Llegó la primavera y, con ella, las fiestas de Dupois. Nuestros amigos volvieron a la ciudad de los cisnes. Mucho había cambiado en sus vidas desde el año anterior, pero la ciudad en esa semana de carnaval seguía igual de desenfrenada. Los cuatro habían conseguido invitaciones para el Gran Baile semanas o meses atrás, lo que era un gran privilegio para jóvenes de su edad y posición.
Michel Laffount fue invitado por los señores de Carbellac, claro: su noviazgo con Chloé ya era de dominio público y, aunque no se había anunciado el compromiso, se daba por sentado que se casarían cuando la joven se graduase en Astria. La última vez que los dos jóvenes se habían visto había sido en Navidades. Michel y su hermano mayor, Jean Claude, habían subido hasta Astria para recoger a su hermana Marie y a Chloé, para reunirse luego con la familia en las posesiones de los Carbellac de Dupois. El viaje había supuesto una rara oportunidad de hablar para ambos hermanos. Había una brecha de quince años entre ambos y para Michel era la primera ocasión de que su hermano lo viera como un hombre hecho y derecho: le habló largo y tendido de sus planes de negocio y de sus planes de futuro con Chloé. Jean Claude se abrió también a su hermano y le puso al tanto de los últimos negocios familiares: su primera operación grande. La seda de Shivat estaba de moda en Arkángel, le contó. O, lo que era lo mismo: en meses estaría de moda en todo el mundo. El precio en el mercado de futuros no dejaba de crecer. Para una familia con fuerte presencia en Shivat, como eran los Laffount, era una oportunidad de oro.
—Hasta padre está entusiasmado. Hemos usado todos los contactos y la influencia de nuestra casa en Shivat y nos presentaremos con tres barcos bien cargados de seda y jade en Arkángel en primavera. Hemos tenido que hipotecarnos a base de bien, pero con un barco cubrimos gastos. ¡Con los tres, padre podría comprarse otro título!
Aquello había sido en invierno, entre la nieve y el aullido de los lobos. Ahora, en primavera, sólo él había viajado hasta Dupois. Su hermano estaba ya en Shivat, preparando el embarque, si no había zarpado ya. La señora de Carbellac se había adelantado a su marido para subir hasta Astria y recoger a su hija y había traído con ella a Marie y a Morgaine, la muchacha de Ourges. Las tres se habían convertido en inseparables, con Chloé protegiendo a las otras dos, menores que ella, como si fueran sus polluelos.
Jacques Lafleur lo fue por los marqueses de Ferdeine, otra de las viejas casas de Dupois que organizaban el Gran Baile. Su relación con Eloise, la única hija de los marqueses, era también bien conocida y hacía a Jaques la persona más odiada por los solteros pudientes de Dupois. También se alojaban en casa de los Ferdeine Sara Loupe y la violinista Madeleine Prevoye, como en el año anterior. Pese a lo que pudiera parecer, no hubo duelos y los jóvenes disfrutaron de algún momento de intimidad que no habrían sido del agrado de los marqueses, de enterarse.
En la tradicional fiesta del jueves en casa de los Carbellac, hubo algún momento de tensión al encontrarse la pareja con Morgaine, que seguía enamorada de Jacques. Chloé cerró filas con su nueva amiga y Colette con Eloise y saltaron chispas.
Colette había sido invitada por Alphonse Mordaunt, uno de los hijos del conde de Dupois. Como el año anterior, la familia alquiló una casa en la ciudad, solo que, esta vez, los padres acudieron de celestinos. La relación de Colette con sus progenitores no pasaba por su mejor momento.
El problema venía de finales del año anterior, del cumpleaños de Julien. La madre le había organizado un pequeño baile con buenos partidos porque, según ella, ya era hora de que el joven pensara en el matrimonio. Colette tuvo que acudir como su hermano, en cama tras los excesos de otoño. Y tuvo que ver cómo tonteaban con Julien no sólo las jóvenes solteras invitadas por la madre, sino incluso la prometida de uno de los viejos amigos del joven: una antigua amante, aunque eso no lo sabría ella, de los tiempos del Julien descarriado. De postre, se llevó un pisotón de una muchacha que conocía a su hermano y sobre la que éste no le advirtió.
Los dos problemas entrelazados, el de Julien y el de su familia, la ahogaban. Su hermano, pese a su limitada vida social, tenía varias amantes a la vez que se negaba a casarse. No avanzaban en la búsqueda del remedio para su enfermedad y a Colette le quedaba cada vez más claro que sus padres no tenían un plan «B» y aquello era una huida hacia delante, un intento desesperado de mantener el título y la fortuna familiar unos años más a costa de su futuro.
Por eso soltó la bomba en casa: reunió a sus padres y les dijo que estaba enamorada (no de quién) y que quería tener un futuro. La tormenta fue descomunal y agrió la convivencia en la casa para los siguientes meses: el padre empezó a pasar menos tiempo en la casa y más en teatros, cabarets y cafés; la madre a veces era un alma en pena llorosa, a veces una déspota arpía que atemorizaba a los criados; Noel se encerró en los libros y se distanció de todos y Colette terminó con una carabina casi permanente. Pero, como la carabina elegida por sus padres fue Jacques, el resultado final es que obtuvo más libertad para hacer lo que quisiera, salvo buscar su felicidad.
