Sakura — Personajes: Hosoda Genji

El clan Hosoda ha dado los mejores jinetes de los Ishikawa y se encarga de entrenar los caballos de batalla del dominio. El jefe del clan, tradicionalmente, ha sido el comandante de caballería. El primogénito de los Hosoda es un joven apuesto de 19 años, algo inocentón y con la cabeza llena de fantasías e ideales, empeñado en seguir el bushido. Está llamado a sustituir a su padre que, lisiado por una mala caída, no puede montar. De momento, comanda la caballería ligera (arquera).

Tiene numerosos hermanos, más centrados en el mundo real que él, que no le tragan por ser tan ñoño.

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Sakura — Personajes: Nakamura Nobi

La joven y menuda Nakamura Nobi se crio en el castillo, como correspondía a su posición, primogénita del clan Nakamura. Fue compañera de juegos de la pequeña Reiko, un par de años menor que ella, hasta la pubertad, cuando, por sugerencia del chambelán, fue enviada a la corte Asakura para ser entrenada en labores de contraespionaje. Tras volver el año pasado, es la dama de compañía y guardaespaldas personal de Ishikawa Reiko.

Nakamura Nobi (al comienzo de la campaña)

Samurái (contraespionaje). 18 años. Sombra, nivel 1.

Características: Agi 8, Con 8, Des 10, Fue 8, Int 8, Per 8, Pod 5, Vol 5. Puntos de vida, 115. Turno base, 75.

Ventajas: Conocedor de todas las materias, Visión nocturna. Raíces culturales.

Habilidades de combate: Ataque, 100; Esquiva, 85. Armas conocidas: Aikido base y tabla de armas (katana, wakizashi, naginata, arco corto y shuriken).

Habilidades principales: Atletismo, 45; Montar, 45. Estilo, 50; Etiqueta, 45; Persuasión, 45. Advertir, 50; Buscar, 35. Ocultarse, 50; Sigilo, 50. El resto, entre 10 y 30.

Sakura — Personajes: Nakamura Ken

Nakamura Ken es un veterano samurái, uno de los pocos del dominio que ha combatido en una auténtica guerra (unas revueltas contra el Imperio de Abel, más de veinte años atrás). Es una figura muy reconocible: un gigante rudo, poco dado a las florituras de la corte, pero letal con la no-dachi. Ha sido guardaespaldas y amigo del señor Hideo y ahora es mentor y guardaespaldas de su hija Reiko. Entrena también a los samuráis jóvenes, por lo que hace de puente entre los veteranos y la nueva generación.

Sus fértiles tierras hacen a su clan uno de los más ricos del valle y le permiten mantener tres samuráis vasallos.

Nakamura Ken (al comienzo de la campaña)

Samurái (infantería pesada). 38 años. Maestro de armas, nivel 1.

Características: Agi 6, Con 10, Des 10, Fue 10, Int 5, Per 8, Pod 5, Vol 5. Puntos de vida, 155. Turno base, 35.

Ventajas y desventajas: Maestro marcial (1), Resistencia física excepcional (2), Sentidos agudos, Reacción lenta (1). Raíces culturales.

Habilidades de combate: Ataque, 70; Parada, 120; Llevar armadura, 40. Armas conocidas: Taekwondo base y tabla de samurái (katana, wakizashi, no-dachi, naginata y arco corto). Habilidades de ki: Uso del ki; Extrusión de presencia, Extensión del aura al arma.

Habilidades: Atletismo, 40; Montar, 40; Nadar, 30. Estilo, 25; Etiqueta, 5; Intimidar, 30. Advertir, 115; Buscar, 70. Frialdad, 45; Proezas de fuerza, 75; Resistir el dolor, 55. Ocultarse, 15; Sigilo, 20.

