A la vuelta del balneario, Ishikawa Reiko retomó el asunto de los Hirano. Se entrevistó con su prima Shigeko Kaoru, señora de Aimi, para compartir su preocupación por las deudas de Tooru. Kaoru sólo pudo compartir sus preocupaciones. Como Reiko, compartía el temor de que las tierras y caballos de los Hirano acabaran malvendidos para pagar las deudas. La señora de Aimi tenía las manos atadas: los Hirano no eran vasallos de los Shigeko, sino que formaban parte de un grupo de terratenientes menores, vasallos directos de los Asakura. Estas familias eran muy celosas de su independencia de Aimi y cualquier intento del dominio de inmiscuirse en los asuntos de alguna de ellas provocaría una tormenta política de graves consecuencias.
—Pero la familia Ishikawa es una familia de fuera, aunque tu madre y la mía fueran hermanas. Estoy segura que los samuráis independientes no se opondrán a lo que hagas, pues ellos también están preocupados por la suerte de los Hirano. Y yo apoyaré las decisiones que tomes, Reiko.
La conversación con Kaoru convenció a Reiko de que, si querían salvar a Sachiko y a las posesiones de los Hirano, debía actuar con decisión. Su siguiente paso fue enviar a Nobi y a Manobu, el mayordomo, a averiguar el monto total de las deudas de Tooru. La cifra era monstruosa.