En el solsticio de verano, el gran señor Asakura Tatsuya recibía a sus principales vasallos en el gran castillo Mitsumi, centro de su poder. El gran señor Tatusya tenía seis años y quien mandaba era la regente, su tía Katsumi, hermana de su fallecido padre, pero eso no cambiaba las formas. Así pues, el señor Ishikawa Hideo se puso en camino diez días antes del solsticio, acompañado por su hija Reiko, quien debía dar explicaciones de lo sucedido con la familia Hirano a finales del invierno, sus principales oficiales y consejeros, el tren de intendencia adecuado, con heraldos, mensajeros, cocineros, pajes, criados y criadas, cocineros y demás, y veinticuatro samuráis de escolta. Iban el hatamoto Sakoda Moritano, el chambelán Saiki, Goto Yasumori, el onmyoji Junichi, pero no el señor Shingen, el hermanastro y principal espada de Hideo: la reciente muerte del anciano señor Iwao aconsejaba prudencia y no dejar el dominio sin gobierno. Maruyama Yoshitaka, el portador de la katana Yukikaze, también era de la partida. Recordemos que Maruyama había sido convocado por los Asakura en el solsticio de verano para acabar con un oni. Tras recuperarse en Aimi de las heridas sufridas, había pasado los últimos días como invitado en el castillo Sakura. El joven Manobu Raiden formaba parte del séquito personal de Reiko, junto con Nakamura Nobi, y Hosoda Genji comandaba el escuadrón de exploradores.
Los exploradores, precisamente, protagonizaron la única anécdota de interés en el viaje, pues localizaron a una compañía de infantería imperial abelense en el pueblo de Magome. Debían pertenecer a la guarnición del Fuerte de Santa Elienai, en el paso de Azuma, uno de los pocos que cruzaban la gran cordillera de Sen Monogatari, y, dada la gran afluencia de mercaderes, debían estar aprovisionándose. Ishikawa Hideo prefirió evitar cualquier contacto con los extranjeros y ordenó acampar y esperar hasta que se fueran para cruzar el pueblo. Envió también a Hosoda tenerlos bajo vigilancia. Por consejo del chambelán, Hosoda se llevó consigo a los samuráis más jóvenes, para que vieran a los diablos gaijin que sometían al glorioso Imperio de Lannet.
—Dejaos ver, que se den cuenta de que no pueden moverse por nuestras tierras sin que lo sepamos.
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