Otro año más en la contienda

Pues resulta que se acaba ya 2023. No tengo muy claro dónde se ha ido, porque el invierno fue movido y lento (se fueron dos compañeros del departamento y hubo que reestructurar muchas cosas), en primavera estábamos haciendo planes para el verano y… es 29 de diciembre.

Ha sido un año extraño, marcado por las lesiones de Menxar y donde mi estado de ánimo ha ido dando tumbos, con una profunda astenia primaveral que no me daba desde la universidad y una crisis en noviembre, donde se me vino el mundo encima. De momento, lo voy tramposeando centrándome en el trabajo. Con extra de trabajo.

En la parte lúdica ha ido peor. Llevo desde antes de pandemia con una campaña que no me gusta dirigir y que había ido solventando con oficio, pero en septiembre decidí colgar los dados tras una partida nefasta por mi parte. Sólo quedan tres aventuras y sé que todo es sentarse, prepararlas y luego dirigirlas, pero ahora mismo no soy capaz. Como no tengo tiempo ni para respirar (ver párrafo anterior), de momento puedo escaparme. Pero tengo una campaña de Runequest (The Red Cow, de Heroquest) esperando y no puedo dedicarle tiempo mientras no cierre Baile de máscaras.

El blog también está casi abandonado (11 míseras entradas). Sobrevive de normal con la narración de mis campañas y las nueve aventuras jugadas este año están sin escribir. El que sí he resucitado un poco es el otro, el de informática.

En fin, un año raro, otro más desde pandemia. Un año más que seguimos, de alguna forma, por aquí. Ya veremos que trae el siguiente (llevamos pandemia, guerra, genocidio… a ver qué toca).

Nos vemos en el Forlon.

Sacrificio a Mammón

Este septiembre he dibujado un intrincado sello (sacado del Clavículas de Salomón que tengo en la estantería) y he utilizado un afilado cuchillo lleno de símbolos místicos para sajar mi tiempo libre y ofrecérselo a Mammón, dios de la codicia. En román paladino, he empezado a hacer de lancero libre por las tardes, para traer unos maravedíes más a casa. He empezado a apuntar en mi hoja de pj las pérdidas de puntos de cordura que conlleva estar todo el día con SAP a vueltas y espero adaptarme pronto, por mi salud y mi cordura.

The worship of Mammon


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El síndrome del máster eterno

Aunque ya había jugado alguna partida suelta en el instituto, cuando de verdad empecé a jugar a rol fue en Madrid, en la universidad. Jugué y luego me animé a dirigir, pero fue la única época de mi vida en la que jugué más que dirigí. En mi etapa en Badajoz podría contar las partidas jugadas con los dedos de dos manos, pero dirigí tres años de una gran campaña de Nephilim y me las apañé para dirigir también bastante a Pendragón, junto con algunas partidas sueltas de otros juegos (Comandos de guerra, Cyberpunk, Babylon Project, Piratas!!).

La primera década del siglo la puedo dividir en dos partes claras: la primera, donde apenas hubo rol práctico (le di mucha caña a Runequest, hasta el punto de quemarlo para quince años, pero mucho de desmontar y montar el sistema de juego y discutir en foros y listas de correo más que llevarlo a una mesa que no tenía entonces, por cuestión de lejanía física). En la segunda mitad, descubrí Ánima Beyond Fantasy (otoño 2005) y, poco a poco, volvimos a montar mesas de juego. Como máster, of course, pero también conseguí jugar alguna partida.

Yo, hoy.


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Vacaciones accidentadas

(Disclaimer: esta entrada lleva spam a punta pala).

Este año he tenido las vacaciones a primeros de julio, por primera vez en muchos años. Y empezaron mal, con el coche en el taller. Paso la revisión todos los años para el Corpus y en esta visita le sacaron a Alphonse unos cuantos problemas que requerían arreglo antes de meternos cerca de 3000 kilómetros cruzando España. Total, que de salir el viernes nos olvidamos, porque las fugas eran más graves de lo esperado en un principio y las piezas necesarias llegaron tarde. El sábado intentamos paliar este gatillazo vacacional dando una vuelta por Sevilla, que me llevó a probar el helado de palmera de Bolas (¡qué cosa más rica!), pero el lunes y el martes por la mañana fueron de mordida de uñas. ¿Saldríamos de vacaciones?