Así llegó la familia Leclair a abril: con los padres vigilando a Colette en Dupois, la joven intentando ignorarlos y pasárselo todo lo bien que pudiera y Noel, poniendo como excusa su salud, en Chaville, evitando como podía aquel ambiente enrarecido del que era responsable.
Por último, Julien Lafleur había conseguido su invitación al Gran Baile el último y de rebote. El Gran Baile era también una oportunidad de negocio tanto dentro de Gabriel como con compañías extranjeras y, dentro del plan del Archicanciller para dotar a sus tropas de mejores armas de fuego, se había invitado a representantes de los principales fabricantes tanto del principado como del Imperio. Su superior, el capitán Horace Laflèche, debía reunirse con ellos. Pero el capitán era hombre que temía los eventos sociales, así que comisionó para tal tarea a su subordinado.
Su visita a Dupois fue, por lo tanto, una visita de deber: pasó la semana enseñando la ciudad a los representantes de las compañías imperiales o participando en reuniones, con pocas oportunidades para estar un rato a solas con Colette.
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Durante la fiesta de los Carbellac, el jueves, ocurrió algo extraño: nuestros jóvenes amigos se encontraron con un conocido del año anterior, Claus Bogarde, barón de Biancavilla, agregado militar de la embajada de Bellafonte. Tras los intercambios habituales de cortesías, el barón buscó la oportunidad para hablar a solas con Julien. Se acercó al joven porque estaba al tanto de lo que había estado haciendo durante la semana.
—Sé de un fabricante de armas de fuego del Imperio que busca nuevos aires —le dijo—. Quizás a su gobierno le interese darle asilo.
—¿Por qué no lo hace el suyo?
Bogarde negó con la cabeza.
—Bellafonte no tiene la capacidad para aprovechar a un hombre de su talento. Y la Iglesia tiene mucho poder.
—¿Tiene su hombre problemas con la Iglesia?
—Algo así. Por favor, háblelo con sus superiores y deme una respuesta.
Julien lo habló con el marqués de l’Aigle Couronné, que le autorizó a hacer tratos con Bogarde. El asunto se iría concretando en las semanas siguientes, pero, en esencia, era el que sigue:
Andrei Dragunov era uno de los principales diseñadores y fabricantes de armas de fuego portátiles del Imperio. Su mujer, Alda, de Bellafonte, pertenecía a la misma sociedad secreta que Bogarde, los Iluminados de Raverna. La Inquisición la había descubierto y quería interrogarla para desmantelar la organización o, por lo menos, su rama en Arkángel. El Imperio se había negado a entregarla. Como resultado, el matrimonio vivía en arresto domiciliario, protegido por tropas imperiales y vigilado por la Inquisición. Cansados de la situación, Alda había recurrido a su organización para que los ayudaran a escapar.
Para el principado era una buena oportunidad para solucionar los problemas que tenían con la fabricación de armas de fuego, así que se aceptó el trato. Pero de esto, hablaremos en otra ocasión.
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Un suceso de gran importancia perturbó el Gran Baile. Poco después de que el Archicanciller diera orden al marqués de l’Aigle Couronné y a Julien de seguir adelante con el asunto Bogarde, llegó un mensajero. Las noticias que traía eran tan extrañas como graves: se había proclamado un edicto imperial que otorgaba el monopolio del comercio de la seda shivatense a las compañías del principado de Arlan. Era una medida absurda, que rompía con las reglas comerciales que habían regido el Imperio durante siglos. No fue la única, pero sí la que más afectaba a Gabriel. Hay quien dice que el archicanciller Joshua Fardelys decidió que el futuro de Gabriel seguiría un camino distinto al del Imperio esa misma noche.
El mensaje fue leído ante el archicanciller y unos pocos consejeros, entre los que estaba el marqués de La Tour d’Azur. Tras la reunión, buscó a Michel Laffount y le puso al tanto del edicto imperial, pues sabía de los negocios de la familia del joven con Shivat.
Gracias a esto, Michel pudo salvar a su familia de la ruina inmediata: a través de la red de La Tour d’Azur envió avisos para detener la partida de los barcos mientras organizaba unas sociedades pantalla en Arlan a través de las cuales vender la seda. Todo salió bien, excepto por uno de los barcos: el que capitaneaba su hermano Jean Claude. El barco llegaría sin saber nada al puerto de Eburah, la puerta de Arkángel, donde sería apresado y su carga, confiscada.
Baile de máscaras, campaña para Ánima Beyond Fantasy, 2×00-2×01. Con Julien Lafleur d’Aubigne (Alcadizaar) y su hermano Jacques (Aldarion), Colette/Noel Leclair de Dunois (Menxar) y Michel Laffount de Gévaudan (Charlie).
Fin de la primera sesión (La Boda) y partes anteriores jugadas vía videoconferencia. Los tejemanejes de Eljared empiezan a afectar a Gabriel y a nuestros protagonistas y se entremezclan con las preocupaciones más mundanas de cada cual.