El desafío de los 30 días — Día 12 Un videojuego que debiera tener juego de rol

Día 12 del desafío, pregunta 12 (bueno, pregunta 10, que para la de ayer, sobre las editoriales, tampoco tenía respuesta alguna). Y hoy sobre juegos de mesa. Ésta es otra que iba a quedar sin respuesta, porque no juego casi a juegos de mesa. La razón es bien simple: si consigo suficiente gente para jugar a un juego de mesa, también tengo quorum para una partida de rol, y prefiero siempre rol a juego de tablero. Pero, leyendo la explicación de las preguntas, encontré que también se podía hablar de un videojuego. Vale, no es que yo juegue mucho a videojuegos (mi sobremesa no puede con juegos modernos y, desde que le instalé W8, cortesía de Intel y sus drivers, no puedo jugar ni al Baldur’s Gate en el portátil), pero hay uno cuya ambientación siempre me ha atraído para un juego de rol: Loom. Un mundo moribundo, donde los gremios, depositarios del conocimiento, viven de forma monástica, con el mínimo contacto con el resto del mundo.

Tanto me gustó en su día que usé a los tejedores en mi primera partida de MERP (incluso preparé su lista de conjuros). Años después, volvería a coger la idea de los tejedores de Loom para Guardianes del Grial.

El desafío de los 30 días — Día 10 Dinos un menú para antes de una partida

Ésta es una de las preguntas más raras del desafío. ¿Menú para antes de la partida? ¿Tipo la comida que se meten los deportistas antes de una prueba/partido? No sé qué decir a ello, la verdad. Como lo que toque para ese día, los días que jugamos por la tarde (y a ser posible que guarree poco, que hay que recoger la casa antes de que lleguen los jugadores), o el desayuno de los campeones, los que empezamos a las 10:30.

Si la pregunta va por comida entre los jugadores antes de la partida, debo decir que salvo meriendas llenas de cosas que engordan (hay una panadería-pastelería en Camas que tiene unas palmeras de huevo que lo flipas y a muy buen precio), no hay nada de eso. Hace unos años en mi mesa de juego ni se comían chuches (me estoy volviendo blando).

Pero si hablamos de comida durante la partida… Eso es otro cantar. Las sesiones pueden ser largas y hay que cuidar el cuerpo, que no sólo de patatas y panchitos vive el hombre. Por lo general, nada demasiado elaborado: pasta, hamburguesas, cosas así. Pero hace un par de veranos, cuando empezamos la Gran Campaña de Pendragón, tuvimos varias sesiones en las que festejamos la derrota de los sajones con un wok de verduras y gambones que a mi señora esposa le queda es-pec-ta-cu-lar. Acompañado de sus tiradas de Intrigar y de eventos de banquete, claro.

El desafío de los 30 días — Día 9 ¿Cuál ha sido tu peor sesión?

Domingo. Novena entrada del desafío, nueva entrada de ombliguismo. ¿La peor sesión? Como jugador he tenido partidas malas de narices, ya fuera culpa del máster, ya del juego, ya de los jugadores, pero no hay ninguna que me haya traumatizado especialmente. Como máster si tengo en la vergüenza bastantes sesiones malas y algunas —demasiadas— muy, muy malas. En general, por problemas en el planteamiento de la historia, de esas que te dices «¡joé, qué bueno que soy, qué bien me ha quedado!» y no has tenido en cuenta a los personajes jugadores ni, oh, cielos, a los jugadores.

No es un problema menor, lo he visto en muchas mesas, con másters novatos y no tan novatos y he sufrido como jugador lo que hice sufrir como máster. Es un problema cuyas raíces están en los mismos manuales, que se venden con dibujos molones, con reglas para cubrir todo posible aspecto táctico (ya intentando reglarlo todo, ya con un sistema simple y versátil y que el máster se las apañe), ambientaciones del copón y nombres de postín pero que rara vez, muy, muy rara vez, dedican capítulos al difícil arte de preparar una aventura o una campaña.

