Cuadros para una exposición II

En casa.

Casa Visnij ocupa toda una manzana en los límites del distrito lannetense de Hong Kua, en plena zona alta. Es un recinto rectangular, rodeado de una alta tapia de mampostería con garitas en las esquinas. En el centro hay un amplio patio adoquinado con una hermosa fuente. El patio está delimitado por la puerta principal al este; la mansión de la familia Visnij, de tres plantas, buhardilla y sótano de corte occidental, al sur; la casa de la guardia, obra en ladrillo de dos plantas con las habitaciones, enfermería, comedores y cocina de la guardia y los hombres de Visnij, al oeste; y los almacenes y muelles de carga al norte, con las habitaciones de los mozos, cocheros y demás personal en la planta superior. Completan las edificaciones la casa de baños, entre la mansión y la casa de la guardia, y sólo utilizable por la familia y los hombres de Visnij; el dojo, entre la casa de la guardia y los almacenes, y las caballerizas, cocheras y almacenes secundarios, situados detrás de los almacenes. Entre el sur de la mansión y la tapia hay un frondoso jardín con un pequeño cenador.

El mensaje enviado a Clara dejó a todo el grupo mudo. ¿La Guardia, allí? ¿Por qué? Luego alguien preguntó dónde era allí y pasaron a discutir si allí se refería a la casa o al baile. Clara dejó que Nefer tuviera acceso a sus sentidos y volvió a leer el mensaje, para que Goran estuviera al tanto de lo que ocurría. Iz, entretanto, fue a la puerta a alertar a sus guardias y a reforzar la puerta principal.

Todos se pusieron de acuerdo en que los rumores sobre Lothard eran la causa de que la Guardia se movilizara. Sin embargo, los rumores eran falsos, nada había que pudiera incriminar a Goran.

—¿Y si alguien ha dejado pruebas falsas en la casa? —Sugirió Séan, el grandullón albero.

Pausa. Miradas. Cerebros en funcionamiento. Y… ¡Acción!

Akane, la samurái, inspiró profundamente, se concentró y dejó que su consciencia fluyese por la casa, sintiendo el ki de los presentes. Los días pasados entre los Visnij le habían servido para familiarizarse con el ki de los habituales: la familia, sus compañeros, la guarida y los criados y secretarios. Y había alguien que no conocía. Más o menos, en el ala de la mansión donde estaban los despachos. Gritó «¡Intrusos!» y salió corriendo de la casa de la guardia, tras coger su katana y su wakizashi.

Clara volvió a «abrir canal» para ver y oír lo que veía y oía Nefer y saber qué opinaba Goran de todo esto. Lo que vio la dejó de piedra: ballestas y alabardas en el baile, todo lleno de soldados. Pero no de la Guardia de la ciudad: llevaban el escudo de una de las grandes familias. Lo dijo a sus compañeros y salió detrás de Akane. Sousuke, el samurái, ya se había armado y se dirigió a las puertas para transmitir las nuevas a Saver, el comandante en ausencia de Kanbei. Séan, una vez se armó, también siguió a Akane.

En el patio, Akane volvió a concentrarse, localizando al posible intruso en el piso de los despachos. Clara lo intentó a su vez, con conjuros de detección y su propio sentir de la magia, pero no logró confirmar su presencia. Para el grupo eso fue prueba de que se trataba de un intruso ocultándose, así que corrieron a la casa, cruzaron la puerta, subieron por las grandes escaleras hasta la segunda planta, y justo a tiempo: en el pasillo, junto a la puerta del despacho de Goran, vieron a un hombre de negro, embozado. Ni se lo pensaron y corrieron hacia él, desenvainando sus armas. Bueno, Séan sus puños, que el pasillo era estrecho para una claymore.

El tipo extraño, repuesto de la sorpresa y tras mascullar alguna maldición, gesticuló y murmuró, dio una palmada y puso sus manos en el suelo. Clara apenas tuvo tiempo de advertir a sus compañeros de la descarga mágica: una enorme piedra bloqueaba ahora el pasillo. La joven contestó de inmediato. Venía ya concentrando su poder, así que —la forma, las palabras de poder… ¿Cómo era el pasillo? Concentra, concentra… ¡Ahora!— hizo brotar una tupida y pegajosa red al otro lado de la piedra. El ruido de las fibras al crecer, un golpe sordo, una maldición. Otra. Un grito.

