Montségur y VII – La Prieuré en acción

El mal tiempo y las corrientes adversas retrasaron a Sigbert y a Constancio. Era ya enero cuando desembarcaban en Aigues-Mortes, por lo que el asedio llegaba a su fin cuando llegaron al Montségur. El eques Gavin Montbard de Béthune les dio la bienvenida en el campamento que los templarios habían montado en el lado sur de la garganta del Lasset, con una buena vista sobre el castillo. Gavin había llegado con un pequeño destacamento templario a principios del verano y había estado en contacto, vía paloma mensajera, con Sigbert durante todo el viaje de este, así que tenía todo dispuesto según sus instrucciones.

Lo primero había sido formar un grupo operativo. Sus templarios estaban descartados, claro, así que había echado mano de faidits, montañeses, furtivos y guerrilleros. Básicamente, los mismos que estaban aprovisionando el Montségur. Hacerse con su ayuda no fue difícil: la Prieuré llevaba años financiando y armando a los faidits a través de banqueros lombardos y pisanos y a través del Imperio Germánico, con las posesiones que estos habían perdido frente al invasor como garantía y que cada vez tenían más difícil recuperar. Los asfixiados faidits habían recibido carta de sus acreedores durante el verano canjeando sus deudas por un breve tiempo de servicio a frey Gavin. Con el resto había sido más o menos igual: frey Gavin había ayudado a muchos de ellos, o a amigos y parientes, dándoles cobijo, provisiones e información y ahora cobraba esos servicios. Sólo tuvo que convencerlos de que lo que iban a hacer era perjudicar a la Iglesia de Roma y al rey francés. De igual forma, frey Gavin añadió a la nómina informadores varios en el campamento francés, incluyendo el copero de Hugues des Arcis, hombre muy dado al juego.

Así, cuando Sigbert y Constancio llegaron, Gavin tenía a su equipo de compagnons preparado, unas dos docenas de hombres de todo tipo, condición y habilidades, pero todos expertos conocedores de la zona. Desgraciadamente, el informador que tenían en el castillo había muerto durante el verano (al parecer por el ataque de una piedra asesina que lo atrapó en el bosque). Desde entonces obtenían información a través de los compagnons, de lo que veían cuando subían al castillo o de lo que les contaban sus defensores. No tenían los detallados informes de antes, pero, al menos, se enteraban de cosas como los dos nephilim (Cascabeles y uno del destacamento de la Torre, según el informador) que salieron en primavera y volvieron a finales del verano acompañados de dos mujeres.

Con todo preparado, sólo quedaba esperar una oportunidad. La toma de la Roc de la Tour y de las murallas exteriores fue recibida con alegría, pues Gavin ya se temía que el asedio fuera infructuoso. Sin embargo, con la toma de la barbacana casi les dio un infarto, pues el castillo estuvo a punto de caer. Cuando Pierre-Roger de Mirepoix y Hugues des Arcis acordaron la rendición de la fortaleza en los términos que conocemos, Sigbert se levantó de la hamaca que se había hecho instalar con vistas al castillo y donde pasaba las horas muertas acompañado del laúd de Constancio. Ahora jugaban ellos.

Los faidits les informaron de que desde el Montségur habían contactado con ellos para sacar, de uno en uno o en pequeños grupos, a varias personas del pog antes de la entrega del castillo: sabios, mercenarios… Gente con problemas con la Iglesia o con Francia. Para Sigbert estaba claro que se trataba de los nephilim. Lo siguiente era saber cuándo sacarían el Grial. Sabía también que la última noche los cátaros iban a hacer una ceremonia especial y suponían que el Grial sería necesario, así que apostaron que el Grial saldría la última noche. El candidato obvio para llevarlo era José de Arimatea, y lo único que preocupaba a Sigbert era que llevara escolta, aunque de los nephilim que había en el castillo sólo Ighnöel le suponía un problema. Y quizás el tipo del pelo largo y las dos espadas, del cual no sabía ni nombre ni capacidades, pero de eso ya se preocuparía en su momento.

