Pendragón — La batalla de St Albans

495 amenazaba con ser peor que 494. El poderoso ejército sajón de Octa y Eosa campaba a sus anchas por Lindsey y Lonazep. 10.000 bárbaros sin nadie que le hiciera frente. Los rumores apuntaban a que Uther estaba moribundo y el desánimo cundía por doquier. Aquellos que habían venido con Uther y Aurelio del continente treinta años atrás se preguntaban si no tendrían que emigrar de nuevo y dejar sus tierras al invasor sajón.

En estas Merlin volvió a aparecer para salvar a Britania de su hora más oscura. Se presentó como un niño perdido en Sutton, en casa de sir Elffin el Bueno. El mago interrogó hábilmente al caballero, poniendo a prueba su modestia y generosidad. Satisfecho al ver que, pese a las riquezas, el caballero que le ayudó a obtener Excalibur seguía ahí, se reveló como quien era y le dio un mensaje para Uther.

Allá fueron sir Elffin, sir Arcavius y sir Aeron, la Hermandad de la Daga de Plata, a Calleva Atrebatum, la ciudad de los atrebates, donde estaba la corte del rey Uther. Se encontraron con que la reina era quien dominaba la corte, y sus secretarios y guardias ofrecían un eficaz contrafuego contra cualquier intento de ver al rey, incluso para sus validos y hombres de confianza.

Por fortuna, nuestros héroes lograron la ayuda de un caballero de Silchester que hacía de enlace entre la corte real y la del duque Ulfius. Sir Elffin lo confundió con un sobrino de sir Brastias (sobrino que el famoso caballero no tenía, por otra parte) y tan seguro estaba que hasta el pobre caballero terminó dudando de la honorabilidad de su madre y de la paternidad de su padre.

Para intentar llegar a las estancias del rey, sir Elffin y sir Arcavius hiciéronse pasar por pajes, pero por error terminaron en los aposentos de la reina. Como aquélla recordaba a sir Elffin por haber cantado la derrota del rey Octa tras la batalla de Lincoln, destapose el pastel y liose la de Dios es Cristo, con la reina pidiendo socorro, sir Elffin pidiendo socorro para la reina, sir Arcavius tropezándose con todos los guardias que le mandaba sir Elffin y sir Aeron, pillo él, aprovechando para desmarcarse y colarse en los aposentos del rey, al que encontró amarillo y demacrado, pareciendo más un cadáver momificado que un rey coronado.

Pero el rey reaccionó a las palabras de Merlin transmitidas por el de Cheverell. Pidió Excalibur, pidió que se convocara a sus escuderos y oficiales. Y en San Albano estuvo Uther al frente de sus hombres. Aunque fuera en una litera.

Los sajones de Octa y Eosa habían avanzado más rápido de lo esperado, sorprendiendo a los exploradores del ejército real, y tomado por sorpresa Villa Sancti Albani, la ciudad donde estaba enterrado el primer santo de Britania. Pero las puertas de la ciudad estaban abiertas, así que la vanguardia de Logres, al mando del duque Ulfius, avanzó rápidamente, esperando tomar por sorpresa a los sajones, a quienes se imaginaban borrachos y dados al saqueo. Pero era una trampa: las puertas se cierran y los sajones caen aullando sobre los britanos. La caballería, encajonada en las calles, es inútil y la vanguardia es diezmada antes de poder retirarse. Hasta el propio duque es gravemente herido.

Envalentonados, los sajones salen a campo abierto. El ejército de Logres se reorganizó rápidamente, improvisando un flanco derecho y repartiendo a los supervivientes de la vanguardia entre el resto de unidades. Salisbury está en el centro y sobre la Hermandad de la Daga de Plata recae un difícil papel: es bien sabido el odio que el rey Octa profesa a los tres caballeros de la Hermandad, pues lo hicieron preso en Lincoln y casi frustraron su posterior huida. El Hacha Coronada del blasón de sir Arcavius representa la propia hacha mágica de Octa y su presencia en el campo de batalla en una afrenta para el rey sajón. Es por ello que han de hacer de cebo, atraer el ataque del rey sajón y llevarlo hasta las líneas britanas. Forman con nuestros tres héroes los caballeros de Winterslow, los de West Lavington y el caballero de Silchester que les ayudara a ver al rey.

