Ocho o diez bandidos emboscados a ambos lados de un camino que cruza el Bosque Salvaje, en la Britania de Arturo. Hambrientos, mal equipados, no muy hábiles en combate (si lo fueran se ganarían la vida como mercenarios) esperando una presa fácil: un orondo mercader, un grupo de campesinos camino de alguna feria o torneo…
Lo primero que ves es un caballero ricamente vestido. Muy ricamente vestido, para ser caballero. Empieza bien el día. Lo siguiente que ves es el escudo, y hay que ser muy idiota o haber vivido 10 años en una isla desierta para no reconocer el de lord Uisnach Yaltaka, señor de estas tierras y quien mató a un dragón a base de hostias (de frente, nada de trampas ni cosas raras). Empieza a torcerse el día.
Lo siguiente que ves es a un tipo grande y bien parecido que lleva, en el caballo de carga, una espada enorme y un arpa. 10 a 1 a que es lord Ector, su campeón y bardo. El día ya se ha torcido.
Cierra la marcha una dama de increíble belleza, vestida con sencillez. Es tan hermosa, viaja con tanto aplomo y tiene un aire «así» que da la impresión de ser un hada del Otro Lado. A poco que sepas sumar, caes en la cuenta de que debe ser lady Rhonwyn Pírixis, poderosa Dama del Lago de la que se dice que es capaz de cantarle las cuarenta a Merlin.
¿Sales, saludas, les das el alto, les pides que te den la bolsa…? Yo creo que, si le tienes apego a tu vida, te quedarás bien quietecito hasta que pasen. Si te los has encontrado una o dos veces por estación durante los últimos diez años, puede que hagas como este grupo de bandidos, que salieron de su escondite, se postraron a sus pies y les pidieron, por favor, que les dejaran en paz. Que iban a portarse bien. Que iban a ingresar en un monasterio.
No soy partidario de las tiradas de encuentros: o en el guión de la aventura pone «aquí hay bandidos, son diez, suicidas, atacan a todo lo que se mueva», o no hay encuentro. Pero, a veces (sobre todo al adaptar aventuras de otros juegos) uso encuentros aleatorios. Pero siempre, siempre, aplicando un poco de lógica.