El plan de Sigbert era simple: la mitad de los nephilim del Montségur debían desaparecer, capturados por diversas sociedades secretas, absorbidos por sus estasis o muertos. Del resto, varios debían escapar a ataques. De esta forma, cuando el Grial y quien lo llevara desaparecieran todos supondrían que o se habían salvado y estaban más callados que en misa o habían caído en manos de alguien. Y ese alguien debía ser alguno de los que atacaron a los demás fugitivos del Montségur. Las distintas facciones negarían tenerlo y acusarían e investigarían a las demás, y no se pararían a buscar una facción desconocida como vulgares conspiparanoicos. Lo difícil del plan era llevarlo a cabo: no se podría atacar a los nephilim hasta la entrega del Montségur, lo que suponía seguirlos durante días, más de diez para los primeros fugitivos, sin levantar sospechas. También había que movilizar a las distintas sociedades secretas, pero eso fue el menor de los problemas, sólo hubo que hacerles llegar las instrucciones a los distintos equites de la Prieuré en la zona y la trampa estuvo montada.

Todo se tambaleó cuando el de Arimatea abandonó el pog el 11 de marzo de 1244. ¿Sacaban el Grial antes del 15 o era un señuelo? Sigbert se aferró a su plan, pero dio órdenes a Gavin de atrapar al nephilim a toda costa. Cuando el 13 salía Ighnöel con dos acompañantes, suspiró tranquilo. Para la noche del 15 sólo quedaban en el pog Cascabeles y uno del grupo de la Torre. Si de verdad sólo eran esos dos, todo terminaría esa misma noche. Pero, conforme pasaba el tiempo, Sigbert se sentía más inquieto. Era ya madrugada cuando los sintió acercarse, y el corazón le dio un vuelco. ¡Cinco! No, cuatro, dos de ellos poderosos. Les sintió entrar en el claro y les oyó hablar con el contacto y abrió los ojos. Pudo verlos entre la maleza: una zíngara llena de cascabeles, un soldado con cara de bruto, un hosco montañés que parecía un oso y dos mujeres jóvenes. La primera parecía tan peligrosa como una tormenta. La segunda estaba hecha un desastre, con las ropas mojadas y rotas, el pelo apelmazado y el rostro y las manos llenos de arañazos, pero era tan hermosa, tan única, que era el centro de toda la atención, como si el Universo girase a su alrededor. Un nephilim de aire y otro de luna, tan poderosos. Así que ellas eran las que entraron a finales del verano. Ahora escoltaban el Grial. No, se corrigió, viendo con qué deferencia trataban Cascabeles y el de la Torre a las dos. Las han traído para sacar el Grial. Un nephilim de aire y otro de Luna…

Oh, mierda, ellos. Ya entiendo…

Sigbert se levantó de la roca donde estaba sentado y recogió su espadón. Hizo un gesto a Constancio, que estaba unos metros más allá, y entró en el claro, echando mano de todo su aplomo y toda su valentía. Tenía una partida difícil por delante.

Epílogo

Ighnöel había despedido pronto a sus guías y avanzaba con sus dos compañeros. Los otros tres formaban un grupo aparte que había abandonado el pog varios días antes. Iban todos en silencio, abatidos, sintiéndose derrotados. No sabían si dirigirse a la Península o a Tierra Santa o qué hacer con sus vidas y vagaban sin rumbo. Al entrar en un bosque, el elfo les hizo detenerse: el bosque estaba inquieto. No le fue difícil encontrar la causa. Había templarios emboscados, demasiados. Llevaban incluso un homúnculo. Estaba claro que esperaban a alguien poderoso. Ighnöel musitó una pregunta. El elfo se concentró un momento y negó con la cabeza. Ighnöel sonrió.

Cogió una rama y empezó a dibujar un pentáculo en el suelo. «Sin testigos», dijo.

No todos murieron en el combate. Dejaron uno vivo para que sirviera de simulacro para el nephilim capturado. Y otros para interrogarlos. Y otros para indicarles que capturar nephilim era algo muy feo. Todos desearon haber muerto en el combate.

Ighnöel salió del bosque de vuelta al Languedoc con una sonrisa salvaje en los labios. Tenía una cita pendiente con un tal Gavin Montbard y tenía hermanos nephilim a los que salvar y proteger.

