La Perla

La Perla era un barco largo al uso, de 20 metros de eslora, estrecho y de altas bordas. La cubierta, como era habitual, consistía en un armazón de costillas y largueros sobre el que se apoyaban unas planchas sujetas por pasadores de fácil extracción para permitir el paso a cualquier punto de la bodega, que apenas tenía metro y medio de alto. La bodega no se usaba para carga, salvo para vasijas de agua y alcohol. En ella estaban los puestos de los remeros: huecos estrechos en los que el marinero, usando la plancha que lo cubría como respaldo, su cofre como banco y aferrado a unas agarraderas de cuero, acciona los primitivos pedales que, a través de engranajes de madera, poleas y sogas, hace girar el eje y la hélice cuatripala de 5 metros de diámetro. En la bodega se encontraba también el motor de Claudia, un motor simple de tres circuitos de tubería de cobre (primario, de gran altitud y de trimado) con el cuerpo de inyectores y bombas a proa.

El mástil de deriva estaba a dos tercios de eslora y aparejaba vela latina. Las velas de vuelo también eran latinas, reforzadas por varillas de madera flexible. El botalón de vuelo forma el borde de ataque del ala, articulado a tercio y medio de eslora mediante un pasador que le permite moverse en el plano horizontal, modificando la superficie y forma del ala. El botalón de maniobra, paralelo al casco, permitía variar el ángulo de ataque del ala al pivotar en el plano vertical. Cuatro antenas por banda, dos arriba y dos abajo, necesarias para sostener la jarcia de las alas completaban el aparejo del barco.

Así era el barco en el que Dragunov, Ivarsson y Smith se iban a embarcar en compañía de unos bárbaros adoradores de Odín. Un barco de piratas, rápido en el ascenso y en el descenso y muy maniobrable, pero con poca capacidad de carga y vulnerable en despegues y aterrizajes (cuando debían desmontarse la hélice y las antenas). Sin camarotes, deberían dormir en cubierta, protegidos a duras penas por las bordas del frío del aire en altitud y con las tuberías del motor de Claudia como única fuente de calor.

Tirar a la chica por el barranco

Hace un tiempo, en respuesta a una pregunta sobre cómo preparaba los combates, contesté «Lo importante es que el combate sea muy dinámico. Si en cada asalto de combate alrededor de la mitad de los contendientes no están pegándose, sino ocupados en otros menesteres (entrar en la sala, coger el cofre, volcar la mesa…), en mi experiencia eso termina con los jugadores pegando botes en la silla de puro nerviosismo y el tiempo vuela para todos». En la partida del otro día planteaba (por segunda vez) un combate con un objetivo bien concreto: la chica tiene que caer por el barranco, junto con un pj determinado. Con ese objetivo en mente, tocaba plantear el combate para que, con el discurrir del mismo, el objetivo se pudiera cumplir. En esta versión del enfrentamiento teníamos:

a) La chica, su padre (lisiado de una pierna) y el guardaespaldas de ambos, los tres a caballo.

b) Un civil, ingeniero de minas, y dos mozos que guían una recua de 6 mulas cargadas.

c) Tres personajes jugadores.

d) El bicho, un depredador grande, de aires felinos.

Continuar leyendo »

El Ícaro — La Máquina y el Segundo Imperio Atlante

Viéndolo todo perdido, los atlantes supervivientes, los dvergar de las Cinco Ciudades y los elfos oscuros causantes de la Gran Guerra se reunieron en la última ciudad atlante donde aunaron su ciencia y su poder para invocar a Mibalin, el más poderoso demonio de los avernos. Y Mibalin descargó su puño de fuego sobre la Atlántida dominada por la Máquina, calcinándola por completo: ciudades y carreteras, prados y ríos, hasta las orgullosas cordilleras y el profundo océano. Sólo quedó un cráter de arena de fuego donde estuvo la hermosa Atlántida y la fecunda Arcadia. Y el gran demonio Mibalin se cobró su precio y durante diez mil días no hubo Sol ni hubo lunas ni tampoco estrellas; sólo unas impenetrables nubes de ceniza y la Muerte campó a sus anchas y nunca en la historia del mundo tuvo tan buena cosecha. Pero todo fue inútil, porque la Máquina sobrevivió.

¡Paparruchas! ¡Historrias de una vieja superrsticiosa! Mibalin no erra un demonio, erra un arma forjada con el conocimiento de los atlantes, de los dvergar de las Cinco Ciudades y la magia de los elfos oscuros. La última esperanza de parrar al Enemigo. Los Dvergar Libres aún conocemos su verdadero nombre. Mibalin… Misil Balístico Intercontinental. Ah, ¿crrees que si supierra cómo funcionaba estarría aquí tomando cerveza contigo?

