Noche… que no fue

Este fin de semana fue el cuarto concierto de Abono A de la Orquesta de Extremadura, el habitual concierto navideño con el Coro Fundación Orquesta de Extremadura. Bajo la batuta del maestro Amigo, se presentaba un interesante programa religioso formado por las obras Dixit Dominus de Haendel y el Magnificat de Bach y que tenía como solistas a Ruth Rosique (soprano), Lola Casariego (soprano), Matthias Rexroth (contratenor, ya lo tuvimos el año pasado en El Mesías), Juan Antonio Sanabria (tenor) y Augusto Brito (barítono bajo). Desgraciadamente, el que firma andaba cojo, con un esguince puñetero que me hizo desistir de ir a Badajoz y Menxar trabajaba, así que de este concierto no hay crónica, salvo que un alma caritativa nos haga una.

Por otra parte, el fin de semana que viene la Orquesta actuará en Sevilla, en el Teatro de la Maestranza. Serán los días 18 (viernes) y 19 (sábado) con un programa muy interesante que incluye el Concierto para violín y orquesta de Sibelius y la Primera sinfonía de Tchaikovsky. Como solista estará la joven violinista surcoreana Jang Yoo-jin, la cual tuvimos ocasión de ver la temporada pasada y es, en dos palabras, es pectacular.

Huérfanos

Eric Woolfson nos ha dejado.

El bajista John Montagna (bajista de The Alan Parsons Live Project, la úlima banda de Alan Parsons), ha hecho este pequeño homenaje:

Descanse en paz, señor Woolfson. Nunca lo olvidaremos.

Noche nórdica

El tercer concierto de abono A de la temporada venía con un estreno absoluto, una obra compuesta para Cáceres 2016. Del compositor sueco Jan Sandström, un concierto para dos trombones y orquesta con el título Ecos de eternidad. Sandström es… raro. En el programa lo tacha de inclasificable. Yo pienso que es un guasón. Un guasón genial y al que le falta algún tornillo. Ecos de eternidad empieza sin ninguno de los solistas (uno de los cuales es el director) en el escenario: uno entre bastidores, el otro al fondo de la sala. Tiene momentos que recuerdan a un espectáculo de payasos, tiene una parte narrada y hasta una sirena (casi me da un patatús al ver un portátil abierto en la sección de percusión). También tiene momentos tristes y momentos épicos. Los trombones solistas y la orquesta al completo se lucen con sus melodías cortas, rítmicas, a veces guasonas, a veces tristes. Una pieza extraña, genial quizás, que nos gustó a algunos y a otros no.

En la segunda parte seguimos con la noche de compositores nórdicos con la Obertura Helios, Opus 17 del danés Carl Nielsen, pieza con partes muy interesantes (especialmente, para mí, de cuerda y trompa) pero que palidece ante la Segunda sinfonía en Re mayor, Opus 43 de Sibelius, con la que terminamos la noche. Cada vez me gusta más Sibelius y la orquesta resolvió muy bien esta sinfonía, con un sonido muy limpio. La sección de cuerda estuvo muy brillante toda la noche, aunque cuando más destacó fue con la sinfonía de Sibelius.

Dirigía Christian Lindberg, posiblemente el mejor solista de trombón que haya ahora en el mundo. Y también un auténtico showman. Y algo histriónico dirigiendo. El otro trombón solista estuvo a cargo de otro gran intérprete, Ricardo Casero. Como concertino tuvimos al violinista chino Xuan Du.

De las camisas de Lindberg no pienso hablar.

Noche romántica

Segundo concierto de la temporada, dedicado a dos grandes compositores románticos: Schumann (en 2010 se cumplirá el bicentenario de su nacimiento) y Brahms. Dirigía el maestro Yoav Talmi. El Manuel Rojas estaba, como es habitual, con el cartel de «no hay entradas» y muchos claros en la zona de abonados. La gente estuvo muy revuelta el sábado: toses, cuchicheos, móviles (varios, sí, varios), algún abanico…

Abrió el concierto Escenas de niños, versión orquestal del propio Talmi de una serie de piezas cortas para piano. La propuesta de Talmi fue sorprendente por la sencillez de la orquesta, huyendo del exceso de instrumentos habitual en las composiciones modernas, y con momentos memorables. Un gran comienzo, sin duda. Seguía en el menú el Concierto para piano y orquesta, con Josep Colom al piano. No tengo mucho que decir al respecto: hubo un momento en el que la música me arrastró consigo, me arrulló y me mimó, el tiempo no existió, ni los móviles, toses, cuchicheos, ni tampoco los potros de tortura de los asientos, y alguien en tal estado de éxtasis no es buen comentarista. Por si en el trance extático no me había quedado claro, Colom se marcó un bis remarcando que es un pianista como la copa del pinsapo de San Pedro de Arlanza.

