Génova, de día

El primer enfrentamiento entre la Prieuré y los Guardianes había terminado mal para estos. Habían perdido el Grial y sus grimorios personales, con conjuros e invocaciones y ahora estaban en un pequeño bote a media legua de una costa que se entreveía a la luz de la Luna. Por otra parte, conservaban sus pellejos, estasis y libertad, así que el tanteo no era tan desfavorable. Lo primero fue ganar la orilla. Arribaron a una pequeña aldea de pescadores en la que vivía un nephilim que les dio refugio. Lo segundo era planear su siguiente movimiento. Todos se habían fijado en el mal estado en el que había quedado el bajel de la Prieuré, así que supusieron que Sigbert buscaría refugio en un puerto donde pudiera reparar el barco. El puerto de importancia más cercano era Génova.

Y a Génova se dirigió Sigbert, a remo, porque el mástil no estaba para fiestas. La razón de ir a Génova no era tanto el puerto en sí como que el preceptor de la casa del Hospital de la ciudad era un caballero de la Prieuré. Aprovechando un inusual buen tiempo para abril, lograron alcanzar la ciudad en poco más de un día y atracar entre una galera hospitalaria y otra del Temple que estaban en el puerto. Tras saludar a las respectivas guardias de las galeras, el teutón acudió a la casa del Hospital para entrevistarse con su preceptor, frey Reinaldo de Verona. Las reparaciones del bajel comenzaron de inmediato, a cargo del Hospital, y varias patrullas fueron despachadas en busca de los Guardianes. Para justificar la ayuda del Hospital, y de paso para servir de empujón en la carrera de frey Reinaldo en la orden militar, Sigbert le dejó copiar algunos de los conjuros de los Guardianes.

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Arcano IIII – El Emperador (II)

Situación en 1244

El Emperador es una sombra de lo que fue. Los problemas internos, los enfrentamientos con la Emperatriz y las órdenes militares y la cruzada contra Bizancio de 1204 han acabado con el empuje del Arcano. La falta de dos Pater Imperator y el enfrentamiento prácticamente abierto entre otros dos han dejado al Arcano al borde del caos.

Imperio de Occidente, Uzbia

Uzbia, el Pater Imperator, lleva más de 80 años en paradero desconocido. Se sabe que está en estasis, pero no dónde se encuentra esta. Con él desaparecieron el cónsul de la región de las Galias y varios altos cargos de confianza. Le sustituye el pretor de la provincia de Francia, Ephram, que salió elegido Imperator de forma imprevista. Ephram está intentando convertir el Imperio de Occidente en una monarquía feudal, con un Pater Imperator débil a merced de los pretores. Quiere eliminar el rango de cónsul y las regiones y, en la medida en que se lo permiten sus atribuciones, lo está consiguiendo. Está expandiendo la provincia de Francia para hacerla coincidir con las fronteras del reino humano de Francia, a costa de las otras provincias de las Galias. Pese a las protestas de sus respectivos pretores, el rango actual de Ephram y la falta del cónsul de la región provoca que poco puedan hacer para resistirse. La provincia del Languedoc, la más castigada, ha quedado reducida a la sede de Toulouse.

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Arcano IIII – El Emperador (I)

El Emperador es uno de los Arcanos Mayores más poderosos, lo que no es de extrañar ya que, desde sus orígenes, ha buscado el poder. Dominar el mundo humano con herramientas humanas: economía, política… Los miembros del Emperador esperan que, al dominar el mundo, las sociedades secretas humanas desaparezcan o queden subordinadas a ellos, y así poder tener una nueva Atlántida, un mundo donde los nephilim vivan en paz.

Breve historia

El Arcano fue fundado en torno a la cuarta Búsqueda de Akhenatón poco después de la muerte de este, siendo de los Arcanos que más rápidamente se organizaron. El responsable de esto fue el faraón Seqenenra, que había sido liberado de su estasis de piedra durante la Retirada del Valle de los Muertos, y cuyo mayor acierto fue la rápida fusión de la nueva organización con el viejo Ar-ka-na Proveedores de Espíritu, una antigua sociedad de tiempo de los kaïm y la Atlántida. El Emperador fue de los primeros Arcanos que se unieron a Moisés en el llamado Pacto Olvidado, la unión de los nephilim egipcios y el futuro pueblo de Israel. También fue de los primeros Arcanos del Pacto Olvidado en levantar el vuelo, expandiéndose por el mundo tras la iluminación de Seqenenra.