En mi caso, desde que me compré el Babylon Project el número de sesiones malas se redujo drásticamente. A estas alturas puede parecer una tontería, pero que te expliquen cómo montar una campaña en tres actos, dónde meter giros argumentales, qué ritmo deberían tener las sesiones de cada acto, cómo meter a los personajes, todo eso, me permitió mejorar mucho como director de juego. He dirigido dos partidas al Babylon Project, pero es un juego que he rentabilizado de forma indirecta a base de bien. Cuando empecé con Los viajes del Ícaro eché bien en falta el no tener un capítulo equivalente enfocado a las campañas de corte sandbox.

Aunque la peor sesión, la que me tiene marcado, fue la que intenté dirigir de Mago: la Ascensión. Me llamó la atención el juego, me lo había empollado, tenía la aventura (la que traía el básico) preparada… y a los diez minutos tuve que parar porque no sabía qué hacer con todo eso. Meses después probé como jugador y me pasó algo parecido. Sencillamente, es un juego que me derrotó. Me encantó desde el punto de vista teórico (siendo Mundo de Tinieblas, entiéndase), pero fui incapaz de hacer nada con él.

El desafío de los 30 días — Día 8 ¿A qué juegos has jugado en el último mes?

Empezamos un sábado y ya estamos a sábado otra vez. Primera semana cumplida del desafío y sólo me he saltado una pregunta, para la que no tenía respuesta. Y aunque la hubiera tenido, Carlos de la Cruz ya dio el jueves la respuesta definitiva. La de hoy, por su parte, no tiene mucha chicha para mí. Si me hubieran preguntado esto en marzo de 1996, hubiera contestado con siete u ocho títulos (más que nada porque por aquel entonces, y para quitarme el mal sabor de boca de los exámenes de febrero, estaba yo en siete campañas, miércoles y jueves a doble turno). Hoy por hoy, sólo puedo decir Ánima Beyond Fantasy y, como octubre ha sido mes parco en partidas, sólo como máster. Y las dos últimas semanas, por motivos laborales, hemos tenido que cambiar el maratón del sábado por sesiones más cortas. Pero Los viajes del Ícaro, mi primera campaña larga desde Guardianes del Grial (1999-2002), goza de buena salud.

De momento, el mes en curso se presenta igual o con menos partidas. Como jugador, tengo campañas que van a su ritmo, de Ánima (SG-5), de D&D, de Stormbringer (ésta brutalmente divertida) que no sé si jugaré en las próximas semanas (bueno, la del SG-5 es más predecible, pues ocupa huecos en Los viajes). Como máster, tengo esperanzas puestas en Pendragón (cuando salga en castellano), Las sombras de Esteren (ídem), Runequest (la campaña del Mediterráneo mítico, espero que no defraude), pero son todos proyectos a medio y largo plazo, por causas ajenas a la voluntad de la empresa. Eso y que, aunque el cuerpo me lo pide, el trabajo no me deja mucho tiempo para preparar dos campañas a la vez.

En fin, nos hacemos mayores y la vida rolera lo nota. Pero seguimos en la brecha. Hay veces que mataría por una campaña publicada que pudiera dirigir tal cual, como la de Selenim. Algún día encontraré una, seguro.

El desafío de los 30 días — Día 7 ¿Cómo mantienes la concentración en el juego?

Siguiente entrada del desafío (no, no busquéis la de ayer porque no hubo; no tenía respuesta posible a tal pregunta), y una un tanto peculiar: ¿cómo mantener la concentración durante las partidas? Pues, la verdad, es que antes era mucho más exigente con el tema: no paraba el juego para consultar un manual ni permitía nada que pudiera romper el ritmo o la concentración. De un tiempo a esta parte, me he relajado mucho (¡Hasta permito chucherías y bebida sobre la mesa!). También noto que me cuesta más arrancar las partidas, cosa de media hora o tres cuartos de avance titubeante. Lejos quedan ya las densísimas y cortas sesiones de Nephilim. Pero se trata de dar respuestas que puedan funcionar al despistado que pase por esta entrada y no sólo un ejercicio de ombliguismo aplicado, así que:

