Baile de máscaras — Negocios de familia

Eburah, situada en el Delta del Zafir, sobre el brazo principal del río, había desbancado a Yirath como principal puerto de Arkángel, la capital imperial. Los barcos de alta mar, cada vez de mayores dimensiones, evitaban remontar así el río hasta Yirath y descargaban o cargaban directamente en los muelles cada vez más extensos. La pequeña estación de paso, similar en un principio a las que existían aún en los otros canales navegables del Delta, había ido creciendo, convirtiéndose en una ciudad boyante y cosmopolita.

Una de las ocupaciones preferidas de los ociosos era ver el trajín continuo del puerto, el incesante ir y venir de lo más exótico del Mar Interior. Los barcos que traían pasaje de Gabriel estaban entre los que más expectación levantaban, pues las recargadas vestimentas de sus adinerados burgueses y nobles, tan llenas de encajes, volantes, pedrería y plumas, chocaban sobremanera con la sobria moda de Abel.


Los que se acercaron al muelle esa tarde de la segunda quincena de junio no quedaron defraudados: de una goleta de pasaje descendió un grupo de jóvenes que debían pertenecer a los más granado de la alta sociedad gabrelense, a juzgar por el delicado encaje de los puños y cuellos de las blusas y el rico bordado de las faldas de seda. Desembarcaba primero un joven de veintipocos años, el mayor de todos, aire marcial y mirada torturada cuya espada de recargada guarda colgaba de un hermoso tahalí. Lo seguía una joven cercana a los veinte, de rasgos finos y melena rubia, que se las apañaba para mover un voluminoso maletín de médico. Entraba en la pasarela tras ella una muchacha pecosa y frágil; por sus ropas, parecía hermana de la anterior, pero la forma de dirigirse a ella denotaba la diferencia de clase. En cubierta, esperaba su turno una pareja en actitud cariñosa: guapos y esbeltos ambos, ella destacaba por el corte masculino de su traje y el cabello corto. Cerraba el grupo el que debía ser hermano menor del primero, a juzgar por su parecido; más alto y delgado, tenía algo en su forma de moverse que recordaba a una pantera o un jaguar cazando al acecho.

El lector habrá reconocido sin dificultad en este variopinto grupo a los hermanos Lafleur, a Colette Leclair con la joven Gwen, a Michel Laffount y a Chloé de Carbellac. Pero, ¿por qué se encontraban tan lejos de Chaville?

Para saberlo, debemos volver a las fiestas de primavera de Dupois. Recordemos que allí el barón de Biancavilla, Claus Bogarde, había tanteado a Julien Laffleur sobre la posibilidad de que el gobierno de Gabriel patrocinase la deserción del diseñador de armas de fuego imperial Andrei Dragunov. Y recordemos también que el joven se había unido al servicio secreto gabrelense del marqués de l’Aigle Couronné. Es fácil de deducir que el gobierno, en este caso, el archicanciller Joshua Fardelys, había aceptado y que el marqués había encomendado a Julien Laffleur la delicada misión, recomendándole organizar un grupo de confianza. Como Jacques y Colette también formaban parte del servicio secreto, se los había sugerido de forma bastante directa.

De esta forma, Julien, como teniente de ingenieros, se dirigía a Arkángel a negociar la compra de armas de fuego para el ejército de Gabriel, acompañado por su ocioso hermano. Colette acudía a un prestigioso simposio médico de la Universidad de Arkángel y se había llevado a Gwen como doncella. Michel, por su parte, tenía asuntos personales que atender en Eburah y había estado preparando el viaje por su cuenta. Cuando Julien le pidió que lo acompañara, aceptó a cambio de ayuda recíproca. Como el viaje les iba a llevar una buena parte del verano, invitó a Chloé, que volvía de Astria al terminar el curso.

Así habían llegados todos a Eburah, nerviosos por la aventura que les aguardaba, pero también alegres, confiados y dispuestos a pasárselo bien.

Lo primero en resolver era el asunto familiar de Michel: el barco insignia de su casa, su cargamento, su tripulación y su hermano mayor permanecían retenidos en el puerto desde mediados de mayo. La familia Laffount se había hipotecado hasta las cejas para poner tres barcos cargados de seda en Arkángel, lo que prometía ser el negocio del siglo. Pero el cambio de reglas dictado por el Emperador en primavera, otorgando el monopolio a las empresas de Arlan, había estado a punto de ser el final de la familia.

La noticia había sido conocida por el archicanciller y su círculo cercano en el Baile de Máscaras de Dupois y el marqués de La Tour d’Azur se lo había contado sottovoce a Michel, por ser éste agente de su organización. Con el apoyo del marqués para mover rápido la documentación, el joven había creado sociedades pantalla en Arlan y contratos, justificantes y albaranes que demostraban que la carga era propiedad de esas compañías arlanesas y los barcos habían sido fletados por ellas.

Los documentos habían llegado a Shivat antes de que zarpasen dos de los barcos, pero tarde para el que capitaneaba su hermano. La esperanza había sido entonces que hiciera escala en Chaville, pero había optado por la ruta directa, más rápida y también más arriesgada. Así, el barco había llegado a Eburah con los documentos originales y sin sospechar nada. Por supuesto, la carga había sido confiscada y el barco y su tripulación, retenidos. La familia Laffount había gastado sus últimos recursos en montar la red diseñada por Michel. A ojos de todos estaban en la ruina y no lograron ni siquiera crédito para pagar la fianza de la tripulación. Bastante tenían con aguantar hasta mediados o finales del verano, cuando el dinero de la venta de los otros dos cargamentos les empezase a llegar, convenientemente lavado.

Para Michel la situación era distinta. Sus trajes se habían lucido en Dupois, trayendo pedidos para el verano. El dinero entraba y, con él, el crédito. Para junio contaba con recursos para ayudar a su hermano y por esa razón se había embarcado en el viaje.

Lo primero que hizo fue pagar la fianza de la tripulación y de su hermano. Informado por éste y por los agentes de la familia de que el cargamento confiscado salía a subasta, intentó hacerse con él. Sin embargo, vio por el precio de salida que tendría que renunciar al barco para hacerlo. Tras consultarlo con su hermano, prefirió pagar la multa y recuperarlo. Si hay barco, habrá nuevos cargamentos, pensó. En ese momento, pareció una buena idea.

Jean Claude Laffount y la tripulación estaban deseosos de hacerse a la mar, pero Michel les pidió que les esperasen para volver con ellos a Gabriel. No podían negarse, después de que les había librado del molesto arresto domiciliario y, además, les iba a llevar un tiempo poner a punto el barco, después de casi dos meses de amarre forzoso y sin cuidados.

Al final, estuvieron casi una semana en Eburah. Ninguno se quejó, pues entendían los problemas que pasaba la familia de Michel, aunque al final Colette echaba miradas nerviosas al calendario.

Baile de máscaras, campaña para Ánima Beyond Fantasy, 2×02. Con Julien Lafleur d’Aubigne (Alcadizaar) y su hermano Jacques (Aldarion), Colette/Noel Leclair de Dunois (Menxar) y Michel Laffount de Gévaudan (Charlie).

Empezamos con la primera misión de los personajes como espías. La verdad es que metí el arranque de la aventura de forma un poco abrupta al final de la anterior sesión, pero uno de los jugadores pedía algo de acción entre tanto salseo. El comienzo, como puede verse, fue para lucimiento de Michel y sus intentos de salvar a su familia.

Nota: el Gaïa I indicar «arlon» como gentilicio de Arlan, pero me rechina cosa mala y he preferido «arlanés».

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