Montsegur IV – La Roc de la Tour

El senescal Hugues des Arcis no era un hombre feliz. No lo era desde que vio las laderas del pog, y cada día que pasaba tenía menos razones para serlo. El verano había pasado infructuoso. Todos los ataques contra el castillo habían fracasado: por la ladera sur-oeste, a donde daba la puerta principal del castillo, sus hombres se habían estrellado contra los muros de avanzada. Lo empinado del terreno les obligaba a avanzar despacio y los convertía en blanco fácil para los virotes y pedruscos. La otra posible ruta de ataque arrancaba en el otro extremo del pog, con un camino igualmente empinado que daba a la larga cima de la montaña, un lugar desde el cual podrían instalarse catapultas y otros ingenios de asedio. Sin embargo, los señores de Montségur habían cubierto ese flanco protegiendo la Roc de la Tour. Había intentado un ataque por los dos flancos simultáneamente, esperando que los sitiados no tuvieran hombres suficientes para defender ambos puntos, pero había sido imposible: mientras tuvieran flechas y piedras, un puñado de hombres podrían mantener a raya a un ejército. Y si ya, además de flechas, tenían buenos y pesados virotes, quienes intentaran la subida la tenían muy negra.

El senescal Hugues des Arcis no era un hombre feliz. El ejército que dirigía estaba formado principalmente por gente de la tierra, del Languedoc y de Provenza, nuevos vasallos del rey de Francia tras las campañas de los años anteriores. Han acudido prestos, para demostrar que son buenos vasallos, y para quitarse de encima la presión de la Iglesia, pero no ocultan sus simpatías por los sitiados: muchos tienen conocidos, amigos o parientes arriba, entre los defensores o entre los refugiados. El largo asedio está haciendo mella. Una campaña larga y sin posibilidades de botín, con problemas de aprovisionamiento, clima adverso y lejos de sus casas no es lo mejor para la moral de la tropa. Quizás si hubiera tenido fanáticos en el ejército, como Monfort o Amaury, hubiese podido tomar el castillo a las bravas, sin importar las bajas. Tampoco le era posible sitiar completamente el pog, y sabía que a los sitiados les aprovisionaban regularmente, así que no podía esperar rendirlos por hambre.

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Montségur III – El castro y castillo

Antes de seguir con esta historia, vamos a hacer una visita al Montségur para hacernos una idea de cómo fue el asedio. La historia de los defensores del pog es fascinante y puede dar pie a múltiples aventuras. Por las fotos se ve, además, que el sitio es precioso y espero poder visitarlo algún día. El pog, la montaña, es un macizo rocoso que impresiona, alargado y estrecho, orientado más o menos de este-noreste a oeste-suroeste. Su cima está a 1207 metros sobre el nivel del mar, y a unos trescientos o cuatrocientos sobre las tierras circundantes. Al este está la garganta del Lasset, que corre de sur a norte y por la que ahora pasa una carretera y al sur el pueblo de Montségur. Mide en la base algo más de 700 metros de longitud por unos cuatrocientos en la parte más ancha. Arriba la anchura de la larga cresta no pasa de 150 metros. Está rodeado por altos acantilados con caídas de entre 80 y 150 metros, que forman la primera y principal línea de defensa.

Hay cuatro formas de subir a la cima (además del al estilo me la cargué por los acantilados). La más fácil es por el lado suroeste. Es la zona más alta del pico, pero también la que tiene una ladera empinada pero practicable, y es donde está el castillo. Por las fotos que he visto (por ejemplo, esta), la subida debe de ser más larga que la de Castrovido pero no tan difícil (¿Que la de Castrovido no os parece gran cosa? Probad, hijos míos, probad). En la entrada de Córdoba puse una foto donde se ve la ladera suroeste de perfil, así como los acantilados del noroeste. Es el acceso natural al castillo. Hay otros dos accesos sobre los que no he encontrado información más allá de los nombres: el Pas del Roc y el Pas du Trébuchet. Según este mapa, el Pas del Roc sería un sendero que arrancaría en la boca sur de la garganta del Lasset y llevaría casi hasta la Roc de la Tour, mientras que el Pas du Trébuchet daría más cerca del castillo. Es probable que los defensores usasen estos senderos para comunicarse con el exterior y conseguir provisiones. La Roc de la Tour es más interesante. Creo que es el farallón rocoso que se ve en primer plano de esta fotografía. El camino de subida a la Roc de la Tour y de ahí, por la cresta, hasta el castillo, debe lo suficientemente fácil como para suponer una peligrosa vía de ataque y que los sitiados tuvieran ahí un puesto de avanzada. Por el nombre, una torre o un pequeño fortín que cubriera el camino de ascenso.

