Primer fin de Semana Santa y concierto de abono de la Orquesta de Extremadura, octavo ya, y que formaba parte del Festival de Música Sacra de Badajoz. En el Manuel Rojas había un montón de caras nuevas: se ve que mucha gente se había ido de vacaciones, dejando su abono a familiares y amigos.
El concierto empezó con Le Tombeau de Couperin, de Ravel, una pieza, pese a su fúnebre título, alegre, picara y muy bonita. Ravel era un genio usando la orquesta y el sábado, bajo la batuta del maestro Thomas Rösner, la Orquesta estuvo especialmente inspirada. Para mí, de las mejores interpretaciones de la temporada, a la altura del concierto de Turovsky: a la fuerza habitual que tiene esta orquesta unieron un sonido limpio y delicado que les resulta más difícil de conseguir.
Siguió el programa con el estreno de José de Arimatea, un monodrama para actor y orquesta compuesto por José Zárate para este festival y que contaba con el actor irlandés Denis Rafter como actor/narrador. La obra, dividida en siete escenas, recrea diferentes momentos de la Pasión de Cristo, combinando música y actuación de forma acertada. La obra da, sin embargo, impresión de estar a medio acabar. Tiene momentos muy buenos (la flagelación pone los pelos de punta, la muerte de Jesús en la cruz), otros buenos (los solos de violín y viola) y otros francamente mejorables (el abuso de los estridentes solos de viento, la total falta de garra de la última escena). La orquesta, la sencilla pero muy expresiva puesta en escena, el trabajo de Denis Rafter y la batuta de Rösner suplieron los fallos de la obra.
Para la segunda parte teníamos el Requiem de Fauré, con el Coro Fundación Orquesta de Extremadura, la soprano Elena de la Merced y el barítono Stephan Genz (quien, por cierto, podría sentarse mejor). Obra delicada y hermosa que, desgraciadamente, no pude disfrutarla como se merece (y como la tocaron). Mi congestión brutal volvió a la carga, dejándome con un persistente pitido de oídos y medio asfixiado, intentando no toser para no molestar (y no respirar mucho para no toser). Súmese a esto el tísico compulsivo de la fila de atrás, que estuvo especialmente ruidoso esta noche (a su edad y que nadie le haya enseñado a cubrirse con la mano al toser), dos móviles, sí, DOS, el primero de los cuales hizo parar en seco a Thomas Rösner (dice mucho de la profesionalidad de todos que siguieran como si nada) y un follón que se montó en la puerta de la derecha (la izquierda si se mira desde el escenario) a cargo de un hombre de mediana edad, alto, moreno y vestido con un jersey claro. Es una pena que el maestro Rösner se lleve tan mala impresión de Badajoz y su público. Espero de corazón que en Cáceres, el viernes, fueran más civilizados.
Secundo tu opinión, pero a mi \»José de Arimatea\» me dejó fría, no me llenó el conjunto. No sabría muy bien cómo expresarlo, porque no se trata deque no me gustase, es más bien que me dejó indiferente. En relación al comportamiento del público en general y de algunos casos en particular, he de decir que siento vergüenza ajena. Ya no son los detalles puntuales, era un murmullo constante que no desaparecía hasta un rato después de que los músicos empezasen a tocar, eso sin contar los móviles, las pulseritas tintineando (este caso es un poco flagrante porque además fue la señora del 2º móvil y las tintineaba adrede mientras las miraba con una sonrisa), los móviles, las voces……………….. Me hierve la sangre de pensar en lo poco respetuosos que llegamos a ser. De todas formas he de decir que el concierto fue magnífico, que el director demostró un saber hacer, y un temple que más de uno quisiera, y un talento extraordinario. Pero bueno, lo mejor tú ya lo has contado