El fin de semana tuvimos nueva partida de D&D. He aquí el resumen de lo que ocurrió, por Du Pont.
Umrae ató al drow superviviente, con lo que le parecía un buen nudo. Sería interrogado más adelante, pero antes necesitaba descansar; Höel y Ryld harían las guardias. Durante la guardia de Ryld, los nudos probaron su ineficacia, pues el drow consiguió zafarse y echar a correr hacia Menzoberranzan. Ryld, imperturbable por su entrenamiento, ni siquiera dio la voz de alarma. No quería despertar a sus nuevos camaradas. No porque le importase, sino por no mostrar debilidad. Se bastaba con sus manos desnudas para solventar el contratiempo. Barrido y al suelo. El drow se levantaba sólo para volver a caer. Al final una nariz rota, un labio partido, y más tarde en el cambio de guardia, Höel se encontraría con el drow atado con unos nudos mucho más firmes y la cara amoratada.
Tras el descanso, Höel afilaba su hacha favorita a la par que miraba al elfo y al drow maniatados. Mientras el drow suplicaba por su vida, el elfo parecía incluso reconfortado de ser ejecutado, o al menos no le importaba demasiado. En su fuero interno sabía que se encontraría en Arvandor con su prometida y con todos sus ancestros. Sólo lamentaba que la venganza que juró ante Shevarash acabase demasiado pronto. En los cinco años que transcurrieran desde la incursión drow en la que asesinaron a su prometida, Elthervar había seguido a los drows hasta la infraoscuridad. Los había exterminado como a ratas de cueva. Con poderosos conjuros ofensivos: fuego, hielo, ácido, electricidad y hasta estruendos atronadores. No era sutil; no era furtivo; no hacía prisioneros; no pedía ni concedía cuartel. Sólo llama y dolor para los asesinos de su amada. Ante el dios élfico de la venganza, Shevarash, prometió acabar con tantos asesinos drows como pudiera, y pese a no ser un superviviente ni conocer la antípoda oscura, meramente por poder desatado en bruto se había convertido en una amenaza en los túneles de los alrededores de Menzoberranzan. Cada patrulla drow que exterminaba, le quitaba algo de peso a su corazón. Su magia, fuertemente enfocada al combate, era eficaz atravesando las defensas de los drows, pero el desgaste de los años causaba mella. Su armadura noble, otrora brillante, estaba raída y era ya inservible. Su manto deshilachado no admitía más remiendos. Las insignias de su linaje estaban deslustradas; las botas que desfilaron por la corte de Argluna, tenían gastada las suelas. Cortes y heridas mal curadas se cebaban en su carne marmórea, y la malnutrición fue la causante de que le pillasen desprevenido. Esta patrulla drow tenía un propósito distinto al de vigilar los túneles de acceso a la ciudad de las arañas. Tenían una presa y estaban bien preparados para la emboscada. A pesar de ello se las apañó para eliminar a los dos magos. Eran los que más daños podían causar. La batalla estaba decidida de antemano, pero Elthelvar no tenía miedo de morir, abrazaba su fin como un descanso y un reencuentro con su amada.
No le importó que lacerasen su piel, ni que le vertiesen vinagre de vino de setas en las heridas, su mente estaba en el pasado, en los tiempos felices en los que paseaba bajo el sol de la mano de su amor. Casi no sintió las uñas arrancadas, y desde luego no escuchaba las preguntas de sus captores. Se cebaron en él durante horas, haciendo preguntas que no obtendrían respuesta. Al final fue acogido por el bendito mundo de la inconsciencia, creyendo que era su fin.
Cuando despertó la situación era rara. Sus heridas habían cerrado parcialmente; seguía atado, pero lo estaba junto a uno de sus otrora captores. Dos mujeres drow lo observaban y un enano de piel cenicienta y malencarado sopesaba abrir la cabeza de uno de sus antiguos captores o la suya propia.
