Al contemplar los ejércitos de Rah y de Zhorne Giovanni frente a frente en los campos de Términus, Neltha Laglaush tuvo el presentimiento de que ése sería el último día que vería a sus amigos, compañeros y enemigos. Al caer la noche y buscar refugio en la extraña tormenta eléctrica, con la esperanza de poder aprovechar la oscuridad para llevarse por delante a alguno de sus perseguidores, se acordó del presentimiento y sonrió con resignación. Sonrisa que se trocó en gesto perplejo cuando, tras ser absorbida por el turbulento ojo negro, se encontró en una pacífica llanura de altas hierbas. Sin rastro de amigos, sin rastro de compañeros, sin rastro de enemigos.
Así llegó Neltha Laglaush a este extraño mundo dominado por La Máquina. Se mezcló con los habitantes y encontró otros como ella, viajeros de otros mundos o descendientes de ellos. Así supo de la existencia de las puertas y dedicó su vida a buscarlas, convencida de que no se trataban de un fenómeno natural. Encontraría su primer portal de casualidad, bajo las ruinas de Ulum Dum, una de las Cinco Ciudades enanas de la antigüedad, destruida durante la Gran Guerra contra La Máquina o durante el Largo Invierno posterior. Ulum Dum, situada en un valle en la ladera sur de la gran cordillera de Zarukhtaz, había sido la ciudad enana más abierta al contacto con otros pueblos y la primera que se alió con los atlantes contra el ataque de La Máquina. Sepultada por un gran corrimiento de tierras, había quedado olvidada hasta que Neltha, tras vagabundear por varias cuevas de la ladera sur de la cordillera, halló una entrada a las ruinas.
Allí abajo, tras la sala-museo dedicada a los Monolitos de los Primeros Dioses, Neltha encontró una fisura, quizás provocada por el corrimiento que sepultara la ciudad, quizás encontrado por sus propios habitantes en los últimos días, que, tras una laberíntica red de túneles, la llevó a una caverna artificial con el artefacto más extraño que jamás había visto, formado por varios discos metálicos concéntricos que giraban con distintos sentidos y velocidades. No tuvo tiempo de estudiar el portal: una expedición enana alcanzó también las ruinas y, al verla allí y sin dejarla tiempo para explicarse, la atacaron, usando el portal para encerrarla en un pequeño bucle dimensional. Atrapada en un instante eterno.
En algún momento, la fuente de energía del portal empezó a agotarse y el tiempo se filtró en la prisión de Neltha. Consciente así de su situación y aprovechando la misma debilidad del bucle dimensional, logró proyectar su consciencia al exterior, buscando una mente afín a la que poder guiar para que desactivara el portal y deshiciera su prisión. La encontró en Svala Ojos de Hielo, que pasaba cerca de Ulum Dum en su expedición de verano.
Dos años le costó que Svala reuniera hombres para acudir a las ruinas de la ciudad enana, contando en el viaje con la ayuda del Ícaro. Fue una expedición accidentada que incluyó el secuestro de la princesa heredera del pequeño reino de Burgundaria y peculiares negociaciones con las dríades de Broceliande y se encontraron con una Ulum Dum colonizada por extrañas criaturas a las que Tormund el escaldo llamó orcos. Y con enanos, plaga de las plagas. La expedición de Mardin, la arqueóloga. La tripulación de Svala expulsó a los orcos y negoció con los enanos, logrando acceso al laberinto subterráneo que daba al portal, plagado ahora de letales trampas que dejaron sus captores. Svala y el SG-3 (Dragunov, Smith y Sassa Ivarsson) se adentraron en las profundidades. Nuestros padres nos indican el camino, comenzaba el acertijo que debía franquearles el paso. Smith no lo consiguió.
Dragunov retiró el MPC que alimentaba el portal, rompiendo el bucle dimensional. Neltha apareció en el centro del portal. Por fin volvía a sentir la gravedad en sus huesos, el aire en su piel desnuda. Volvía a oler, a oír. Se estiró gatunamente y sacudió su melena plateada. ¡Libre! Tenía sed. Tenía hambre. Mataría por un cordero. O dos.
Se acercó al hombre de ojos de águila, escudriñándolo con sus penetrantes ojos rojos. La ascendencia de Sólomon era evidente. Una dolorosa punzada de nostalgia.
—Soy Neltha Laglaush. También provengo de Gaïa. Y soy un dragón.