  • Como máster: estar pendiente de los jugadores y tener preparado algún encuentro o situación que rompa el ritmo de la partida, si vemos que se atrancan o se aburren. También un hacha arrojadiza o, en su lugar, una bolsa de dados pesada para tirar al que abuse del whatsapp, los juegos chorras del feisbuk y cosas similares, problema que hace unos años, felizmente, no teníamos. Minimizar también las paradas de juego, ya sea para contar chascarrillos y anécdotas como para consultar manuales.
  • Como jugador: aparte de lo básico (escuchar al máster y reducir el uso del móvil), hay que prestar atención a los otros jugadores. Esto, que parece algo evidente, es algo que se echa en falta incluso en la actuación. De un buen actor veréis como escucha al actor que habla y reacciona en consecuencia, incluso sin tener frases en el guión (véase las caras de Telly Savalas en Los violentos de Kelly y compárese con la cara de «¿falta mucho para el café? Me aburro» típico de series españolas). Escuchar a los compañeros de mesa nos permite, no sólo enterarnos de más cosas de la aventura (incluyendo algunas que nuestro personaje no sabrá, lo que provocará esos estresantes momentos en los que tienes un gran plan y debes morderte el labio porque tu personaje no lo sabe) sino avanzar en la creación de nuestro personaje y sumergirnos más en el mundo del juego. Eso y que toda la mesa (jugadores y máster) agradecerán ese respeto por el quehacer de los demás.

Nos vemos en el Forlon.

El desafío de los 30 días — Día 5 ¿Cómo crees que es la mejor forma de buscar jugadores para hacer un grupo?

Pues… Igual que en el fútbol y otros deportes: usando ojeadores (la mayor parte de las veces, uno mismo) para bichear en otras mesas. Si hay jornadas en tu ciudad, yendo, jugando, mirando. Si hay clubs, pasándonos por ellos, asistiendo de espectador a partidas, participar en alguna y, por último, montar alguna partida suelta (one-shot, que dicen ahora). Con todo eso, a buen seguro encontramos algún jugador que nos convenza y merezca la pena.

Entonces, sólo tenemos que llevarlo a un aparte y ofrecerle fichar por nuestra mesa.

En el rol no hay cláusulas de rescisión, ni tampoco exclusividad de mesa, pero si hay coincidencia de horarios y es un desperdicio dejar a un jugador de su talla con su antigua mesa, habrá que ofrecerle algo que colme sus expectativas como jugador. Puede no ser fácil, pero yo he robado jugadores así.

El desafío de los 30 días — Día 4 ¿Qué consejo le darías a un máster que fuese a dirigir su primera partida?

Cuarto día del desafío y primera pregunta interesante. ¿Consejos para el máster novato? Muchos. Enfrentarse a los jugadores sedientos de sangre (o Coca-Cola) desde el otro lado de la pantalla es algo que aterra al más valiente. He aquí mis consejos para el infeliz valiente que quiera dar el salto:

