Tras los sucesos de agosto en Entreaguas había quedado el profesor Jorgen Forgen como enlace diplomático en Sevilla, la ciudad más importante del virreinato, con la misión de apuntalar la incipiente alianza. También tenía el encargo de negociar con los artesanos y comerciantes locales para obtener ciertos suministros indispensables para reparar el Ícaro, como barniz y varios cientos de metros cuadrados de lona. Lo acompañaba una escolta de Wissenschaft formada por el frostkolier Vidar Olrich y Hadi Sa’id, chacal callejero kushistaní.
El equipo pasó veinte días en Sevilla, alternando reuniones de postín con visitas a tabernas y burdeles. Para matar el tiempo, ayudaron a la guardia en varios casos y se alquilaron como mercenarios. Forgen tenía un pico de oro y le gustaba fanfarronear, hasta el punto de que el joven Lope de Vera, dramaturgo muy apreciado en Entreaguas, escribió una obra sobre los sucesos de Córdoba basada en las historias aliñadas de Forgen.
En algún momento, llamó la atención de Pedro Alcántara, uno de los nueve aventureros españoles. Alcántara era hombre de acción, más dado a tener la bolsa llena que a títulos y tierras. En aquel entonces, era la mano derecha de Luis de Trujillo, marqués de Moncada y, junto con el obispo de Sevilla, señor de la ciudad. A Alcántara le llamó la atención la presencia de armas de fuego en las historias de Forgen. Tras interrogarle sutilmente mediante agentes femeninos, terminó convencido de que el diplomático del Ícaro conocía el secreto de la fabricación del polvo negro y decidió secuestrarlo.
Ángela era una mujer de mediana edad, aún hermosa, que se hacía pasar por viuda de un rico mercader para codearse con la alta sociedad sevillana. Era, en realidad, ex-agente de Finisterra y, ahora, compañera de Pedro Alcántara. Fue ella quien interrogara a Forgen en varias fiestas y la encargada de tenderle una celada: atraerlo a él y a sus hombres fuera de Sevilla donde pudieran neutralizarlos discretamente. Tenía tierras en un pueblo al sur de la ciudad, Los Pasos de Mering, unas tierras intrabajables por la presencia de contrabandistas, pero que le vinieron bien en su momento para hacerse parar por dama respetable. Ahora, las usó como cebo, provocando a los contrabandistas para que las atacaran, quemando cobertizos y dando palizas a varios jornaleros. Manipular luego a Forgen para que se ofreciera a acabar con los contrabandistas fue muy fácil.
Ya en Los Pasos fue fácil atraerlos fuera del pueblo para que Alcántara y Cuando el Viento Ruge, un guerrero elfo de orejas cortas a sueldo, los emboscaran. Ángela se deshizo de Sa’id clavándole un puñal por la espalda y Olrich no pudo hacer nada contra dos oponentes. Al frostkolier lo tiraron en el bosque, para que fuera pasto de las fieras. Forgen fue llevado a la casa de Ángela en las tierras de Los Pasos, para interrogarlo. Apenas lo dejaron solo, intentó escapar (era un poderoso encarnador). Tras conseguir reducirlo, Alcántara decidió llevarlo a su casa, con una sala especial preparada para tratar con hechiceros. Allí lo interrogaron a conciencia, sin resultado. O el tipo tenía una gran resistencia a la tortura o de verdad no sabía cómo fabricar pólvora.
Ante la desaparición del equipo de Forgen, desde el Ícaro mandaron un equipo de búsqueda formado por Renaldo, Kuro y Callahan (este último se les sumó más adelante, una vez se hubo recuperado de su viaje a Setmaenen). Llegaron con el segundo barco de Nidik, conseguido después de duras negociaciones con la regente. El barco llevaba tripulación reducida y se aprovechó para devolver a casa a Herschel hijo de Glóin, con los bienes obtenidos por su intermediación en el asunto de los elfos y la Máquina.
Ya en Sevilla, el equipo intentó seguir la pista de Forgen y sus escoltas, descubriendo que habían estado muy activos en las tres semanas que habían pasado en la ciudad hasta su desaparición: eran conocidos en todas las tabernas y casas de putas de los alrededores; apreciados por la guardia, por la ayuda ofrecida en varios casos; e invitados regulares en las fiestas de postín, como correspondía a su posición de embajadores. El dramaturgo local Lope de Vera, un joven muy apreciado porque había sabido combinar el teatro al gusto de sus señores españoles con el c’glia costero propio de la zona, resultó no sólo ser compañero de francachelas de Forgen, sino también estar escribiendo una obra sobre los sucesos de Córdoba según relato aliñado a su gusto por el arqueólogo.
