Nephilim — La caída de Yaltaka

1255 fue el año de la venganza de Ephram el traidor. Despojado de su rango y posición tras la vuelta de Uzbia, había logrado huir en el caos siguiente a la toma de posesión de Yaltaka como cónsul de Francia en 1246. Había estado desaparecido de la circulación desde entonces, aunque los informadores de Ethiel lo situaban bajo la protección del Pater Imperator Endymythalion, viejo amigo y eterno rival de Uzbia. Por eso mismo, muchos creen que Endymythalion estuvo detrás de los sucesos que ocurrieron ese verano y otoño. Otros, que, aun conociendo los planes del traidor, no participó en ellos, más allá de prepararse para pescar a río revuelto.

Ese año acudieron a Bizancio los cuatro Pater Imperator despiertos para celebrar un informal Capítulo del Emperador que buscaba cerrar el asunto del Imperio Bizantino hasta la vuelta de su Pater Imperator —Recordemos que Yaltaka había resucitado a este moribundo Imperio, canibalizado por sus vecinos—, quedando el silfo como Imperator del Imperio de Occidente durante la ausencia de Uzbia. Fue éste el momento elegido por Ephram para llevar a cabo su venganza.

El alcance de sus planes nos es desconocido. ¿Fue sólo una venganza personal contra Yaltaka? ¿Fue un golpe de estado, con el que buscaba hacerse con el control de todo el Imperio? ¿Buscaba descabezar al Imperio para recuperar su dominio sobre Francia, para luego negociar desde una posición de poder con Uzbia o unirse al Imperio Romano de Endymythalion? Fueran cuales fueran sus intenciones, lo cierto es que Ephram tenía aún numerosos agentes y simpatizantes dentro de la estructura operativa del Imperio, pese a las purgas y limpiezas orquestadas por Uzbia en Hispania y Ethiel en Francia.

La piedra clave de su plan consistía en la eliminación de Yaltaka. La fortuna le sonrió, pues hemos visto como los Guardianes del Grial recalaron en la costa cantábrica. Lejos de la protección de Ethiel y del personal de París, el silfo era vulnerable. Ephram movió ficha con rapidez y Yaltaka cayó en sus manos como fruta madura: un correo rápido invocado por un topo de Ephram le convocaba a París, separándolo de sus amigos. Una vieja aliada del traidor, Nerrad la Emperatriz, entró en escena. Convertida ya en selenim, orquestó la captura del silfo y lo entregó a los templarios, un crimen atroz que pocos nephilim serían capaces de perpetrar y que, de haberlo sabido los agentes y contactos de Ephram, sin duda habría provocado el rechazo a sus planes.

Pero resulta difícil mantener conspiraciones en secreto cuando hay un gato curioso en la vecindad. Hacía tiempo que Ethiel andaba preocupado por los movimientos de Ephram y el intenso movimiento de adeptos en Hispania con Uzbia fuera y Yaltaka de viaje le llamó la atención. Estuvo a punto de impedir el secuestro de Yaltaka, pero Nerrad, que se movía fuera de sus redes de información, le ganó por la mano. Aun así, la situación no era desesperada. Los templarios tenían ahora una patata caliente entre manos y debían sacarla de la Península antes de que terminaran abrasados.

Los templarios sabían qué tenían entre manos. Una pieza muy valiosa de la que esperaban obtener mucha información sobre el arcano del Emperador y sobre el Grial antes de convertirlo en un poderoso homúnculo. Contaban con la garantía de Nerrad de la inoperancia del Arcano en las Hispanias, pero no podían esperar que fuera una operación sencilla. El nombre de Yaltaka y el de Ehtiel eran harto conocidos por el Temple en la guerra de poder que se libraba bajo el trono de Francia. Contaban los templarios con la presencia de la Liadain
en el Golfo de Vizcaya, lo que les abría el Mediterráneo. Lo más lógico era despachar al silfo a Tierra Santa por mar y el puerto de embarque más adecuado para ello era del de Barcelona. El plan era muy simple y hubiera tenido éxito de no ser por dos detalles.

El primero lo formaban los amigos de Yaltaka, Pírixis y Menxar. Ajenos al Arcano y, en el caso de la Dama del Lago, invisible para casi todos, en ese momento eran los mejores «agentes» de Ethiel y los más cercanos a los templarios que habían aprisionado al silfo. Tras hacerse con el Libro Negro y matar a Sarrask, ambos volvían siguiendo el Camino de Santiago, donde fueron alcanzados por un mensajero del gato. Puestos al tanto de la situación, forzaron la marcha hacia Barcelona.

Adonde no hubieran llegado a tiempo de no ser por el segundo detalle: la Liadain no estaba en el Golfo de Vizcaya sino en el de Cádiz cuando se produjo el secuestro de Yaltaka. Darq’ab, su capitán, una vez liberado de tareas por el silfo tras dejarla a ella y a sus compañeros en la costa cantábrica, había puesto rumbo a Aigues Mortes, su puerto base. Viajaba sin prisa, tomándoselo como un recreo, pero su pasado militar y pirata le hacían tomar precauciones de forma instintiva. La Liadain viajó todo el camino envuelta en niebla y sin ser avistaba por nadie. Impulsada por los Remeros Incansables de la Ciudad Sagrada podía mantener un ritmo de marcha que sólo se lograría con la propulsión a vapor, 700 años después, plantándose frente a las costas catalanas antes de la llegada de los templarios a Barcelona.

No se amilanaron los templarios por el contratiempo y decidieron forzar la ruta terrestre, a través del Languedoc. Formaron una caravana fuertemente armada, dispuesta a todo. De lento andar por el tren de carromatos, dio tiempo a que Menxar y Pírixis se unieran a Darq’ab y les emboscaran en los bosques pirenaicos. El tritón con infantería de marina, dos cohortes de Centinelas de Bronce de los Bosques de Fuego de Pharphar, deberían entretener a los templarios. Menxar, con un pequeño grupo de guerreros, abriría paso hasta la carreta que llevara a Yaltaka, para que Pírixis pudiera entrar y rescatarlo.

El tritón, veterano en varias campañas contra los piratas de Cilicia en tiempos de la República Romana, capitán de una galera de la flota de Agamenón y pirata a su vez en las costas de Sardinia durante largos años, desenvainó con cuidado su pesado sable y se incorporó, oteando entre la espesa niebla que se aferraba a los grandes árboles. Los ojos rojos, invisibles al ojo humano, de sus guerreros estaban clavados en él, esperando la orden. Al otro lado de la caravana, localizado ya el carromato que transportaba a Yaltaka por visión-ka, Menxar y Pírixis también aguardaban, la Dama del Lago quizás recordando batallas contra sajones bajo la misma espesa niebla, en grandes bosques y en compañía de su marido e hijo, tanto tiempo atrás.

Por fin, la profunda voz de Darq’ab retumbó en el bosque.

—¡Al abordaje!

Un comentario para “Nephilim — La caída de Yaltaka

  1. ¡¡¡Y que abordaje!!! (tras un breve lapso de «no sé porqué pero el abordaje en medio de un bosque me resulta algo extraño»)

    Siento los chichones… pero que no se queje, que no se le puede dejar sólo.

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