince años que exploraba aquellos campos por primera vez.

Vacaciones 2024

Este año he vuelto a coger las vacaciones la segunda quincena de agosto. Esto tiene su parte buena y su parte mala. La buena es que a la vuelta las tardes son más cortas y el calor sevillano da sus últimos coletazos. La mala es que puedo llegar muy necesitado a las vacaciones. Este año ha sido de esos: julio ha sido un no parar de principio a fin y en agosto me ha golpeado el estrés acumulado. Hemos hecho menos de lo que tenía previsto, pero andaba necesitado de hacer nada.

¡Varo, devuélveme mis legiones!

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¡Hasta siempre, mi querido Alphonse!

Me enamoré del Toyota Auris desde la presentación del prototipo dorado y en 2008 conseguí comprarlo.

Eran tiempos más civilizados, donde los SUV no se habían vuelto omnipresentes y los monovolúmenes tenían su cuota de mercado. El Auris presentaba un estilo monovolumen: el piso estaba a mayor altura sobre la carretera (no así el fondo, que dejaba la misma altura libre que un turismo normal), lo que hacía más cómo entrar y salir; también era más alto, lo que daba más espacio interior; la posición de sentado era más natural, con las rodillas rectas o casi y el piso trasero era completamente plano, sin túnel de transmisión. Era un coche amplio y cómodo.

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Loreena McKennitt en concierto

En 1992, entre 1º y 2º de BUP, encontré una tienda nueva de discos en el pueblo y entré preguntando por Mike Oldfield y [The] Alan Parsons [Project]. Con una sonrisa, el dueño me dijo “Ven, te voy a enseñar algo mejor”. Salí de allí con el Elemental en cinta. En aquel entonces, yo tenía dinero (ahorraba bastante de la paga semanal) y en los siguientes días cayeron el Parallel Dreams y el The Visit. De paso, dejé de tener dinero.

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Un tesoro hallado

Hace unos días, en casa de mis padres encontré una carpeta clasificadora negra (1) que no recordaba. Por el nombre de las asignaturas escritas (ingeniería térmica, resistencia de materiales…), debí usarla el último año en la universidad. Terminó conteniendo rol, como todas las que tuve en aquella época, algunas tras el curso, otras, como la roja de Nephilim, compradas ex profeso. Luego, la vacié y la descarté y quedó con restos: unas tablas de estadísticas, una copia impresa de un módulo de Nephilim en francés, currículums viejos y, ¡oh, sorpresa!, algo que había dado por perdido hace muchos años:

La hoja de personaje máster de The Babylon Project que venía en la pantalla.


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Otro año más en la contienda

Pues resulta que se acaba ya 2023. No tengo muy claro dónde se ha ido, porque el invierno fue movido y lento (se fueron dos compañeros del departamento y hubo que reestructurar muchas cosas), en primavera estábamos haciendo planes para el verano y… es 29 de diciembre.

Ha sido un año extraño, marcado por las lesiones de Menxar y donde mi estado de ánimo ha ido dando tumbos, con una profunda astenia primaveral que no me daba desde la universidad y una crisis en noviembre, donde se me vino el mundo encima. De momento, lo voy tramposeando centrándome en el trabajo. Con extra de trabajo.

En la parte lúdica ha ido peor. Llevo desde antes de pandemia con una campaña que no me gusta dirigir y que había ido solventando con oficio, pero en septiembre decidí colgar los dados tras una partida nefasta por mi parte. Sólo quedan tres aventuras y sé que todo es sentarse, prepararlas y luego dirigirlas, pero ahora mismo no soy capaz. Como no tengo tiempo ni para respirar (ver párrafo anterior), de momento puedo escaparme. Pero tengo una campaña de Runequest (The Red Cow, de Heroquest) esperando y no puedo dedicarle tiempo mientras no cierre Baile de máscaras.

El blog también está casi abandonado (11 míseras entradas). Sobrevive de normal con la narración de mis campañas y las nueve aventuras jugadas este año están sin escribir. El que sí he resucitado un poco es el otro, el de informática.

En fin, un año raro, otro más desde pandemia. Un año más que seguimos, de alguna forma, por aquí. Ya veremos que trae el siguiente (llevamos pandemia, guerra, genocidio… a ver qué toca).

Nos vemos en el Forlon.

Sacrificio a Mammón

Este septiembre he dibujado un intrincado sello (sacado del Clavículas de Salomón que tengo en la estantería) y he utilizado un afilado cuchillo lleno de símbolos místicos para sajar mi tiempo libre y ofrecérselo a Mammón, dios de la codicia. En román paladino, he empezado a hacer de lancero libre por las tardes, para traer unos maravedíes más a casa. He empezado a apuntar en mi hoja de pj las pérdidas de puntos de cordura que conlleva estar todo el día con SAP a vueltas y espero adaptarme pronto, por mi salud y mi cordura.

The worship of Mammon


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El síndrome del máster eterno

Aunque ya había jugado alguna partida suelta en el instituto, cuando de verdad empecé a jugar a rol fue en Madrid, en la universidad. Jugué y luego me animé a dirigir, pero fue la única época de mi vida en la que jugué más que dirigí. En mi etapa en Badajoz podría contar las partidas jugadas con los dedos de dos manos, pero dirigí tres años de una gran campaña de Nephilim y me las apañé para dirigir también bastante a Pendragón, junto con algunas partidas sueltas de otros juegos (Comandos de guerra, Cyberpunk, Babylon Project, Piratas!!).

La primera década del siglo la puedo dividir en dos partes claras: la primera, donde apenas hubo rol práctico (le di mucha caña a Runequest, hasta el punto de quemarlo para quince años, pero mucho de desmontar y montar el sistema de juego y discutir en foros y listas de correo más que llevarlo a una mesa que no tenía entonces, por cuestión de lejanía física). En la segunda mitad, descubrí Ánima Beyond Fantasy (otoño 2005) y, poco a poco, volvimos a montar mesas de juego. Como máster, of course, pero también conseguí jugar alguna partida.

Yo, hoy.


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Vacaciones accidentadas

(Disclaimer: esta entrada lleva spam a punta pala).

Este año he tenido las vacaciones a primeros de julio, por primera vez en muchos años. Y empezaron mal, con el coche en el taller. Paso la revisión todos los años para el Corpus y en esta visita le sacaron a Alphonse unos cuantos problemas que requerían arreglo antes de meternos cerca de 3000 kilómetros cruzando España. Total, que de salir el viernes nos olvidamos, porque las fugas eran más graves de lo esperado en un principio y las piezas necesarias llegaron tarde. El sábado intentamos paliar este gatillazo vacacional dando una vuelta por Sevilla, que me llevó a probar el helado de palmera de Bolas (¡qué cosa más rica!), pero el lunes y el martes por la mañana fueron de mordida de uñas. ¿Saldríamos de vacaciones?

Alphonse, quince años llevándonos a todas partes. Ya tocaba que le salieran los achaques.


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