Continuar leyendo »

El Ícaro — La caída de Nidik, segunda parte

El ataque de la Máquina nos pilló a todos con el pie cambiado, centrados en el intento de asesinato del comerciante Ffáfner y de conseguir las piezas que necesitamos para reparar el Ícaro. Por fortuna, la capitana Edana Conway había estado preparando un dispositivo de alerta temprana que detectó la llegada de la aeronave de la Máquina y pudimos mandar un equipo de reconocimiento (Dragunov, Smith y Su Wei) que constataron que los recién llegados eran hostiles. El enemigo avanzaba raudo hacia Nidik, pero gracias a los esfuerzos del grupo del sargento Dragunov, pudimos reorganizarnos y agruparnos. Las fuerzas de la Máquina estaban formadas por más de un centenar de grandes moscardones mecánicos, drones, y varios humanoides con grandes poderes telequinéticos a los que los lugareños llaman tecnócritas. Estos, supimos después, usaban pequeñas aeronaves personales en forma de dardos.

Zoichiro, nuestro equipo de artillería móvil, recibió al enemigo como mejor sabe: con una gran explosión que causó graves daños a los drones. Sin embargo, la llegada de un tecnócrita nos obligó a refugiarnos en el bulevar subterráneo que habíamos descubierto por la mañana. La civil Sassa Ivarsson cubrió nuestra retirada, bloqueando el ataque de los drones hasta caer malherida por el tecnócrita. No recibimos ayuda de la población local: el pánico que le tienen a este enemigo es tal que algunos hasta se quitaron la vida ante su llegada.

Conseguimos poner a salvo a algunos lugareños, trabajadores y gente del palacio y el templo que estaban en las inmediaciones. Medio centenar de personas, entre los que se encuentran el sacerdote local, Sylvanthi, y Starnia, hija bastarda del rey y que es una especie de sacerdotisa. No vino con nosotros el rey, que corrió a palacio en busca de su hijo, ni el jefe de la guardia, Bodoni, que fue con él.

Continuar leyendo »

El Ícaro — La caída de Nidik, primera parte

Segundo comandante Edana Conway

Diario personal

Me resulta difícil decir si podríamos haber actuado de otra forma. Mantenernos al margen y no involucrarnos como lo hicimos. Si habría cambiado nuestro futuro o si nuestro destino ya estaba escrito desde que abandonamos Lucrecio, hace ya una vida.

Tras la extraña explosión que derruyó parte de las murallas de la orgullosa ciudadela de Nidik, el comandante O’Hare decidió ofrecerles ayuda humanitaria. No teníamos mucho que ofrecerles, más allá de ayuda médica y de ingeniería, pero el comandante quería afianzar lazos con nuestros vecinos, de los que esperábamos obtener la lona necesaria para reparar la cubierta del dirigible y provisiones de boca, que descendían a ojos vista. Creo que también albergaba la sospecha de que el grupo del capitán Paolo tuviera algo que ver en la misteriosa explosión, por más que nada dijeran en su informe.

El ingeniero jefe, Rayner Lute, se ofreció voluntario para ayudar con la reconstrucción de la fortaleza. Fue una sorpresa para todos, pues desde que descubrimos la base que ahora nos cobija parecía que nada más existiera para él. El comandante aceptó el ofrecimiento, pero le asignó una fuerte escolta, formada por Zoichiro y Patrick Ivarsson. De los informes del capitán Paolo sabíamos que la presencia del duk’zarist puede levantar recelos entre la población local o incluso algo peor, pero la presencia de un asesino con capacidades sobrenaturales nos obliga a extremar las precauciones: Lute es el único que puede llevarnos a casa. Completaban el grupo el profesor Jorgen Forgen, que es quien mejor habla el idioma local, el profesor Smith, naturalista y nuestro mejor rastreador, y la señorita Sassa Ivarsson, la civil rescatada en el desierto.

Continuar leyendo »

El Ícaro — La destrucción de Nidik

La tormenta azotaba el grueso vidrirroca de la torre de control. Negras nubes y blanca nieve era lo único que Edana Conway podía ver. El rugir del viento era lo único que alcanzaba a oír. Un preciado momento de paz en la noche que fue roto por el «bidimbirubi» del teléfono.

—Edana, preséntese en mi despacho de inmediato.

La voz del comandante sonaba preocupada y de fondo, sólo audible para el agudo oído de la tuan dalyr, Erstin Ho sollozaba quedamente.

Continuar leyendo »

El Ícaro — El asesino

El dvergar Ffáfner no dijo nada más durante la cena, más allá de un «demasiados oídos». Cuando se retiraron a la habitación, Paolo le apremió a hablar.

—No hay oídos tras las paredes que Kuro no encuentre, así que contadme, ¿a qué os referís con lo de «sois más peligrosos de lo que parecía»?

El comerciante cogió un taburete y fue hacia la mesa, pero no llegó a sentarse. Tras él el suelo tembló y surgió una terrible hoja negra directa hacia su corazón. Kuro, siempre atento pese a su natural burlón y despreocupado, dio un grito de alarma y empujó al enano, evitando la herida fatal. La hoja, fina y negra como una sombra, cercenó la pierna del dvergar y partió en dos la recia mesa para desaparecer sin dejar rastro.

