Simoun

El subgénero bélico «de escuadrón», esto es, las andanzas de un escuadrón de pilotos o de la tripulación de un avión, ya lo hemos tocado en el blog con la fallida The Sky Crawlers. Hoy volvemos a él con una serie de Studio Deen que ya tiene su tiempo (2006) y dirigida por Junji Nishimura. La serie nos transporta a un mundo donde todos los bebés nacen niñas. En la Teocracia de Simulacrum, el más próspero de los países, las niñas acuden a la Fuente para elegir, conscientemente o no, su sexo adulto en la pubertad, sobre los diecisiete años. En el industrializado y contaminado Argentum, el sexo se decide cuando aún son bebés, mediante operaciones quirúrgicas y hormonas. Simulacrum mantiene el monopolio de los motores de hélice (o helicoidales), ambicionados por Argentum, lo que provoca que la guerra entre ambos países estalle.


Paraietta en su simoun

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Glasslip

Glasslip, de Junji Nishimura (True Tears), es una serie ligera de 13 episodios de la temporada de verano de 2014 con un planteamiento bastante simple y un desarrollo suave, sin estridencias, que la convierten en, eso, una serie para ver en verano, sin pensar mucho, o como descanso de otra de más enjundia. Tenemos un grupo de amigos en verano, en un pueblo pequeño, y un chaval que llega al pueblo, rompiendo el equilibrio del grupo. El muchacho es callado, arisco, más raro que un perro verde (cosa que entiendo, con los padres que tiene) y oye voces. Una de las chicas, algo cortita, tiene visiones. Un poco de magia sin demasiada transcendencia para una historia de amistad, amores y desamores que no saca todo el partido que pudiera al tema de las visiones. No pasará a la historia como una gran serie, pero tampoco como una mala serie. Particularmente, la recomiendo porque me relajó verla.


La versión que he seguido es de Unmei no Chikara. Tiene una traducción coherente y un buen acabado, muy recomendable.

Con esta entrada inicio uno de mis propósitos de año nuevo: dedicar los lunes a una reseña breve de una serie o película. A ver si consigo tener un ritmo medio decente.

SAO y Log Horizon

La maquinaria editorial japonesa me da miedo. Ver cómo se exprime una idea que se pone o ponen de moda hasta que la agotan, hasta el punto de que no sabes qué es creatividad del autor y qué mero producto enlatado. Por ejemplo, las series de novelas y sus respectivos animes con un pánfilo y una tsundere de protagonistas (Shakugan no Shana, Toradora, Zero no Tsukaima). El proceso se ha repetido en las últimas temporadas con dos series basadas en sus respectivas novelas ligeras de planteamiento similar. En este caso, los jugadores de un juego de rol online se ven atrapados dentro del juego, argumento que no sé hasta qué punto ha sido usado en el pasado (imagino que algo habrá, es muy socorrido). Partiendo de esa misma premisa, ambas siguen derroteros muy dispares, pero resultan, cada una por sus motivos, de recomendable visionado.

Sword Art Online

Asuna en acción

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Uchuu Senkan Yamato 2199

Pese a la mala fama que les pueda estar dando el Hollywood actual, los remakes han sido siempre una opción válida y muy digna de volver a contar una historia. Ahí tenemos, por ejemplo, los casos de La cosa, de Carpenter, Primera plana, Ben Hur o El Dorado. El mundo del anime tampoco es ajeno a esta opción y los remakes, a veces por tema presupuestario (la versión original se hizo con cuatro duros y su posterior popularidad justifica una versión de más entidad), a veces por edad, no son nada extraños. Si encima metemos a Leiji Matsumoto (el creador del universo del capitán Harlock) en la ecuación, el encontrarnos con una nueva versión o revisitación de su obra es algo seguro. Que ésta sea de calidad, no tanto.

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Si es que son buenos II

La tenía aparcada en el disco duro desde hace Dios sabe cuándo. Seguramente, desde algún reshare perdido.

Había intentado empezarla alguna que otra vez, sin pasar del primer capítulo. Demasiado reciente tenía a sus hermanas, estaba empachado. Y, aunque me gustó Clannad, la verdad es que mi favorita es Kanon. Así que ahí la tenía, abandonada. Hasta que me he encontrado con una crisis de series por ver.

Simpática, dije en el primer capítulo.

Cuánta comedia, pensé de los tres siguientes.

Oh, esto me suena, vino el cuarto. Y el resquemor.

La historia es vieja. Con gato, no con zorro. No llega al nivel de aquélla y es predecible.

Pero ya tengo el pañuelo en la mano.

Si es que son buenos los jodíos.

Clannad After Story.

Durarara!!

A buen entendedor… Tenemos novela ligera de Ryohgo Narita (Baccano!), adaptada a anime por el estudio Brain’s Base (Baccano!) bajo la batuta de Takahiro Omori (Baccano!) y… bueno, y el resto del equipo que participó en aquélla. Como Baccano!, amontona un porroplexo de personajes y situaciones aparentemente inconexas, jugando con saltos de tiempo, cambios de punto de vista, amén de mil y una referencias, cameos y guiños. No es tan salvajemente violenta como Baccano!, pero destila el mismo humor a ratos negro, negrísimo, a ratos absurdo. Y el opening, al igual que la anterior serie, es de obligado visionado al principio, pues nos presenta a los distintos personajes. Sin chuleta, al principio es un auténtico lío.