En la segunda parte dejamos a Schumann y pasamos a Brahms, a su Tercera sinfonía. Brahms es… Brahms y en directo se aprecia mucho más su genialidad. No es como en obras de otros autores donde uno se queda con tal o cual fragmento, o le llama más la atención este o aquel pasaje. Es el todo y, por ello, no sé muy bien qué más decir. Incluso la orquesta, de la cual suelo decir que tal o cual sección estaba más inspirada (o más torpe, si se da el caso) estuvo muy homogénea, a un gran nivel.

Talmi se llevó una grandísima ovación por tan fantástica noche, ovación que nos agradeció con un hermoso bis. Un concierto en el que disfruté de la música como en pocas ocasiones, pese a las toses, cuchicheos, móviles, abanicos y demás.

Noche soviética

Este fin de semana empezó la temporada 2009-2010 de la Orquesta de Extremadura con la presentación en casa del disco grabado el año pasado con el violinista libanés de ascendencia armenia Ara Malikian con obras del compositor soviético de origen armenio Aram Khachaturian. El concierto arrancó con el Vals de la suite Maskerade, una pieza divertida que recuerda a una feria antigua o a un circo. Seguimos con el Concierto para violín y orquesta, otra pieza alegre y ágil, que queda un poco rota por el largo solo de violín del primer movimiento (para lucimiento del solista y que se hace un poco forzado), pero que remonta con el precioso segundo movimiento y nos lleva ya, con una sonrisa en los labios, hasta un final que dan ganas de tararear. La obra permite que el solista se luzca, pero buscando un sonido hermoso y compenetrado con la orquesta, de forma que quizás no sea uno de los grandes conciertos de violín de la Historia, pero, desde luego, sí una obra bella que alegra a los oídos. Ara Malikian, de negro, se dejó llevar, incluso llegando a marcar algunos pasajes con breve taconeo. El Concierto, por otra parte, hace muy buen uso del arpa (a cargo de la habitual Ainara Moreno), quizás sea la obra orquestal que he visto que le saca mejor partido a este bello instrumento.

En la segunda parte tuvimos más soviéticos, el joven Shostakovich representado por su Sinfonía número 1, una obra bien elegida para abrir la temporada, ya que sus numerosos solos sirven, de paso, para presentar a los músicos al público. De la sinfonía me quedo especialmente con el segundo movimiento, con fuerte presencia del piano de Alfonso Maribona (que parecía muy aburrido en el primer movimiento) y un final extraño e inquietante. La orquesta, siendo Shostakovich, cumplió como se esperaba. Como resultado, una buena forma de empezar la temporada.

Friki fin de semana

Fin de semana en Madrid, de frikivisita: había algo llamado Japan Weekend (como el Expomanga, pero algo más pequeño e igual de aburrido y lleno de gente) y Menxar y yo nos dejamos caer por allí para saquear el stand de Selecta. Había series a muy buen precio y no era cuestión de dejarlas pasar. El finde se cerró con algunas adquisiciones que han hecho que mi cartera aúlle (y no sólo la mía) y un dolor de piernas y un cansancio que me va a durar varios días, vaya. A ver si ya, por fin, esta semana retomo el ritmo en los blogs, aunque el fin de semana que viene empieza la temporada 2009-2010 de la Orquesta de Extremadura, así que ya se verá.

Hablando de la Orquesta de Extremadura, dio la casualidad de que el viernes hubo en Madrid un concierto homenaje al compositor y guitarrista cubano Leo Brouwer, dentro de todo un ciclo de conciertos y actividades con motivo de su 70 cumpleaños. Bajo la batuta del propio Brouwer teníamos en el programa Canción de Gesta, Concierto para violín y orquesta (siendo este estreno nacional), y en la segunda parte, Concerto da Requiem, su último concierto para guitarra y orquesta. La entrada era gratuita y nos encontramos situados entre las personalidades, con Teddy Bautista dos filas más atrás.

