Pendragón — La batalla de Terrabil

491 fue un año complicado para sir Arcavius, recién estrenado abanderado de Winterslow por derechos de matrimonio. Apenas pudo disfrutar del lecho conyugal cuando se presentaba en su nueva casa su hermano, a la sazón caballero mantenido en Levcomagus: su padre había muerto, tras varios años paralizado a causa de un ictus, y su hermana se comportaba como la señora de la casa. Tal noticia entristeció y enfureció mucho a sir Arcavius, pues ninguna noticia había tenido. Convocó a sus vasallos y a sus amigos y, deslizándose por el bosque de Camelot, se presentó en villa Arcavia armado de punta en blanco. El señorío de la familia Arcavia estaba sito dentro del condado de Hampshire, en la carretera de Venta Belgarum a Levcomagus, rodeado de tierras fieles al señor de los belgae.

Fueron recibidos con mucha frialdad por el marido de la hermana de sir Arcavius, llamado sir Lupinus, cuyas tierras lindaban con las Arcavia y que no hacía sino defender los intereses de su esposa, que durante años había cuidado a su incapacitado padre y regido las tierras ante el desinterés mostrado por su hermano mayor. Sir Arcavius mantenía que eso era lo que se esperaba de una buena hija y que las tierras eran suyas por derecho. Sin forma de ponerse de acuerdo, decidieron resolverlo mediante un juicio de armas. Para hacerlo totalmente legal, esperaron a que vecinos y el propio jefe de guerra belga acudieran como testigos, siendo por parte de sir Arcavius sus amigos sir Elffin y sir Aeron, amén de sus vasallos. Para matar el tiempo, aprovecharon para solucionar un problema de robo de ganado y cosechas atribuido a hadas y que resultó haber sido causado por un sacerdote fanático, que había profanado un antiguo túmulo y prohibido la fiesta y ofrendas que se hacían frente a él en el solsticio de verano, rompiendo un antiquísimo acuerdo con el señor feérico del túmulo.

Por fin llegó el día del juicio de armas, pero éste no se produjo. En el último momento, sir Arcavius ofreció a sir Lupinus reconocerle como señor de villa Arcavia a cambio de vasallaje, cosa que el segundo aceptó al punto. Fue una gran jugada de sir Arcavius, pues al estar el feudo familiar tan lejos de sus nuevas tierras iba a tener que cederlo en vasallaje o buscar un administrador. Al dárselo a sir Lupinus lo mantenía en su familia (sería heredado por sus sobrinos), pero frustraba los planes de su hermana.

Arreglado el desaguisado volvieron a Sarum para poner en conocimiento de lo ocurrido a su señor, el conde Roderick. En Sarum encontraron a sir Brastias, guardaespaldas del rey Uther, reuniendo a las tropas para una expedición de castigo contra el duque Gorlois de Cornualles por el desaire hecho en Londres el invierno anterior, cuando él y su esposa abandonaron la hospitalidad real sin permiso. Traía también noticias del desembarco de un nuevo contingente sajón en el este, lo que los llenó de desazón. Los que estuvieron en Londres conocían que el motivo de Gorlois había sido proteger a su esposa de la lujuria real y era opinión de los caballeros de Salisbury que el acoso a su esposa y la guerra abierta eran una pobre recompensa para quien les había dado la victoria sobre Octa y Eosa.

Pero las órdenes del rey son las órdenes del rey, así que el conde Roderick convocó a sus vasallos y partieron hacia Cornualles. Sin embargo, dejó en casa un fuerte contingente: todos los caballeros de Sarum, DuPlain y Ebble, las zonas más vulnerables a un ataque sajón desde el este. El resto terminaría frente a los muros del gran castillo de Terrabil, pues el duque Gorlois, al contrario que dos años atrás, había decidido no plantar cara en campo abierto y se había refugiado en sus inexpugnables castillos: él en Terrabil con el grueso de sus tropas e Igraine y sus hijas en Tintagel, situado en un istmo de muy difícil acceso.

Como decía, las tropas de Uther (pocas, las que pudo reunir a su paso camino a Cornualles, pues la impaciencia o la lujuria le consumían) terminaron delante de los muros de los castillos sin mucho que hacer hasta que llegara sir Halifer el arquitecto. Extraño personaje éste que no usaba espada ni armadura y viajaba en mula, pero cuyo talento con catapultas, trabucos, zapas y otras extrañas palabrejas y artilugios lo hacían imprescindible en estas campañas.

Una noche de espesísima niebla sir Aeron, que estaba de guardia, vio llegar a la tienda del rey a Merlin y, al poco, le vio salir, acompañado por el mismísimo rey, sir Brastias y un tercer caballero al que no reconoció (sir Ulfius, duque de Silchester), todos armados de punta en blanco. Intrigado por tal proceder, corrió a la tienda de sir Arcavius, lo despertó y fueron al suntuoso pabellón de sir Elffin, sólo comparable a los de los grandes señores. Ya reunidos los tres, les contó lo ocurrido.