Alphonse, quince años llevándonos a todas partes. Ya tocaba que le salieran los achaques.


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George Winston

El pasado 4 de junio nos dejó George Winston, mítico pianista de las nuevas músicas y artista más reconocible del no menos mítico sello Windham Hill. Posiblemente, el primer nombre que se nos venga a la cabeza al pensar en un pianista de finales del XX. Descansa en paz y gracias por todo.

Disclaimer: yo siempre he sido más de Narada y al pensar en pianista, el primer nombre que se me viene es David Lanz, pero George Winston vendrá detrás.

Ian Bairnson

Me entero por mi hermano de que el 7 de abril de este año nos dejó el guitarrista Ian Bairson, uno de los pilares fundamentales y más reconocibles de The Alan Parsons Project.

Descansa en paz y gracias por todo.

Patrimonio de la Luz

Todos los veranos hay tiempo para visitar algún sitio nuevo. Este año, descubrimos Patrimonio de la Luz, nombre, un tanto pomposo, que recoge las canteras de la zona de Hontoria de la Cantera, al sur de Burgos dirección Soria. Fue un encuentro fortuito, que surgió de nuestra tradicional visita a Covarrubias y un cartel promocional.

La rampa de La Catedral, con las puertas al fondo. La cámara de Menxar tiene sangre enana; yo iba trastabillando en la oscuridad, como buen humano.


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No te echaré de menos, 2021

Decía el año pasado por estas fechas que 2020, sin ser un año que dejara buenos recuerdos, se iba sin dejarme sin más daños que los sufridos por mi salud mental. De 2021 no puedo decir lo mismo. Ha sido un horror de año, en el que la vejez parece haber hecho presa en mí. Una gripe en invierno, aislado y con el temor al Covid de marras, me dejó unos problemas de ansiedad que me han perseguido buena parte del año. Tras la gripe, tomó el relevo la rodilla izquierda, quizás por efecto de los diez días encerrado en el dormitorio. Los problemas para conseguir cita médica agravaron otros problemas, aunque para diciembre (sólo 8 meses después) ya sabía que el menisco había caído por fatiga de materiales (mala calidad que es uno).

Llegó un punto en el que ni el trabajo, donde me refugié en 2020, servía de alivio y se fue sumando el fallecimiento de mi abuela, problemas de estómago, efectos secundarios de la vacuna, efectos desagradables de la ansiedad y alguna cosa adicional de origen desconocido. Total, que llegué a las vacaciones de agosto pidiendo la hora. Por fortuna, los diez días en mis pinares burgaleses ejercieron su acción curativa y me devolvieron al servicio activo.

Termino el año arrastrando achaques, pero mejor de ánimo. Ha sido un año escaso en lo lúdico, por confinamientos perimetrales y por salud. Avanzamos por Discord y en modo texto Baile de máscaras en primavera (un experimento de resultado interesante, pero agotador) y probé en mesa el nuevo Runequest y ahí lo aparqué todo. En otoño, jugué varias partidas de D&D5, retomando al bardo Íomhar mac Lyr (tras un inicio fallido de campaña en 2019), que reavivaron el gusanillo y, hace unos pocos días, 14 meses después de la última, volví a sentarme en mi lado favorito de la pantalla para volver con Baile de máscaras.

En fin, 2021 ha sido el año del fuego, el año del sufrimiento, el año de la destrucción, el año de la gran tristeza. A ver si el 2022 es el año del renacimiento, el año del júbilo, el año en que recuperemos lo que era nuestro.

Nos vemos en el Forlon.

Jon Mark

Me enteré el otro día por esta entrada que el blog Solsticio de invierno dedicaba a The Standing Stones of Callanish de la muerte el febrero pasado de Jon Mark. Jon Mark fue uno de los muchos y grandes músicos que conocí en Discos Tak, donde entré con 13 años a curiosear y salí con el Elemental de Loreena McKennitt y el convencimiento de que iba a estar corto de dinero desde entonces.