—De la sartén al fuego —Pensó que por lo que parecía se había metido en medio de una disputa entre drows, que hartos de atormentar a otras razas también se mataban entre ellos. Parecía que no lo iban a torturar más, le hicieron preguntas sobre quién era y qué hacía bajo tierra. Resultó que sus conocimientos sobre la magia arcana eran de utilidad a sus nuevos captores. Los conocimientos del drow atado a su lado no parecían ser tan interesantes, por lo que Umrae lo degolló sin misericordia. En otro tiempo se habría escandalizado de un acto tan vil, pero ahora se reía de ver como otro drow le precedía en la muerte, descendiendo a los infiernos en los que moraba su impía diosa araña.
A los dos días de viaje llegaron a Menzoberranzan, una ciudad de los elfos oscuros que había sobrevivido a una reciente guerra contra el ejército duergar de Gracklstugh, la ciudad a orillas del Lagoscuro. La ciudad drow había llegado a tener hasta 20.000 almas, pero tras la guerra la cifra había caído hasta la mitad. No obstante continuaban llegando refugiados desde la destruida Ched Nasad. Lo cierto es que, a pesar de ser un antro de maldad, era un lugar hermoso. Las cúpulas de las casas nobles refulgían de luces púrpuras y violáceas. Las gigantescas estalactitas y estalagmitas de la caverna habían sido ahuecadas y modificadas para ser residencias-fortaleza y toda piedra había sido modificada con la más exquisita filigrana, acentuando los detalles con conjuros de luces en tonos fríos que resaltaban las hermosas formas. Sólo una gigantesca columna, formada por una estalactita y una estalagmita unidas, se conservaba intacta: era Narbondel. Cada veinticuatro horas el archimago de la ciudad lanzaba un conjuro de calor a su base y, lentamente, éste iba subiendo hasta la parte superior; cuando toda la columna refulgía comenzaba a enfriarse por la base hasta apagarse completamente. Este proceso duraba exactamente veinticuatro horas, tras las cuales todo volvía a empezar. Era la única forma fiable de medir el paso del tiempo en la oscuridad eterna de la ciudad.
Para entrar se reunieron con el resto del grupo, avanzando con la reata de diez lagartos de carga, el equivalente a las mulas de la superficie. Algunos guardias miraban sonrientes al elfo de la superficie que constituía un jugoso botín de guerra. A pesar de estar atado y sobre el lomo de un lagarto de carga, Eltherlvar les sostuvo la mirada y los guardias retrocedieron sobrecogidos al contemplar a la muerte en sus ojos.
Se alojaron en una posada del barrio Duzhcloim, una zona comercial, próxima al bazar, donde la clase media y los no drows más favorecidos solían tener sus residencias. El nombre formal sólo se utilizaba para actos oficiales administrativos: debido a la mezcolanza de razas y estratos sociales se lo conocía como Muchagente. Ryld se adelantó para tratar con Tolokoph, el representante de la compañía comercial La Garra Negra, bajo el patrocinio directo de la primera casa noble de Menzoberranzan. Sin duda serían atacados en cuanto se organizasen los enemigos, pues una comitiva como aquella no pasaría desapercibida. Así pues, tras asegurarse de que nadie la seguía, volvió a la posada El pulgar del Ogro donde la aguardaban sus compañeros.
Súbitamente, de la nada, apareció un maduro drow aunque bien conservado. Parecía estar en forma, con sus músculos pretensados como para saltar en cualquier momento. Ryld lo reconoció al instante como Krecyl Treak, el nuevo consorte de la matrona de la casa Millithor, su casa. Había agradado mucho a la matrona la forma en la que consiguió la vacante, asesinando creativamente a su antecesor. Tanto la impresionó, que lejos de castigarle, lo tomó como el nuevo patrón de la familia.
