Series Marvel 2021

2021 ha sido el año de las series Marvel en Disney+. 4 series, nada menos, y con estilos muy dispares. Pese a mis temores iniciales, el resultado final es de notable alto. En todas luce el presupuesto, tanto en la puesta en escena como en los efectos especiales, y se ve reforzada por unos grandes actores que sacan partido a unos guiones, eso sí, más irregulares de los que a todos nos gustaría.

WandaVision

La primera del año fue también la más original y arriesgada. Una historia sobre la pérdida y cómo nos enfrentamos a ella con un delirante estilo visual que rendía homenaje a las sitcom americanas, haciendo un recorrido por su historia, cada episodio dedicado a unas series y época concretas, recreados de forma magistral: puesta en escena, forma de actuar, situaciones… La traca final, empero, no estuvo a la altura, con algunas lagunas de guion y cierres apresurados que quiero achacar a los problemas causados por la pandemia.

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El mandaloriano II

Hemos tenido estas semanas la segunda temporada de El mandaloriano. Si la primera fue el reclamo de salida de la plataforma Disney+, la segunda ha servido como presentación de mil y una series ambientadas en el universo de Star Wars, el mismo universo que, tras los chascos de la nueva trilogía y la película dedicada a Han Solo, parecía condenado al cajón de los recuerdos. Escrita principalmente por Jon Favreau, es una serie muy ochentera, mezcla de Starman y El equipo A, esto es, los personajes van de un lado a otro buscando algo y deshaciendo entuertos a su paso.


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El mandaloriano

El mandaloriano ha sido la serie reclamo utilizada para el lanzamiento de la plataforma de streaming de Disney. Una temporada de 8 capítulos bajo la batuta de Jon Favreau, un presupuesto exorbitante y ambientada en el universo de Star Wars. Mucho western, muchas referencias (Horizontes de grandeza, Grupo salvaje, Los siete magníficos y un largo etcétera), mucha autoparodia (varias veces, por ejemplo, con el tema de la puntería de los soldados de asalto) y unos personajes carismáticos para una serie que, realmente, es floja.

La historia está muy vista (esto, por sí sólo, no supone un problema, si está bien contada): un supuesto profesional que se encapricha de su encargo, como en The Transporter; sólo que el supuesto profesional no es Statham, sino un tipo bastante chapucero, poco dado a planificar sus acciones y con una inmerecida suerte. Los capítulos son predecibles, por lo general entretenidos, bien rodados y disfrutables… los que se salvan. Que, con sólo ocho episodios, la ratio de episodios buenos es para llorar. Por fortuna, duran poco más de media hora, por lo que no da mucho tiempo a aburrirse o suspirar. Lo mejor, eso sí, son los dibujos que resumen el episodio, justo al final de cada uno.

Lo grave de todo esto no es tanto que la serie sea floja, sino que no decepciona porque, con todos sus males, sus aciertos hacen de ella lo mejor en imagen real de Star Wars desde Rogue One.

Warren el criticón tiene una reseña de la serie capítulo a capítulo donde la destripa a placer.

Kakushi ken: Oni no tsume

Kakushi ken: Oni no tsume es la segunda película de la llamada trilogía samurái de Yoji Yamada. Fue rodada dos años después de Tasogare Seibei y es a ésta lo que El Dorado a Río Bravo, es decir, una revisitación sobre la misma historia… sólo que Yamada, por bueno que sea, no es Hawks.

Masatoshi Nagase se las apaña para mostrar un protagonista sólido y el primer tercio de la película mantiene bien el tipo, mostrando los problemas de unos samuráis anclados en la edad media enfrentados a los intentos de adiestramiento militar moderno. El resto tiene regusto a algo ya visto (los problemas domésticos del pobre samurái son iguales, aun sin niñas ni madre demente de por medio, y la historia de amor, aunque aquí se trate de un amor entre personas de distinta casta, recuerda demasiado a la de Seibei) y carece de fuerza en el guion o en los secundarios para considerarla algo más que un buen trabajo de artesano.