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Crucero por el Mediterráneo

El plan de Sigbert había sido ganarse la confianza del nephilim que llevase el Grial, acompañarlo, reducirlo una noche, convertirlo en homúnculo y llevárselo junto con el Grial de vuelta a Tierra Santa. Si se ponía tozudo, capturarlo por las bravas al pie mismo del pog. Sin embargo, la presencia de los Guardianes del Grial le obligó a replantearse los planes. Desde luego, intentar reducirlos en el Montségur quedó descartado. Incluso sin conjuros o invocaciones, no podía esperar hacer prisionero a los cuatro nephilim sin montar un escándalo que atrajera a templarios, soldados del ejército francés o, incluso, que pusiera patas arriba la entrega del castillo que empezaría en pocas horas. Tampoco podía hacerles el ritual del homúnculo ni a Pírixis ni a Yaltaka con la única ayuda de Constancio, así que tocaba improvisar.

Por lo pronto, había conseguido que le aceptasen como escolta, gracias a que los faidits y los guías respondieron por él y por Constancio. No contaba con que tolerasen su compañía mucho tiempo, así que tenía que actuar rápido. Lo primero era confirmar si llevaban el Grial o no. Si no lo llevaban pensaba dejarlos en paz, para evitarse problemas. Si lo tenían, pensaba, llegado el caso, incluso coger el Grial y salir corriendo, saltándose la orden de «sin testigos», para «morir» luego, borrando así las pistas que pudieran poner en peligro a la Prieuré.

Sin embargo, esto no hizo falta, porque los nephilim confiaron en él y en Constancio. Pírixis y Yaltaka no sabían hacia dónde ir, así que aceptaron el ofrecimiento del fénix de ir a Tierra Santa, a buscar refugio en la Torre. Sigbert les ofreció el bajel que tenía en Aigues-Mortes y, para sorpresa suya y de Constancio, ¡aceptaron! Aquello les dejó algo descolocados (a Constancio atragantándose con el vino): cuatro nephilim aceptaban embarcarse con un teutónico. El destino sonreía a la Prieuré.

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Arcano VII – El Carro

La anárquica y extrañamente funcional estructura del Carro sufre una serie de cambios desde el siglo IX, cambios que se originan sobre todo en las escuelas árabes y cuyo resultado más visible será la eclosión de las universidades europeas a partir del siglo XII. La estructura interna se jerarquiza, apareciendo diversos grados de iniciación. Los antes dispersos adeptos del Arcano se agrupan ahora, formando escuelas con maestros, alumnos, planes de estudio… Utilizan las escuelas islámicas y judías y las universidades como tapadera. Además, la red de refugios sigue funcionando igual de bien, y es tan anárquica como siempre: un «oye, voy a abrir una sede en mi pueblo» es lo único que se necesita.

Algunos de los más antiguos, poco acostumbrados a esta novedad, «pasan» de las universidades y mantienen la independencia de antes, con ocasionales e informales seminarios y reuniones. Los más afamados cuentan con un coro de pupilos que estudian o quieren estudiar con él. Hay estudiosos que recorren medio mundo en busca de estos sabios libres, como se empieza a llamarlos.

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Montségur y VII – La Prieuré en acción

El mal tiempo y las corrientes adversas retrasaron a Sigbert y a Constancio. Era ya enero cuando desembarcaban en Aigues-Mortes, por lo que el asedio llegaba a su fin cuando llegaron al Montségur. El eques Gavin Montbard de Béthune les dio la bienvenida en el campamento que los templarios habían montado en el lado sur de la garganta del Lasset, con una buena vista sobre el castillo. Gavin había llegado con un pequeño destacamento templario a principios del verano y había estado en contacto, vía paloma mensajera, con Sigbert durante todo el viaje de este, así que tenía todo dispuesto según sus instrucciones.

Lo primero había sido formar un grupo operativo. Sus templarios estaban descartados, claro, así que había echado mano de faidits, montañeses, furtivos y guerrilleros. Básicamente, los mismos que estaban aprovisionando el Montségur. Hacerse con su ayuda no fue difícil: la Prieuré llevaba años financiando y armando a los faidits a través de banqueros lombardos y pisanos y a través del Imperio Germánico, con las posesiones que estos habían perdido frente al invasor como garantía y que cada vez tenían más difícil recuperar. Los asfixiados faidits habían recibido carta de sus acreedores durante el verano canjeando sus deudas por un breve tiempo de servicio a frey Gavin. Con el resto había sido más o menos igual: frey Gavin había ayudado a muchos de ellos, o a amigos y parientes, dándoles cobijo, provisiones e información y ahora cobraba esos servicios. Sólo tuvo que convencerlos de que lo que iban a hacer era perjudicar a la Iglesia de Roma y al rey francés. De igual forma, frey Gavin añadió a la nómina informadores varios en el campamento francés, incluyendo el copero de Hugues des Arcis, hombre muy dado al juego.
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Montségur VI – Rendición