El concierto en sí fue un horror. Uno está acostumbrado a ir con la mente abierta y aún así encontrarme con piezas que no me gusten, como el concierto de Leshnoff de la temporada pasada, o bastantes de los discos del sello ECM que escuché en Tak. No le termino de encontrar la gracia al jazz y el blues me cansa en grandes dosis. Sin embargo, siempre (incluso con ciertas piezas minimalistas que espero no oír nunca más) hay una diferencia entre un no me gusta y un pero mira que es malo. Que no me guste es una aproximación respetuosa con la pieza y el compositor: el fallo es mío, por no apreciarla. Sin embargo, tanto el concierto de violín como el de guitarra de Brouwer son malos de cojones. El de violín podría encuadrarse de una forma pratchettiana como antimúsica: aquello contrario a la música, al otro extremo (de la misma forma que la sobriedad no es lo contrario de la ebriedad, sino su ausencia). Es un castigo inenarrable al oído y a los instrumentos, basado en la fealdad, la no armonía y la no transmisión de sentimientos. En el concierto de guitarra la orquesta siguió siendo maltratada, pero de una manera más tosca y banal, con una pobreza de recursos insultante y una total falta de sentimiento que lo deja sencillamente en malo. Y eso que la Canción de gesta, aunque simplona, había sido divertida y prometía una buena noche.

En fin, desconozco el talento de Brouwer como intérprete y como compositor en otros campos, pero como compositor para orquesta y como director de orquesta me decepcionó mucho. El tiempo que pasé en el auditorio podía haberlo aprovechado tomándome unas guinness o pescando atunes en el Manzanares. El fin de semana que viene nos resarciremos escuchando un violín sonar como un violín (no como el lamento de un gato despellejado vivo) y una orquesta sonar como una orquesta.

Orquesta de Extremadura: temporada 2009-2010

Ya tenemos la lista de conciertos de abono de la temporada que viene y va corriendo el plazo de adquisición de los abonos. Tal y como viene en la página de la Orquesta de Extremadura, se puede renovar los abonos del 16 de junio al 10 de julio para Badajoz y del 22 de junio al 22 de julio para Cáceres. Para Mérida pudieron renovarse el 17 y el 24 de junio. Para los nuevos abonados, los plazos son del 13 al 24 de julio para Badajoz, del 23 al 31 de julio para Cáceres, y los días 1, 8 y 15 de julio para Mérida. Los lugares, el Manuel Rojas de Badajoz, el Gran Teatro de Cáceres y el Centro Cultural Alcazaba de Mérida. No se indica nada de Plasencia.

Como en años anteriores, tenemos dos abonos, el A, con doce conciertos, para Badajoz y Cáceres, y el B, con cuatro, para Mérida y Plasencia. Los conciertos de Badajoz siguen siendo los sábados, los de Cáceres los viernes, en Mérida los jueves (si fuera en sábado también me sacaba ese abono, pero mi horario me impide ir los jueves) y en Plasencia también los viernes. Como es habitual, los precios suben un poco, pero siguen siendo más que interesantes.

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Jorge Luis Prats, magia al piano

Acabó la temporada 2008-2009 de la Orquesta de Extremadura tal y como empezó: con un mago al piano. Si en octubre gozamos del Arte majestuoso y rotundo de Achúcarro, el sábado nos despedimos con la alegría juguetona de Jorge Luis Prats. Empezamos la noche con el Concierto para piano y orquesta nº1 de Chaikovski, obra con uno de los arranques más conocidos de la historia de la música. Tenía el temor, antes del concierto, de que la orquesta se comiera al solista, algo que durante la temporada ha pasado más de una vez cuando dirigía Amigo, pero desde el principio quedó claro que Jorge Luis Prats no se deja comer, más bien al contrario. ¡Vaya manera de tocar! La orquesta empezó bien, se desdibujó algo, en especial la madera, para recuperar aplomo según avanzaba el Concierto y darnos un final magnífico.

De postre, Jorge Luis Prats nos deleitó con una sonata de Mozart, luego volvió con esta pequeña píldora y luego la propia orquesta se empeñó en sacarlo una tercera vez: cuando ya aflojábamos en los aplausos y pensábamos dejar al maestro Prats retirarse a descansar, los propios músicos de la orquesta, con sus aplausos nos arrastraron a otra ovación que Jorge Luis Prats agradeció con un tercer bis que aún no he identificado.

En la segunda parte seguimos con Chaikovski, con su Sinfonía nº6, «Patética», un hermoso broche final a la temporada y que habría sido mucho mejor si una señora no hubiera decidido destrozarnos el final de la sinfonía hablando en la última nota, rompiendo el hechizo de la peor forma posible. Tanto la orquesta como Jesús Amigo se llevaron un gran aplauso tanto por este concierto como por el trabajo de toda la temporada.

