Pequeña tanda de cambios

He aprovechado la tranquilidad del viernes por la tarde para hacer unos pequeños cambios en el blog. Los más evidentes son:

1) He añadido botones de compartir en feisbuk, guglemás y tal. He notado que el blog carga algo más lento, así que ya veré si los mantengo o los quito.

2) He creado la ya habitual página de campaña para Los viajes del Ícaro. De momento no hay muchas entradas, pero espero que en los próximos meses crezca y crezca, que tengo muchas esperanzas depositadas en esta campaña (y me está haciendo recuperar el ritmo de publicaciones, ya sólo falta que Pírixis vuelva con sus reseñas).

Nos vemos en el Forlon.

Fin de semana rolero

Este fin de semana se celebraron las novenas jornadas de rol de El Dirigible. Tras el parón del año pasado, en éste han cambiado el formato, dejando de lado las jornadas primaverales con las mesas en la calle (y, por ello, buena visibilidad fuera del mundillo) a favor del sistema más habitual de recinto cerrado y con alojamiento, común a otras jornadas de la región como puedan ser las venerables TDN, remarcado si cabe con un horario restringido para aquellos que no pernotábamos en el recinto. Como escenario, una reconstrucción de gulag soviético que es usada el resto del año como residencia universitaria.

Mala cosa para comenzar. Por fortuna, eliminaron a última hora la absurda limitación horaria que nos dejaba a los sevillanos fuera de nuestras jornadas y, además, el tiempo nos dio un respiro con mañanas nubladas y días frescos. La organización estuvo, sin embargo, regular. Muy regular. En la red, la información era escasa y se actualizaba poco. Se supone que uno se podía apuntar a las actividades por internet, pero el calendario de las mismas tardó en salir y era poco descriptivo y el cómo apuntarse… en rol no vi nada al respecto. Ya en el recinto, faltaban carteles explicativos de los lugares habilitados y las actividades que se realizaban y todo resultaba un poco constreñido, con los stands de las tiendas embutidos a presión bajo el poco techado existente, la zona de juego de mesas en la cafetería del gulag y la de rol en una sala aparte, que resultó un tanto claustrofóbica el sábado por la tarde, con tanta mesa de juego. Había también una carpa como a media jornada de viaje y creo que otra sala, pero de ésa, si existió, no vi indicación.

Tampoco me preocupó todo aquello mucho, la verdad. Yo iba con ganas de hacer rodar los dados y quitarme el terrible mono rolero que arrastro desde Feria. El viernes se cayeron las partidas de MERP y de Ánima programadas por falta de jugadores, así que terminé en una de El Reino de la Sombra en la que me mantuve al margen, pues su débil planteamiento no logró arrastrarme. Sin embargo, disfruté como un enano de mis compañeros de mesa, de La Puerta Negra.

El sábado por la mañana la cosa estuvo bien mustia y la partida de Pangea de Ediciones Sombra no pudo celebrarse. Estuve dudando el meterme en la de Exo, pero al final me quedé de charla y dejé el jugar para la tarde, cuando estuvo la zona de rol hasta la bandera y pude, por fin, probar Pangea como jugador con unos dados especialmente cabrones, incluyendo un piñazo espectacular contra un árbol de mi pobre gardan. El domingo por la mañana, para rematar, conseguí arrastrar a Menxar y disfruté como un enano defendiendo Arnhem de los paracaidistas británicos.

He disfrutado de las jornadas y he jugado, que es lo que pretendía, así que ha sido un buen fin de semana.

18500

Llevo de secano rolero desde Feria. Llevo de secano bloguero más o menos desde entonces. También llevo preparando una campaña desde tales fechas. El problema es que se me ocurrió, por una vez en la vida, hacer las cosas más o menos curiositas y, en lugar de libreta, cuartillas, párrafos inconexos y esquemas muy, muy esquemáticos, decidí usar el programa TreeDBNotes para desarrollar la campaña. Creo que será la primera y única vez que lo haga.

18.500 palabras después, sigo empantanado con la ambientación (tiendo a irme por los cerros de Úbeda) y la campaña en sí todavía está sin desarrollar. Por lo menos, he conseguido controlar los impulsos de aprender algún programa para hacer mapas (es tontería: soy un absoluto negado para mapas y planos). Pero quiero montar un foro para la campaña, así que eso sí tendré que aprenderlo.

No sé todavía si terminaré de preparar la campaña, si conseguiré empezar a dirigirla o sí funcionará (quiero que sea una campaña estilo sandbox y multipersonaje, y no tengo ni idea de si seré capaz de manejar tal cosa), pero el resultado inmediato de esta idea de campaña es que el tiempo que dedicaba al blog se lo ha llevado ella. 18.000 palabras son unas 10 o 15 entradas que no he publicado estos meses. Y me duele dejar a mi niño tan abandonado.