—¡Esperad, sir Aeron! ¿Decís que estabais de guardia? ¡Por los clavos de Cristo! —exclamó un escandalizado sir Elffin antes de mandar a uno de sus escuderos que se armase y ocupase el puesto dejado libre por el caballero de West Lavington.

Los tres coincidieron en que el comportamiento del rey era muy sospechoso y que, estando Merlin entre medias, seguro que habría problemas, por lo que decidieron armarse y seguir su rastro por si fuera necesaria su ayuda. ¡Y en buena hora, pues no habían terminado de armarse sir Elffin y sir Arcavius cuando oyeron al escudero del primero, desde el puesto de vigilancia de sir Aeron, dar la voz de alarma, pues sir Gorlois hacía una salida!

El campamento estaba sumido en el caos: la niebla impedía ver cuántos eran los enemigos u organizarse, el rey no aparecía, como tampoco sir Ulfius o sir Brastias y, para colmo de desgracias, el príncipe Madoc tuvo la desgracia de tropezarse con el duque Gorlois desmontado y mal equipado, siendo herido de muerte.

Nuestros tres amigos fueron de los primeros en acudir al campo armados y equipados. Sir Arcavius intentó organizar la resistencia mientras sir Elffin y sir Aeron llegaban hasta el príncipe. Sir Elffin logró desmontar al duque Gorlois y retroceder con el cuerpo del príncipe mientras los guardaespaldas de ambos señores se enzarzaban en un combate sin piedad. Tras ellos, las llamas de los incendios y hogueras arrancaban reflejos al pendón de sir Arcavius y los caballeros de Logres se reunían bajo él al grito de «¡Con el hacha coronada! ¡Todos con el hacha coronada!». Los córnicos reaccionaron cargando sin piedad, aullando «¡A por el hacha coronada! ¡Todos a por el hacha coronada!».

Pero pronto los gritos de venganza y victoria de los córnicos dieron paso al llanto desgarrado:

—¡El duque ha muerto! ¡El duque ha muerto!

Los hombres de Terrabil flaqueaban. El conde Roderick de Salisbury, que había tomado el mando de las tropas, lo vio claro y ordenó cargar sin piedad.

—¡Sus y a ellos! ¡Al castillo, empujadles al castillo!

Para entonces la batalla había terminado para la Orden de la Daga de Plata. Sir Aeron había sido derribado, herido de gravedad, en el primer enfrentamiento con los hombres de Gorlois. Sir Elffin se las había apañado para llevar el moribundo cuerpo del príncipe Madoc a un lugar seguro y ahora lo velaba, mientras sir Arcavius, asqueado de tanta matanza, intentaba refrenar a ambos bandos y negociar la rendición de Terrabil.

La muerte de Madoc afectó mucho a sir Elffin. Su lealtad al rey se resintió mucho tras esto y llegó a soltar comentarios maliciosos preguntándose dónde estaba el rey mientras su hijo caía luchando en su nombre.

El resto es historia: el príncipe fue enterrado en Amesbury, junto a su tío Aurelio, siendo escoltado el cortejo por todos los caballeros de Salisbury. Igraine se rendía a Uther y poco después se anunciaba la boda entre ambos, una buena salida al conflicto para todos, aunque agridulce para aquellos que sabían qué había causado la guerra. Hubo en Terrabil mucho trajín de emisarios de los reinos de Cambria, Cumbria y el lejano norte y sir Aeron, que por sus heridas debió permanecer en el castillo por varios meses, a muchos caballeros de tales tierras conoció.

En Salisbury todos esperaban que esto fuera el fin de las tonterías internas, porque los sajones llegados en primavera habían arrasado la fortificada y tenida por inexpugnable Anderitum [Pevensey], masacrando a todos sus habitantes.


 

2 comentarios para “Pendragón — La batalla de Terrabil

  1. Furtivo, silencioso y conspirativo fue el brindis por el Príncipe Madoc en las bodas del Rey Uther con Lady Igraine. Extendiéndose como la llama sobre un reguero de brea. Fue un brindis britano, cuando la cerveza aportada por Sir Elffin como regalo de bodas, sustituyó al vino romano que se servía hasta el momento.

    El Señor tenga en su gloria al Prícipe Madoc y que los sidhe del otro lado canten lo que los trovadores a este lado no se atreven a cantar: La heroica muerte de un hijo luchando por defender el nombre de su padre.

  2. A mí casi me da un ataque de nervios por la discusión entre Sir Arcavius y su cuñado porque ninguno quería ceder y aquello parecía un concurso de quién era el más terco. Es curioso lo que puede cambiar que te ofrezca hospitalidad el «señor» a que lo haga el «administrador»…..

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