—¡Lance, me han descubierto! ¡Me tienen!

Akane ni se lo pensó (más allá de un ¡Joder, otra vez él!) y abrió la puerta que tenía a su derecha, cruzó la habitación y salió al balcón. Desde allí gritó a Sousuke, que había llegado a la puerta, que tenían a uno y Lance estaba por allí. Luego, por la pared e intentando no liarse con la hiedra, cruzó hasta el siguiente balcón, para rodear la piedra. Séan, tras comprobar que la piedra no se movía ni un ápice, dio media vuelta, bajó por las escaleras y salió a los jardines por la puerta de atrás, con idea de esperar al mago de negro abajo.

Desde la puerta, como respuesta a lo dicho por Akane, Iz fue a rodear la casa por la zona del jardín, mientras que Sousuke y uno de los soldados volvían por el patio para cubrir la zona de la caseta de los baños, a donde daba la ventana del final del pasillo.

 

Lance puso los ojos en blanco. Daba igual las veces que lo dijera: en momentos de tensión siempre se olvidaban y gritaban en voz alta. ¿Para qué querían un telépata entonces? En fin, la noche se iba a ir al traste. Adiós a la operación con limpieza. Y así se lo dijo a su acompañante, un hombre de unos treintaicinco o treintaisiete años, de piel curtida y porte aristocrático enfundado en una armadura oscura, que contestó con un simple gruñido, bajando las escaleras de la garita. El tercero de los hombres ya estaba abajo, recostado contra el tronco de un plátano, con un cigarrillo en los labios. Al ver bajar al de la armadura, se levantó, cogiendo el mosquete y la horquilla que tenía a su lado.

Y así estaban cuando salió Séan por la puerta de atrás. Pese a lo frondoso del jardín y la oscuridad, los vio y, sin dudarlo, desenvainó su claymore y se dirigió hacia ellos. Tuvo suerte con el disparo: desviado por las ramas, rebotó contra su rodela y le dio en el hombro, arrancando un buen pedazo de carne pero dejándole el brazo. Sin embargo, antes de que pudiera recuperarse, el hombre de la armadura, tras soltar una extraña criatura en el espacio entre los baños y la mansión, cayó sobre él. El choque de los aceros fue terrible. Séan, pese al brazo inútil, usaba la claymore como si fuera una espada de un niño, avanzando y retrocediendo, haciendo molinetes y golpeando con toda su fuerza. Su oponente ni se inmutó. Manejando una gran espada bastarda con igual facilidad, a la fuerza del pelirrojo le sumaba una agilidad sorprendente para alguien con una armadura tan pesada. Atravesó las defensas del albero sin jadear siquiera, dejándolo mortalmente herido.

La caída de Séan fue vista tanto por Sousuke como por Iz. El primero era el más cercano, pero tenía enfrente a la extraña criatura convocada por el tipo de negro: un ser rechoncho y azulado, de ojos felinos, pico retorcido y un garfio que rezumaba un espeso líquido como arma. El ser estaba plantado entre los baños y la mansión, un pasaje de poco más de dos metros de ancho. El callado samurái ni se inmutó: apretó el paso y se dejó deslizar por las baldosas, pasando bajo el bicho y su garfio, hasta la casa de baños; se apoyó contra la pared para cambiar su dirección y tomar impulso. La criatura aún no se había dado la vuelta cuando Sousuke ya había alcanzado al tipo de la armadura, impidiéndole rematar al pelirrojo.

Un instante después llegó Iz, el primero en reconocer al tipo de la armadura. Se trataba de Claus Bogarde, el agente de Azur que había estado a punto de sumir en el caos a Phaion unos meses atrás y que había matado a dos de sus compañeros, Bruno y Diaratyh, en las entrañas de Caer Dubh. Con el apoyo del tirador y la extraña criatura, Sousuke y él podían darse por muertos, así que se echó al hombro a Séan y ordenó al samurái poner pies en polvorosa.