La primera carga empezó mal: al verse rodeado de sajones, sir Elffin dio un alarido infrahumano y salió al galope. Tan terrible rictus de furia y locura tenía que nadie osó frenar su carrera y se perdió en el horizonte. El desánimo cundió en la unidad, pero sir Arcavius reaccionó, arrastrando a sus hombres sin dejarles pensar.

—¡Vamos, vamos, vamos! ¡Empujad, que ya son nuestros!

Y empujaron, vaya si empujaron. Avanzaron tanto que se vieron aislados de su ejército, rodeados por turbas de sajones vociferantes, gritones, chillones y cantores cuyo único propósito en la vida, parecía, era enterrar sus afiladas hachas en cráneos britanos. Rompieron lanzas y siguieron con las espadas. Algunos caballeros fueron desmontados y se perdieron en la vorágine. Pero siguieron avanzando.

De repente, estaban en la retaguardia enemiga, frente a las reservas sajonas. Entonces, el rey Octa los vio, el odio nubló su mente y cargó contra ellos, arrastrando a sus guardaespaldas. El rey sajón parecía poseído, con los ojos inyectados en sangre y echando espuma por la boca mientras gritaba «¡Mi hacha, mi hacha!». Con su ímpetu desbandó a los caballeros de Salisbury, pero sir Arcavius le salió al frente. Terribles golpes se intercambiaron ambos guerreros, golpes cada uno que hubiera matado a dos o tres hombres normales, pero sir Arcavius no cedió y de un golpe le hundió los sesos hasta el pecho.

Muerto el rey, los sajones se hundieron. Sólo su flanco derecho, comandado por el rey Eosa, aguantó. El gigante rechazó a los britanos, hiriendo gravemente a sir Brastias y logró retirarse de forma ordenada, pero apenas le quedaba un puñado de hombres y no suponían ya una amenaza. Aún les quedaba un largo camino hasta Deira y Nohaut y los hombres de Lonazep y Lindsey les esperarían para pasarles factura por el invierno pasado.

Había sido una gran victoria gracias a la Hermandad de la Daga de Plata y las bajas, por lo menos para Salisbury, aceptables. Del grupo de sir Arcavius sólo hubo que lamentar dos muertos: uno de sus escuderos y sir Gwilym de Little Cheverell, tío de sir Aeron. Otros 8 caballeros de Salisbury murieron en la batalla o por las heridas sufridas, entre ellos sir Landri, el hijo menor de sir Amig el Viejo. Éste, por su parte, había sido herido mientras protegía a lord Roderick, que había quedado atrapado bajo su caballo durante la batalla y cerca había estado de morir.

Hasta el rey Uther tenía mucho mejor aspecto y el color había vuelto a su rostro. Alabó la valentía de los caballeros de Salisbury y prometió tan gran recompensa a nuestros héroes como grande había sido su servicio a Britania, ofreciéndoles el asiento de honor en el banquete de la victoria. Pero sir Arcavius y sir Aeron se disculparon ante el rey y el conde y pidieron permiso para buscar a sir Elffin. Y así, al no estar presentes en el Infausto Banquete, salvaron la vida.

Como le diría sir Arcavius a un avergonzado sir Elffin, fue un designio divino.

Porque en el banquete de honor, en el salón del castillo de Villa Sancti Albani, en el que participaban el rey, los grandes nobles y sus oficiales, se infiltró una bruja sajona y envenenó la bebida.

2 comentarios para “Pendragón — La batalla de St Albans

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.