Dentro del XV Ciclo de Música Sacra de Badajoz tuvimos este pasado sábado, primero de Semana Santa, el octavo concierto de abono A de la Orquesta de Extremadura, con Jesús Amigo a la batuta. El plato fuerte, el Réquiem de Mozart, con el Coro de la Fundación Orquesta de Extremadura y los solistas Raquel Lojendio (soprano; también participó en el concierto de El Mesías), María José Suárez (contralto), Agustín Prunell-Friend (tenor) y Josep Miquel Ramón (barítono bajo). ¿Qué puedo decir? En directo no tiene nada que ver con lo que podamos escuchar en una grabación. El coro te arrastra de un lado para otro como el mar en la playa. La orquesta te sube al paraíso… y el móvil te devuelve al infierno. Esta vez fue sólo uno (no como el año pasado), pero le hacen aflorar a uno ciertas ideas no muy cristianas (o muy cristianas, según se mire). Los solistas, inmerecidamente, pasaron algo desapercibidos: la orquesta tendía a taparlos y el coro, a chupar cámara.
Comenzaba el concierto, por otra parte, una obra de encargo para la ocasión, que despertaba en mí los habituales recelos (sigo pensando que los mejores compositores para orquesta de hoy en día se dedican a las bandas sonoras). Los comentarios de la obra que venían en el programa acentuaban mi pánico. Y al ver la sobrecargada sección de percusión casi salgo corriendo. Sin embargo, Nacencia, de Iluminada Pérez, es una obra hermosa, que convierte el poema La nacencia de Luis Chamizo, en extraño texto sacro. Tras un comienzo, un tanto largo y que llega a cansar, donde la orquesta (especialmente llamativa la percusión), con ayuda sonidos grabados y el olor a tierra húmeda y hierba recién cortada (que llegó a ser mareante en algunos momentos), no sitúa en el campo, al anochecer, listos para que el recitador ataque una versión resumida del poema de Luis Chamizo, con la orquesta acompañándolo y realzando en todo momento el texto, dando una fuerza que Carmelo Sayago, el recitador, no tuvo. Y no porque lo diga yo, que para mí no hay nadie que recite La nacencia como Alberto Senda. Mi acompañante opinó lo mismo: Sayago, demasiado irregular, no estuvo a la altura.
En la orquesta teníamos de nuevo a Lorena Corma, que esta temporada sólo la había visto en el primer concierto, y nos llamó la atención ver al pianista de la obra de Iluminada Pérez, José Luis Porras, en el coro durante el Réquiem. Como concertino repetía Juan Luis Gallego.