Continuar leyendo »

El Ícaro — Drow

—Permitidme que os haga una pregunta, amigo mío. Nos sucedió algo curioso hace unos días, cuando Alexei, el cazador de Leonid, fue nuestro invitado. Al ver a un miembro de nuestra tripulación palideció y murmuró algo así como «drow». ¿Sabes a qué… podía… referirse? —La voz de Paolo fue muriendo conforme cambiaba la expresión del dvergar y notaba como las conversaciones de los parroquianos disminuían en favor de los oídos atentos. Allí había más de uno y más de dos que sabían latín.

Que iban a llamar la atención era algo que el comandante del destacamento de Wissenschaft tenía asumido desde que llegaran a Nidik. No tenía pinta aquel villorrio fortificado de recibir muchas visitas en invierno y menos que, como Renaldo y él, superaran holgadamente los dos metros. Aun así, había confiado en que la barrera del idioma les permitiera disfrutar en paz del sencillo pero sabroso estofado de la posada después del duro viaje, más de veinte kilómetros a vuelo de pájaro desde Caer Dubh a la Ruta MacLellan vía el Corn Y Dyafol, los 1800 metros de desnivel hasta la Ciudadela Alta por escaleras, cruzar los túneles hasta la tumba de las blatodeas, bajar otros ochocientos metros de desnivel (más escaleras) para salir al valle que dominaba Nidik, abrupto, nevado y con pocos caminos, cruzarlo hasta la ciudad y tener que pasar la habitual audiencia con el señor. Pero estaba claro que, como había dicho Ffáfner, el latín era cada vez más una lingua franca comercial y el tema de los drow llamaba la atención.

El enano se tomó su tiempo en contestar, apurando sin prisa su cerveza, como si pusiera en orden sus ideas. Habló con voz queda, con su fuerte acento.

Continuar leyendo »

El Ícaro — Finales de febrero

Poco a poco nos vamos haciendo al nuevo refugio. Las instalaciones son sorprendentes y parecen dominadas por la electricidad: lámparas, comunicadores, maquinaria… Miremos donde miremos hay cables por los que se transmite la misteriosa energía. Mueven bombas que nos proporcionan agua corriente y parece que también enfrían unas cámaras de la zona de despensas. Resulta sorprendente que, pese a todos los años que el complejo lleva cerrado y abandonado, aún funcionen tantos sistemas, aunque de forma un tanto errática: el suministro no alcanza para toda la base y se producen esporádicos apagones.

En su tiempo esto tuvo que ser una gran instalación militar, con capacidad para varios centenares de personas. Quizás el centro neurálgico de la defensa de la ciudad subterránea y también una base de aeronaves. La tripulación, salvo ingeniería, se ha trasladado del Ícaro a la zona residencial. Hay grandes barracones, pero para los que somos nos valen con alojamientos más pequeños, individuales o para pequeños grupos, que seguramente serían de oficiales y suboficiales. Hemos adecentado en estos días también enfermería, comedor y cocina y varios puestos de defensa en el exterior. Yo mismo he cogido como despacho una sala con gran visibilidad sobre el hangar, supongo que el despacho del jefe del mismo, y Edana Conway se ha apropiado del puesto de mando que hay en la cima. Lo llama su «torre de control» y ha convencido a Dragunov para que monte, vía escalada libre, algunas de las «orejas» de repuesto del Ícaro en la montaña y las conecte a la torre. Sin embargo, aún nos queda mucho por explorar y por limpiar y no sabemos qué peligros (golems de defensa, explosivos en mal estado, cables pelados…) nos esperan.

Continuar leyendo »

Ynys Mawr – Teyrnas Y Cymoedd

Teyrnas Y Cymoedd (El Reino de los Valles) es el reino más importante de la cara oeste (convexa) de Ynys Mawr. Está situado a los pies del Macizo Central y comprende el amplio valle del río Dubh, el cañón del río Neidr (Víbora, aunque no hay serpientes en la isla), Cwm Llyn Drych (el Valle del Lago Espejo), Rhaeadr Morlyn (la Laguna de la Cascada) y otros valles cercanos. Posee importantes tierras de cultivo, minas de hierro y un puerto accesible gran parte del año. Ésta es su historia:

Cennyd ap Tudfor, caudillo de origen incierto, arribó a Rhaeadr Morlyn hará unos ochenta años con tres barcos largos y ochenta familias. Fundaron la aldea del mismo nombre y se extendieron también por el valle del Dubh. Fueron años duros, con pocas cabezas de ganado y tierras sin preparar. Además, el acantilado de la cascada se había convertido en esos años en puerto de refugio de piratas durante el verano y no estaban dispuestos a entregárselo a estos nuevos colonos sin luchas. Las incursiones entre primavera y otoño se convirtieron en una estampa habitual.

Poco más de diez años después de la llegada de Cennyd y su gente, el jefe pirata Ordulf Twicgason, encontrando su asentamiento demasiado vulnerable, decidió establecerse en Rhaeadr Morlyn. Los hombres de Cennyd ofrecieron una fuerte resistencia pero perdieron todo el valle de la laguna, la aldea y el puerto del acantilado, debiendo replegarse al valle del Dubh.

Continuar leyendo »