  1. El objetivo de una partida es que los jugadores se diviertan. Que el máster se divierta es algo deseable, pero secundario. Esto no significa darlos a los jugadores todo lo que pidan o ponérselo fácil. El sufrimiento, el terror, el amargor del fracaso y que les persiga la tuna entra dentro de «pasárselo bien» si los tienes saltando en sus sillas, chillando y comiendo panchitos a manos llenas de puro nerviosismo.
  2. Comprende las reglas. Que no es lo mismo que saberse las reglas. Eso es algo que viene con la experiencia en el juego. De primeras, lo importante es entender cómo funciona el sistema de juego. Con ello, podemos salir del paso ante cualquier situación que desconozcamos sin tener que abrir el manual. Siempre es preferible dedicar cinco minutos de la siguiente sesión a explicar un detalle de las reglas («¿Os acordáis que el otro día os di un +5 por cocer la coliflor en una olla de cobre? Pues en realidad tenías un +10, pero luego sufrís 2 horas de gases. A partir de ahora lo aplicaremos así») que parar la partida para consultar nerviosamente el manual. Los jugadores son seres delicados que pierden la concentración con extrema facilidad. Tener sobre la mesa un resumen de reglas (como la sempiterna pantalla) ayuda. Un jugador de confianza experto en el juego puede ayudar, si da soporte y no discusión, pero la regla de oro es: las reglas pueden esperar, la partida no.
  3. Papeles, los mínimos. Pocas cosas matan más una partida que el máster esté pasando hojas de un manual mientras sus jugadores esperan a que les describa qué hay tras la puerta. La aventura se trae estudiada. Un resumen de la misma cabe en un esquema en una cuartilla… con letra grande. Añade las fichas de los pnjs y bichos necesarios y los planos de las localizaciones. En serio, no hace falta más.
  4. Argumento simple. Y que quede bien claro cuáles son las motivaciones de los personajes jugadores para meterse en el berenjenal.
  5. Nunca digas no. Esto me lo decían en un curso de dirección de teatro, pero se aplica también en una partida. Si los jugadores quieren intentar algo, impedírselo les frustrará y hundirá tu partida. Es mejor darles cancha, dejar que lo intenten y que tengan que afrontar las consecuencias. Digamos que quieres que tu malo molón les suelte un discursito y se vaya, pero los jugadores se empeñan en perseguirlos. ¡Nada de «desaparece antes de que podáis moveros»! Es día de mercado, que corran. Seguro que, al final, la guardia les tiene que proteger de ser linchados por los tenderos cabreados porque ellos y «su amigo» les han destrozado puestos y mercancía.
  6. Improvisa sin miedo. Escucha a tus jugadores y reacciona a lo que dicen. Siempre van a salir con algo que no has pensado, o meterán la pata de la forma más hilarante y rocambolesca posible. Sígueles, piensa rápido en las consecuencias de sus actos y lánzaselas a la cara, a ver qué hacen. No te preocupes tanto por el desarrollo de la aventura, si el argumento es simple podrás reconducirla sin problemas.

Y un bonus: si necesitas tiempo para pensar, tira los dados (mejor tras la pantalla o cubriéndolos con la mano) y pon cara de póker. Así ganarás unos segundos. Si necesitas más tiempo, aprovecha una caída de ritmo para ir al servicio.

El desafío de los 30 días — Día 3 ¿Prefieres hacer un spin-off o una partida independiente?

Tercer día y pregunta enrevesada como novela del tito Gibson: «Cuando llega el momento (matan a todos los personajes, se retiran, etc.) pero vas a continuar en la misma ambientación ¿prefieres hacer un spin-off, o jugar una partida independiente?»

Pregunta un tanto puñetera porque da por supuesto que uno va a seguir jugando con el mismo juego y con la misma ambientación. Y esto puede no ser así, por la sencilla razón de que hayamos quemado el juego o necesitemos unas vacaciones del mismo. Por ejemplo, bien puede ser que tras dos años de campaña en Reinos Olvidados estemos tan saturados de fantasía medieval que el siguiente proyecto sea de terror en los años 20. A mí me pasó tras tres años de Nephilim con Los Guardianes del Grial. De cuando en cuando tengo la tentación de volver a coger el juego, pero la sensación real es que ya lo exprimí todo lo que pude. Y es posible, ¿quién sabe?, que con Los viajes del Ícaro termine quemando Ánima.

Volviendo a la pregunta, de seguir jugando en la misma ambientación, ya he dicho en otra ocasión que mi mundo es uno solo. Es decir, que lo que sucede en una aventura, sucedió para todas las posibles campañas, con pocas excepciones (fundamentalmente, que una campaña la tenga que arrancar dos veces o se me caiga por la razón que sea, como Tres Valles, o aventuras sueltas que pueda reutilizar para jornadas o partidas esporádicas, donde ya ahí toca decidir qué es canon y qué no lo es).

Luego están las campañas planteadas como temporadas de serie, a lo Buffy, campañas no muy largas pero pensadas para jugar varias con los mismos pjs y pnjs. Como las dos temporadas de Los Visnij. Como también era Fort Nakhti, hasta que murió uno de los protagonistas, dejándome sin ganas de desarrollar más aventuras para un grupo donde la gracia estaba en las relaciones entre los tres protagonistas (por otra parte, me gustaban demasiado para dejarlos estar y rescaté a varios personajes para Los viajes del Ícaro.

