Yaltaka era un silfo (eolim) y hacía honor a lo que era. Era igual de caótico e imprevisible que un día tormentoso. Alternaba momentos lánguidos con violentos estallidos de furia, se movía a impulsos, sin pensar en las consecuencias, con un arrojo sin igual. Quizás por este comportamiento impulsivo muchos adversarios subestimaron su inteligencia… para su desgracia. Más dado a la acción que a la introspección, sus momentos de lucidez extrema fueron tan conocidos por sus allegados como sus momentos de irresponsabilidad absoluta. Unió a esto que supo rodearse de gente competente y leal y, sobre todo, en lo único en lo que fue constante en su vida: su enorme ambición.
En la época que nos ocupa, Yaltaka acababa de entrar al servicio del Emperador, y lo había hecho con cierta fuerza, pues estaba encargado de la sede de Jerusalén. La sede de Jerusalén, contrariamente a lo que pueda parecer, era de poca importancia en esa época. Unos años antes, el máximo dirigente del pequeño Imperio Seleúcida, Uzbia, había trasladado la sede central (que se había mantenido en Jerusalén por costumbre desde tiempos de Seqenenra) a Cesarea, dejando la sede de Jerusalén como una simple extensión de la principal. Con un personal mínimo de dos o tres nephilim, la sede de Jerusalén debía controlar los vastos recursos políticos y financieros que poseía el Emperador en Jerusalén ciudad y hacer de enlace entre los nephilim del Emperador o de otros Arcanos que habitaban en la ciudad y la sede central de Cesarea (vulgo: hacer de correo). En la práctica, los nephilim del Emperador (y, en general, de cualquier arcano) se acostumbraron a puentear la sede y tratar directamente con Cesarea. En resumen, el puesto de Jerusalén era poco menos que de adorno, con poca ocasión para el lucimiento pero, al mismo tiempo, se tenía contacto directo con los altos funcionarios del Emperador. Un puesto deseable para un recién llegado con ambiciones y más si estaba apadrinado por el mismo Uzbia.
Con todo, no fue el encargarse de esta sede por nombramiento directo de Uzbia lo que le valió a Yaltaka ser acusado de trepa o llamado el perrito faldero de Uzbia. Tampoco fue motivo para que fuera conocido por medio Emperador con tan breve tiempo de servicio y currículum. La razón real fue porque Uzbia amplió el personal de la sede de dos (contando a Yaltaka) a tres, poniendo bajo el mando de Yaltaka a un onirim llamado Ethiel.
Para comprender esto, debemos primero saber algo de la organización del propio arcano. Seqenenra, el que fuera fundador, hacía tiempo que había alcanzado el agartha, dejando este mundo (o plano de la existencia, como se prefiera). A su partida sus cinco lugartenientes se repartieron el poder, pues Seqenenra había profetizado que el Emperador sólo se uniría bajo el mando del Elegido para luchar todos juntos contra el Apocalipsis (si se trataba de una profecía fundada o si, por el contrario, no era más que una profecía defensiva, es algo que queda a discusión). Los límites de acción de cada división del Emperador quedaron bien definidos para evitar luchas (bueno, para evitar demasiadas luchas) entre ellos. A Uzbia le correspondió Oriente Medio, aunque por culpa de los últimos cambios geopolíticos humanos (léase imperios romano y parto) su poder había menguado mucho y estaba negociando con los otros dirigentes una redistribución de zonas de influencia.
Volviendo con Ethiel, había sido reclutado para el Emperador por un cazatalentos de Uzbia en su anterior encarnación, en la Grecia clásica. Ethiel, llamado también el Gato, ya que su comportamiento tenía mucho del animal que da nombre a su metamorfo, desmanteló la organización de los Misterios de Eleusis en Asia Menor para matar el aburrimiento. Las técnicas de infiltración, doble juego, fintas, interrogatorio sutil y tortura psicológica que empleó en el proceso fueron recogidas por este cazatalentos y sirvieron durante más de 1.200 años de manual de entrenamiento para el Emperador y la Emperatriz. Una versión reducida del mismo fue usada como «libro de recetas» entre varios círculos selenim de Próximo Oriente y la Grecia europea hasta la época de las Cruzadas.
Este Ethiel que, como hemos visto, gozaba de cierto renombre pese a llevar menos de una docena de años como miembro del Emperador, había despertado hacía poco. En cuanto tuvo noticia de ello, Endymythalion, otro de los cinco dirigentes del Emperador, cuya área de influencia se correspondía, a efectos prácticos, con el Imperio Romano, le ofreció Roma. Es decir, le ofreció gestionar la mayor y más violenta guerra secreta de la antigüedad, la lucha por el poder en la ciudad de Roma.
Ethiel lo rechazó para estar de subordinado de un nephilim desconocido en una sede de poca monta en otro Imperio. Los ecos del revuelo que esto provocó aún perduran en nuestros días, empezado por el distanciamiento entre, hasta entonces, dos buenos amigos, Endymythalion y Uzbia.
El nombre de Yaltaka, el Advenedizo, pronto estuvo en boca de todos en el Emperador y muchos se preguntaban qué había visto Ethiel en el novato. Quienes conocían realmente a Ethiel se hacían esta pregunta con una mezcla de perplejidad y temor, mirando al futuro con preocupación.
La respuesta, sin embargo, era mucho más simple.
Volviendo a nuestra historia, cuando el de Arimatea supo quién era Yaltaka, concertó una entrevista con él. Resultó que Pírixis, el segundo Guardián del Grial original, también estaba despierto y mantenía contacto con Yaltaka, por lo que también acudió a la entrevista. Resumiendo, José de Arimatea expuso su problema… a medias: pidió a los Guardianes del Grial que le ayudaran a encontrar el Grial para dárselo al «que tiene que venir» (no les dijo quién, por supuesto) y les dio las cartas que mandara Quirós con las instrucciones para localizar la sagrada copa. Los dos nephilim, quizás excitados por la posibilidad de volver a trabajar juntos (recordemos que no sólo llevaron el Grial de Ibenheb a Moisés, sino que habían realizado numerosas misiones para Ibenheb durante el reinado de Akhenatón) o bien bajo un ataque de nostalgia aguda, aceptaron embarcarse en la búsqueda sin pensárselo mucho. Pero de eso hablaremos en otro momento, que ya me he cansado de escribir.
No he hablado nada de Pírixis, la quimera negra. No hay mucho que decir, de momento. En esta época se había unido, de manera un tanto informal, al Carro, aunque lo que de verdad le ocupaba su tiempo eran operaciones de guerrilla (según los romanos, de terrorismo) como miembro de una banda de guerrilleros saduceos. Como muchos nephilim, consideraba el antiguo reino de Israel como su hogar.
Aaayyy, que tiempos aquellos, en los comienzos, todo era menos…. complicado, jejejejejejeje.
Por cierto, buena descripción de mi personaje, quien te iba a decir a tí que una novatilla te daría tanto juego, eh?, jejejejeje. Pero lo reconozco, si los momentos de lucidez fueron buenos, las cagadas fueron muy gordas. Sobre todo la última. Habrá alguna salida? Aaaahhhhhh…
Lo veremos en el próximo capít…, estooo, partida. Si es que tenemos un peazo de máster.