La novela ligera es un fenómeno típico japonés, novelas cortas, con bastantes ilustraciones, dirigidas al público juvenil. Así dicho puede ser un poco difícil de entender, porque en España no… ¡Caramba! Me acabo de fijar en las novelas de Los Siete Secretos, Los Cinco, Puck, Los Hollister, Los tres investigadores. Parece que en eso llevamos unas cuantas décadas de ventaja… Aunque, a decir verdad, las novelas de las colecciones anteriores suelen estar destinadas a un público más joven y tienen bastante más literatura que la típica novela ligera japonesa, que más bien sería como un cruce de un libro del Barco de Vapor y una novela del oeste de Estefanía con algunos dibujos molones. Suelen formar series, en plan folletín clásico, y no pocas terminan adaptadas al manga o al anime.
Shana en clase
La serie que comentamos hoy cumple estas características, perteneciendo, además, a un subgénero bastante popular (por lo menos, en lo que a adaptaciones a anime se refiere): la novela romántica con toques fantásticos, cuyos protagonistas son adolescentes, una chica que tiene problemas para relacionarse y lo camufla con un carácter violento y un chaval que es un buenazo idiota perdido pero que se lleva bien con todo el mundo y todas, todas, se enamoran de él (¡qué bien! En Japón no se enamoran todas del macarra… y yo voy y me lo creo). El lector verá que están enamorados desde el principio y cómo nunca, jamás, pasa nada: equívocos, enredos, líos… Bueno, al menos tienen líos románticos. En Estados Unidos tres adolescentes de entre 14 y 16 años lo único que hacen para matar el rato es resolver crímenes y misterios y contárselo luego a Alfred Hitchcock. Seguramente, los sesudos psicopedagogos de pro de hoy en día hablarían de relaciones homosexuales reprimidas y vaya usted a saber qué.
En fin, tras este rollo tertuliano a lo Garci, hablemos un poquito de la serie. Shakugan no Shana, serie de 2005 del efectivo estudio J.C. Staff, es adaptación de (parte de) la serie de novelas ligeras del mismo nombre (22 hasta la fecha) de Yashichiro Takahashi, y está dirigida por un eficaz Takashi Watanabe (Ikkitousen) que también ha dirigido la segunda temporada, la película y varios ovas y especiales… y hace unos meses que vengo oyendo hablar de una tercera temporada.
La serie arranca cuando Yuuji Sakai, el idiota protagonista, se encuentra con La Cazadora de Ojos y Pelo Ardientes, una flame haze, una bruma ardiente, cazadora de «bichos» del Mundo Carmesí, que se alimentan de la existencia de la gente y que ya se merendaron a Sakai, pues este no es ya humano, sino un resto, una llama que se va apagando, creada con la personalidad y recuerdos del auténtico Sakai para que la desaparición del humano sea más paulatina y no afecte al tejido de la realidad.
Shana en combate
Muerto el protagonista, se acabó la rabia, pero no: resulta que no es una llama normal y corriente, sino que posee la capacidad de recargarse en la medianoche, además de otros talentos curiosos (no, el de relacionarse con la gente no está entre ellos), por lo que terminará formando equipo con la bruma ardiente, a la que dará el nombre de Shana, nombre tomado de la katana que lleva. Shana, por su parte, adoptará una identidad humana e irá al cole con Yuuji, chocando con la frágil Kazumi Yoshida (Ayako Nodame Kawasumi), la otra enamorada de Yuuji. Además, en la ciudad se celebrará un congreso de brumas ardientes, empezando por la alcohólica y sanguinaria Margery Daw (Hitomi Nabatame, Kanade), que terminarán implicando a varios de los compañeros de clase en la guerra contra los habitantes del Mundo Carmesí.
Rie Kugimiya, la seiyuu de Shana, se ha hecho especialista en estos papeles. Prácticamente es el mismo que tiene en la pobre Zero no Tsukaima, donde repite compañero, Satoshi Hino, y en la entretenida Toradora. Por suerte para nosotros, Shakugan no Shana es mucho más entretenida que la innombrable Zero no Tsukaima, gracias, sobre todo, a un guión más elaborado, un director que sabe plantear episodios con ritmo (aunque tiene algún que otro momento bluff) y a unos personajes y sus relaciones muy (o, por lo menos, bastante) interesantes.
Así, en la primera mitad de la serie vemos la lenta aceptación de Yuuji de su nuevo estado y la progresiva humanización de Shana, donde los amos de la pista son la madre del primero, Chigusa, el personaje más peligroso de toda la serie, y Alastor (genial la voz de Masashi Ebara, la voz de Voldemort en el doblaje japonés de Harry Potter, aunque igual os dice más saber que es la voz de Maito Gai en Naruto), el señor del Mundo Carmesí que ha hecho el pacto con Shana para que esta se convierta en bruma ardiente. Tenemos también la llegada de Margery Daw con Marchosias y cómo arrastra a Keita y a Keisaku, dos compañeros de clase de Yuuji y el enfrentamiento con Friagne y otros bichos raros. La segunda parte nos arrancará contándonos la historia de Shana y presentando a la habitual personaje que viste de criada (tienen fijación), la bruma ardiente Wilhelmina Carmel (la habitual de este blog Shizuka Itou: esta es la séptima serie suya que comento; a ver si alguien hace la lista de serie y personajes, que yo no tengo ganas) con su señora Tiamat (Akeno Watanabe, con muy, muy poco guión), retroceder un montón en la relación entre Yuuji y Shana (vamos, que si se lían se acaba la historia, así que a comportarse como si no se conocieran), y preparar la traca final con los malos más malos, el Bal Masqué: Sydonai, Bel-Peol y la dulce Hécate (Mamiko Noto, Yukino en Mai HiME).
Al final, lo que nos queda (siempre que hagamos una pausa entre ambas partes de la misma para que no nos resulte tan chocante el retroceso de la relación entre los protagonistas) es una serie entretenida, un tanto lastrada por su parte de instituto y comedia romántica. Pensada, sobre todo, para un público joven, pero que al final termina enganchando aunque sólo sea por sus personajes (yo ha habido ocasiones en las que he seguido viéndola esperando la siguiente aparición de Chigusa, Sydonay o Alastor). Una serie de acción light, que también hacen falta.
Por cierto, el pan de melón no tiene nada de melón. Es un pan dulce, a veces con algún relleno.