Leloup, eh… ¿Eh?

Por razones de familia (¡ah, la Familia!, pronúnciese con voz grave y algo cascada) no pude asistir al noveno concierto de abono de la Orquesta de Extremadura, así que le toca a nuestra enviada especial cubrir el evento. Que digo yo que por una vez que la crítica del concierto la haga alguien con educación musical y buen oído, pues no está mal, no.

El noveno concierto de la temporada, bajo la batuta de Jesús Amigo, director titular, comenzó con un pequeño cambio en el programa. El estreno de Cáceres, Rapsodia para clarinete, corno di bassetto y orquesta pasó a abrir el concierto y ocupar toda la primera parte debido a un problema logístico. El caso es que para esta obra en concreto la orquesta se tenía que dividir en dos orquestas enfrentadas y para volver a la distribución normal era necesario bastante tiempo, así que aprovecharon el descanso para hacerlo.

Para explicar mi opinión acerca del estreno de la obra de Phillipe Leloup, lanzo un desafío:

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Thomas Rösner, maestro

Primer fin de Semana Santa y concierto de abono de la Orquesta de Extremadura, octavo ya, y que formaba parte del Festival de Música Sacra de Badajoz. En el Manuel Rojas había un montón de caras nuevas: se ve que mucha gente se había ido de vacaciones, dejando su abono a familiares y amigos.

El concierto empezó con Le Tombeau de Couperin, de Ravel, una pieza, pese a su fúnebre título, alegre, picara y muy bonita. Ravel era un genio usando la orquesta y el sábado, bajo la batuta del maestro Thomas Rösner, la Orquesta estuvo especialmente inspirada. Para mí, de las mejores interpretaciones de la temporada, a la altura del concierto de Turovsky: a la fuerza habitual que tiene esta orquesta unieron un sonido limpio y delicado que les resulta más difícil de conseguir.

Siguió el programa con el estreno de José de Arimatea, un monodrama para actor y orquesta compuesto por José Zárate para este festival y que contaba con el actor irlandés Denis Rafter como actor/narrador. La obra, dividida en siete escenas, recrea diferentes momentos de la Pasión de Cristo, combinando música y actuación de forma acertada. La obra da, sin embargo, impresión de estar a medio acabar. Tiene momentos muy buenos (la flagelación pone los pelos de punta, la muerte de Jesús en la cruz), otros buenos (los solos de violín y viola) y otros francamente mejorables (el abuso de los estridentes solos de viento, la total falta de garra de la última escena). La orquesta, la sencilla pero muy expresiva puesta en escena, el trabajo de Denis Rafter y la batuta de Rösner suplieron los fallos de la obra.

Para la segunda parte teníamos el Requiem de Fauré, con el Coro Fundación Orquesta de Extremadura, la soprano Elena de la Merced y el barítono Stephan Genz (quien, por cierto, podría sentarse mejor). Obra delicada y hermosa que, desgraciadamente, no pude disfrutarla como se merece (y como la tocaron). Mi congestión brutal volvió a la carga, dejándome con un persistente pitido de oídos y medio asfixiado, intentando no toser para no molestar (y no respirar mucho para no toser). Súmese a esto el tísico compulsivo de la fila de atrás, que estuvo especialmente ruidoso esta noche (a su edad y que nadie le haya enseñado a cubrirse con la mano al toser), dos móviles, sí, DOS, el primero de los cuales hizo parar en seco a Thomas Rösner (dice mucho de la profesionalidad de todos que siguieran como si nada) y un follón que se montó en la puerta de la derecha (la izquierda si se mira desde el escenario) a cargo de un hombre de mediana edad, alto, moreno y vestido con un jersey claro. Es una pena que el maestro Rösner se lleve tan mala impresión de Badajoz y su público. Espero de corazón que en Cáceres, el viernes, fueran más civilizados.

Da Costa y la Real Orquesta sinfónica de Servilla, ¡qué sonido tan hermoso!