—Saludos Ryld Millithor —Acompañó de una reverencia informal su presentación—. Lamento aparecer de esta forma, pero los acontecimientos demandan urgencia. He sabido que La Garra Negra no piensa ceder la mercancía que transportáis a nuestra casa, al menos no sin pasar antes por la casa Baenre. Esto nos coloca en una posición vulnerable, pues el ataque de la casa Nurbonis es inminente. Llevad a la Garra Negra inmediatamente la mercancía, he preparado una pequeña incursión y la robaré. ¿Dónde está la mercancía?
—Son una serie de conjuros de un tipo de magia muy peligrosa, conocida como Magia Salvaje. Se encuentran en un libro oculto dentro de un morral que porta la sacerdotisa renegada de Barrisson Del’Armgo.
—Sé muy bien lo que es la Magia Salvaje. Puedo controlarla —Ryld enarcó una ceja contrariada—. Bien, no te detengas. Quédate fuera de la Garra Negra y asegúrate de que llevan la mercancía —Tras lo cual desapareció tal y como había llegado.
Ryld logró convencer al grupo de apresurar la venta de la mercancía, y se encaminaron al bazar. La enorme sede de la familia mercantil dominaba una sección del bazar, sólo desafiada por su antagonista El Champiñón Pardo, compañía mercantil patrocinada por la segunda casa de la ciudad, Barrisson Del’Armgo.
Umrae, muy en su papel de sacerdotisa diva de una importante familia, se jugó el todo por el todo de su charada, exigiendo privilegios ante un acalorado Tolokoph que no sabía muy bien los términos exactos de las negociaciones. Al final les invitó a sus dependencias para esperar a ver si las demandas de Umrae eran satisfechas por nada menos que la más importante casa de Menzoberranzan, la casa Baenre.
Justo en ese momento el edificio se sacudió, más bien se disgregó. A causa de la más grande explosión que se había visto en Menzoberranzan en siglos. Las paredes se colapsaron hacia afuera, y la cúpula salió catapultada en pedazos hacia arriba en todas direcciones. La puerta del despacho de Tolokoph quedó hecha astillas, y un par de gruesos tablones se incrustaron en el pecho del sorprendido mercader, apagando su vida. Umrae logró parapetarse tras el escritorio y evitar daños, y Höel… bueno, Höel no podía caer, pues llevaba tanto lastre como era posible para dos mulas, lo cual le dejó casi en el mismo sitio, pero cubierto de polvo y humo.
En el aire, a unos cien metros de altura se encontraba Krecil Treak. Con sorpresa en el rostro y una gota de sudor frío resbalando por su mejilla. No había logrado controlar del todo las energías de la magia salvaje que practicaba, y la «distracción» había sido mucho más poderosa de lo esperado. Unos centímetros más y habría estado él dentro del radio de su propia explosión y habría quedado inmolado al instante. El caso es que afortunadamente había hurtado el morral de Umrae usando una magia desconocida. Literalmente sacando de esta realidad el morral para todos excepto para él, y cogiéndolo en su propia realidad, cuando nadie lo echaría en falta en la otra realidad, al sencillamente no existir. Sólo cuando lo vio, reparó Umrae en que no tenía su morral.
–Se os culpara a vosotros de este «incidente» —dijo Krecil—. Huid al Braeryn, las «Calles Hediondas». Yo os encontraré —Y se desvaneció como era usual en él.
El edificio estaba destruido, los lagartos muertos se amontonaban en una suerte de improvisada barbacoa gigante, los cuerpos de los esclavos trasgos de la casa humeaban esparcidos. Así que Umrae hizo lo único que se podía hacer: Huir. Aprovechando la gran confusión causada por la explosión, la elfa se hizo invisible y se alejó volando agarrando a un Elthelvar atado y cubriendo su movimiento con una niebla mágica que oscurecía la visión. Con su poderosa magia percibió la dirección del libro, al cual estaba ahora sintonizada, y se lanzó a perseguir al ladrón de una ladrona. Éticamente no era correcto que nadie robase a un ladrón: estaba furiosa.
