Sabed, capitán, que García de Paredes nos pasa información desde el principio, había dicho al despedirse el Gato Negro, tras el intercambio de rehenes. La excusa perfecta para ir a por el pobre tipo, al que el SG-1 tenía ojeriza desde su llegada a Entreaguas. Pero no es lógico que el De Paredes se reuniera con los piratas en su casa de Córdoba, pensaron, y preguntaron a María la castaña y a su guardaespaldas por otras posesiones del secretario. Tenía una quinta, dijeron, entre Córdoba y Sevilla. Finca que, calculando, se encontraba a unos diez kilómetros al norte de donde estaban fondeados.
Así, pues, encomendaron al capitán de la pinaza seguir rumbo si al día siguiente no habían vuelto, tomaron el esquife, cruzaron el río Grande y se perdieron en los montes bajo un tormentón de aúpa, para llegar a la quinta bien entrada la madrugada y empapados como si salieran del baño. Lo intentaron primero con un reconocimiento sigiloso y, luego, pidiendo asilo haciéndose pasar por náufragos víctimas de piratas, pero fueron reconocidos y aquello terminó como solía, en sangre, gritos y entrechocar de aceros. Pronto, se hicieron con el control de la finca, reduciendo o eliminando a todos los guardias salvo a uno, que Paolo dejó libre, un error que pagarían caro. En el enfrentamiento Kuro a punto estuvo de hacer compañía al fenecido Smith (día que presento mis reglas de reanimación, día que hubo que utilizarlas).
Asegurada la casa, la registraron. Y encontraron muchas cosas. Cosas y personas. Allí estaba el Tuerto, recuperándose de las heridas sufridas en la emboscada nocturna. Y el capitán, el misterioso espadachín con el que se habían topado tras el teatro y que había sido envenenado por Milady, para desaparecer después de casa del médico a donde lo llevaron. También estaba el médico. Y una veintena de mujeres de diversa edad, compradas por De Paredes y que esperaban a ser vendidas a burdeles, colonos o elfos. El capitán les confirmó que era agente del gobierno y que venía de Sevilla para investigar el asunto de los piratas, pues creía, como había quedado demostrado, que tenían un topo en las altas esferas de Córdoba.
En el despacho de De Paredes hallaron una caja fuerte, una Glóin con protecciones mágicas, de donde obtuvieron documentos que probaban la implicación del secretario con los piratas y otros negocios sucios, chantaje a los otros secretarios, un dossier sobre las parientes de Milady que también fueron vendidas, una estatuilla de jade cambiante de una súcubo y monedas de oro de una civilización desconocida. Todo fue saqueado sistemáticamente, convirtiéndose así la aventura en una de las más provechosas que habían vivido. Para abrir la caja fuerte, Paolo hizo que el doctor Callahan, con la ayuda de Sassa Ivarsson, se teleportara con el ingeniero Powell. Éste no consiguió desmontar la trampa y voló media casa, pero salvó casi todo el contenido.
Dejaron al grupo de Powell con orden de llevarse todo lo que pudieran en el barco de Svala y, con los documentos que probaban la culpabilidad de De Paredes, volvieron al río, embarcaron en la pinaza y regresaron a Córdoba. Con ellos, además, iban María la castaña, Diana, el capitán, el médico y el Tuerto, que afirmaba no saber nada de la traición de su jefe.
Llegaron a la ciudad al caer la noche y se encaminaron a toda prisa al palacio del marqués, al que relataron todos los hechos. Decidieron anular a De Paredes esa misma noche, primero entrevistándose con los otros secretarios para quitarle cualquier tipo de apoyo y luego arrestándole en su propio domicilio antes de que pudiera usar a la guardia o a la guarnición de la ciudad para defenderse.