7º concierto de la temporada y esta vez con orquesta invitada: la Real Orquesta sinfónica de Sevilla con el maestro Pedro Halffter a la batuta. Empezó el programa con una interpretación exquisita la obertura de Las bodas de Fígaro de Mozart. ¡Qué sonido! Limpio, cálido, delicado… Siguió el Concierto para violín y orquesta del compositor español Rodolfo Halffter, siendo el solista Alexandre da Costa. La obra no me gustó, demasiado moderna: melodías cortas, cacofónicas, mucha técnica pero muy fría, incómoda. Con todo, la interpretación del solista, con una técnica impresionante, y la orquesta, delicada cuando debía, con fuerza cuando tocaba, arropando al solista sin ahogarlo, realzándolo, lograron mantener mi atención en todo momento. Alexandre da Costa se despidió de nosotros con un arreglo de un tema de Jimi Hendrix con acompañamiento de contrabajo que se llevó una gran ovación (y no fue para menos, porque fue una auténtica delicia).

En la segunda parte teníamos al hermano de Rodolfo, Ernesto Halffter y su Sinfonietta en Re Mayor. El comienzo del primer movimiento me hizo temer que fuera una pieza del estilo de la anterior, pero estaba totalmente equivocado. La Sinfonietta es preciosa y permite que la orquesta se luzca, y la Sinfónica de Sevilla bien que lo hizo. Podría hablar y hablar sobre ello. Bueno, no, no podría: me dejaron sin palabras. Estuve hasta la mañana siguiente en una nube.

De postre, un bis de la orquesta. ¿Qué más se puede pedir?

Una señora vecina de butaca aplaudió por primera vez en siete conciertos.

Me gusta Shostakovich

El fin de semana pasado fue el sexto concierto de abono A de la Orquesta de Extremadura. Cambiábamos el violín del quinto concierto por la viola de Roberto Díaz y teníamos también una sinfonía de Shostakovich, así que se presentaba interesante. Empezamos por la Marcha nº1 de Pompa y circunstancia de Elgar, pieza que de nombre puede que no nos suene, pero que todos hemos escuchado infinidad de veces. El Concierto para viola de Walton me dejó muy frío. Todavía no sé si era yo (tras la Marcha me empezó a pitar un oído de forma bastante molesta, creo que tapándome parte de la música) o si a la interpretación le faltaba un hervor (léase algo más de ensayo), así que no comentaré nada de él más allá de la magnífica labor de Roberto Díaz, al que espero ver en otra ocasión y poder apreciar su talento mejor.

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Barnabas Kelemen, cálido y enérgico

Si, tras ver a Benjamin Schmid, Charles Wetherbee y Hugh Marsh, pensaba que los violinistas están algo locos, Barnabás Kelemen no hizo sino confirmármelo en el concierto, quinto de la temporada, del sábado pasado en Badajoz. Con una gran complicidad con el director, Jesús Amigo, y la orquesta, nos cautivó con un hermoso y cálido Mozart (Concierto para violín nº 4 K.218 en Re M.) y nos maravilló con la ejecución enérgica (casi diría violenta) de Aires bohemios de Sarasate. Con el postre ya directamente tuve que recoger la mandíbula del subsótano. Leo que tocó con un violín Guarneri del Gesú de 1742

Con la segunda parte (versión orquestal de Schoenberg del Cuarteto para piano n.1 de Brahms) la orquesta recobró protagonismo. Es una obra de mediados del siglo pasado que presenta mucha instrumentación. Teníamos ración extra de todo: cuerda, viento madera, metal, percusión… Ha sido la primera vez que he visto un clarinete bajo. La pieza en sí me dejó un poco frío. Tiene partes que están muy bien, con garra, pero otras son más anodinas y tiene un par de toques demasiados modernos para mí. Gustos aparte, es una obra para lucimiento de la orquesta y disfrutamos mucho con ella.

Hablando de la orquesta, repetía como concertino Juan Luis Gallego, que ya lo fue en el concierto de Leshnoff. Tuvimos un trompa infiltrado (eran cinco, pero el programa sólo nombraba a cuatro) y unos leotardos morados en la sección de percusión. Fue, en todos los aspectos, una noche muy divertida.

Fin de semana barroco: El Mesías

Este frío fin de semana fue el cuarto concierto de abono (A) de la Orquesta de Extremadura, con un programa muy adecuado a las fechas en que estamos: El Mesías de Händel, completo, entero, todo él en sus casi dos horas y media de música. Pero El Mesías, sólo con orquesta queda un poco soso, así que participaba también el Coro de la Fundación Orquesta de Extremadura y como solistas teníamos a la soprano Raquel Lojendio, el contratenor Matthias Rexroth, el tenor Gustavo Peña y el barítono bajo Tiziano Bracci. A la batuta, el director titular Jesús Amigo.