Por el rabillo de ojo Ryld vio como un elfo inmovilizado salía volando de una niebla oscura, en dirección a las calles hediondas. Así que a gran velocidad lo siguió, aunque no tenía que esforzarse para seguirlo. Höel, astuto como era, lo primero que hizo fue desaparecer de la vista, recurriendo a los poderes innatos de los de su raza para hacerse invisible. Y comenzó a correr siguiendo a Ryld. Ella no podía verle, pero escuchaba a su lado el retumbar de unas pisadas metálicas. Las cortas piernas de Höel soportaban un peso atroz, pero impulsado por la gravedad de la situación, corría como el más rápido de los enanos, más o menos como Ryld andando a paso tranquilo.
La señal del libro se detuvo hacia el este, allí volaba Umrae sujetando a Elthelvar. Su agudeza le permitía rastrear el libro, sujetar a un elfo, maniobrar por el aire sorteando edificios y convencer a Elthelvar de que en verdad era una elfa de la superficie como él, tratando de evitar que la magia salvaje cayera en manos de los drows. Al final dejó al confuso elfo sobre el tejado de una posada, de la cual provenía la señal del libro, y resolvió entrar a recuperar lo suyo. Al asomarse a la ventana no vio más que su morral sobre un camastro y la señal del libro delante de ella, pero no podía ver a nadie.
Ryld irrumpió en un local estruendoso, que apestaba a brandy barato y rancio, con serrín en el suelo y manchas repugnantes de fluidos que más valía ni pararse a pensar de qué o quién eran. Los orcos y trasgoides, parroquianos del lugar, veían a una ligera elfa drow que andaba con el estruendo de un pequeño ejército.
—Soy Ryld Millithor, supongo que hay una habitación esperándonos.
—¿¡Esperándonos!? —Refunfuñó un semiorco—. Sólo veo a una elfita que está muy lejos de la seguridad de su casa.
Umrae, arriba, purgó, con los dones de su fe, la invisibilidad del ladrón Krecil. Y de paso la suya propia y hasta la del enano de la planta de abajo.
Súbitamente apareció un enano de piel gris, con las barbas chamuscadas, sudoroso como un camello con insolación y la mirada asesina propia de un enano con armadura completa metálica y más de cien kilos de equipo en sus espaldas que hubiese tenido que correr un sprint de mil metros obstáculos.
—Como decía: «Esperándonos» —Sentenció Ryld.
—Planta superior, habitación tercera desde las escaleras —dijo el tabernero gran trasgo, tratando juiciosamente de evitar que su local se convirtiese en un campo de batalla.
Arriba, Umrae atacaba con todo a Krecil, el cual con sus reflejos felinos logró lanzar a duras penas un poderoso conjuro para detener a Umrae. Tres años en Sorcere, la academia de magia de la ciudad, le habían preparado para estas situaciones, por lo que logró traspasar la resistencia a la magia de Umrae.
Cuando Ryld y Höel irrumpieron en la habitación, vieron al drow junto con una estatua de piedra muy realista de Umrae, en una pose salvaje de ira con su espada, también de piedra, apuntando a la garganta del drow.
Höel, sin pensárselo agarró su hacha arrojadiza, que tan buenos resultados le había dado hasta el día de hoy, y se preparó para arrojarla al elfo oscuro. Ryld, tratando de evitar males mayores, intentó derribar al enano con un golpe de barrido a la pantorrilla del enano. Lamentablemente no estaba muy familiarizada con la anatomía enana, ya que las pantorrillas de un enano son tan robustas como el muslo de un jabalí salvaje y algo más gruesas, por lo que el enano continuaba impertérrito cargando hacia atrás su brazo para lanzar el hacha. Ryld se revolvió como una pantera tan negra como ella misma y realizó la compleja maniobra del «Barrido Doble de Tenaza al Tobillo», ejecutándolo tan bien como ella sabía, pero el tobillo del enano era como una columna dórica, y más o menos de la misma flexibilidad que un menhir. Al final se colgó directamente del brazo del enano, tratando de entorpecer el lanzamiento, pero Höel estaba acostumbrado a soportar pesos, de hecho su hacha era inmanejable para la mayoría de seres por estar su cabeza enormemente descompensada debido al plomo que la recubría. Eso explicó el porqué una liviana y estupefacta elfa no mermó su puntería ni retrasó su movimiento. El hacha se precipitó hacia su objetivo, casi arrastrando detrás a la elfa oscura con el mismo movimiento. A punto estuvo a punto de impactar en Krecil Treak, que lo esquivó en el último momento.