Sin embargo, estos planes fueron inútiles. El capitán Paolo ya había acabado con cualquier posibilidad de sorpresa al dejar libre a un matasiete del secretario. El tipo había corrido hasta alcanzar una de las casas de postas de la carretera Córdoba-Sevilla. Allí tomó caballo y galopó como alma que lleva el diablo, llegando a medio día a Córdoba y alertando a De Paredes, que tuvo así tiempo de preparar contramedidas: convocó en su casa a los secretarios que tenía como aliados o a los que chantajeaba, ordenó a sus fieles de la guarnición acabar con los leales al marqués y, en cuanto el SG-1 abandonó el palacio del marqués acompañados por su guardaespaldas, lo asaltaron, tomando como prisionero al marqués.
En cuanto el SG-1 descubrió la situación volvieron a palacio: ellos, el guardaespaldas del marqués, el Tuerto, Diana y María, pero se encontraron con la ciudad tomada por la guardia y la guarnición. Sin apoyo de los gendarmes de García del Muro, escoltando el envío de plata a Sevilla o el naufragio del que no llegó, todo quedaba en sus manos.
El guardaespaldas del marqués quedó atrás, para retener a sus perseguidores. Dejaron a María y al Tuerto al cuidado de Diana y consiguieron llegar al palacio de De Paredes sin ser detectados. Intentaron entrar por detrás, pero no pudieron evitar que los guardias diesen la alarma. Con todo, tuvieron suerte, pues lograron forzar un postigo enrejado y colarse en el palacio, mientras el grueso de los guardias salía por la puerta principal y corría al jardín trasero en auxilio de los suyos.
Al ver al SG-1 en el patio interior, dando buena cuenta de los pocos guardias que quedaban dentro de palacio, De Paredes perdió la cabeza. Era un invocador competente y llamó en su ayuda a la más poderosa de sus invocaciones, pero se escapó de su control. Empezaron a caer rayos en palacio y en las casas de los alrededores, alcanzando por igual a amigos, enemigos e inocentes espectadores, provocando incendios, destrozando paredes y enseres y, en fin, matando con mucha mortandad: los pocos guardias y criados de De Paredes que no cayeron fueron los que estaban en el patio de atrás o en el ala de las cocinas; Renaldo saludó a Smith, al marqués le faltó poco; y Felipe de Córdoba y García de Entelequia pagaron caro su apoyo a De Paredes. Éste huyó, aprovechando la confusión. Kuro le siguió en las sombras. En palacio quedó Paolo, intentando sacar a los supervivientes antes de que el edificio se vinier<a abajo. Con el eru pelegrí pidió un equipo médico urgente a base y otra vez le tocó a Callahan teleportar al personal.
Cuando se aseguró de que Renaldo tenía asistencia médica, Paolo partió en persecución de García de Paredes. Kuro le esperaba en un callejón, vigilando el edificio donde el secretario se había refugiado después de enfrentarse con el guardaespaldas del marqués con otra dosis de rayos que había provocado más muertos y más incendios. Entre los dos hicieron una maniobra de pinza, obligando a De Paredes a abandonar su refugio. Agotadas ya sus reservas mágicas, no pudo defenderse y fue muerto sin contemplaciones.
Y así el SG-1 (Paolo, Kuro, Renaldo) fue responsable de la destrucción y salvación de otra ciudad.
Los viajes del Ícaro, 3×02. Protagonistas: Capitán Paolo (paladín, nivel 8), doctor Callahan (hechicero, nivel 6) [Charlie]; Kuro (nephilim d’anjayni, asesino, nivel 6), Sassa Ivarsson (mentalista/hechicero-mentalista, nivel 7) [Menxar]; Renaldo José Fernando Olivares (tao, nivel 8) y sargento Max Powell (hechicero con sangre antigua, nivel 5) [Sir_Petrus]. La lista completa de personajes de la campaña la podéis ver aquí (no garantizo que esté actualizada). Las entradas (resumen de aventuras, ambientación, etc.), ordenaditas, aquí.
Claaaro, pobrecito de Paredes…