Bogarde no los siguió, porque en ese momento el mago embozado salía de la mansión. Forcejeando, había logrado soltarse de la pegajosa red de Clara antes de que Akane se le echase encima. La samurái perdió unos segundos en encaramarse al techo para evitar a su vez la red, por lo que parecía que el mago escaparía por la ventana del final del pasillo. En ese momento, Clara soltó la red y se teleportó frente al mago, bloqueándole el camino a la ventana. El mago respondió terminando con el conjuro de la piedra para reunir sus poderes y, tras evitar un ataque de la samurái, abrir una rampa en el suelo del pasillo por la que se deslizó hasta la planta de abajo. La maga selene no dudó y atravesó la rampa antes de que se cerrase, cayendo junto a su enemigo y alcanzándole con un ataque de calor. La sonrisa de triunfo al oír el grito de dolor de su oponente le duró poco: el mago le propinó un fuerte golpe en la boca del estómago que la dejó sin aliento, para mandarla de un bofetón al otro extremo del pasillo. Ya sin oposición, entro en la primera habitación que daba hacia el jardín donde se abrió otro pasaje a través de la pared para reunirse con Bogarde y el tirador, ante la mirada impotente de Akane.

El baile.

El salón principal era un amplio recinto rectangular que tenía la puerta principal a un lado y las escaleras que llevaban a la galería superior al otro. A la izquierda de la puerta principal quedaba el ala de la galería, mientras que a la derecha estaba la zona de servicio. La columnata que sostenía la galería superior delimitaba la zona de baile en sí, de forma ovalada.

El baile seguía. Goran y su grupo se había agrupado bajo la galería, en el rincón a la izquierda de la puerta y cerca de una de las mesas. Cuando Clara había abierto sus sentidos a Nefer, la ex-sacerdotisa estaba bailando y la momentánea confusión al mezclarse sus sentidos con los de la maga habían dado bochornosamente con sus huesos y los de su pareja en el suelo. Ya recuperados de la vergüenza, estaban comentando la información dada por Clara. Para prepararse ante una emboscada, Slobodan y Catrina fueron llevados al rincón y cubiertos por Nefer y Soi Fong. Arik y James fueron disimuladamente hasta las ventanas situadas a la derecha de la puerta principal. Por ese lado estaban los carruajes y entre ellos hizo aparecer Arik a Umi, su pintora de almas. La niña se deslizó entre las ruedas hasta los carruajes de los Visnij, donde puso en alerta al albino Valen y le pidió el gran arma de Nefer, un arankar doble estigio que llevaban en el compartimento secreto de uno de los carros. Con él en la mano, volvió junto a la ventana, donde Arik la hizo regresar a su objeto de atadura para convocarla de nuevo bajo la mesa cercana al grupo de Goran. Ellos dos, sin embargo, decidieron quedarse donde estaban para controlar mejor a Angélica y sus dos acompañantes, que estaban en el rincón de enfrente.

En ese momento, la orquesta calló: hombres armados entraban por las puertas de servicio y la puerta principal. Con coraza, alabardas y espadas, llevaban en sus uniformes el escudo de los Himura. La galería superior se vio poblada, a su vez, de ballestas. Los invitados fueron rápidamente desalojados, entre unos pocos gritos y protestas, excepto el grupo de Angélica, que fue ignorado. Arik y James, situados entre la puerta principal y las de servicio, fueron rápidamente rodeados.

Al otro extremo, Goran dio un paso al frente, quedando entre las columnas y la mesa. A su lado se situó Kanbei, que giró disimuladamente la katana dejándola con el filo hacia arriba. Detrás, Soi Fong abría ligeramente su kimono para coger los shuriken. Y Slobodan, cubriendo a Catrina, encendía con toda la calma las mechas de sus pistolas con el cigarro que le había acompañado toda la noche.

Una vez estuvieron en posición los soldados de Himura, el propio Osric Himura, el cabeza de familia y uno de los cinco meisters principales de la Asociación, avanzó con grandes zancadas hasta llegar a la altura de Goran, al otro lado de la mesa. Iba acompañado por un oficial y dos soldados, con las espadas en la mano.

—Espero que tenga una buena explicación para esto, señor Himura —Dijo con gélida calma Goran.

