Fort Nakhti

El doctor

Fuerte Nakhti es, posiblemente, la fortaleza más aislada del ejército imperial. Perdido entre el desierto de Salazar y el de Meskhemet, ignorado por los nativos y olvidado por el resto del mundo, tiene fama de ser el peor destino posible dentro del ejército. Una gran fortaleza de piedra y adobe construida en el albor del Imperio y medio abandonada desde entonces. Barracones, almacenes, silos y calabozos comidos por la arena, demasiado grande para la escasa guarnición que la guarda.

Esta es una historia de los hombres que se cobijan tras sus muros. Convictos, fugitivos, militares caídos en desgracia… Pobres diablos que ven secarse sus vidas bajo el abrasador sol del desierto. Nominalmente un batallón, en realidad poco más de cincuenta diablos cuyo único contacto con el exterior es el convoy de provisiones y reemplazos que llega desde los cuarteles de Estigia una vez al año. Convoy que este año se retrasa porque el mundo está cambiando más allá de las arenas del desierto… y nadie puede saber si Fuerte Nakhti quedará una vez más olvidado o tendrá un papel que jugar en este futuro incierto.

El capitán Deschamps es el oficial al mando del fuerte. Descendiente de una familia gabrelense de honda tradición militar, fue purgado durante el reinado de terror de Láscar Giovanni, el emperador loco, y desde entonces se pudre en este rincón olvidado de la mano de Dios. Desde hace unos años unas fiebres intermitentes le mantienen postrado la mayor parte del tiempo, por lo que el mando real lo ostenta el teniente Renard Du Pont (guerrero acróbata), hombre de oscuro pasado y al que el desierto ha secado su moral y su motivación. Es el oficial más querido por la tropa porque, pese a su manía de tener centinelas en la puerta y la atalaya y tocar diana una vez al día, suele evitar tanto que las patrullas salgan o se alejen del oasis (no vayan a encontrar algo) como cualquier otra posible fuente de marrones, tanto para él como para sus subordinados. Sus discusiones con el nativo Rashid (explorador), al mando de la compañía de regulares indígenas que forman él mismo y su camello Shaitan, se han hecho populares en el fuerte. Rashid pertenece a la tribu Baal y es de los pocos salazaris que mantienen la vieja fe aramense. Nadie sabe por qué se unió a las tropas imperiales ni parece que él mismo se tome esto muy en serio. No entiende las costumbres y creencias de los soldados y suele pasar más tiempo entre los nómadas que se acercan al oasis que en el fuerte.

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