Sakura — Personajes: Ishikawa Reiko

La protagonista de la historia, entendiendo como tal sobre la que giran los acontecimientos. Era candidata obvia a pnj. Todos hemos tenido alguna campaña donde la trama gira sobre un pnj al que acompañan, protegen y miman los pjs y que goza de cierta inmunidad de guión. Como no me gusta ese papel, esperaba que algún jugador aceptase el reto de llevarla como personaje. A mí no me gusta hacer los personajes de los jugadores y este caso no ha sido una excepción. Iba obligado en muchos aspectos (tenía ya nombre, edad, género y parte de su historia, debía tener poderes psíquicos (sentiente o telémetra) y no podría usarlos a voluntad antes de cierto punto), pero el resto era cosa del jugador.

Ishikawa Reiko es la única hija de Ishikawa Hideo, señor del dominio de Los Valles de Minako-hime, y de Shigeko Yuko, hermana menor de la madre de la actual señora de Aimi. Es una muchacha despierta e inteligente, entrenada para ser la heredera del clan. Desde la pubertad sufre de visiones de hechos pasados y se ve asaltada por sentimientos y pensamientos ajenos. Ocasionales al principio, cada vez son más comunes. Ella aún no es consciente de sus poderes y si su condición se hiciera pública, su posición como heredera se vería afectada.

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Sakura — El hijo del criador de caballos I: Sachiko

Ishikawa Reiko se movía por la casa como una fiera enjaulada. Los días pasaban lentos y, sobre todo, aburridos. La presencia de Maruyama, aunque obligada por las más elementales reglas de la hospitalidad, crispaba aún más la situación. Su fama de mujeriego le precedía y sus compañeros impedían que se cruzara con él, con lo que casi no salía del ala señorial. Incluso su prima excusaba su presencia, seguramente a instancias de su guardaespaldas Chiba Isshin. La espada Yukikaze despertaba por igual reverencia, temor y deseo, tanto dentro de la casa como fuera, con visitas sin fin de samuráis locales que eran despachados por el mayordomo o por Nakamura.

Un mensaje de Washamine Yukio la animó un poco. Era la hija del oyabun, de su misma edad, y Hosoda y su padre habían estado de acuerdo en que, pese a su diferencia de estatus, sería bueno que ambas se conociesen, fueran al teatro y, en fin, hicieran cosas propias de su edad. Ambas se enfrentaban a problemas similares por su posición y podrían compartir experiencias y frustraciones que otras personas no entenderían. Tuvo que contestar que estaba indispuesta y que debían aplazar cualquier cita para más adelante, a lo que Yukio repuso a su vez que una visita a un onsen, un balneario, era lo mejor para recuperarse de cualquier malestar.

—Es una buena idea —contestó el doctor a la implorante mirada de Reiko—. Mañana os quito ya los puntos y las aguas medicinales ayudarán a la buena cicatrización de la herida.

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Sakura — Yukikaze III: la espada

El nuevo día sorprendió a los samuráis cansados y ojerosos. Resolver el caso de los ronin se había vuelto prioritario si querían justificarse ante su señor por las heridas sufridas por la joven Reiko. La dama Kaoru se había presentado en cuanto tuvo noticia de lo ocurrido, para cuidar de su prima. Venía con una fuerte escolta, lo que permitía a nuestros samuráis salir de caza sin temor a un nuevo atentado, improbable de por sí a plena luz del día.

Muertos los cinco ronin, dos vías de investigación quedaban abiertas: la primera, husmear por los lugares donde se habían movido, con la esperanza de encontrar alguna pista sobre sus contratantes. La segunda, intentar averiguar quién había sido su objetivo. Sobre este punto, algo tenían avanzado: sabían quién no. No podía ser un samurái de la ciudad ni tampoco uno de importancia, pues su desaparición ya habría llamado la atención a vecinos, vasallos o criados. Tenía que ser un ronin, un samurái de bajo rango o alguien viajando de incógnito. En cualquiera de los casos, debía haberse alojado en algún sitio. Hosoda Genji y la joven Nakamura Nobi fueron a patearse las posadas de la ciudad.