Para gran enfado de Pierre Amiel, Pierre-Roger de Mirepoix logró unas buenas condiciones de rendición. Los sitiados dispondrían de un plazo de quince días para arreglar sus asuntos terrenales, debiendo abandonar la fortaleza el día 16 de marzo de 1244. Los caballeros y soldados y sus familias quedarían libres, conservando bienes y armas, pero los cátaros que no abjurasen de su fe serían entregados a Pierre Amiel y a la Inquisición. Con esto, Hugues des Arcis contentaba a todos: tomaba la fortaleza para su rey con un coste de hombres relativamente reducido; evitaba soliviantar a sus propias tropas, cuyas simpatías por los sitiados era evidente, ya que muchos tenían amigos y parientes entre ellos; y le daba a la Iglesia material para una buena barbacoa.

Para los sitiados fueron quince días de gran actividad. Por una parte, los perfectos querían hacer una serie de ceremonias de gran importancia que culminaban la noche antes de la entrega. Además, muchos cátaros y simpatizantes quisieron recibir el consolamentum y compartir destino con sus amigos y parientes. Y, por último, había que sacar de la fortaleza los tesoros cátaros y a los nephilim. El Grial era necesario para la última ceremonia, así que los Guardianes serían los últimos en abandonar la fortaleza. Ighnöel ordenó al fénix darles escolta para proteger el Grial y, si fuera posible, convencerlos de que el sitio más seguro era la base de la Torre en Petra (y, de esta forma, que la Torre se hiciera con el Grial). Sorprendentemente, Menxar también decidió acompañarlos, aunque sus razones nunca se han sabido. Lo más probable es que decidiera acompañar a Pírixis como discípula, pues la quimera negra era famosa en el Carro por sus seminarios en la época de Arturo y por ser la última Dama del Lago.

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Montségur V – La barbacana

Enero de 1244 fue un mes caótico, con salidas, contrasalidas, golpes de mano y todo el combate que no había habido en los meses anteriores. Finalmente, Pierre-Roger de Mirepoix tuvo que dar por perdido tanto la Roc de la Tour como la muralla exterior, pues las pérdidas se estaban volviendo inaguantables. El frente volvió a estabilizarse, pero ahora los cruzados emplazaron catapultas en la explanada, tras la muralla exterior, con la que bombardear a los sitiados. Por su parte, estos hicieron lo propio con sus propias armas de asedio. El espacio entre murallas se convirtió en tierra de nadie. Las propias murallas se volvieron inseguras, con los cadalsos arrasados por los proyectiles, pero por lo menos estos no llegaban ni al pueblo ni al castillo. Así que, poco a poco, la calma volvía a los sitiados.

Otro audaz golpe de mano destrozó sus sueños. Corría ya el mes de febrero, con el pog aún nevado y el deshielo sin prisas por venir, cuando los montañeses vascos contratados por Huges des Arcis la volvieron a liar. En una escalada nocturna aún más peligrosa que la de la Roc de la Tour, y según algunos con ayuda de un traidor, alcanzaron la barbacana que hacía de avanzada al castillo y protegía la muralla principal. Lograron coger a sus defensores totalmente por sorpresa, pasándolos a cuchillo sin que saltara la alarma. Luego eliminaron a los centinelas que había sobre la muralla mientras el ejército francés cruzaba la tierra de nadie en masa. Cuando los defensores del Montségur quisieron darse cuenta, el enemigo estaba en la muralla y en la barbacana.

Ighnöel dirigió el contraataque, seguido de todos los nephilim que sabían luchar: los voluntarios de la Torre, la ondina, Menxar, los Guardianes del Grial y unos pocos más, así como de caballeros y hombres de armas, mientras los ballesteros los cubrían desde el castillo. Sin embargo, fue inútil: el enemigo era cincuenta o sesenta veces más numerosos y el terreno no acompañaba a las habilidades de algunos luchadores, como la ondina. Así, todo lo que pudieron hacer fue impedir que los franceses entrasen a saco en el poblado y dar tiempo a los cátaros a buscar refugio tras los muros del castillo.

