Este en realidad no es un cuento viejo, ya que es continuación de esta aventura. Pero, como dije entonces, merece tener su propia entrada. La samurái Akane, la ex-sacerdotisa guerrera Nefer y el mago Matt, con Umi, la pintora de almas, como apoyo, habían ido a casa del prestamista paranoico Kuma en busca de ciertas pruebas. Era de madrugada y tenían unas dos horas hasta que empezase a clarear. La casa estaba rodeada de una alta tapia iluminada con garitas en las esquinas que les impedía ver el interior, aunque ese pequeño problema fue solventado por Matt, que levitó en plan globo cautivo de la Gran Guerra, localizando puertas traseras, zonas desprotegidas, etc. De haber querido montar una guerra, podría haber dirigido las habilidades piroquinéticas (ese inmolar) de Nefer con una efectividad aterradora.
Elegida la zona de entrada, Akane eliminó al centinela de un certero flechazo (el curare ayudó), treparon a la garita y de ahí pasaron al patio. Nefer quedó, con la pintora de almas, de apoyo artillero, inteligencia (en el sentido militar del término) y centro de comunicaciones, mientras Akane y el mago montaban la incursión. Dentro de la casa, el fino oído de Matt y la detección de ki de la samurái les permitieron localizar a las dos docenas de guardias que roncaban arriba, al centinela que también roncaba arriba, a los otros tantos sirvientes que dormían abajo y a la pareja ocupada en escarceos nocturnos, arriba al fondo (a la mujer, a la concubina y a la hija de Kuma no, porque estaban durmiendo arriba, al fondo y solas). El talento, fruto del duro entrenamiento y estudio, de Matt para localizar pequeñas fuentes mágicas les guió a un lugar indeterminado tras una recia puerta cerrada, justo delante del único centinela del interior de la casa. El centinela, que, como se ha dicho, roncaba en su silla, fue eliminado diestramente por Akane, pero la puerta, con su cerradura de alta seguridad, se le resistió.
A quién no se le resistió fue al mago. Usando sus conjuros como Akane había usado antes las ganzúas, forzó la puerta, que daba a un despacho. La fuente de magia estaba en una estantería y Matt, ya examinándola de cerca, descubrió que se trataba de una cerradura mágica, modelo patentado y muy caro, que fulminaba con un rayo de destrucción al infausto que hurgase en la cerradura. Sabía que la trampa tenía un tiempo de recarga bastante lento, por lo que si lograban hacer saltar la trampa sin morir en el intento, tendrían una hora larga para trastear sin miedo (*). Matt, tras meditar un momento, dijo:
—Hago un cúmulo.
Silencio en la mesa. Miradas de incomprensión. El máster repasa mentalmente la lista de conjuros (¿Cúmulo? Algo habrá en aire o agua, pero él tiene luz y creación… ¿Cuál…?).
—¿No será homúnculo?
—¡Sí, eso! Un homúnculo de esos, con un poquito de cerrajería para que le salte la trampa.
—¿Y si grita al morir? —Apuntó Akane.
—Lo creo sin boca, para que no pueda emitir ningún sonido.
Dicho y hecho, entre las risas de sus compañeros y la mirada incrédula del máster (hacía mucho tiempo que no me sorprendían así) el pobrecito y contrahecho homúnculo disfrutó de escasos dos minutos de vida antes de que el dichoso rayo lo fulminase, dejando un pequeño cerco negruzco en el suelo.
Descargada la trampa, Matt abrió la puerta secreta que daba acceso al archivo oculto: estantes y estantes con todo tipo de documentos pulcramente ordenados. Encontraron sin problema una gruesa carpeta perteneciente a Hideki Hashimoto donde figuraban desde pequeños prestamos hasta la hipoteca de su casa, su finca en el campo y su hija y también, más importante, el nombre de quien avalaba los últimos préstamos y pagaba bastantes de los anteriores. Tras copiar esta información y dejar todo como estaba, para hacer creer que los ladrones no habían sido capaces de forzar la cerradura mágica, ambos abandonaron la casa y, tras reunirse con Nefer, volvieron a casa Visnij mientras por oriente empezaba a clarear.
Había sido un día muy, muy largo, pero también muy fructífero.
(*)El máster, o sea, yo, había puesto elegido ese tipo de rayo al considerar que no afectaría a la atmósfera circundante tanto como un rayo eléctrico o una descarga flamígera, haciendo mucho menos ruido. Para que luego digan que no se lo pongo fácil a los jugadores. La cerradura, por otra parte, era Imposible de abrir, por lo que estaba lejos de las habilidades de Akane (que si llegaba a difícil podía darse con un canto en los dientes) y necesitó que Matt dopara al máximo su conjuro de Apertura.
El pobre «cúmulo» tuvo una vida muy corta, ahora disfrutará libre por el cielo, paseando entre las nubes, jeje.
(*)El máster, o sea, tú, se ha olvidado de mencionar la trampa de la cerradura de la ventana que hice saltar cuando salimos y que casi me da. Y eso que lo pones fácil, ¿quién pone una trampa en una cerradura que se abre desde dentro?.
Al hilo de lo de salir por la ventana; me pregunto, ¿por qué cuando llevo un personaje femenino me toca coger al vuelo al sector masculino tras caerse de tapias o ayudarles a trepar o descender paredes?
Yo ya avisé de que Kuma era un paranoico: una treintena de guardias, trampas mágicas carísimas que te garantizan una profunda charla con la Inquisición si te pillan con una… Si os confiáis no es mi problema.
Lo que sí es seguro es que la cara de desconcierto que pusiste no tiene precio. JAJAJAJAJA
Por cierto, que raro resulta tener que quedarse fuera y limitarse a dar ideas por comunicación mental cuando mis pj’s suelen ser expertos en el tema (la pobre de Nefer no), con lo que me gustan a mi las incursiones nocturnas…