Quinto aniversario

Nunca he celebrado el aniversario del blog, pero esta vez me lo vais a permitir. Tal día como hoy, en 2007, publicaba la primera entrada. Son ya cinco años, dedicados a rol, pero también a anime, música, cine y, en sus orígenes, a informática. 480 entradas (más ésta) repartidas de forma irregular: momentos donde faltaba tiempo para poner todo por escrito, otros donde las musas se mostraban esquivas y algunos en los que el blog se convirtió en una pesada obligación. Pero, pasito a pasito, día a día, Cuberterías de Albacete, Import & Export ha pasado de ser un desconocido almacén del puerto de Night City a convertirse en un blog veterano, quizás no muy conocido y más centrado en el grupo cercano de amigos y compañeros de partida que estar en el candelabro del panorama rolesfero, pero, ¡caray!, que ya han pasado cinco años y aún no tengo claro dónde se han ido.

Gracias de corazón a los que seguís el blog, a los que caéis en él siguiendo alguna extraña búsqueda y a los que volvéis a esta vuestra casa. A los que, con vuestros comentarios, alimentáis el ego del bloguero. A mis compañeros de campaña, inagotable fuente de inspiración. Gracias muy especiales a aquellos que habéis colaborado en el blog: MvR, por permitirme publicar las noticias de aquella campaña de Cyberpunk que vio nacer al Cubano (publicación que debo terminar algún día, por cierto); DuPont por los resúmenes de su campaña de D&D; a Pírixis por sus reseñas de anime y rol y a Menxar por su crítica musical. Y a la Orquesta de Extremadura por dos años fantásticos y por las entradas más difíciles que he tenido que escribir (y que, esas sí, me las impuse como una obligación).

Para terminar y a modo de celebración, dejo enlace a cinco entradas, quizás de las que más orgulloso me siento en estos cinco años.

Porque, en el fondo, uno es escritor frustrado (a medias; a la narración de partidas enfoqué mi vocación) y, gracias al blog, a veces puedo mirar de tú a mi joven yo del pasado y decirle «¿Ves? Aún puedo».

Un saludo y felices fiestas.

Entil’Zha Valen

Michael O’Hare fue un hombre de teatro. Por eso es desconocido para el gran público. Pero para algunos, fivers irredentos, Michael O’Hare fue el comandante Jeffrey Sinclair, el líder más atípico que ha dado la ciencia ficción televisiva, la definición de «tener mano izquierda». Ante una crisis, Sinclair hablaba y negociaba y presionaba y se aguantaba las ganas de apretar el gatillo, y terminaba los capítulos ojeroso, sin afeitar y con el uniforme hecho un guiñapo.

Michael O’Hare nos dejó ayer, después de unos días en coma tras sufrir un ataque al corazón.

Descansa en paz y gracias por todo.

It was the dawn of the third age of mankind – ten years after the Earth-Minbari War.

El fin de la mudanza

La semana fue muy larga para contarla aquí. Horrores sin nombre con la cresta teñida de rubio, hedor de las profundidades del apestoso pantano de Dentro del laberinto, orcos, goblins, huargos, canis y otras criaturas igual de terroríficas hacían de la entrada al dungeon una auténtica aventura. Luego, el mover por las estrechas escaleras los tesoros acumulados por el grupo de aventureros en sus correrías. Por fortuna, el Rolace Credoj, el temible volcán, se calmó y la llegada de refuerzos en la forma de robustos bárbaros norteños permitió que la parte más pesada de la carga, las librerías de caoba del mago, los altares del clérigo, la amplia colección de armas y armaduras del enano (coquilla con puntas incluida) y la caja de herramientas de la pícara (hubo que organizar una razzia para apropiarse de los bueyes necesarios para moverla) fuera metida a presión en el dungeon, a cambio de cantidades ingentes de comida y bebida.

Al finalizar la semana el amplio dungeon descubierto días atrás por el grupo, su gran sala del trono, sus amplios aposentos, las cocinas kilométricas, la guarida del dragón… Todo estaba cubierto y lleno por miles de cajas, muebles, baúles, sacos, algún cadáver que otro, provisiones secas, cuerda superior (varios rollos de 30 metros) y demás cacharrería acumulada, entre la que serpenteaba un inestable túnel bajo que amenazaba quedar enterrado bajo un desprendimiento de estanterías y artesanía varia en cualquier momento.

Había sido una semana muy larga, pero lo habían conseguido.

Aunque a un precio muy alto. Al dungeon lo llamaban ahora…

La guarida del Liche.

Cuarto día de mudanza

Pesados grimorios, estatuillas e ídolos de mil templos, armas, armaduras, equipo diverso. El grupo de aventureros luchaba por pasar su pesada carga a través de las estrechas escaleras. Y el resbalar y caer a la profunda sima sobre la que serpenteaba la escalera no era el peor peligro: grandes trasgos con extrañas máquinas y jaurías de huargos gigantes desplazadores acelerados en su variante enana (también llamada «estate quieto, chucho») asaltaron en repetidas veces a nuestros héroes. Y, para colmo de males, el gran volcán Rolace Credoj (goblinés, derivado del ifrit. Lit. «El verano en Sevilla es una maravilla») amenazaba con convertir la escalera en un alto horno bilbaíno.

