Durante el Protectorado romano, el único Arcano Mayor que seguía establecido en Judea era El Loco. Los demás que una vez formaron el Pacto Olvidado habían ido abandonando el pueblo judío desde la invasión de Nabucodonosor. El Loco, empero, mantenía toda su estructura en el reino, sin buscar su expansión como otros Arcanos. Como resultado, seguía siendo un Arcano pequeño y la mayoría de sus miembros se sentían judíos. Quizás por eso se enfrascaron tanto en la creación de un rey-profeta que liberase al pueblo judío y le trajera la gloria de antaño.
Sin embargo, estos movimientos mesiánicos dentro del Arcano carecían de la fuerza y resolución que había dado lugar a los antiguos profetas. La razón era doble: por una parte el Grial seguía perdido. Por la otra, no había ningún Consejero despierto que hubiera visto el Grial o hubiera trabajado con sus inscripciones. Tampoco había transcripciones completas de sus enseñanzas, sólo fragmentos, así que en el Arcano se sentían perdidos, sin rumbo.
Para complicar aún más las cosas, en el último siglo había surgido con fuerza una corriente en el Arcano que propugnaba un cambio radical de metas con motivo del cambio de era astrológica. Decían que era hora de dejar el nido, abandonar Judea y plantearse objetivos más ambiciosos aprovechando el cambio de espiritualidad que traería la nueva era astrológica. Esta corriente estaba muy influenciada por los esenios (entre los esenios había fuerte presencia nephilim, sobre todo de los Arcanos el Loco, el Mago, el Ermitaño y la Rueda de la Fortuna, pero también de antiguas sociedades secretas de la rama de la Espada, siendo Qumrán un lugar de convivencia e intercambio de ideas entre todas estas facciones). Por otra parte, la corriente conservadora apoyaba fuertemente al partido fariseo, lo que los había dejado en mala posición política, ya que los Misterios de Osiris usaban a los saduceos desde la rebelión de los macabeos como herramienta para arrebatar a los nephilim su influencia entre los judíos.
Volviendo a El Loco, además de las dos corrientes, Conservadora y Renovadora, también estaba la Rama burocrática, los encargados de gestionar los refugios y recursos del Arcano que, por mucho que no tuvieran voz ni voto en el mismo, su apoyo era necesario por cualquiera de las dos facciones. Aunque sólo los conservadores tenían presencia en el Consejo, la influencia de éste sobre el Arcano había quedado muy disminuida a causa de los enfrentamientos con los saduceos. Como resultado, el control que ejercían sobre la Rama burocrática era testimonial, moviéndose sus miembros más por sus intereses y simpatías que por las órdenes del Consejo. Si tenemos en cuenta que de Siria al Sinaí no habría más de 40 ó 50 adeptos del Arcano la afirmación de sus miembros de «a nosotros no nos interesan los temas mundanos como la política» es, cuando menos, chocante.
Aproximadamente el 40% de todos los recursos de la Rama burocrática de El Loco estaban en manos de un solo nephilim, con gran talento para los negocios y la suerte de haber podido encadenar tres encarnaciones (llegaron a ser seis) consecutivas. Este nephilim estaba plenamente integrado en la sociedad humana, tanto que parecía más un adepto del Ahorcado que de El Loco. Tomaba siempre el nombre de su simulacro, añadiéndole el nombre de la ciudad que constituía su base de operaciones y su hogar, Arimatea. El de Arimatea era un nephilim muy conocido en todo Oriente Medio, y tenía tratos con casi todos los Arcanos. Pero, más importante que eso, tenía una Visión (un profeta que cambiaría el mundo). Y, quizás lo más extraño de todo, no se consideraba el elegido para llevarla a cabo, así que buscaba voluntarios.