Pero spin-off de verdad es lo que está haciendo Charlie, montando una campaña dentro de mi campaña, que ya son ganas de complicarse la vida.

El desafío de los 30 días — Día 2 ¿Cuál ha sido tu mejor sesión?

Segundo día del desafío (¿Ya? ¿Dónde ha ido mi sábado?) y segunda pregunta complicada, que uno lleva ya unos cuantos años dándole al callo y atesoro partidas realmente divertidas o muy estimulantes, como la que dirigí en las jornadas del Dirigible del 2010 o el momento de improvisación total espoleado por unos jugadores magníficos adentrándose en un lugar donde sólo encontraron maldición y muerte (y un ascensor) o esos raros momentos en que lo ves.

Pero se trata de elegir una y sólo una, así que me quedaré con mi primera partida, terminado mi primer (y desastroso) curso universitario, pero aún en la escuela. Dirigí a Star Wars (el viejo, el de tropecientos dados de 6), sólo que los personajes no los hice yo, pues aún no sabía hacerlos. Fue, cosas de la vida, también mi última partida de Star Wars, aunque ahora no logro saber por qué. Tenía como jugadores a Fran y a Nuria. Unos días antes, hablando de la idea de dirigir, habíamos seleccionado ya el juego y que los pjs no serían terroristas revolucionarios. Así, planteé una situación similar a El principiante, pero con agentes especiales del Imperio teniendo que acabar con una base rebelde y que dejó para la posteridad un polvo en gravedad 0. Fue una suerte tremenda para mí tener tan grandes jugadores en mi primera partida. En los años siguientes, cuando me iba fogueando como máster y metía la pata hasta el corvejón con sesiones realmente deplorables, volvía la vista a esta primera partida y me decía «Yo puedo hacer que los jugadores se diviertan así, así que vuelve a intentarlo».

El desafío de los 30 días — Día 1 ¿Con qué rolero te gustaría jugar?

Curioso el invento éste, propuesto desde Trasgotauro. Treinta días, treinta preguntas. El año pasado me enteré con el desafío ya empezado, a base de ver en el feed montones de entradas con el mismo asunto (me llevó enterarme de qué iba). Este año me he sumado al desafío, aunque no sé si podré contestar a todas. En todo caso, vamos con la primera.

Día 1.- ¿Con qué rolero con el que no has jugado nunca te gustaría jugar?

Y primera pregunta difícil. Primero, porque habiendo tantos roleros con los que me gustaría volver a jugar (¡ah, Tres Valles!), tengo que citar a uno con el que no lo haya hecho. Segundo, porque no suelo ir a jornadas ni participo en ningún club, por lo que he visto a poca gente jugar no estando yo en la mesa. Y tercero, porque para mí «jugar» es «dirigir». Salvo en el caso de Pírixis, que me muero de ganas de coincidir con ella en el mismo lado de la mesa, el menda es ante todo máster y leo la pregunta como «¿A quién te gustaría tener en tu mesa?». Y eso es una pregunta puñetera.

Podría hacer un poquito de trampas con eso y retorcer la pregunta, porque coincidí (al mismo lado de la pantalla) en una partida de Comandos de Guerra en las jornadas del Dirigible de 2013 con un chaval al que me encantaría invitar a mi mesa, pero no sería algo limpio.

Si pienso en roleros que conozco por Internet, gracias a la blogcosa esta, son varios los nombres que se me vienen a la mente. Unos cuantos casos en los que, a través de sus entradas o de comentarios y mensajes cruzados tengo la sensación de que sería divertido tenerlos en mi mesa, aunque nuestros juegos de cabecera sean distintos (o muy distintos). Pero creo, a tenor de lo (poco) que sé que sus estilos de juego podrían casar con mi estilo de dirección y dar tardes memorables. Hablo de maese Erekíbeon Barbagrís, de cuya mente preclara salió la idea de Los viajes del Ícaro, hablo de Wulwaif, hablo de Yachi. Aunque también hay a quien me gustaría tener de máster, y eso ya es raro.