Sakura — Interludio: otoño

Hosoda Genji se presentó en casa de los Hirano para presentar los respetos a su prometida y para preparar la visita del señor Ishikawa Hideo y su nueva esposa. El rancho presentaba mucho mejor aspecto que en primavera, fruto de los esfuerzos de Manobu padre. Los samuráis de la casa lo recibieron como su nuevo señor, sin muestras de guardarle rencor por la muerte de Hirano Tooru. La joven Sachiko era otro cantar: sabiendo de la venida de Genji, se había escaqueado. Por la tarde, al ver que no volvía, el propio Genji salió en su busca, acompañado por Okuzaki Akira, quien, en calidad de capitán de la escolta de la señora Nao, lo había acompañado.

Encontraron a Sachiko en un recodo del río, donde había estado pescando. Genji se sentó a su lado sin saber muy bien qué decir. Fue ella la que empezó las hostilidades.

—Me han dicho que tengo que casarme con vos.

—Es la decisión de la regente Asakura Katsumi.

—Mataste a mi hermano.

Silencio.

—Mataste a mi hermano —repitió Sachiko—. ¿Qué tengo que hacer? ¿Debo odiaros? ¿Debo mataros para vengarlo? La señora Reiko me habló del honor de ser un samurái. Los mayores y los amigos de mi hermano hablan de su honor y del de mi familia. No entiendo.

La chiquilla rodeó sus rodillas con los brazos y ahogó los sollozos. El samurái no se atrevía a mirarla. Con gesto distraído, tiró varias piedras al río. Era un lugar hermoso: el río centelleaba al sol de la tarde y una brisa de las montañas refrescaba el ambiente. Un sitio de paz como escenario de su más extraña y difícil batalla.

—Hirano Tooru insultó a mi señora Reiko. De la forma más terrible. En su casa, en su salón, delante de sus amigos y vasallos. También te insultó a ti. Mi señora Reiko se preocupaba vuestra prosperidad tras la muerte de vuestro padre. Ofreció su ayuda y la de sus vasallos en esos meses difíciles en los que los hijos debemos ocupar el hueco que han dejado nuestros padres. Y tu hermano insultó ese ofrecimiento y la acusó de tener oscuras intenciones.

—No quiero defraudar a la señora Reiko. Me ha enseñado muchas cosas y sé que espera mucho de mí. Pero era mi hermano. Yo… Me esforzaré por ser una buena esposa y cuidar de mis tierras y caballos y, así, restut… restitru… limpiaré su honor.

Por fin se atrevió a mirarlo. Con los ojos enrojecidos pero de mirada seria, la cara pecosa y el cabello suelto, con hojas secas adheridas aquí y allí, parecía lo que era, una niña intentando ser mayor. A Hosoda se le escapó una sonrisa y le revolvió el pelo con gesto cariñoso.

—Aún faltan años para que nos casemos. No tengas prisa ni le des tantas vueltas. Ahora, volvamos, que mañana viene el señor Ishikawa con su nueva esposa, con Reiko y con todo su séquito y hay mucho que preparar.

 

Hosoda Genji pasó el resto del verano con Sachiko, con el permiso de su señor Ishikawa Hideo. Unos días en el campo, planificando el invierno. El resto, en la casa de los Hirano en Aimi, enseñando a Sachiko la ciudad, llevándola al mercado, al teatro, a los festivales de verano. Hizo buenas migas con la hija de Saito, el jefe de policía, dos o tres años menor que ella: salían juntas a pasear, a jugar y de excursión.

Con el corazón de la chiquilla recuperándose de sus heridas, Genji se dedicó al problema de las deudas. Tenía la recompensa ganada por Manobu Raiden, 50 ryo de oro, pero él era un samurái que nada sabía de comercio ni inversiones. Tras meditarlo, acudió al extranjero que habían salvado días atrás, Goran Visnij. Era representante de una importante familia de comerciantes de Phaion Ein Seimon y parecía un hombre de honor, así que le confió la mitad de su dinero. De la otra mitad, se quedó con una pequeña parte para gastos y el resto lo entregó al prestamista Shirakura. Era un hombre que le provocaba una profunda repugnancia y del que estaba convencido guardaba sucios secretos, pero tenía fama de comerciante e inversor de fiar.

Otoño

En otoño se confirmó el embarazo de la señora Nao, trayendo felicidad a la corte de Los valles de Minako-hime. También, muchas miradas, cotilleos, susurros y un ambiente tenso.

Fue un otoño difícil para Reiko. Los ejercicios que había realizado con su prima para entrenar sus poderes telepáticos tenían ahora un desagradable efecto secundario: su mente se había vuelto demasiado receptiva y se veía asaltada por pensamientos y sensaciones de los que la rodeaban. Su comportamiento cambió: contestaba preguntas no formuladas, le costaba distinguir las palabras dichas de los pensamientos, dormía mal… Estos cambios no pasaron desapercibidos y llegaron los médicos, los rumores y más miradas. Su prima Tsuki, la sacerdotisa del espejo, le recomendó retirarse a meditar en solitario, lejos de la gente.

Reiko le hizo caso y, poniendo como excusa que la presencia de la kitsune en el asunto del santuario debía haberla afectado de algún modo, se retiró al Primer Castillo. Éste, situado en las tierras más altas del dominio, había sido la fortaleza original de la propia Minako-hime. Ahora era una abadía mixta donde se retiraban los samuráis mayores. Reiko no se quedó en la abadía, sino en una cabaña aislada usada por los monjes para sus retiros espirituales. Allí pasó el otoño, con la única compañía de Nakamura Nobi y de Okuzaki Akira. La meditación la ayudó mucho: al dejar flotar su mente por la quietud de los valles fue consciente de los límites de su cuerpo y aprendió a usarlos como una muralla.

Volvió a principios del invierno. Justo a tiempo: el mundo cambiaba. La avalancha había comenzado.

Sakura, un cuento de Lannet, 1×09. Con Hosoda Genji (Menxar) e Ishikawa Reiko (Charlie).

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