Tenemos estos días en cines el último trabajo de Makoto Shinkai (Tenki no ko), Suzume no Tojimari, conocida en el resto del mundo sencillamente como Suzume. Narra el viaje iniciático de su protagonista, Iwato Suzume, a lo largo de Japón. Continúa el tono fantástico de sus últimos largometrajes, pero lo realmente importante es el viaje en sí, con una pléyade de personajes encantadores y lugares memorables, con el cuidado acabado marca de la casa: ese amor por el detalle de lo cotidiano, esos reflejos, el cielo, la presencia del agua… Visualmente, como todas las obras de Makoto Shinkai, corta el aliento.
En los peros, la historia flojea. De la protagonista apenas sabemos nada antes de meternos en el berenjenal, por lo que resulta difícil cuantificar la evolución del personaje, con lo que el viaje iniciático queda un poco meh. La contrapartida masculina es peor: vamos averiguando su historia a lo largo de la película, pero queda un personaje muy plano. La voz en japonés no es demasiado expresiva y el que se tire casi toda la película con cara de palo (perdón por el chiste) no ayuda. Quizás unos minutos más al inicio de presentación de personajes podría haber solucionado el tema.
Es una pena, porque la película es una sucesión de escenas fantásticas, emocionantes y emotivas, pero el pegamento que las une, como digo, no está a la altura. Makoto Shinkai, tras las espléndidas El jardín de las palabras y your name., ya sea por presiones externas o por problemas propios, no consigue dar con la tecla. No puedo dejar de comparar Suzume con Belle, de Mamoru Hosoda y es una pena que a ambas les falte algo (la historia base, a Suzume, el desarrollo, a Belle) para que salieran totalmente redondas.