También averiguaron que La grulla blanca, un burdel que Forgen frecuentó, estaba dirigido por varias geishas y prostitutas de Phaion que habían sido absorbidas por un portal hacía dos años. La madame conocía a Kuro por servicios prestados en el pasado y el grupo fue muy bien acogido… para terror de Callahan, que descubrió que varias de las chicas eran súcubos.
Las pesquisas de este grupo llegaron a oídos de Alcántara. Sin embargo, antes de que pudiera ponerlos bajo vigilancia, partieron hacia Los Pasos de Mering. Viendo que estaban ya tras su pista, Alcántara decidió salirles al paso y quitárselos de en medio. Con suerte, pensó, alguno conoce el secreto de la pólvora. Se llevó con él a El Viento Ruge y a un par de sicarios.
En Los Pasos, el grupo de Renaldo sabía ya que el grupo de Forgen había llegado al pueblo acompañados de una dama, propietaria de tierras río abajo. La misma noche de su llegada, la dama había llamado aterrorizada a las puertas de la gendarmería, contando que había sufrido una emboscada por parte de los contrabandistas y que sus tres acompañantes habían protegido su huida. Decidieron infiltrarse en la banda de los contrabandistas para averiguar qué había sido de su gente (muertos, prisioneros y vendidos como esclavos…). Para ello, y de acuerdo con Amtatur, jefe de los gendarmes de Los Pasos, simularon la muerte de Jason Callahan.
¿Por qué Callahan? Pues porque Sunil Nuevededos, fugada de Cabed Angren, ofrecía recompensa por la cabeza de los hombres que habían atacado Minas Anghen, en especial por la del que había matado a Coerba la Serpiente. Y Taska, hermana de Sunil, pertenecía a la banda de contrabandistas y había acudido a Los Pasos en cuanto uno de sus informadores describiera a los tres extranjeros. Kuro se había ganado la confianza de Taska y tomado el encargo de «matar» a Callahan a cambio de la recompensa y una salida segura de Entreaguas.
Cuando el grupo de Alcántara llegó a Los Pasos, se encontró con la historia de la muerte de Callahan. Alcántara mandó a El Viento Ruge infiltrarse en la casa de la gendarmería y comprobar el cadáver y a los otros sicarios a encontrar al gigantón de Renaldo. Callahan, que salía de la gendarmería disfrazado de criado, detectó la magia de El Viento Ruge, alertando a éste. ¿Quién era ese criado que había podido verlo a través de sus conjuros de ocultación? Escamado, el elfo siguió a Callahan, poniéndole tan nervioso que, al pasar el puente y ver la barca con Taska, Kuro y Renaldo, dio grandes voces llamándoles la atención. También la de Alcántara, que esperaba en la orilla, oculto entre las barcas varadas, tal y como lo había descubierto esa misma tarde Kuro.
El combate fue rápido y salvaje, como no podía ser de otro modo con dos magos presentes. Tras unos instantes, Kuro, Alcántara y El Viento Ruge caían malheridos y Taska y sus hombres abandonaban las barcas y huían por tierra y los gendarmes llegaban a la carrera. Amtatur reconoció al momento a Pedro Alcántara y conminó al grupo a abandonar Los Pasos de inmediato.
—No os conozco ni he tenido trato con vosotros. Diré que fue cosa de Taska y sus hombres, pero si por vos me pregunta, tened por seguro que daré vuestra descripción. Os aconsejo que huyáis bien lejos, pues quien yace es uno de nuestros nueve señores y tal afrenta no dejaran sin castigo.
Callahan y Renaldo tomaron entonces a Kuro y al elfo y huyeron río abajo en la barca de Taska. Varios kilómetros más adelante y de un canal secundario, surgió una chalupa llena de hombres armados: los contrabandistas que esperaban a Taska. Al no verla a bordo, desenvainaron armas y habría habido lucha de no estar entre ellos Ratón, uno de los hombres del Gato Negro, que reconoció al punto a Renaldo. Puestos borda con borda, los del Ícaro explicaron lo sucedido en Los Pasos y requirieron explicaciones por lo ocurrido a sus hombres.