Tasogare Seibei

Tasogare Seibei, Seibei del Ocaso (traducida de forma incomprensible como El ocaso del samurái, cuando hubiera podido traducirse como El samurái del ocaso manteniendo el sentido del título original) es una película de Yoji Yamada de 2002 que fue candidata al Óscar a la mejor película extranjera y dio pie a una trilogía samurái (Kakushi ken: Oni no tsume y Bushi no Ichibun) que espero poder completar algún día. Narra parte de la vida de Seibei Iguchi, un pobre samurái en las postrimerías de la era Tokugawa, con la restauración Meiji a tiro de piedra. Seibei trabaja de burócrata (gestión de inventario y provisiones) y sus compañeros se refieren a él como Seibei del Ocaso porque siempre vuelve a casa antes del ocaso, sin salir ningún día de francachela. Va desaseado, desaliñado y hecho un desastre. Es viudo, con dos hijas y una madre senil a las que debe mantener con su pequeño estipendio, parte del cual lo tiene embargado por las deudas. Una vida sencilla de un hombre peculiar, apegado a su familia y a su casa.

Seibei con sus hijas y su madre. Nótese el arreglo de los paneles de la lámpara con páginas de los libros del trabajo.

La historia que me une a esta película es peculiar. La vi en su día reseñada en la revista de cine que comprábamos en casa. De poder verla, nada, claro, así que tuve que esperar a bajarla. ¡Por eMule, en dos archivos para grabar en dos CD! Parece ya algo tan lejano… No llegué a verla. En los últimos meses, envuelto en una campaña de samuráis, me he acordado varias veces de ella y, estas vacaciones, encontré el DVD donde la grabara allá por 2006 en casa de mis padres. Este sábado me la vi, buscando fuente de inspiración.

Y me ha encantado. Ese amor por el detalle en todos los planos, el trabajo de los actores, la historia, los duelos (con un regusto a western clásico, es decir, con una presencia que no necesita de fastuosas y vacuas coreografías), el cómo se describe la decadencia del mundo samurái…

Kimi no na wa

Conocida en medio mundo (España incluida) como your name. (en minúscula y con punto final), el último largometraje de Makoto Shinkai (Hoshi no koe, 5 centímetros por segundo, El jardín de las palabras) levantó mucha expectación fuera de los círculos habituales por ser la película más taquillera de Japón en 2016 con una historia que, a raíz de lo poco que se contaba, parecía en exceso trillada. En España se ha llegado a estrenar en cines de la mano de Selecta, en principio para un único fin de semana, pero en muchos cines estuvo varios en cartel. Por mi parte, me quedé sin verla porque el precio de dos entradas de fin de semana (más de 20 euros) era más de lo que me podía permitir ese mes.

Mitsuha Miyamizu, ella

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El recuerdo de Marnie

Tras el interesante debut de Arriety y el mundo de los diminutos, tenía mucho interés en la carrera del director, Hiromasa Yonebayashi. Su segunda película, El recuerdo de Marnie, se basa también en una novela para jóvenes de una escritora británica (When Marnie Was There, de Joan G. Robinson), con los cambios pertinentes para adaptarlo al Japón actual.


¿Es Marnie una chica real, una amiga imaginaria o un fantasma?

Nos cuenta la historia de Anne, una adolescente huérfana, asmática y necesitada de encontrar su sitio en el mundo que trae de cabeza a sus padres adoptivos. Sin saber muy bien qué hacer, la mandan con unos parientes a un pueblecito costero, con la típica excusa del clima, pero con la secreta esperanza de que la vieja Setsu Oiwa la ablande (vale, esto último es de mi cosecha, pero el amoroso acoso y derribo fraternal de la mujer es espectacular). La muchacha se adapta a la vida con los Oiwa, pero no con el resto del pueblo y busca refugio en la única amiga que encuentra: Marnie, una chica extranjera que vive en la mansión al otro lado de la marisma.

El recuerdo de Marnie es relato más íntimo que Arriety, más realista y, al mismo tiempo, más mágico, con personajes sólidos, incluso los que apenas salen en pantalla (en algún caso, también tópicos, pero un viejo gruñón y solitario, ya sea pastor o pescador, nunca sobra). Un gran segundo trabajo de Yonebayashi. Tengo ganas de ver el tercero.

