El Faraón se hizo a la mar esa misma noche, aprovechando la marea favorable, mientras los piratas continuaban con el saqueo de Eburah. Lo comandaba Curro, el gigantón lugarteniente de La Víbora Mendoza, que llevaba consigo a una veintena de piratas. Durante la tarde, tras el combate, habían trabajado con presteza para armar una gran jaula-calabozo en la bodega donde encerraron a sus prisioneros: Michel Laffount, Jacques y Julien Lafleur, Andréi Dragunov y la propia tripulación del Faraón: Jean Claude Laffount, su primer oficial, un joven de buena familia de nombre Edgar, el contramaestre y nueve marineros. Alda, los niños y Gwen, a la que los piratas parecían haber tomado por la hija mayor de los Dragunov, lo fueron en la cámara de oficiales, mientras que a Chloé y a Colette las metieron en uno de los camarotes.
En un principio, temieron por el trato que iban a recibir, pues no les dieron ni agua ni comida en toda la tarde y en toda la noche, pero, a la mañana siguiente y tras desayunar los propios piratas, les llegó el turno a ellos, primero las mujeres y niños y luego los hombres. Pronto, se estableció una rutina: les llevaban comida y agua dos veces al día y les permitían usar las letrinas de proa una. Los hombres eran sacados por parejas. A Colette le permitían bajar una vez al día para atender a los heridos, en especial a Jacques, que era el que peor estaba, y ésa era la única comunicación que tenían unos y otros.
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