El concierto fue impresionante, espectacular. Se hizo algo largo, pues El Mesías no es una obra fácil y los asientos del Manuel Rojas son potros de tortura pero indudablemente El Mesías es una obra que hay que ver en directo. La parte orquestal supuso un agradable cambio de estilo con respecto a los anteriores conciertos de la temporada, el coro nos sacudió como una descarga eléctrica y los solistas nos emocionaron. Personalmente, los momentos que más me llenaron fueron las intervenciones de Tiziano Bracci (¡qué voz y qué fuerza!) y el Aleluya, que puso al Manuel Rojas en pie. Raquel Lojendio y Gustavo Peña estuvieron igualmente espléndidos pero debo reconocer (para mi vergüenza) que a Rexroth no le presté toda la atención que debiera porque, esto, es que las sombras de los focos y el corte de pelo le sacaron un gran parecido con David Hasselhoff de joven. Prometo que la próxima vez que le vea, prestaré más atención.

Leshnoff, demasiado moderno

El pasado fin de semana fue el tercer concierto de abono (abono A) de la Orquesta de Extremadura, el viernes en Cáceres y el sábado en Badajoz, bajo la batuta de Anne Manson. En el programa, la Obertura trágica, Opus 81 de Brahms, el estreno en España del Concierto para violín del compositor americano Jonathan Leshnoff y, ya en la segunda parte, la Octava sinfonía (Incompleta) de Schubert. Como solista de violín teníamos a Charles Wetherbee, quien ha interpretado el concierto en múltiples ocasiones, incluyendo su estreno mundial (noviembre de 2005) y la primera grabación del mismo; es decir, era el mejor solista posible para este estreno.

El resultado, agridulce. La Obertura y la Incompleta, impecables. El Concierto… la verdad, no me gustó en absoluto. Demasiado cacofónico y confuso, con los instrumentos pisándose unos a otros y el violín a veces perdido dentro del barullo, a veces totalmente fuera de lugar. Nada que reprochar a la orquesta, solista y directora, que hicieron un muy buen trabajo con una obra difícil, pero si es difícil de interpretar, más lo es de escuchar. Definitivamente, Leshnoff no va, por lo menos en lo que se refiere a sus composiciones para orquesta, conmigo. Por otra parte, espero volver a asistir a un concierto tanto de Manson como de Wetherbee. Por cierto, que cada vez se lo ponen más complicado a la percusión.

En la orquesta eran notables la presencia de Juan Luis Gallego como concertino invitado (faltaba, pues, Sergio Marrero) y la ausencia de Miguel Ángel Rodríguez y su precioso contrabajo que anda de gira por Corea con la World Symphony Orquestra.

Turovsky, juguetón

El sábado 25 fue el segundo concierto de abono A de la temporada 2008-2009 de la Orquesta de Extremadura en Badajoz, compuesto por la Sinfonía nº9 de Dmitri Shostakovich y una segunda parte con la versión orquestal de Ravel de Cuadros de una exposición de Modest Mussorgsky, bajo la batuta de Yuli Turovsky. Dos piezas del siglo XX que usan a fondo la orquesta y en el escenario se notaba, estaban bien apretados.

Con la primera parte, Turovsky ya se hizo con nosotros. La novena sinfonía de Shostakovich es juguetona, con presencia llamativa de metal y percusión y donde la cuerda está casi que para acompañar. Los solos de clarinete y fagot marcan los dos movimientos lentos. Por el solo (el programa habla de recitativos… iré aprendiendo qué es cada cosa poco a poco, paciencia) de fagot Reynold Cárdenas se llevó una gran ovación.

