Baile de máscaras — En casa del conde de Carbellac

En la tarde del 15 de marzo de 987, un jinete solitario entró en el parque de la mansión que el conde de Carbellac tenía en las afueras de Chaville, la capital de Gabriel, sobre una cala privada. No tenía nada de especial que llegara alguien, ya fuera a caballo o en carruaje, pues la casa del señor de Carbellac siempre estaba concurrida, ya fueran alumnos de su afamada escuela de esgrima, la Compañía de la Vera Cruz, alumnos de su mujer, que preparaba a los y las jóvenes para los eventos de la alta sociedad, o invitados, tertulianos y visitantes en general, que acudían a su biblioteca, sus simposios, conciertos y exposiciones.

El jinete vestía de uniforme. No los vistosos uniformes que se veían en la ciudad, con sus dueños pavoneándose envueltos en escarlata o azul: el suyo era de un sufrido pardo que podía ser confundido con el de una milicia o guardia de una pequeña ciudad. El ojo conocedor, empero, reconocería el tono como el usado por la infantería ligera, los cazadores u otros escaramuzadores, las únicas tropas de tierra del principado con experiencia real en combate, acostumbrados a lidiar con bandidos, contrabandistas y saqueadores de la frontera. La espada de hoja recta lo identificaba como perteneciente al primer cuerpo; su porte al montar y al desmontar, el aplomo con el que entregó las riendas de su montura al criado y se encaminó a las escaleras de entrada denotaban a alguien de noble cuna, acostumbrado a mandar y ser obedecido; la falta de galones vistosos indicaba, incluso antes de verle el rostro noble, apenas bronceado por el sol y el viento, que se trataba de un joven de veintipocos años, un alférez con poco tiempo en el ejército; y la forma en que escudriñaba los rincones con sus hermosos ojos verdes lo delataban como veterano.


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Baile de máscaras — Dramatis personae

¿Una campaña mía sin cienes de personajes? ¡Vive Dios, que no será así! Si ni en el desierto me libré de un montón de nombres, menos en una campaña notablemente urbana, llena de enredos, líos de faldas, líos de espada y conspiraciones a tutiplén. Y lo de urbana es un decir, que ya habrá tiempo para tocar las distintas ramas del género. Que ya tengo pnjs para Henry Fonda, Mel Ferrer, Stewart Granger, Katharine Hepburn y Burt Lancaster, pero aún tengo que buscar acomodo a Gregory Peck, Errol Flynn y Gary Cooper.

Listemos los nombres, ¡pardiez!, que es una lista bien larga y encima en francés o casi, y ni yo, que soy el autor, me acuerdo ya de quién es quién. En negrita, como siempre, los personajes jugadores, que pueden ser consultados en detalle aquí. En cursiva van los personajes que aparecen en la ambientación oficial (Gaia I, principalmente).

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Baile de máscaras — Personajes jugadores

Arrancamos nueva campaña, Baile de máscaras. De Ánima Beyond Fantasy, of course, que, después de 13 años es, junto con Pendragón, el juego con el que más cómodo me siento. Tocamos esta vez el género de capa y espada, folletín de aventuras a fin de cuentas, que me sirve de excusa, de paso, para ponerme al día con Sabatini y dedicar unas cuantas horas a Dumas (¡qué grande es el maestro, voto a tal!). Como en Sakura, uso de arranque una semilla de aventura del Gaïa I (¡qué gran libro de ambientación, lleno de posibilidades e ideas para el máster!) y añado a la mezcla alguna aventura de cosecha propia y muchas adaptadas de otros juegos.

Ambientada en Gabriel, el equivalente en Gaïa a la Francia del XVII-XVIII, pero con una nobleza que es alta burguesía con título, en Baile de máscaras seguiremos, si ustedes gustan, las andanzas de jóvenes de buena familia de la populosa Chaville, la capital:

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Baile de máscaras

Una detonación seca se coló en el salón de baile por los grandes ventanales abiertos, levantando gritos de sorpresa entre los jóvenes de ambos sexos que, hasta el momento, habían estado concentrados en el difícil arte de la danza. En la explanada frente a la casa, un grupo de excitados jóvenes revoloteaban entre risas alrededor del marqués de l’Aigle Couronné, que sostenía un vetusto trueno de mano aún humeante.


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