—Ha estado jugando a un juego peligroso, Goran, patrocinando una banda de piratas de Dwänholf y dejando que se asienten en las islas del sur. Lothard lo descubrió a través de Hideki, pagándole sus deudas con la dama Heiko, y usted los mató a ambos. Y a sus familias y criados. Ha ido demasiado lejos, Goran.

—Ha perdido el juicio, Himura. No debería abusar de la bebida.

—¡Tengo pruebas, maldito asesino! —Osric Himura, rojo de furia, agitó un manojo de legajos delante de Goran—. ¡Pruebas de sus actividades piratas! Y más que encontraremos en su casa, Goran.

Al oír esto, un relámpago de acero cruzó los ojos de Goran. Hizo un leve gesto, casi imperceptible, a Kanbei, mientras seguía dando conversación a Himura. Kanbei lo entendió al momento. Allí no había nada que negociar. Sólo un luchador experto se habría fijado en como cambiaba la posición de su cuerpo, preparándose para saltar. Como su respiración se hacía más pausada, concentrando el ki y como, flexionando los dedos y girando un poco la mirada, daba las órdenes a Soi Fong. La chica siguió el gesto y la mirada hasta la gruesa soga que sujetaba la gran lámpara de araña que iluminaba el salón, alertó a Nefer por el vínculo mental que compartían y se concentró en dejar fluir su ki, intentando no pensar en los ballesteros. Al otro lado del salón, se había dado cuenta, Angélica también se preparaba. Arik y James, por su parte, habían clasificado a los soldados en «bisoños barbilampiños» y sólo les preocupaba el sargento que tenían enfrente.

—Así que, Goran, quedarán usted y su tío bajo custodia de la ciudad hasta que se celebre un juicio. Sus hombres serán desarmados, detenidos e interrogados…

En ese momento, Kanbei saltó. Fue como un borrón, saltó la mesa, pasó entre el teniente y uno de los soldados y corrió hacia el grupo que vigilaba la puerta. Siguiendo su movimiento, Soi Fong lanzó tres shuriken con envidiable precisión, el primero envuelto en llamas, que cortaron la soga de la lámpara mientras Nefer concentraba sus poderes piroquinéticos en una pequeña bola de fuego que lanzaba contra la galería superior. La lámpara cayó sobre el piso del salón de baile a la vez que el Inmolar de la ex-sacerdotisa explotaba entre los ballesteros, una gran llamarada que destrozó la barandilla y los cuerpos, rompió cristales y muebles y prendió los cortinajes. Restos de velas, cristal, mármol, ballestas, brazos y otros restos, trozos de armaduras retorcidas y sangre llovieron por doquier. Arik y James se movieron a su vez, saltando sobre el sargento y acuchillándolo sin piedad. Umi, la niña, terminaba volcando la mesa y arrojando el arankar a Nefer.

Un momento, un segundo de silencio, roto solo por el crepitar de las llamas y el caer de los restos. El teniente y el soldado se desplomaron, sangrando por múltiples heridas y Goran desenvainó, con sonrisa salvaje, el wakizashi de Kanbei.

Caos, gritos y dolor. Olor a carne quemada. Olor a sangre y a muerte. Pánico. Arriba, los que podían moverse intentaban también retroceder. Los más afortunados, atontados, sordos por la explosión o cegados por el resplandor. Los menos, mirando con cara estúpida los miembros que les faltaban, sus intestinos colgando de la barandilla destrozada. Abajo cunde el pánico. La lámpara, la explosión, la muerte del teniente y del sargento, la mirada desafiante de Arik y su pesada falcata, la mirada de loco de James y el torbellino de sus espadas… Demasiado para los alabarderos, que huyen por las puertas de servicio, dejando a los compañeros de la puerta principal vérselas con Kanbei.

Es el momento que esperaba Angélica para cumplir su contrato. Volgarath, la primera de las cadenas, la técnica secreta de su maestra, su arma infalible. La cadena negra atravesó el salón, a través de las mesas, golpeando a algún pobre desgraciado, rozando entre las columnas. Eso le salvó. Desviada, la cadena no le golpeó de lleno, aunque si lo suficiente para destrozarle las costillas y causarle una horrorosa herida. Lanzado contra la ventana, Arik se desplomó semiinconsciente, vomitando sangre.