Hombre, perdón, nephilim práctico, sabía que con Visión o sin Visión, ningún profeta sería Profeta con un Arcano sin rumbo como el actual. Para volver a encauzar el rumbo, como tantos antes y después que él, consideró que había que volver al principio. En este caso, al Legado original de Akhenatón, ya fuera los conocimientos (lo deseable) o, por lo menos el símbolo (lo aceptable). Todo pasaba, pues, por encontrar el Grial y usarlo para apoyar al profeta que mereciera ser Profeta (dotado de una Visión, tenía también Fe en que el Profeta Aparecería, sí, todo con mayúsculas). El pequeño e insignificante problema de que el Grial estaba desaparecido y que cualquier intento de búsqueda había fracasado, en gran medida porque no había nadie que lo hubiera visto en activo fue solventando de una manera, como no podía ser menos, práctica: buscó al mejor rastreador y recuperador de reliquias, estasis y objetos místicos de La Torre, un onirim conocido suyo llamado Quirós.
Quirós buscó el Grial durante décadas y lo encontró. Cómo y dónde es algo que nunca ha contado. Durante la vuelta a Judea fue localizado por los Misterios de Osiris y, ante el temor de perder el Grial o poner en peligro al Arcano sin número (recordemos que el enfrentamiento entre El Loco y los Misterios marcó todo el siglo I a.C. y había dejado al Arcano muy tocado), lo ocultó bajo la protección del Señor Oscuro, en el nexus de Jericó, y huyó hacia Grecia, atrayendo sobre sí la atención de los sicarios de la sociedad secreta. Aquí se torció su suerte (bueno, más o menos) ya que, aunque logró burlar a sus perseguidores, las heridas sufridas le provocaron el Cambio. Así pues, Quirós se encontró con que no podía recuperar el Grial (los selenim no pueden acceder a los plano sutiles), con que no se atrevía a volver a Judea y, sobre todo, con que su vida, tal y como la conocía, había acabado. Posteriormente mandaría una carta al de Arimatea con las instrucciones (razonablemente cifradas, por si caían en malas manos) para recuperar el Grial. La Torre lo anotó como muerto en servicio y el camino del nuevo Quirós selenim se perdió en las sombras.
Esto dejó al de Arimatea sin Grial, sin rastreador, con un firme candidato a Profeta, llamado Juan el Bautista de los Renovadores, y con la moral por los suelos. Según parece, es entonces y en el curso de una jornada de autocompasión vinícola en la sede de los Enamorados, cuando un gato juguetón dejó caer en su oído algo como «Umpf, mi jefe también habla a todas horas del Grial… Como lo sacó del Valle de los Muertos…» (lo que resulta curioso porque, según fuentes de primera mano, Yaltaka nunca mencionaba este hecho).
Lo que ocurrió después queda para la próxima entrega.
Como colofón, quiero comentar un pequeño hecho curioso que ocurrió en aquella época, concretamente al final del reinado de Herodes el Grande. Tres nephilim pertenecientes a la Rueda de la Fortuna, la Templanza y el Sol, no está claro si con el conocimiento y apoyo de las cúpulas de sus respectivos Arcanos o si iban por libre, preparan un ambicioso experimento en el que intentan fusionar un nephilim y un humano, ambos por nacer. La Rueda de la Fortuna predice una extraña conjunción de campos mágicos propiciada por una curiosa conjunción de astros, dónde y cuándo se va a producir. Los nephilim de los otros Arcanos preparan el ritual de fusión y buscan al candidato. El experimento es un fracaso, o al menos así quedan convencidos los presentes, que no ven trazas de los elementos mágicos de un nephilim en el bebé recién nacido (lo que supondría que, para escarnio del nephilim de la Rueda de la Fortuna, su profecía no se cumplió y el nephilim que debía nacer en ese lugar no nació o lo hizo en otro lugar o momento). Este nephilim, Baltasar, comentaría más adelante «estaba delante de nuestras narices y no lo vimos. No me explico cómo pudimos estar tan ciegos».