El concierto, por otra parte, estuvo plagado de anécdotas. La complicidad entre Prats y Amigo se notó desde el principio; se veía a las claras que la orquesta, Prats y Amigo habían tocado juntos antes. El perfeccionista Esteban Morales perdió una de las baquetas en mitad de la sinfonía y nuestra convecina de fila, una señora mayor que hacía ya varios conciertos que no venía y por cuya salud ya temíamos, vino, sonrió y aplaudió, lo que significa que el concierto fue bueno, muy bueno. Por otra parte, espero sinceramente que a las cotorras de la fila de atrás se les pase el plazo para renovar el abono y se vayan a dar la murga a otro.

Rematamos la noche en el Tanuki-san, para variar. El atún estaba de muerte.

Y aquí termina esta pequeña serie de entradas sobre los conciertos de abono A de la temporada 2008-2009 de la Orquesta de Extremadura. La verdad es que cuando hice la primera, en octubre (la de Schellenberger no cuenta, y tengo ganas de verle otra vez, por cierto). La verdad es que no esperaba hacer reseña de todos los conciertos, y algunas me costó Dios y ayuda hacerlas. La temporada que viene repetiré como espectador, y ya la espero con impaciencia, pero no sé si repetiré como torpe cronista

Andrianov y Rahn, la cuerda al poder

Undécimo y penúltimo concierto de Abono A de la Orquesta de Extremadura. La temporada 2008-2009 se acaba ya (¡qué lástima!) y uno de los más «clásicos» de toda la temporada. Empezó con el Concierto para violonchelo y orquesta de Dvořák, un concierto que, particularmente, me encanta porque la parte solista y la de orquesta forman un todo conjunto poco habitual, donde el cello solista trabaja con la orquesta sin llegar realmente a despuntar pero estando siempre ahí. El solista fue Boris Andrianov, joven intérprete ruso que, por si nos quedaba alguna duda de su maestría después del concierto, nos deleitó con dos bises espectaculares.

Tras el descanso disfrutamos de la Sinfonía nº 3, «Escocesa» de Mendelssohn. Una obra que en las grabaciones que tengo suena grave, algo melancólica, pero que el director y violinista venezolano Eduardo Rahn nos la presentó alegre, con mucha fuerza, cerrando así un buen concierto. El maestro Eduardo Rahn supo sacar a la sección de cuerda de la Orquesta de Extremadura un sonido único, cálido y vivo que no lo habíamos escuchado en toda la temporada y que fue agradecido por el público con una fuerte ovación. Ese sonido estuvo presente desde el concierto de cello, pero donde demostró todo fue en la sinfonía, desde su mismo arranque, acompañado por el excelente trabajo de las trompas. Tiene la Orquesta de Extremadura muy buenos trompas y en la Escocesa no tuvieron tiempo para aburrirse (me hubiera encantado poder ver el tercer concierto del abono B con el Concertstück Op.86 para cuatro trompas y orquesta de Schumann). Por el contrario, la sección de viento madera no tuvo su mejor noche.

En resumen, un gran concierto en el que disfruté de dos obras que me encantan con una puesta en escena distinta (más alegre y cálida, como ya he dicho) y muy interesante. Y dos nombres que me anoto y que espero volver a ver en el futuro.

Nanse Gum y Jang Yoo-jin, hermosa noche de mayo

El pasado fin de semana entramos en la recta final de la temporada 2008-2009 con uno de los, a priori, conciertos más interesantes de toda la temporada, tanto por el programa como por el director y la solista. Y se cumplieron las expectativas: bajo la batuta del director surcoreano Nanse Gum (y bastantes músicos surcoreanos también infiltrados en la orquesta) disfrutamos de uno de los conciertos más bonitos de la temporada.

Ya desde la primera pieza se vio que estábamos ante una gran noche. Finlandia de Sibelius es una preciosidad y la orquesta la interpretó con soltura, aunque me dio la impresión de que la sección de viento empezó el concierto algo rígida. Continuamos con el Concierto para violín y orquesta en Re mayor de Tchaikovsky, una obra para lucimiento del solista. Sí, ya sé que es una frase manida, pero si hay un concierto compuesto para lucimiento del solista es este. La orquesta está para acompañar, arropar, dar unos momentos de descanso y realzar al solista, sin robarle protagonismo en ningún momento pero contando con pasajes bonitos, pegadizos incluso, donde la orquesta puede lucirse al máximo y unirse al solista, a la vez que le deja plena libertad para demostrar su virtuosismo; después de tanto concierto estridente y cacofónico moderno que llevamos esta temporada, escuchar una obra tan equilibrada y completa es como encontrar un oasis en el desierto.

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