La semana estaba siendo muy larga y se cobraba sus primeras bajas.

Tercer día de mudanza

Una nauseabunda nube se extendió por las estrechas galerías del dungeon. Al grito de «¡Cuidado, trampa de gas!» los aventureros se reagruparon en las cocinas, buscando el asegurarse un suministro de aire fresco. El recuento (algo no siempre fácil para quienes «muchos» es un número perfectamente válido) echó en falta a la pícara. Veteranos curtidos, no se dejaron dominar por el pánico y empezaron a repartirse sus pertenencias. Hasta que no se disipara la nube, no podrían recuperar el cuerpo, si quedaba algo.

Sin embargo, el funeral fue prematuro: la nube se abrió y la pícara surgió de ella con una ceja de menos y el pelo y la ropa descoloridos. Con rabia, escupió el pañuelo que cubría su nariz y boca, le quitó el odre al clérigo y echó un largo trago.

—Encontré un mecanismo oxidado y encallado e intenté limpiarlo, pero creo que me equivoqué con la mezcla. ¿Alguien tiene una rueda dentada de ocho pulgadas?

Estaba siendo una semana muy larga.

Segundo día de mudanza

—El fuego lo purificará todo —afirmó el clérigo abarcando con su mano los vetustos, polvorientos y desvencijados muebles. A su lado, el enano afirmó en silencio mientras, rítmicamente, seguía afilando su hacha.

—Pero, ¡qué decís! Mirad esta talla, mirad este grabado. ¡Son obras de arte! Vestigios de antiguas y dispares culturas. ¡No podemos destruirlos! ¡Animales, ignorantes! —El mago les echó con cajas destempladas de la sala y les persiguió, como perro pastor, alejándoles de cualquier mueble a su ver de valor histórico.


—¡Mira que eran guarros los goblins (o lo que fueran los habitantes de este dungeon)! —exclamó el clérigo señalando una pared—. Han dejado las grasientas huellas de sus manos por toda la pared. ¡Traedme agua y un paño!

—Pero, ¡qué decís, insensato! Son muestra de arte de los primeros homínidos, un tesoro de toda la humanidad. ¡Largo de aquí, ignorante!


Las huellas de nuestros antepasados en la sala de estar


El enano y el clérigo compartían bizcocho y una calabaza de licor observando de lejos al mago que, con una especie de pincel, iba quitando el polvo a la basura que encontraba en las estancias.

—Oye, ¿seguro que es un mago? —le preguntó el enano al clérigo.

—Sir Brandigan lo contrató —Un bufido despectivo del enano resumió su opinión sobre el talento del paladín para encontrar compañeros competentes—. En serio, es un mago titulado. Con diploma con letras doradas y todo.

—¿En serio? —El enano pareció animarse—. ¿Qué es? ¿Un evocador? ¿Un convocador? ¿Un piromante?

—Un arqueólogo.

—¡Por el martillo de…! ¿Y qué es un arqueólogo?

—Creo que adivina el futuro en las estrellas y esas cosas —contestó algo inseguro el clérigo.

Su compañero echó un largo vistazo al mago.

—Pues los arqueólogos que he visto en los pueblos llevaban túnica con estrellas y cosas así, no calzones largos y blusa.

—Hombre, una cosa es la ciudad y otra el campo. Una túnica se te engancha en cualquier parte.

—Y sombreros de pico, no así.

—Un dungeon está lleno de techos bajos.

—Y un cayado con un nudo en la punta. ¿Para qué quiere un mago un látigo?

El clérigo se rascó pensativo la oreja. Tampoco él veía claro lo del látigo. Pero el enano seguía hablando.

—Y, ¿dónde has visto tú una varita de proyectiles mágicos con un gatillo como una vulgar ballesta?

Iba a ser una semana muy larga…

Primer día de mudanza

Los valientes aventureros se introdujeron sin miedo en el dungeon. Lo primero que hallaron fueron las cocinas, kilométrica extensión de estantes y alacenas donde dormían el sueño de los justos antiquísimos y gastados utensilios, vasijas, ollas y sartenes provenientes de distintas culturas y épocas. Los restos fosilizados de comida de origen incierto y el estado de cuchillos y demás utilería parecían indicar que los habitantes originales habían sido algún pueblo no humano y primitivo, dedicado al saqueo de las tierras vecinas: goblins, tal vez orcos, aunque el nauseabundo hallazgo en lo que parecían los aposentos del jefe del clan, en forma de almohadas, apuntaban más a kobolds u ogros.

Se avecinaba una semana muy larga…