Goran aprovechó que Soi Fong había avanzado para cubrirle para volverse hacia Nefer.

—Recoged las maletas y volved a casa, que allí lo deben estar pasando mal. Averiguad qué ocurre y quién está detrás de esto. Esto no acaba aquí.

El grupo se separó así. Nefer avanzó hacia la puerta principal, para reunirse con sus compañeros. Umi, la pintora de almas, se le había adelantado para ayudar a su amo. Kanbei, por su parte, tras despachar a los cinco o seis soldados con los que se enfrentaba, retrocedió hacia Goran al silbido de este.

Angélica intentó evitar la huida de Arik, pero su vestido prendió por un ataque piroquinético de Nefer. Emilio, el espadachín, acudió a ayudarla mientras su compañero, al otro lado del salón, agonizaba con la yugular cortada por el último shuriken de Soi Fong. Y los segundos se hacían eternos mientras James y Umi intentaban sacar a Arik del palacete, resbalando entre su sangre y la de los guardias muertos en las escaleras de mármol de la entrada. En cuanto cruzaron el umbral, la ex-sacerdotisa cerró las puertas, atrancándolas con una alabarda. En el patio, los pocos soldados que no habían huido estaban muertos, acuchillados a traición por el albino Valen, el mejor asesino de casa Visnij quien, en ese momento, volvía de las cuadras con los caballos. Sin tiempo de engancharlos al carro, montaron y partieron al galope hacia la casa.

En el salón, Angélica consiguió por fin apagar sus ropas y levantarse. Justo a tiempo para ver como se le escapaba Arik a caballo. Goran y los demás habían salido por la puerta que daba a la galería. Si recordaba cómo era el edificio, por allí había una salida a los jardines. Pero ni loca iba a medirse a Kanbei, así que se volvió hacia su compañero caído. Lo miró con tristeza. Vincent, el mago de los cuchillos arrojadizos, muerto por un arma arrojadiza. Era una broma macabra.

—Lo siento, amigo mío. Era mi contrato, no el tuyo, y te involucré —Murmuró mientras le cerraba los párpados—. Espero que sepas perdonármelo. Si no, ven a verme cuando quieras.

Con ayuda del espadachín, le cogieron y salieron, pasando por encima de muertos y heridos, por las cocinas. A lo lejos oían dos detonaciones seguidas de un grito de dolor y sorpresa. Alguien había contado mal: las pistolas de Slobodan eran de dos cañones.

En medio del salón, entre dos brazos de la araña, cubierto por la sangre de sus subordinados y el ponche y los canapés de la mesa volcada, quedó el meister Osric Himura. Tenía el rostro crispado y la mirada ausente de quien no puede creer lo que ha visto.

En casa.

Cuando el grupo de Nefer llegó a casa se encontró con una batalla campal. Las tropas de Himura, dos pelotones, habían forzado la entrada y luchaban en el patio contra la guardia de los Visnij. La primera compañía de la guardia estaba formada en la calle, sin intervenir. En el último minuto había llegado el capitán Gotoh, tomando el mando de sus hombres para mantenerlos fuera de lo que, para él, parecía un problema entre familias. Nefer, James y Valen saltaron la tapia para ayudar a sus compañeros, que intentaban ganar tiempo para que el resto de los trabajadores y criados pudieran huir por los túneles, la poterna y otras vías de escape. Cuando hubieron salido, se dio el sálvese quien pueda, momento en el que el capitán Gotoh intervino, ocupando la casa y poniendo a todos los que permanecían en ella (los heridos y rezagados) bajo custodia de la ciudad.

Akane, Sousuke y Clara, mientras, habían estado registrando en despacho de Visnij de arriba abajo, buscando lo que fuera que hubiera podido dejar el mago de negro. Encontraron en el doble fondo de un cajón una caja metálica, protegida por una trampa mágica que había sido desactivada y estaba recargándose, así que supusieron que ahí dentro estaba lo que buscaban. Recogieron la caja, quemaron en la chimenea el resto de documentos, y huyeron como los demás.