Parecen simpáticos. Y lo son. Pero también dan mucho miedo.

La serie está ambientada enteramente (bueno, salvo algunas escenas) en el barrio de Ikebukuro, en Tokyo. Empezamos siguiendo a Mikado Ryuugamine, un chaval de pueblo que llega a Ikebukuro para estudiar en un instituto de la zona, siendo recogido en la estación por su amigo de la infancia Masaomi Kida. Con él como cicerone aprendemos lo básico del barrio: conocemos a la mala bestia de Shizuo Heiwajima, el gigantón ruso negro de Simón, siempre haciendo publicidad del restaurante Russia Sushi, el pintoresco grupo de Kyohei Kadota, el motorista sin cabeza, la existencia de diversas bandas, como los Dollars… Un lío difícil de desentrañar que irá desplegándose en los siguientes episodios, presentando a los personajes uno a uno mientras hace avanzar la trama en un primer arco de la serie. Tras un episodio extra absurdo y genial, arranca un segundo arco de narrativa más convencional y quizás algo más flojo en su desarrollo, centrado en Mikado, Masaomi, una chica tímida llamada Anri Sonohara y los secretos que cada uno de ellos oculta.

Sin alcanzar la genialidad de Baccano!, Durarara!! es una grandísima serie que mezcla sin complejos realismo y fantasía, humor, violencia y drama. 24 episodios más dos especiales (de los cuales, el primero, como he dicho, es una delicia) que piden un visionado pausado y volver a ella en un futuro para, como en Baccano!, terminar de atar cabos y ver dónde se van sembrando las historias.

He seguido la versión que realizaron conjuntamente Nanikano y Backbeard.

Last Exile

Dos países enfrentados en una serie interminable de guerras, Anatoray y Disith, con sus orgullosos acorazados volantes destrozándose alegremente; Guild, una organización que monopoliza la tecnología y arbitra las relaciones entre Anatoray y Disith; una mujer ambiciosa dispuesta a destruir el mundo con tal de conseguir lo que anhela, Delphine Eraclea, señora de Guild; y un misterio de la antigüedad, el Exilio, nave mítica perdida en una zona de brutales corrientes de aire llamada el Océano Turbulento. En este tablero de ajedrez se mueve el Silvana, acorazado corsario de Anatoray construido a espaldas de Guild con el objetivo de hacerse con el Exile, y a él se ven arrastrados Claus Valca y Lavie Head, dos pilotos de vanship (pequeño aparato volador, cruce de coche de los años treinta y avión sin alas, usado en mensajería y en carreras y, en el Silvana, como cazabombardero).


El Silvana en el Océano Turbulento

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Chihayafuru

El género deportivo es bastante común y popular en el manga y anime para chicos (shonen). Chihayafuru es un ejemplo de serie de deportes para chicas: comparte los habituales temas de esfuerzo de superación, compañerismo y masoquismo (por el tiempo de entrenamiento), pero se aleja (no demasiado, no demasiado) de los combos imposibles y no esconde que, en realidad, nos cuenta una historia de amor, un triángulo amoroso con chica guapa pero tonta, chico raro y distante y guaperas desgraciao. Se adereza con torneos, rivales, secundarios destacables y unos cuantos golpes de humor absurdo y tenemos una serie muy entretenida y emotiva.


¡Zouuum!

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Shin Sekai Yori

Posiblemente la mejor serie de la temporada de invierno pasada y una de las mejores de los últimos años sea esta adaptación en 25 capítulos de la novela homónima de Yusuke Kishi que nos traslada a una sociedad utópica y rural de humanos con poderes (el Conjuro) que viven en paz y armonía. De la mano de la niña Saki Watanabe, muchacha a la vez inquisitiva, inconformista, pasiva y lenta, y sus compañeros de clase Shun Aonuma, genio precoz; Satoru Asahina, amante de historias de miedo y ciertamente belicoso; Maria Akizuki, de hermosa cabellera roja y el delicado Mamoru Ito y a lo largo de 14 años descubriremos los horrores ocultos de este mundo feliz y sus porqués. El porqué de la barrera que separa el pueblo del exterior, el porqué del sistema educativo, el porqué los padres de Saki murmuran en la noche, el porqué del miedo bajo la paz y otros, aún más oscuros y tenebrosos.


Idílico día de clase

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Girls und Panzer

La serie que traigo hoy para reseñar es mala. Pero mala. Es una tontería que sólo se le puede ocurrir a los japoneses. Es una serie de deportes y es una serie de lolis moes, con todos los tópicos juntos a medio batir: personajes definidos a brocha gorda, equipo recién formado con mucha voluntad y poco entrenamiento dispuestos a comerse el mundo, algún drama familiar de las niñas con sus padres. Un horror.


Pero… Hay tanques.

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