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Córdoba

Desde el castillo de Montségur se tiene una vista magnífica, que quita el aliento. Las noches, si el cielo está despejado y hay suficiente claridad, son muy hermosas, con las estrellas casi al alcance de la mano. Sin embargo, si tienes que descender por una pared casi vertical a la oscuridad, vértelas con la fuerte corriente del Lasset y cruzar las líneas francesas, de repente te entran ganas de algo más llanito, pendientes suaves y, sobre todo, una chimenea, un camastro cómodo, una manta calentita y una copa de vino y que busquen a otro para esta aventura.

Más o menos algo así se les pasaría por la cabeza a Menxar y al fénix de la Torre. Habían pasado dos días desde la reunión secreta. Esa misma mañana les habían dado las gracias por presentarse voluntarios y les habían mandado a despedirse de sus amigos y compañeros y preparar su equipo. Por la tarde, les habían explicado para qué se habían presentado voluntarios y lo que se esperaba de ellos. Hacía apenas una hora que habían ido a recogerlos, habían cogido sus equipos (su ropa, una mochila con una muda, algunas provisiones y avíos personales, armas y sus estasis) y se habían dejado guiar, cruzando el pueblo, atravesando la barbacana y las defensas exteriores y luego avanzando y tropezando por la cresta del pog hasta llegar al punto de descenso.

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Montségur II – Prólogo

Primavera 1243

Era una noche fría, aunque el solsticio estaba cerca. El aire estaba en calma y el cielo, despejado. Pese a lo avanzado de la hora, el campamento francés era un bullicioso enjambre de luciérnagas. Todavía estaban a medio colocar, en un vano intento por rodear la base del pog, pero la habitual colección de putas, buhoneros y mercaderes que sigue a todo ejército ya había montado su colorido campamento y alegraba las noches.

Arriba todo era silencio. Unos pocos centinelas vigilaban en la avanzada de la Roc de la Tour, otros dormitaban en la muralla exterior. El pueblo estaba en calma: casas, cabañas y cuevas donde vivían y se refugiaban los cátaros estaban a oscuras. Más arriba, la plataforma superior, sobre la torre del homenaje, estaba iluminada. Cuatro hachones ardían, desterrando la noche del centro de la plataforma. Allí, sentada dentro de un intrincado dibujo de tiza, rodeada de papiros y pergaminos con cartas, símbolos y saberes astrológicos, estaba sentada una joven de negros y largos cabellos recogidos con cintas de colores de las que pendían multitud de cascabeles. Sus coloridas ropas contrastaban con el gran hacha cubierto de símbolos esotéricos y mágicos que había a su lado.

La joven estaba tan absorta en sus cartas y cálculos que tardó en darse cuenta de que no estaba sola. Un hombre ya anciano que despedía un fuerte olor a flores y miel y a cuyo hombro se aferraba un diablillo traslúcido, había salido por la trampilla y observaba con detenimiento el quehacer de la joven. Cuando se dio cuenta de que su presencia había sido advertida, rodeó los hachones y se arrodilló delante de la joven, con cuidado de no dañar los dibujos con el borde de su túnica. Con un gesto vago señaló hacia el campamento de los sitiadores y formuló una única pregunta:

—¿Hay que buscar ayuda?