La colina de las amapolas

Después de la aburrida e insulsa Cuentos de Terramar no tenía mucha prisa por ver el segundo largometraje de Goro Miyazaki, hijo de Hayao Miyazaki. No podía estar más equivocado: es ésta lo borda y demuestra que, con él y con Hiromasa Yonebayashi (Arriety, El recuerdo de Marnie), en Ghibli hay talento para muchos años.


No es una película para ver con hambre

La colina de las amapolas cuenta una historia muy, muy sencilla y muchas veces contada: el primer amor durante la adolescencia. Los caminos de Umi Matsuzaki y Shun Kazama se cruzan en la defensa del viejo edificio que sirve de sede a los clubes del instituto. Y ya. Bueno, salvo porque su pasado está entrelazado de una forma que no se imaginan.

Lo importante está en el fondo, en el retrato del Japón de principios de los sesenta, en detalles como la preparación de las comidas, los caminos, los vehículos, las heridas de la guerra, todo ello aderezado con una colección de personajes entrañables (y alguno esperpéntico, como el miembro del club de filosofía).

Seguramente pasará a la historia como una obra menor del estudio, pero cada escena es una obra de arte. Una película para revisitar cuando perdamos la fe en el mundo.

Ookami Kodomo no Ame to Yuki

Piense usted en una historia de amor entre un hombre lobo y una chica normal. Quite a Hollywood de la ecuación. Ponga a Mamoru Hosoda (la preciosa La chica que saltaba a través del tiempo). Déjese macerar y sírvase con lágrimas. El resultado es Ōkami Kodomo no Ame to Yuki (más o menos, Los niños lobo Ame y Yuki), un precioso melodrama familiar sobre los efectos secundarios que dejan las relaciones de pareja (en forma de churumbeles), el gran problema que supone criarlos y como se complica todo hasta límites insospechados si los churumbeles son hombrecitos lobos que cambian de forma cuando les da la gana. ¿Cómo hacer para que no llamen la atención hoy en día? ¿Adónde llevarlos si se ponen malos, al médico o al veterinario? ¿Qué hacer cuando quieran relacionarse con chicos de su edad?


Una apasionada historia de amor… con consecuencias

No tengo mucho más que decir de la película. Es una pequeña joya, preciosa en el dibujo y la animación y meticulosa en la narración. La versión que he visto ha sido la de Backbeard, muy recomendable.

Arrietty y el mundo de los diminutos

Este mes de septiembre ha llegado a España (con un añito de retraso, no está mal) esta adaptación libre de Los incursores de la escritora británica Mary Norton. Considerada desde su estreno una obra menor del estudio Ghibli (Porco Rosso, La princesa Mononoke), con un debutante a las riendas, Hiromasa Yonebayashi, y una sorprendente Cécile Corbel a la música en lugar del habitual de la casa, Joe Hisaishi, Arrietty es una pequeña joya y, posiblemente, la película más bonita que se ha podido ver en el cine este verano (y puede que en todo el año). Yonebayashi nos atrapa con una historia melancólica del día a día de una familia de incursores, pequeños seres de unos diez centímetros de alto que viven en el sótano de una vieja mansión rapiñando lo que pueden. No le hace falta una historia épica o absurda ni un ritmo endiablado: con un dibujo exquisito, unos colores impresionantes, unos efectos de sonido de primera y el acompañamiento musical puesto por Corbel, Yonebayashi desgrana con ritmo pausado el mundo de los diminutos desde los ojos de Arrietty, una muchacha adolescente. Sencillamente impresionante la primera incursión de Arrietty, bajo la guía de su padre, plasmada en todo detalle: el enfrentamiento a la enormidad de la casa humana, el uso de lo que han podido rapiñar (clavos, pinzas, alfileres, pilas…), la tensión superficial en los líquidos…

Un mundo, el de Arrietty y su familia, frágil y que se ve amenazado por la llegada de Shou, un muchacho humano enfermo y que descubre a Arrietty. A partir de ahí, el frágil mundo de los diminutos se tambalea, demasiado frágil ante el quehacer de los grandullones. Tiempo para un primer amor, para ver la negrura del alma mezquina, para el miedo y la esperanza. Para dejar atrás la niñez y encarar el futuro con la frente alta.

Hora y media de buen cine. Hora y media de poesía para gozar. Y con un gran, gran doblaje. No se puede pedir más.