La segunda parte era el plato fuerte: un espectáculo que combina el concierto con la proyección de una versión animada de unas pinturas de la violinista y pintora Natasha Turovsky, hija del director, hizo inspirándose en la obra de Mussorgsky. Ambos Turovsky, con la colaboración del artista digital Gaël Hollard, han creado una delicia. Los cuadros son preciosos, muy expresivos y la animación realza la música, pero sin ser tan abundante como para no dejarnos prestar atención a la orquesta. Así, Cuadros de una exposición vuelve a ser, otra vez, el acompañamiento para ver una exposición pictórica. ¡Y qué acompañamiento! La versión orquestal de Ravel (no conozco otras, ni siquiera la de piano original, lo reconozco) es fantástica. Son 15 piezas cortas, entre los cuadros y los paseos (promenade) entre ellos, muy distintas entre sí donde la orquesta al completo se luce: el pegadizo tema de los Promenade, la presencia del saxo (me entraron ganas de ver otra vez a Paxariño en directo) en El viejo castillo, el pesado andar de la carreta de Bydlo, el diálogo entre Samuel Goldenberg y Schmuyle, judío rico el primero representado por un maleducado y prepotente tema a cargo de las maderas y cuerdas y el segundo un lastimoso y lamento de la trompeta con sordina (una de mis piezas favoritas), el misterio y terror de La cabaña de Baba Yaga sobre patas de gallina, otra de mis favoritas, o el tremendo final de La gran puerta de Kiev, por citar sólo algunas.

Un programa que se nos hizo corto, pero nos mantuvo pegados a las butacas con ojos y oídos bien abiertos.

Más al respecto:

Página oficial de Natasha Turovsky donde podéis ver los cuadros.

En Youtube podéis encontrar algunos de los cortos, como el del Gnomo y el de los Polluelos.

PD: Estoy enamorado del contrabajo que toca Miguel A. Rodríguez. Es precioso a la par que impresionante

Joaquín Achúcarro, magia al piano

Este sábado empezó la temporada 2008-2009 de la Orquesta de Extremadura con el primer concierto de abono, en ese atentado arquitectónico que es el Palacio de Congresos de Badajoz. En la orquesta, algunas caras nuevas entre las que ya empezamos a conocer, siendo el más llamativo el cambio de concertino, donde el año pasado teníamos a Ángela Moscalu y ahora tenemos a Sergio Marrero. El auditorio estaba lleno, quedando libres apenas unas pocas butacas de los palcos laterales, de muy mala visibilidad.

El concierto empezó con las juguetonas notas de la Obertura de Oberón de Weber para luego ponernos serios con el plato fuerte: el Concierto para piano nº 4 de Beethoven con el gran pianista Joaquín Achúcarro como solista. Y, ¿qué puedo decir del concierto? Dejaré las críticas elaboradas para los sesudos entendidos. Yo lo resumiré con un «fue la leche». Impresionante, y el «postre» para usar el pañuelo. En la segunda parte tuvimos la 3ª sinfonía «Renana» de Schumann, hermosa obra que cerró un gran primer concierto.

Para completar la noche, sushi en el Tanuki-san y un gran dolor en la cartera, después (pero es que el Ogura Ice está tan rico…). Un gran sábado, lo mires por donde lo mires.

Schellenberger o no hay nada como un buen concierto

Esta semana tampoco hay entrada de Guardianes del Grial porque las escribo los fines de semana (cuestión de tiempo) y éste estuve en Badajoz. ¿Y qué hacía en Badajoz? Ir a un concierto. El sábado había concierto de abono de la Orquesta de Extremadura con un programa que me interesaba y allá fui. En el menú teníamos una primera parte con Mozart (la obertura de La Clemenza di Tito (k.621), la última ópera que escribió, y el Concierto para oboe y orquesta en Do mayor (k.285d), concierto que tenía ganas de oír completo desde que escuché el fragmento que sale en Nodame Cantabile) y una segunda con Bruckner y su Sinfonía nº1 en Do menor, desconocida para mí (de Bruckner sólo conozco La Romántica, y me encanta).

Pero el plato fuerte no era el programa en sí, sino el director y solista: Hansjörg Schellenberger. No lo conocía antes del concierto y, la verdad, tampoco pensé en buscar información sobre él antes, así que mi primer contacto con él fue la breve reseña biográfica del programa, el segundo fue la obertura de La Clemenza di Tito y el K.O. extático vino con el Concierto, donde desempeñó los roles de director y solista. ¡Y qué solista! Tuvo un pequeño problema con el oboe, una obstrucción, que lo solventó con elegancia y sin perder aplomo (la experiencia se nota) y que para nada empañó su magnífica interpretación. De postre nos regaló un breve solo de oboe antes de irnos al descanso, como si se resistiera a devolvernos al mundo material.

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