Empezaron por aquellas que ofrecían un lugar tranquilo y limpio y pocas preguntas. El tipo de lugar que escogerían ellos de querer moverse sin llamar la atención. Y dieron en el clavo: dos huéspedes llevaban tres noches sin aparecer, pese a haber dejado sus cosas en la habitación y ésta pagada por siete u ocho días más, los señores Maruyama Yoshitaka y Kibe Saru. Maruyama, recordó Nobi, era un samurái bastante conocido, un vividor mujeriego y muy diestro con la espada que vivía en Tsukikage, la capital de Lannet. Los rumores que escuchara en el palacio de la daimio el día anterior apuntaban a que el samurái había abandonado ese tipo de vida el año anterior y, algunas, hasta apuntaban a algún tipo de relación con la propia Shigeko Kaoru y la misteriosa renuncia del padre de Isshin como su guardaespaldas personal.

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El Ícaro — Personajes: Jason Callahan

Jason Callahan era un muchacho superdotado, enclenque y enfermizo criado en un valle perdido de Galgados. Una víctima perfecta de hermanos, primos y amigos de los anteriores que tenía como único futuro posible el entrar en una comunidad de religiosos. Pero un terrateniente excéntrico, en realidad un archimago retirado del mundanal ruido, supo reconocer el potencial, tanto mágico como intelectual del chaval y lo acogió bajo sus alas. Lo educó, lo enseñó y le abrió las puertas de la universidad. Más importante, pasó a ser el orgullo de su familia (aunque como la vajilla de la abuela, es decir, lo mostraban orgullosos pero con esa mirada confusa de quien no sabe realmente qué hacer con él).

Estudió en Ílmora y en Lucrecio, devorando asignatura tras asignatura. Su tesis doctoral, presentada a los veintidós años, consideraba los monolitos metálicos de la Pradera Eterna, alrededor de Arkángel, una máquina de control climático de Sólomon. Fue considerado entre los intelectuales de su época como una ikerjimenada del quince, pero le valió una cátedra en la universidad de Lucrecio auspiciada por Wissenschaft, para quien realizaría diversos trabajos sobre logias perdidas. En el Ícaro dirigía un equipo que debía estudiar las estructuras metálicas del Mar de Arena de Salazar, pero pasó lo que todos sabemos.

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El Ícaro — Sexo y muerte ante los antepasados

En el equinoccio de otoño los elfos de las llanuras se reúnen en An Arda, una gran y antigua mota que se elevaba en el mar de hierba. Es tiempo de tregua entre los clanes, de comercio y de alianzas. También ocasión para que los bravos solteros dancen, bajo el influjo de una variada panoplia de hierbas y bebidas euforizantes, para atraer la atención de las mujeres, tanto de las solteras como de las que quieren un poco de diversión. Y una fecha también apreciada por los comerciantes extranjeros. Mucha plata y mucho oro quieren los bravos para adornar sus puntiagudas orejas y demostrar, así, que ya no son vírgenes o que han sido escogidos por una mujer como compañero y padre (uno de) de sus futuros hijos.

En esta fecha festiva debían recoger los expedicionarios del Ícaro el pago pactado por acabar, semanas atrás, con La Máquina en el norte de las Grandes Llanuras: estómagos e intestinos de los grandes búfalos para reparar la celda de gas dañada del dirigible. El equipo comisionado para recoger la mercancía estaba formado por los sargentos Max Powell (ingeniero) y Iosef Dragunov (artillero) y por la cosa-rara-en-el-organigrama Sassa Ivarsson, joven estudiante de postgrado recogida en el desierto de Salazar un mundo atrás. Powell y Dragunov ya habían estado en el primer contacto con los elfos. Powell debía validar la mercancía y Dragunov hacerle de escolta. Ivarsson iba porque era lo más parecido a un antropólogo que tenían en nómina y porque, siendo sinceros, el equipo científico quería mandar a alguien, pero ningún becario se había prestado a ello.

