A nadie sorprenderá ya si digo que tengo debilidad por el subgénero bélico de escuadrón. Toaru Hikūshi e no Koiuta (Canción de amor para un piloto) entra dentro de este género. Es una serie de novelas ligeras de Koroku Inumura (historia) y Haruyuki Morisawa (ilustraciones), adaptada al anime en 13 capítulos bajo la dirección de Toshimasa Suzuki y producido por el veterano estudio TMS Entertainment.
Kal-el y su hermanastra Ariel en uno de los cascajos de entrenamiento
El gobierno revolucionario del antiguo Imperio de Ballesteros patrocina un viaje para descubrir los orígenes (mitológicos) y fronteras del mundo, en parte para conseguir rédito político, en parte para quitarse de encima a gente que les molesta. De esta forma, civiles y militares se embarcan en la gran isla flotante de Isla, en un viaje incierto. Como gobernadora-maceta de la isla Isla tenemos a Nina Viento, una muchacha que fue imagen de la rebelión por su poder de controlar el viento y que ahora sirve de bien poco. Entre los políticos de medio pelo y los militares molestos, y como refuerzo futuro, se embarcan también unos cadetes, en la academia de pilotos Cadoques.
La serie sigue las andanzas de estos chavales con lo esperable en el género: los primeros vuelos, las rivalidades, el amor, las primeras muertes, el mundo que se viene abajo. Destacan los dos protagonistas: Kal-el Albus (Natsuki Hanae, Kosei Arima), identidad falsa bajo la que se oculta el príncipe heredero del Imperio de Ballesteros, y la propia Nina Viento (Aoi Yuuki) , artífice de la caída del Imperio y de la muerte de los padres de Kal-el Albus. El resto del escuadrón, como suele ser norma, están bien dibujados, teniendo todos su protagonismo, como Ariel Albus (Ayana Taketatsu, Suguha Kirigaya en SAO), la hermanastra de Kal-el que cierra el triángulo amoroso, el misterioso Ignacio Axis (Kaito Ishikawa, visto en GATE) o el regordete y simpático Mitsuo Fukuhara.
br>Los pilotos de verdad tienen aviones algo mejores
El diseño de los aviones es curioso, unos hidrocanoas anfibios de alas basculantes, con detalles muy curiosos como la trampilla en el suelo de la cabina para ver dónde aterrizar (o tirar el paquete) y otros no tanto (como lo de intentar derribar algo con un fusil). Todo gana, desde luego, cuando aparecen modelos alemanes de la Segunda Guerra Mundial, y es que los Stuka se las apañan para quedar genial en cualquier plano.
La serie en sí no está mal. Aprueba en el apartado técnico y la historia mantiene el interés durante los 12 capítulos. Emociona, llega incluso a hacer saltar una lagrimita y consigue que se le perdonen las partes malas. No es mal visionado.
Ah, el capítulo 13. Sí, dije que eran 13 capítulos. Bueno, la serie narra un viaje iniciático y, en éstos, lo importante es más el viaje que lo que nos espera al final, ¿no?
La versión que he seguido es de Anime Underground.