Krecil y Ryld lograron tranquilizar al enano gris, mayormente porque éste estaba fatigado y sin otro hacha que lanzar. Así que de momento estaba receptivo a escuchar las explicaciones de los dos drows, pero con un ojo puesto en su ballesta pesada.
Krecil explicó que iban a ser traicionados por Baenre, por lo que el plan había sido alterado. El acuerdo se respetaría, y también el pago, pero lo efectuaría la casa Millithor en vez de La Garra Negra. Controlando las energías de la magia caótica que empleaba Krecil, devolvió a Umrae a su ser, pero hicieron falta más esfuerzos para evitar que la elfa se comiese al drow. Al final recapacitó y trató de sacar tajada de la situación, fingiendo nuevamente ser una sacerdotisa renegada, por lo que exigiría compensaciones por la traición. Parece que coló, y un nervioso patrón Millithor hablaría con el ama matrona de la casa para minimizar las ofensas y reparar el agravio.
Durante la conversación, Krecil reconoció ser el asesino de Hadrog Prol, pues éste iba a reconsiderar vender los poderosos conjuros a la facción de Nurbonis. Pero ignoraba cual era y dónde estaba la mercancía, por lo que no pudo sustraerla hasta que llegaron a la ciudad y averiguó dónde se encontraba el libro de conjuros. Höel y Umrae miraron recelosos a Ryld, que se apartaba de la vista con disimulo.
Cuando Krecil se marchó, Umrae subió al tejado, y desató a Elthelvar, convenciéndolo de que era en verdad una elfa lunar como él. Las verdades a medias son las mentiras más grandes. Lo cierto es que la mestiza Umrae tenía por madre a una elfa lunar que sólo supo que su amante era drow cuando él raptó a la niña recién nacida y se fugó con ella al bosque de Cormanthor.
Entraron ambos en la habitación y Ryld ya se veía perdida. El elfo parecía querer trocearla y disfrutar el momento, incluso creía que él ya fantaseaba con la idea, por lo que Höel comenzó a parapetarse por si acaso se desataba una batalla en la habitación. A la mañana siguiente se encaminarían a la casa Millithor, donde iban a ser reclutados y resarcidos de sus penurias. Höel tendría a su disposición un empleo como artesano de la casa y la protección en una ciudad hostil por el recuerdo cercano de la guerra que a punto estuvo de acabar destruyéndola. Umrae sería aceptada como sacerdotisa de la casa Millithor, lo cual era bueno pues nunca hubiese pasado por ser renegada en la casa Baenre. Conocían muy bien a la noble que Umrae estaba suplantando y no tolerarían que se jugase con ellos. Ryld logró su objetivo de que los conjuros fuesen a parar a su casa, como último recurso de defensa ante el inminente ataque Nurbonis, y Elthelvar sería disfrazado para parecer drow y tendría la oportunidad de estar en medio de una guerra fratricida drow, por lo que podría matar a muchos. Si jugaba bien sus cartas, incluso de ambos bandos.
El resto del grupo se había dispersado y tendrían que labrarse su propio destino, pero eran aventureros curtidos y con recursos. No se debe descartar que encuentren la forma de reunirse de nuevo. De momento la morada de la casa Millithor esperaba a los cuatro aventureros más extraños que jamás habían pisado la ciudad de las arañas.
me gusta mucho este relato q los libros de el elfo oscuro
MUY BIEN!!!!XD