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Montségur I – Dramatis personae

Sirva esta pequeña entrada para tener una lista de los personajes que intervienen en este primer arco de la campaña. Tenía pensado añadir una descripción de los más importantes y las características de algunos de ellos (Sigbert y Constancio, principalmente), pero lo he pensado mejor y lo dejo para entradas posteriores, cuando aparezcan. En cursiva aparecen los que son nephilim y en negrita, los personajes jugadores.

En paradero desconocido

  • Pírixis, Guardián del Grial
  • Yaltaka, Guardián del Grial

En el Montségur

  • Pierre-Roger, vizconde de Mirepoix, comandante de la fortaleza de Montségur
  • Ramón de Perelha, señor del castillo
  • Esclarmonde de Perelha, su hija
  • Bertrand en Marti, obispo
  • Carles-Roger, jefe de los ballesteros catalanes
  • Asgareth, del Mago
  • José de Arimatea, del Loco, Guardián del Grial
  • Ighnöel, jefe del destacamento de voluntarios de la Torre (con él, seis nephilim)
  • La ondina
  • El fénix de la Torre, miembro de ese destacamento
  • Menxar, astróloga del Carro
  • Nicodemo el ateniense, al mando de la infantería

A los pies del Montségur

  • Hugues des Arcis, senescal de Carcasona, al mando del ejército francés que sitia Montségur
  • Pierre Amiel, arzobispo de Narbona y co-comandante del ejército.
  • La Loba, bruja cátara que vive en el bosque

Con la Prieuré

Equipo de campo:

  • Sigbert von Öxfeld, orador y comendador teutónico
  • Constancio de Selinonte, su filidh y visir mameluco. También conocido como Fassr ed-Din Octay y el «Halcón Rojo»
  • Gavin Montbard de Béthune, preceptor templario de Rennes-le-Château y caballero de la Prieuré, con seis proscritos cátaros
  • Dos bajeles con su tripulación (cuatro marineros y patrón)

Grupo de apoyo, en Otranto:

  • Séamus, orador, monje y cabalista irlandés
  • Crean de Bourivan, asesino y filidh del anterior
  • Una galera rápida con una tripulación de 25 hombres, más 20 mercenarios aragoneses y catalanes.

El Priorato de Sión I

Historia

Durante el caos que siguió a la caída de Cómodo, Máximo Galca, Maestre templario, dándose cuenta de la decadencia del Imperio convocó un Consejo de las principales sociedades secretas. En aquel entonces, eso era como decir los templarios, la Rosa-Cruz y los distintos Misterios. El objetivo: planificar el futuro, que en opinión de Máximo, pasaba por la creación de un Segundo Imperio, controlado por las sociedades secretas. La reunión, totalmente secreta y a la que asistieron únicamente los grandes cargos y consejeros de las distintas organizaciones, contaba también con la presencia de los míticos Sabios de Sión. Los Sabios de Sión eran una antigua leyenda, una sociedad oculta incluso a los Misterios, de bibliotecarios y estudiosos, poseedores del mayor volumen de conocimientos ocultos del mundo. El anciano Máximo había dedicado gran parte de su vida a buscarla, como otros muchos… Sólo que él tuvo éxito.

La reunión se produjo en territorio neutral, en Chipre, y duró seis o siete meses. Lo único que salió de allí fue el germen del Gran Plan templario, consecuencia directa de los conocimientos que los mismos consiguieron de los Sabios de Sión, y cierta cooperación entre las distintas sociedades. Los Sabios de Sión volvieron a desaparecer en la bruma de la historia.

Claro que eso no fue lo único que ocurrió. La reunión supuso el nacimiento de una nueva sociedad secreta, dentro y por encima de las demás: la Orden de Sión, más tarde conocida como el Priorato de Sión. Incluyendo a los Sabios de Sión y a muy selectos miembros de los diferentes poderes, su objetivo era gobernar en las sombras a quienes gobiernan en las sombras, una sociedad secreta que buscaba dominar a las otras, de igual modo que éstas buscan dominar el mundo. Así, debía ser más cuidadosa, más sutil y trabajar con más paciencia que nadie. Tejer planes que se cumplirían generaciones después.

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