El punto de encuentro que el grupo de Nefer había fijado antes de entrar en la casa había sido la casa de Rika y allí, en las horas siguientes, se reunieron la mayor parte de los hombres de Visnij: Iz, Saver, Sousuke, Arik, Akane, Nefer, Clara y Mishayla. Allí se encontraron con Angélica que, como ellos, acudía a Rika en busca de curación y refugio. Arik aprovechó, una vez Mishayla lo curó, para dar a Angélica una carta para la dama Heiko que lograría que esta desistiera de matarlo. La chica, de todas maneras, se fue enseguida. Aunque la casa de Rika fuera terreno neutral, los nervios estaban a flor de piel esa noche y todos tenían amigos que enterrar.

Saver se sentía asfixiado. Era un solitario y el puesto de segundo comandante de las tropas de Visnij le venía grande. La noche de muerte en casa Visnij le había traído recuerdos de otra noche de fuego y muerte, más de lo que podía soportar, así que tomó la decisión de dejar a sus compañeros y moverse por libre. Una decisión cobarde para no sentirse responsable de sus muertes. Dividió todos los fondos de que disponía el grupo en dos, tomó una parte y se fue con Iz.

Poco después llegaba Valen, con uno de los carruajes que habían llevado a la fiesta y noticias frescas de lo que estaba pasando en la ciudad.

La noche aún no había acabado.

8 comentarios para “Cuadros para una exposición II

  1. Pobre Séan, yo no quería…

    Por cierto, Nefer ha decidido que no vuelve a compartir sentidos con Clara, que es demasiado peligroso y la deja en ridículo.
    Y eso de poder soltarse de una vez y lanzar el inmolar ha sido liberador.

  2. Y te saltaste mi baile con Angelica y la peticion de cita esa noche XD.
    La verdad es que compartir sentidos con clara esta siendo, cuanto menos, peligroso… No quiero pensar en que me tenga que teleportar con ella…

  3. ¡Ay, cachis! Ya sabía yo que se me pasaba algo de la fiesta…
    Lo de Clara con el teletransporte… Yo no puedo evitar acordarme de La Mosca cada vez que lo hace.

  4. Uff, tengo ganas de leer la partida de ayer solo por ver como describes a Clara intentando levantar al brutote para hacerle chof contra el suelo y su Fail epico cuando el otro pasa la tirada…

  5. tan poco es tan peligroso compartir los sentidos con migo, weno claro si no tas vailando, o si no me como ninguna farola

  6. Si lo hubieras avisado antes… no lo habriamos hecho durante un baile ni durante una huida por calles con… farolas.

  7. Vale, como hay una rama de la historia que quiero seguír me veo obligado a sobrescribirte un poco, si? Gracias.

    «No se que habras hecho – Dijo James al oído de Arik, distraido como siempre – Pero la dama japonesa acaba de pedirle a la rubia que te mate.»
    Vale, pensó el joven del Dominio, parece que no será un baile aburrido al fin y al cabo.»

    » habia dicho el maestro Kanbei y Goran se les habia acercado y habia dicho
    La verdad es que a Arik no le interesaba la parte de alcohol, sino la de divertirse, asi que tras acumular coraje en su corazón echó una ojeada al perimetro de sillas de la pista buscando alguien con quien bailar…
    Solo habia una persona. Una preciosa joven de cabellos dorados, cenizos parecia estar atenta a todo lo que ocurria a su alrededor, y, cuando el muchacho se le acercó, instintivamente miró a uno de sus compaéros en una puerta. Arik fingió no darse cuenta y preguntó:
    – Te apetece bailar – mientras, en la cabeza del chico solo se escuchaba «IDIOTA, IDIOTA, IDIOTA, casi te mata una vez sin razón alguna y ahora que tiene una razón ¿¿te pones a tiro?? IDIOTA»
    – Claro – Tras los ojos de la chica parecía haber una chispa, que el hubiera confundido con atracción si no fuera por que sabía que tipo de intenciones ocultaba. Pero nadie le habia dicho nada a su alma, y su corazón se encogió al nadar en sendos pozos de azur.
    Cuando las puertas se abrieron, cuando entraron en la sala todos esos guardias el joven recuperó su compostura como guardaespaldas y se agrupó con james, sin perder de vista a la chica. Un puño le estrujaba el estomago y sus puños se cerraban con la rabia de su juventud.
    «IDIOTA, ella no es Sakura, ella es debil y no debes colgarte de ella» – Decia Umi en su cabeza, habiendo visto todo por su conexión con su domitor – «NECIO»
    Al menos descargaría algo de adrenalina tras pelear con los muchachos, justo momentos antes de que unas cadenas que el no esperaba y que tan solo vió tras escuchar como golpeaban en una de las columnas le atravesara el pecho, algo a la izquierda de su corazón.
    Mientras sus amigos trataban de salvarle, James a la derecha, Umi a su izquierda el solo podía debatirse con el dolor de su herida y con un pensamiento: «Me ha rozado el corazón, me ha rozado el corazón»