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Montsegur IV – La Roc de la Tour

El senescal Hugues des Arcis no era un hombre feliz. No lo era desde que vio las laderas del pog, y cada día que pasaba tenía menos razones para serlo. El verano había pasado infructuoso. Todos los ataques contra el castillo habían fracasado: por la ladera sur-oeste, a donde daba la puerta principal del castillo, sus hombres se habían estrellado contra los muros de avanzada. Lo empinado del terreno les obligaba a avanzar despacio y los convertía en blanco fácil para los virotes y pedruscos. La otra posible ruta de ataque arrancaba en el otro extremo del pog, con un camino igualmente empinado que daba a la larga cima de la montaña, un lugar desde el cual podrían instalarse catapultas y otros ingenios de asedio. Sin embargo, los señores de Montségur habían cubierto ese flanco protegiendo la Roc de la Tour. Había intentado un ataque por los dos flancos simultáneamente, esperando que los sitiados no tuvieran hombres suficientes para defender ambos puntos, pero había sido imposible: mientras tuvieran flechas y piedras, un puñado de hombres podrían mantener a raya a un ejército. Y si ya, además de flechas, tenían buenos y pesados virotes, quienes intentaran la subida la tenían muy negra.

El senescal Hugues des Arcis no era un hombre feliz. El ejército que dirigía estaba formado principalmente por gente de la tierra, del Languedoc y de Provenza, nuevos vasallos del rey de Francia tras las campañas de los años anteriores. Han acudido prestos, para demostrar que son buenos vasallos, y para quitarse de encima la presión de la Iglesia, pero no ocultan sus simpatías por los sitiados: muchos tienen conocidos, amigos o parientes arriba, entre los defensores o entre los refugiados. El largo asedio está haciendo mella. Una campaña larga y sin posibilidades de botín, con problemas de aprovisionamiento, clima adverso y lejos de sus casas no es lo mejor para la moral de la tropa. Quizás si hubiera tenido fanáticos en el ejército, como Monfort o Amaury, hubiese podido tomar el castillo a las bravas, sin importar las bajas. Tampoco le era posible sitiar completamente el pog, y sabía que a los sitiados les aprovisionaban regularmente, así que no podía esperar rendirlos por hambre.

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Montségur III – El castro y castillo

Antes de seguir con esta historia, vamos a hacer una visita al Montségur para hacernos una idea de cómo fue el asedio. La historia de los defensores del pog es fascinante y puede dar pie a múltiples aventuras. Por las fotos se ve, además, que el sitio es precioso y espero poder visitarlo algún día. El pog, la montaña, es un macizo rocoso que impresiona, alargado y estrecho, orientado más o menos de este-noreste a oeste-suroeste. Su cima está a 1207 metros sobre el nivel del mar, y a unos trescientos o cuatrocientos sobre las tierras circundantes. Al este está la garganta del Lasset, que corre de sur a norte y por la que ahora pasa una carretera y al sur el pueblo de Montségur. Mide en la base algo más de 700 metros de longitud por unos cuatrocientos en la parte más ancha. Arriba la anchura de la larga cresta no pasa de 150 metros. Está rodeado por altos acantilados con caídas de entre 80 y 150 metros, que forman la primera y principal línea de defensa.

Hay cuatro formas de subir a la cima (además del al estilo me la cargué por los acantilados). La más fácil es por el lado suroeste. Es la zona más alta del pico, pero también la que tiene una ladera empinada pero practicable, y es donde está el castillo. Por las fotos que he visto (por ejemplo, esta), la subida debe de ser más larga que la de Castrovido pero no tan difícil (¿Que la de Castrovido no os parece gran cosa? Probad, hijos míos, probad). En la entrada de Córdoba puse una foto donde se ve la ladera suroeste de perfil, así como los acantilados del noroeste. Es el acceso natural al castillo. Hay otros dos accesos sobre los que no he encontrado información más allá de los nombres: el Pas del Roc y el Pas du Trébuchet. Según este mapa, el Pas del Roc sería un sendero que arrancaría en la boca sur de la garganta del Lasset y llevaría casi hasta la Roc de la Tour, mientras que el Pas du Trébuchet daría más cerca del castillo. Es probable que los defensores usasen estos senderos para comunicarse con el exterior y conseguir provisiones. La Roc de la Tour es más interesante. Creo que es el farallón rocoso que se ve en primer plano de esta fotografía. El camino de subida a la Roc de la Tour y de ahí, por la cresta, hasta el castillo, debe lo suficientemente fácil como para suponer una peligrosa vía de ataque y que los sitiados tuvieran ahí un puesto de avanzada. Por el nombre, una torre o un pequeño fortín que cubriera el camino de ascenso.

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