—De verdad que de eso ná sabemos, señor Renaldo. No hemos visto a la dama ni a sus amigos, mucho menos atacado. Pero hace unos días sí que vimos luz en su casa, que está junto a este canal, pasando aquellos árboles de allí.
El registro de la casa dio con el eru pelegrí de Forgen y restos de sangre. Nada de sus otros dos compañeros. Callahan mandó un mensaje mágico a ciegas, esperando que Olrich o Sa’id estuvieran por los alrededores, quizás heridos, quizás perdidos. Era un mensaje sin respuesta posible, donde marcaba un punto de encuentro. Y se sentaron a esperar. Y para que Kuro se recuperase un poco. El elfo, que había terminado el enfrentamiento en peor estado, también sobrevivió. Son resistentes.
Algo más de un día después, cuando iban a levantar el campamento, llegó un hombre en un bote con un mensaje de Sa’id. El kushistaní había sido recogido aguas abajo, malherido pero vivo, y se recuperaba en casa de la dama Tatharim, terrateniente de la zona, más allá de la frontera de Entreaguas que marcaba la torre de los prácticos. Reunidos con Sa’id y puestos al día (ni rastro de Olrich), el grupo se preparó para volver a Sevilla en busca de respuestas. Dejaron a Sa’id y al elfo en casa de los Tatharim, mataron al viejo siluro y recuperaron el anillo y tuvieron un encontronazo en la torre de los prácticos que les permitió cambiar su bote por una chalupa. El cuarto día tras el enfrentamiento en Los Pasos, estaban en Hermana Chica vigilando la mansión de Ángela.
A media tarde, vieron llegar a un médico en su bote privado. Lo asaltaron sin dudarlo. Callahan se hizo pasar por él, Kuro por su criado y su remero, por el del médico. De esta guisa se infiltraron en la casa.
La casa estaba en pie de guerra. Alcántara, malherido (para él era el médico), y la presencia de un hombre desagradable, Daniel Holtz, el cazabrujos. Tenía un oído finísimo el cazador y cierta paranoia constante que puso de los nervios a Callahan. Kuro, entre tanto, encontró dónde tenían retenido a Forgen, pero no pudo llegar hasta él al olvidársele que tenía las llaves de la casa, robadas a un criado. Solventando el olvido, lo sacaron de la casa con mucho arte y oficio, siendo descubiertos cuando ya estaban en la barca. Ángela y Daniel Holtz partieron en persecución y les dieron caza en una posición muy desventajosa para ellos que terminó con la mujer malherida y prisionera y el cazabrujos, muerto.
Ya era de noche y a su amparo se acercaron al aeropuerto, embarcando a Forgen y a la mujer en el barco de Nidik, dispuestos a dirigirse a casa de la dama Tatharim y mandar Sevilla al infierno, pero se acordaron del poderoso artefacto propiedad del encarnador y del tema de las telas para el dirigible. Tras breve conciliábulo, despacharon al barco volador y se quedaron ellos con la chalupa para terminar el trabajo.
Primero, entrar otra vez en casa de Ángela, esta vez convertida en un avispero con presencia de la guardia. No fue fácil, pero el artefacto había sido reconocido por lo que era y estaba en una cámara segura del almacén y no, como se temían, en el despacho de Alcántara o algo peor.
Segundo, esperar a que abrieran los telares para recoger la mercancía. Como en el almacén de la casa de Ángela también encontraron las ropas de Forgen, tenían los recibos y contratos y la recogida fue rápida.
Con esto, se largaron de Sevilla. Aún tenían que cruzar Los Pasos y Kuro, en un desliz, había puesto a la guardia tras la pista de Pepe el Chico, el gondolero que había sido su guía y confidente en los días pasados en Sevilla. Tampoco habían averiguado quién estaba realmente detrás del secuestro de Forgen. ¿Había sido cosa de Alcántara, en solitario? ¿Del marqués de Moncada, el hombre para quien trabajaba? Si era ese el caso, ¿estaba detrás de todo el gobierno de Entreaguas, ignorante de que Herschel hijo de Glóin, negociaba con el Ícaro la obtención de pólvora, o se trataba de una facción independiente?
Los viajes del Ícaro, 3×12 y 3×13.