El bosque de Karasu es el gran bosque del norte de Lannet. El más antiguo, frondoso e inquietante de los grandes bosques. Un bosque con amplias regiones vírgenes desde la más remota antigüedad, hostil al extraño. Poblado por todo tipo de animales, pero también por criaturas fabulosas: jabalíes gigantes, tengus, espíritus de la floresta, onis. Quizás incluso sea el hogar de las últimas aldeas daimah.

El bosque es el centro de poder místico de la familia Karasuma, una de las cinco grandes casas. En su interior se haya el Palacio de los Cuervos. No es una fortaleza, aunque es difícil de creer que un ejército pudiera conquistarla; no es tampoco un palacio al uso, sino una miríada de edificaciones, de palacetes, de almacenes, de granjas y barracones, de templos, repartidos por varios miles de hectáreas de montes y valles. Un bosque de manto impenetrable que se abre aquí y allá en praderas para alimentar el ganado y arrozales para alimentar a las personas. Caminos ocultos unen los asentamientos, entre puestos de vigilancia y trampas traicioneras.

No es para menos: allí vive el gran Misterio de los Karasuma y su gran poder, la casa principal del clan.

Allí hay secretos dentro de los secretos.

Como ese edificio, cruce de palacio y templo, rodeado por una doble empalizada, como para vigilar que nada salga y nada entre.

Es conocido como el Templo del Cuervo Blanco de la Desgracia.

Nadie sabe qué contiene. Hay quien piensa que guarda la Magatama de la Madera; hay quien opina que una de las cabezas de Orochi; algunos, que un ojo de Yagarema, el dios insidioso.

Es un misterio, uno más de la familia Karasuma. Muchos lo anhelan: aventureros, onis, yokais, yogoretas, agentes de las otras familias. Por eso, una fuerza de élite guarda el templo. Para los clanes vasallos, es un gran honor tener a alguno de sus miembros entre los samuráis, sacerdotes y onmyoji del templo.

Para los elegidos, es una dura condena, pues sólo la muerte los librará de su misión, aislados, en lo profundo del bosque.

Esto es una idea que se me ocurrió el otro día. Es poco, sólo una imagen mental (los boscosos valles cubiertos por la niebla, el templo) y una idea de comienzo. No sé si conseguiré mimarla para que florezca una campaña.