A Jon Mark lo conocí por el Land of Merlin, el único disco suyo que tuve en cinta. Fue un disco que me resultó muy evocador y fresco (fresco en el sentido de lluvia, musgo, robles mecidos por el viento, Tintagel a la luz de la Luna con el mar rompiendo a sus pies…) y que, en los años siguientes, se convertiría en un fijo para estudiar, pues cumplía sobradamente con lo que yo necesitaba: tapaba el ruido ambiente, no obligaba a escucharlo, pero ahí estaba, para, en los descansos, transportarme de forma inmediata a los paisajes artúricos.

Alhambra, su siguiente disco, fue, si no el primer CD que me compré, el segundo (compite con Dali, the Endless Enigma) y tardé como que un año en poder escucharlo (en escuchar el CD, entendámonos; antes conseguí que un amigo me lo grabara en cinta). Luego vino Celtic Story, A Sunday in Autumn y The Leaving of Ireland. Más discos no encontré en su día (algo que me fastidió especialmente con The Standing Stones…) y luego dejó de interesarme ese tipo de música. Hace años que apenas escucho algo de él, salvo A Sunday in Autumn, que pongo siempre en casa un domingo de otoño.

Sólo conocí una parte de su carrera y sólo lo seguí durante una pequeña parte de mi vida. Aun así, es un músico que me es muy querido y me fue y es muy importante.

Descanse en paz y gracias por todo, Jon Mark.

John, Nadia, Arkady, Sax, Hiroko, Ann…

Ha sido un fin de enero y comienzo de febrero peculiar. Comencé con síntomas compatibles con ya-sabes-qué poco después que un compañero de trabajo y un par de días antes que un tercero. Me tocó aislarme en el dormitorio, con el contacto con mi mujer reducido a lo mínimo (pasarme la bandeja de la comida o recogerla), en el momento en el que la tercera ola rugía con más fuerza.

Antes de encerrarme, busqué algo para leer. Vale, iba con ordenador y teléfono y una biblioteca en el Calibre de miles de volúmenes, pero hay algo en un libro de papel que me resulta cálido, tranquilizador. Reconozco que hace años que casi no leo, pero fue pensar en fiebre + cama y, automáticamente, se añadió libro a la ecuación. Entré el despacho y la mano fue sola a Marte rojo.

Conocí la trilogía marciana de Kim Stanley Robinson en los 90, en la universidad. Los había comprado mi tío, con quien me quedaba en Madrid. En los años siguientes me los volvería a leer un par de veces y aún tengo en el disco duro mapas de la NASA a color de Marte, que usaba para seguir los viajes de sus protagonistas.

Hace más de veinte años que no me acercaba a Marte. Pero acudí a ellos sin pensar. No hay nada como pasar un mal trago en compañía de buenos y viejos amigos. Viajar otra vez con John Boone, Frank Chalmers, Maya, Nadia, Arkady, Sax, el silencioso Simon, el discreto Spencer, Hiroko y su grupo; compartir con Ann su profundo amor por Marte y sus no menos profundas depresiones; sentir el desolador vacío del espacio con Peter; sufrir durante el viaje en rover del 61 o aborrecer a Phyllis y, alegrarme de que sobreviviera a lo de Clarke. Tampoco se me ocurría mejor última lectura, llegado el caso.

Al final, diez días aislado. Síntomas leves y mucha ansiedad. Fuimos dando negativo en las PCR todos los implicados y estoy por encargar una camiseta que diga «yo pasé una gripe en 2021». Me está llevando bastante más liberarme de la ansiedad y recuperar el sueño y el ritmo normal de mi cuerpo que el tiempo que he tenido síntomas de algo. Cuando pasas el invierno medio asfixiado con flema y mocos y dolor esporádico en el pecho por lo mismo o por un poco de ansiedad, el sospechar que has cogido el bicho no ayuda en lo más mínimo a la salud mental.

Pero, bueno, Marte es más verde, Sax se enfrenta a la etapa más frustrante de su vida y estoy paseando por la extraña ciudad de piedra de Medusae Fossae con Art, Coyote y Nirgal.