Guardianes del Grial – Prólogo I (de los Saurios a la Atlántida)

Al principio fue Caos.

Los antepasados inmediatos de los nephilim fueron los kaïm. El origen de los kaïm, y por extensión sus descendientes, los nephilim, es un misterio. Formados por los cinco ka-elementos planetarios, son las únicas criaturas de la Creación que combinan más de un ka-elemento en su Ser. Su primera aparición en la Historia la encontramos en las propias leyendas kaïm que han sobrevivido hasta nuestros días. Fue hace eones, cuando la influencia de la Luna y su campo mágico superaba a todos los demás, incluyendo al del Sol. Bajo este influjo se desarrollaron las criaturas de Luna, tanto con cuerpo físico como sin él, que dominaron el planeta durante el Jurásico. De entre estas criaturas surgió la primera especie inteligente que holló el planeta: los saurios. Grandes hechiceros de Luna, crearon una civilización basada en la comunicación mental y la manipulación de los campos de Luna. En pleno apogeo de su civilización decidieron, como otros que vendrían después, que estaban por encima del orden natural. Bajo el reinado del gran rey-sacerdote Mu crearon un nuevo astro celeste, la Luna Negra que les proporcionaría acceso a un nuevo campo mágico más poderoso que el de la Luna.

Es en este momento cuando aparecen los kaïm. Sus leyendas hablan del surgir los kaïm como una emanación consciente de los campos mágicos planetarios para defenderse de la ruptura del Orden Natural que pretendían los saurios. Sea como fuere, la Luna Negra fue destruida antes de ser completada y los kaïm reclamaron el honor de haberlo hecho.

La destrucción de la Luna Negra trajo consigo consecuencias quizás más devastadoras de lo que hubiera sido su construcción y ascensión a los cielos: los restos del astro artificial se extendieron por la atmósfera, provocando alteraciones climáticas y volviendo la Tierra opaca a los campos lunares. Sin acceso a su magia y sin tecnología para protegerse del cambio, los saurios siguieron el camino de los dinosaurios y se extinguieron.

Las leyendas nos hablan de la evolución de la sociedad kaïm desde entonces, siempre evitando los puntos negativos (las luchas, las civilizaciones que caen, las culturas que desaparecen) y haciendo hincapié en el avance por el sendero de la sabiduría y del equilibrio. Se sabe que hubo una primera etapa, conocida como Era de los Cuatro Elementos, donde el campo lunar, muy debilitado, fue considerado tabú por los kaïm por su asociación con los saurios y la Luna Negra. De esta Era surge una gran civilización que los unió y que sería luego recordada como la Edad de Oro fabulosa, el paraíso perdido. Esta Era acaba abruptamente con el resurgir de los onirim, los kaïm de luna, que obligaron a sus hermanos a aceptarlos.

Muchos eruditos hablan de una larga decadencia a raíz de esto, pero parece más probable que se produjera una era oscura con un retroceso de la civilización y conflictos incesantes, de la que surgiría una civilización mucho más avanzada pero también, rotos los antiguos tabúes y la obsesión por el equilibrio natural, mucho más materialista.

Alcanzada la maestría en el dominio de los campos mágicos planetarios, los kaïm buscaron nuevos retos y más poder. Se habla de la fundación de los Ar-Ka-Na y de la degeneración monstruosa llevada al extremo de los Dra-Ka-On. Sin embargo, lo que termina uniendo (o casi) a los kaïm en esta época es el intentar dominar el campo mágico solar, en aquel entonces, como ahora, el más poderoso sobre la Tierra.

Resulta curioso que no haya constancia de la existencia de criaturas elementales (es decir, sin cuerpo físico) solares, mientras que la existencia de criaturas elementales de los otros ka-elementos está bien documentada, empezando por la existencia de los propios kaïm. Sin embargo, criaturas físicas solares eran las que dominaban la Tierra en esa época: los mamíferos. Entre estos los kaïm encontraron a una evolución de los grandes primates muy interesante. Tras unos primeros experimentos muy prometedores, toda la sociedad kaïm se volcó en el llamado Sendero de Oro: el dominio del ka-sol usando a los humanos.

Para ello crearon una gran isla-continente (aunque resulta más que probable que la isla no fuera tan grande y ya existiera y los kaïm sólo la adaptaran a sus necesidades) que es recordada como la Atlántida. A ella trasladaron especimenes escogidos de todo el mundo con los que experimentaron.

Cuándo empezaron estos experimentos es objeto de debate. La tradición oral no es muy precisa en cuanto a intervalos de tiempo y la poca documentación escrita es de segunda o tercera mano y obvia las cuestiones temporales. Así, nos encontramos con que el Sendero de Oro duraría entre unos cientos y varios miles de años. Teniendo en cuenta que están documentados programas de cría que hubieran necesitados de numerosas generaciones, es en general aceptado que el Sendero de Oro duró más de 12.000 años. En varias de estas fuentes se cita un gran cataclismo mundial que algunos estudiosos modernos han identificado con la explosión del volcán de Toba, lo que nos llevaría a unos 70.000 años atrás. D’hiya de la Sacerdotisa sostiene que en esta catástrofe sólo se salvaron los humanos confinados en la Atlántida, con los que haría la repoblación del mundo, y los hombres de Neandertal en Europa. Esto implicaría que la Atlántida estuviera en el Índico y no en el Atlántico, como se ha dado por supuesto desde siempre.

Pero me estoy desviando. Hablábamos del Sendero de Oro, el gran proyecto kaïm para dominar el ka-sol usando al ser humano. No todos los kaïm estuvieron de acuerdo con este camino. Algunos lo criticaron abiertamente, considerándolo una reedición de los errores de los saurios. Un grupo bastante numeroso de estos disidentes abandonaría la Atlántida guiados por Lilith y se cree que se mezclaron con los humanos de Oriente Medio (según D’hiya esto ocurrió porque la Atlántida estuvo en el Índico; si hubiera estado en el Atlántico, estaríamos hablando de Europa o América).

Otro grupo defendía los derechos de los humanos como especie inteligente y, como tal no debía experimentarse con ellos. De este grupo el más conocido es Prometeo, quien reveló a los humanos la verdad de su condición. Así se formó el núcleo de las primeras sociedades entre los humanos atlantes, en pequeños grupos que compartían las enseñanzas de Prometeo, aprendían todo lo posible de sus amos y se preparaban para la rebelión.

Esta rebelión nunca hubiera sido posible sin un factor externo: la llegada del meteorito de Saturno que trajo a la Tierra el influjo de ese campo mágico. Conocido posteriormente como auricalco, el destructor de campos, reaccionaba violentamente con los otros cinco campos mágicos planetarios (Venus – Tierra, Mercurio – Agua, Marte – Fuego, Júpiter – Aire y Luna – luna, pero no el campo mágico solar), en una forma de aniquilación mutua parecida a la que se da entre la materia y la antimateria.

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