El Ícaro — Día 2

Cuaderno de bitácora. Fecha… Buena pregunta.

En la madrugada de ayer nos enfrentábamos a una tormenta en el desierto. Un instante después, era de día y sufríamos una ventisca de nieve entre montañas. Nos hemos estrellado en un valle situado a gran altitud: el altímetro barométrico marca más de 6000 metros. Es un valle alargado, orientado de norte a sur, con praderas cubiertas de nieve y bosque de coníferas en las laderas. Nos rodean unas montañas espectaculares que deben tener yacimientos de hierro, porque la brújula está loca. También hay algo que interfiere en los poderes mentales de la tripulación.

Hay un lago más o menos en su centro que esta noche refulgía con luz azulada y nos ha obsequiado con una espesa niebla al amanecer. El valle parece desierto y los científicos, siempre inquietos, han salido a tomar muestras.

Estamos posados en una antigua estructura megalítica. Supongo que será vestigios de antiguos pobladores, pero habrá que esperar a la opinión de los arqueólogos, que parecen más molestos por no poder estudiar las estructuras del Mar de Arena que por los extraños acontecimientos vividos.

El Ícaro ha sufrido graves daños, pero aún espero sacarlo de aquí. Ha perdido el propulsor número uno y la sala de máquinas de babor sufrió un incendio; nos faltan 300 metros cuadrados del revestimiento de tela barnizada, la celda de hidrógeno número 2 ha reventado y la barquilla E está abierta como una lata de conservas. Lo peor, sin embargo, es el frío. No estábamos preparados para este tiempo y la noche ha sido muy dura. Para los heridos ha sido difícil y, para complicar las cosas, el mal de altura nos está diezmando. Hasta el incombustible capitán Paolo está en cama.

El ingeniero jefe, Rayner Lute, intenta reparar el circuito primario de refrigeración, puenteando el dañado radiador de proa, para usar el calor producido por los generadores de zeón para la calefacción de la barquilla central. Los científicos y el destacamento de Wissenschaft dejarán sus barquillas para alojarse en la bodega principal. Esperemos que esto sea suficiente.

Perdimos dos hombres por el golpe que abrió la barquilla E. Otros 8 cayeron por el agujero abierto y nos temimos lo peor. Pero cuatro de ellos, todos de Wissenschaft, consiguieron agruparse a los pies del cañón que nos trajo a este valle. La segunda comandante Edana Conway logró localizarlos y el grupo de reconocimiento les llevó suministros y mantas con los cabalgavientos hasta que el señor Lute logró traerlos de vuelta.

Con el segundo grupo contactamos anoche, merced al Eru Pelegrí que llevaba Renaldo Olivares. Él, el profesor Jorgen Forgen y el artillero Dragunov, junto con la chica que recogimos del desierto, cayeron garganta abajo y no pudieron llegar al pie del cañón. Pero han encontrado a un nativo, un viejo trampero que ni siquiera habla latín. Según el viejo, hay un pueblo o señorío llamado Caer Dubh a un día de camino desde donde están. Preferiría tener a Dragunov a bordo y odio meter en esto a una civil, pero les he ordenador ir al pueblo. Necesitamos averiguar dónde estamos y contactar con Wissenschaft lo antes posible para que nos manden ayuda.

Nunca pensé que naufragaría en lo alto de una cordillera.

Capitán de fragata Jeffrey O’Hare, comandante del Ícaro.

3 comentarios para “El Ícaro — Día 2

  1. Es un hombre muy apañao. Tan pronto hace raquetas de nieve como forja espadas o vigas. Y una escopeta de corredera calibre 12 tecnológicamente varios siglos por delante del armamento «normal» nunca viene mal.

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