El viaje lo hicieron con el Albatros dorado, el único barco disponible. Fue un viaje corto, pues Ynys Mawr estaba en esos momentos pasando cerca de An Arda. El campamento de los elfos (de sus elfos) estaba al suroeste, al pie de la mota. Lo reconocieron sin problema por las señas que les hicieron desde tierra. Había otros campamentos rodeando la mota y, junto a varios, también barcos voladores. El piloto del Albatros, sin embargo, prefirió atracar a cierta distancia. Aterrizó un pequeño barranco que les mantendría a salvo de miradas indiscretas.

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Sakura — Yukikaze II: el caso de los ronin

El cielo nocturno titilaba en todo su esplendor sin que la luna menguante fuera rival. El río gorgoteaba en la oscuridad, feliz y crecido por el deshielo. La noche era un remanso de paz y así lo expresó Hosoda Genji con un haiku improvisado. Andaba junto a Mariko, la geisha, por el desierto paseo del río. La única luz la llevaba la otra geisha, Remi, que caminaba unos pasos por delante. Como nadie podía verla, se permitió una sonrisa ante la torpe declamación del samurái. No era mal haiku, pero la presencia de Mariko debía haberle desconcentrado.

Un paso por detrás de Remi, Nakamura Ken, el gigante y veterano guardaespaldas de Reiko, avanzaba con la vista perdida por las sombras de la orilla. Era hombre de acción y le resultaba difícil comprender por qué un samurái perdía el tiempo con la poesía. Eso le permitió ver el reflejo de la linterna en el filo desnudo de una espada. Apenas pudo dar un grito de aviso y alcanzar a Remi de una zancada para protegerla. Una sombra embozada salió de los cañizos y atacó a la geisha, rapidísima. El cuerpo de Nakamura reaccionó por instinto. Bloquear el golpe, desviar para abrir la defensa, cortar y rematar. Luego, cogió la linterna de las temblorosas manos de Remi para examinar el cuerpo del atacante. La espada de hoja recta y la indumentaria no daban lugar a dudas.

—Ninjas.

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Sakura — Yukikaze I: la cena

—¡De verdad que lo lamento, hime-sama! La cena con los notables es esta noche. Por el correo de vuestro padre, os esperábamos hace cinco días.

Diez días habían tardado Ishikawa Reiko y su escolta en hacer el trayecto entre el Segundo Castillo y la ciudad de Aimi. Para lo que de normal, por la carretera principal, se hacía en tres o cuatro días a caballo, ellos habían invertido casi el triple por el camino del oeste. La aventura del hijo del hatamoto tenía la culpa principal del retraso, pero los torrentes crecidos, el tiempo errático, las pocas casas donde cobijarse y lo corto de los días se habían conjurado para retrasarles lo indecible. Y ahora, cuando, cansados, ateridos, doloridos y polvorientos, habían llegado a la casa de la madre de Reiko, deseando un baño y la compañía durante muchas horas de un acogedor futón, Manobu el mayordomo, postrado en el camino de entrada, echaba por tierra sus esperanzas y anhelos.

Fue la joven Nakamura Nobi quien reaccionó primero, pidiendo a las damas y criadas de la casa que preparasen un baño y llevaran el equipaje al ala de los señores. Hosoda Genji y Nakamura Ken tuvieron que contentarse con los baños públicos, so pena de recibir a los invitados oliendo a sudor y a caballo. Cuando volvieron, encontraron todo su equipaje y sus armas en la habitación del séquito y dos criados esperando para vestirles con las mejores galas. El veterano Ken no pudo evitar una sonrisa melancólica: cuando venían con el daimio, no menos de veinte samuráis dormían en aquella enorme sala.

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