  8. Recupero la consciencia en casa de Rika, aunque Umi y James habian ido hacia la casa él se retiró, sangrando a la casa de la sanadora.
    Apenas recordaba nada del viaje ni su entrada, solo frases sueltas.
    «Que demon…»»No es nada, es solo una herida superficial» (Ruido de desplome) (Susurros) «No me pagan lo suficiente, como me ha dejado todo de sangre» «Me ha rozado el corazón» «Casi podria pasar mi puño por el hueco, tienes suerte de que solo hiciera eso» «Si salgo de esta me casaré con ella» «¿Que? Buen momento para replantearte tu vida» «Es más fuerte que Sakura» «¿Quien?» (Golpes en la puerta) «Te llevaré a esa habitación, deberia hacer efecto en unos minutos»
    Arik se despertó.
    Se encontraba en una habitación con algunas camas, pocos adornos y varias mesitas con objetos variados, quizá para ayudar a la hechicera con sus rituales. «Clara usa menos» pensó.
    Cogió pluma y un papel y empezó a escribir una nota, nota que quizá seria su salvación si conseguia llevarla a la dama Heiko
    Se tumbó a poner en orden su cabeza, ver en que habia fallado hoy, cuando la puerta de la habitación se abrió y una joven de cabellos cenizos entró en la habitación.
    – Angelica – Dijo él sonriendo «¿Porque sonries? ¿Has vencido acaso? Te odia, deberias saberlo. Ha fallado en su ataque y ahora te odia. Habeis matado a uno de sus compañeros ¿Que esperas? – y su grupo a uno de los nuestros – susurró mientras veia que la cara de ella se enrojecía de rabia dispuesta a atacar hasta que de repente recordó que esa casa era neutral, santuario, eliseo.
    – Hola – Dijo ella friamente
    «Idiota, como puedes pensar que esta preciosa sonrojada por la ira»
    – Oye, quieres que quedemos – Aun le costaba hablar, o quizá queria hacerse el herido para que le subestimara por si debian luchar otra vez – Una cita, algun dia.
    – Claro – Dijo ella con sonrísa ironica y mirada segura – Cuando termine un «trabajito» en el que estoy liada.
    – Ah, si. En cuanto a eso – Arik dobló la carta que habia estado escribiendo y se la entregó a la chica – Dale esto a la dama Heiko, por favor.
    – De acuerdo – Dijo ella desafiante – Una moneda de oro
    – ¿Que? – El estaba atónito, no podia pensar en que estuviera diciendole aquello pero aun así era la forma más fiable de que lleguara y, al fin y al cabo su entrada habia sido providencial. Entregó la pieza de oro- Toma.
    Rika entró y se llevó al grupo de Angelica a otra habitación, momento en el cual Arik se dió cuenta de que habia entrado más gente con ella.
    «Me ha rozado el corazón»

    (NOTA PARA LA DAMA HEIKO)
    Estimada dama, siento si la he ofendido con mis palabras pero esto ha llegado demasiado lejos. Si no cesa en sus empeños, actuales y futuros, de asesinarme; me veré obligado a difundir su verdadero nombre por todos los rincones del planeta hasta que salga en los libros de historia. Creame, puedo.
    No es una amenaza, es una petición. Dejemos este combate en tablas y sigamos cada uno por nuestro lado, sin rencores.
    Nunca olvidaré tu beso, Nees´ka, siento haberlo estropeado todo con mis palabras. De verdad.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.