Dentro de los muros que derribó Josué, en la colina del norte en la piedra del águila bajo la montaña tras el sello de oro, la quinta y la tres y la tres y la quinta tras Josué el camino de la sagrada Copa enseña (…)
Y hasta aquí puedo leer la tarjetita.
La carta de Quirós recomendaba al de Arimatea buscar el Grial en su casa, y terminaba:
A 30 pasos al este del templo de Lilith, más allá de la puerta de Ishtar en la ciudad de los jardines colgantes está mi casa.
Así que a Yaltaka y a Pírixis les tocó darse un buen viaje por Oriente a costa de la rama burocrática del Arcano El Loco. Babilonia es, en esta época, una ciudad prácticamente abandonada, ruinosa y semicubierta por las arenas. El tempo de Ishtar como tal no existía (o no quedaba en pie) y, de hecho, Quirós no se refería a ninguna construcción real, sino a la entrada al Reino de Lilith. Encontrar esto era imposible para dos nephilim que no distinguirían el Ka de Luna Negra ni aunque estuvieran sumergidos en él. Menos mal que entre las ruinas había dos selenim seminómadas que cuidaban de la parte mundana del Reino de Lilith. Estos indicaron a los nephilim, una vez les explicaron sus motivos, desde dónde empezar a contar los treinta pasos. Allí, en el sótano de una casa en ruinas, encontraron una inscripción en ennochiano a la que le faltaba el final. Es la cita que abre este capítulo.
No voy a decir de qué ciudad se trata, está bien claro. Pírixis y Yaltaka desanduvieron el camino (paga la empresa) de vuelta a Judea. Su destino no era tanto esa ciudad como los restos de la antigua ciudad, de la que sólo quedaban unas ruinas semienterradas y cubiertas de maleza en una inhóspita meseta abierta a los vientos. Unos pocos restos de casas, la línea de las murallas y tres menhires agrietados y rotos que señalan las entradas de la ciudad (al norte, sureste y suroeste) son los únicos restos del legendario pueblo. Ni un mal árbol, ni un pozo; sólo arbustos resecos, polvo y el constante ulular del viento.
En visión-ka todo es muy distinto, pero igualmente perturbador. El cielo está nublado hasta las lejanas colinas. Son nubes negras como la noche, con resplandores rojizos. De cuando en cuando estalla una llamarada que ilumina tétricamente la zona.
El suelo vibra, tiembla. Aparecen grietas que se vuelven a cerrar al instante. Surgen del suelo como géiseres columnas de agua opalina, que al llegar a las nubes estallan en una fina lluvia dorada. Otras veces son negras columnas de basalto las que se levantan, ardiendo en llamas esmeraldas al ser atravesadas por jirones de plata arrastradas por el viento.
El caos mágico en la zona es total. No hay que ser muy listo para darse cuenta de la existencia, en las cercanías, de un nexus de poder inimaginable.
A los pies del menhir norte, oculto por los matojos, hay una losa de piedra circular, de unos sesenta centímetros de diámetro con el signo del Diablo (Arcano XV) en su desgastada superficie. Quitar la losa es difícil y cansado, pero deja al descubierto una estrecha e irregular escalera que conduce a un oscuro pasaje en el que resuenan miles de voces sin cuerpo en atroz cacofonía capaz de espantar a los más valientes. Más allá, vigilando la entrada de la Sagrada Morada, está Cerbero, tres pares de ojos furiosos que en visión-ka es un soberbio mastín de tres cabezas y tamaño de oso de cuyas mandíbulas salen llamas: la entrada a los dominios del Señor Oscuro.
El Señor Oscuro era (y, hasta donde sé, sigue siendo) un khaiba poderoso, físicamente muy parecido al malo de Legend, inteligente y despiadado con sus enemigos (el 90% de todas las criaturas vivas, ±15%). Su única preocupación eran los suyos, los khaibas que habían perdido el raciocinio o estaban indefensos. Por ellos había ocupado este poderoso nexus y lo había convertido en el principal refugio conocido del Diablo. El nexus era tan poderoso que había creado un pequeño plano sutil, una de cuyas entradas era, precisamente, la indicada por Quirós y que ahora seguían Pírixis y Yaltaka. Qué unía a Quirós con el Señor Oscuro y por qué recurrió a él para proteger el Grial sigue siendo un misterio. Bueno, esto último no es tan difícil de entender: hay que tenerlos muy buen puestos, seas humano o nephilim, para entrar ahí.
Tras Cerbero el túnel se ensancha y comienza a descender. Sombras sin forma, efectos-dragón poco poderosos que habitan en el nexus, huyen delante de los dos nephilim. Conforme avanzan, una niebla verdeazulada y opaca comienza a cubrir el suelo, hasta llegarles a la rodilla. El túnel desemboca en una amplia cámara dividida en dos por una profunda sima, oculta por la niebla. La sima creo recordar que la descubrió Yaltaka, usando técnicas ancestrales (técnica que se divide en tres fases: uups, aaaaaaah y chof). También descubrió que bajo la caverna había un lago y que en el lago habitaba un voraz khaiba acuático que le hizo compañía (era de estómago agradecido) mientras Pírixis iba a la ciudad a por un nuevo simulacro.
Podría rellenar un par de capítulos con las aventuras que vivieron y los seres que conocieron, como el Fantasma Desmemoriado, el Laberinto Viviente, el Taxista Chiflado (ésta la cuento otro día), la Esfinge, el Mayordomo y otros, pero sería extenderme demasiado. Lo cierto es que, tras el percance inicial, ambos nephilim lograron llegar a la torre de mármol y marfil que era el centro de los dominios del Señor Oscuro y fueron recibidos por éste en su sala del trono (sala que, conforme a las convenciones, era más grande que la Torre). Una vez expuestos los motivos que les habían llevado hasta allí, el Señor Oscuro les indicó dónde estaba guardado el Grial y se fue a mirar el espectáculo desde la grada, ya que Quirós había dejado el Grial en un pequeño templete custodiado por unas Lámparas Vivientes que sólo respondían ante él, así que a Yaltaka y a Pírixis no les quedó más remedio que enfrentarse a ellas.
Puede parecer, por cierto, que el Señor Oscuro era un guardián indolente, pues indicó el lugar donde se ocultaba el Grial a los primeros que pasaron por allí. Nada más lejos de la verdad: el Señor Oscuro conocía a los dos nephilim y su historia, ya que había sido un seguidor de Akhenatón y había participado en la Retirada del Valle de los Muertos cuando aún era un nephilim. A causa de su degeneración monstruosa ni Yaltaka ni Pírixis pudieron reconocerlo.
Y con esto lo dejamos por hoy, con los Guardianes del Grial, heridos y cansados, volviendo a Jerusalén llevando el Grial consigo.
PD: las Lámparas Vivientes son criaturas del libro básico. Si alguien no recuerda o no sabe cómo son, que me lo diga y posteo su descripción y características. Las malas noticias, sin embargo, son éstas: acojonan, son rápidas, armadas de mandoble e inmunes a daños físicos.