A su espalda, el fuego borraba las huellas.

Personajes:

Sigbert von Öxfeld

Es un auténtico gigantón teutónico que pasa de los cincuenta años. Participó en la Cruzada de los Niños siendo adolescente. Convertido en esclavo en Oriente, terminó al servicio de un Sabio de Sion que se encariñó con él y facilitó su entrada en el Priorato. Ya como eques entró en los Caballeros Teutónicos del Hospital de Santa María de Jerusalén. Sus ascensos en la Prieuré fueron parejos a los de la Orden Teutónica y en este momento de la historia es Orador y comendador, muy conocido y respetado desde Tierra Santa a Irlanda. Pese a su afiliación, es un hombre poco violento, cansado de la guerra, que prefiere la negociación. Ha tenido algunos problemas con sus compañeros de la Prieuré por saltarse la política de «sin testigos», pero sigue siendo muy valorado tanto dentro como fuera de sus órdenes por su capacidad de solucionar situaciones difíciles sin medidas drásticas.

Su tacto, sutileza y talento para la oratoria, junto con su capacidad disuasoria (sigue siendo un tipo de casi siete pies de alto, fuerte como un toro, con un manto blanco con cruz negra y un mandoble que maneja como si fuera un bastoncillo) son legendarios y son la razón por la que la Prieuré le ha encomendado esta delicada misión. Tiene intención de cumplirla causando el menor destrozo posible y no pierde de vista que la seguridad de la orden va primero. Debía convertirse, si los jugadores no lo mataban antes, en el antagonista de la primera parte de la campaña, el enemigo respetado que se convierte en viejo amigo.

Características en 1244: FUE 18, CON 18, INT 16, DES 15, CAR 16, Ka-sol 22.

Habilidades principales (sobre un máximo absoluto de 100%): Combate: Espada 2 manos 90%, Lanza de caballería 80%, Táctica 80%; Comunicación: Intimidar 90%, Convencer 60%, Negociar 80%; Percepción (raíz 70%); Ocultismo (raíz 60%): Conocimiento tablillas Akhenatón 70%, Conocimiento de los nephilim 75%; Cultura (raíz 40%); Atletismo (raíz 60%).

Habilidades mágicas: Sentir nephilim, 75% (es una variante de los ritos de detección conocido por algunos Sabios de Sion; concentrándose, puede sentir la presencia de un nephilim o efecto-dragón en las cercanías —unos veinte metros de radio— y su ka-elemento dominante); Ritual del Homúnculo, 60%.

Además del mandoble, lleva una armadura completa de 12 puntos (-30%).

Constancio de Selinonte

También conocido como Fassr ed-Din «el Halcón Rojo», es hijo del primer visir del sultán de Damasco y ha sido nombrado caballero por el emperador Federico II. Desde muy joven sirve a la Prieuré y es el filidh de Sigbert desde hace un par de años. De unos treinta años es alto, apuesto y siempre bien vestido. Es un ligón incorregible, buen conversador, buen trovador, amable, con andares de pantera y mirada de depredador: una combinación que se hace irresistible. Pero, pese a su aire de superficialidad, es inteligente, observador y no le tiembla el pulso a la hora de actuar.

Características en 1244: FUE 14, CON 16, INT 17, DES 17, CAR 18, Ka-sol 19.

Habilidades principales: Combate: Cimitarra 80%, Arco 90%; Cultura (raíz 40%): Conocimiento de Europa y Oriente Medio 60%, Lengua de oc 70%; poesía occitana 60%; latín y griego 50%; Artes: Laúd 60%, Cantar 60%, Recitar 50%; Ocultismo (raíz 50%); Social: Política 50%.

Habilidades mágicas: Sentir nephilim 30% (es la misma habilidad de Sigbert, quien se la está enseñando); Ritos de detección 50% (agua, aire, fuego y tierra; no conoce el de luna); Ritual del Homúnculo, 40%.

Los personajes están hechos según la hoja de Nephilim primera edición (Joc), pero con un máximo de la habilidad del 100% (si se permiten habilidades por encima de ese máximo, habría que subir las de combate un poco). Los rituales son de manufactura propia y el día que me acuerde los subiré.

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