Nota previa: como la parte de Arturo va a ser bastante larga y voy a necesitar títulos bastante largos, he quitado el antetítulo de Guardianes del Grial, pero sí, ésta es la siguiente entrega (por fin).
En el año 410 el emperador Honorio, en su famosa (y mítica) carta, encomienda a los britanos encargarse de su propia defensa. El moribundo Imperio Romano de Occidente se libraba así de un gran gasto militar (el Muro de Adriano no se defiende solo) y una fuente de guerras civiles, como ya habían demostrado los levantamientos de Constantino (luego el Grande), Magnencio y Magno Máximo, Macsen Wledig para los suyos, en el siglo anterior. Esto supone la fragmentación de la Britania romana en pequeños reinos, herederos de los antiguos clanes o formados por los jefes militares del ejército romano que, establecidas sus familias en la isla, deciden quedarse. Sin embargo, pronto queda claro que una miríada de pequeños reinos no sobrevivirá frente al empuje de las migraciones germánicas y nórdicas ni a las incursiones pictas o irlandesas, por lo que los principales gobernantes de la isla se reúnen en concilio para decidir su propio destino. Bajo la organización del arzobispo Guithelino forman el Supreme Collegium que nombra rey de los britanos a Constantin.
Constantin se convirtió así en el primer Alto Rey de Britania, gobernando sobre Logres, Cambria, Cumbria, el Norte y Cornualles. Su influencia alcanzaba hasta Armórica, que empezaba a ser conocida como Bretaña desde que los supervivientes del ejército de Macsen Wledig se instalaran allí. Bajo su reinado Britania mantuvo las costumbres romanas y vivió un pequeño renacimiento cultural y comercial, aunque, paralelamente, los druidas volvían a aparecer y en las zonas rurales empezaba el lento resurgir celta. Su reinado duró alrededor de 35 años y acabó abruptamente con su asesinato, nunca aclarado. Le sustituyó su hijo mayor, Constans.
Sin embargo, Constans era apenas un muchacho. Aunque cargado de voluntad, tuvo que apoyarse en uno de los hombres clave de su padre, el poderoso duque de los gerwessi, Vortigern, un experimentado político y guerrero que sufría por su incapacidad de atrapar a los asesinos de Constantin. A los asesinos de Constans, su propia guardia personal picta, sí los atrapó y exterminó, así como a sus clanes. Levantó un ejército para vengar al joven rey y eso le valió ser nombrado el tercer Alto Rey.
Los otros dos hijos de Constantin, Aurelio y su hermanastro Uther, decidieron por estas fechas veranear en Armórica por razones de salud. La humedad, seguramente.
Vortigern reinó con mano de hierro, pero sin el talento para la diplomacia de Constantin. Para luchar contra los pictos había recurrido a mercenarios sajones, las tropas de Hengest y Horsa y, una vez derrotados aquellos, les dio tierras donde establecerse, confiando más en ellos que en los ejércitos britanos. Llegó incluso a casarse con la hija de Hengest, relación de la que nacería Cerdic, futuro rey de Wessex.
Conforme más sajones iban llegando, en una migración en toda regla, aumentaba el descontento entre los reyes britanos. Tres guerras civiles aguantó Vortigern, una de ellas encabezada por su hijo Vortimer, quien llegó a derrotarle y ser nombrado rey, pero murió poco después y los sajones reinstauraron a Vortigern en el trono. Al final, abandonado incluso por los sajones, es cuando construye su famosa torre, frente a la que Merlin hace su primera aparición pública.
Pero de esta aparición o, mejor dicho, del porqué de esta aparición, hablaremos con más tranquilidad, porque ahí, precisamente ahí, está el meollo de esta historia. Del Pacto del Dragón, Excalibur, la amenaza de guerra «civil» nephilim y la confusión entre el Grial y el Caldero de la Abundancia.
Nota: uso Merlin y no Merlín por dos razones. La primera es la relación (real o fortuita) entre Merlin y merlin (esmerejón, en inglés) que Lawhead aprovecha muy bien en sus novelas. La segunda es que me he visto tantas veces Excalibur que me he acostumbrado a la pronunciación llana y, mientras Merlín me evoca a un viejecito medio chocho de barbas blancas, Merlin me recuerda al genial papel de Nicol Williamson como el mejor Merlin de todos los tiempos y, desde luego, el que tenía en mente cada vez que interpretaba a Merlin como pnj.
La cosa se pone interesante; por fin me enteraré de todos los detalles del berenjenal en el que me metí. Eso sí, aprendí cosas muy interesantes en esta época (aunque no llegué a dominar la caza del conejo).