Baile de máscaras — El fin del mundo

Maximilan Hess movilizó a su ejército, esperando resistir hasta que la llegada del invierno inmovilizara a las tropas imperiales. Esperaba un ataque del Ejército Sur por su flanco derecho, pero el movilizado fue el Ejército Norte. Tadeus Van Horsman, Señor de la Guerra del Norte, opuesto a la acción, fue arrestado y sustituido por alguien dispuesto a seguir las órdenes de Eljared. Las tropas acantonadas en Arlan descendieron por la carretera de Karh a Caliardo como una plaga de langostas. Fue la primera vez que se vio un ejército moderno, resultado de las reformas hechas por Elías Barbados tanto como señor de la guerra como emperador, en acción. El anticuado ejército de Remo, de carácter feudal, no tuvo ninguna oportunidad. Su caballería y milicia fueron barridas por la infantería bien entrenada y equipada, apoyada por arcabuceros y cañones de campaña; las orgullosas y altas murallas de sus castillos y ciudades quedaban reducidas a escombros en pocas horas por los obuses y morteros de sitio. La hermosa Caliardo, la capital de Remo, fue arrasada y su población, diezmada.

Las noticias de tanta cruel violencia llegaban a Arkángel y al resto de principados con cuentagotas: por correos a caballo, barcos, palomas mensajeras o, incluso, medios sobrenaturales y muy secretos. La correspondencia iba y venía entre los legados senatoriales y sus gobiernos, intentando consensuar una respuesta del Senado. El Kushistaní fue el primer gobierno en mover ficha, declarando su independencia. Lannet guardaba silencio. Phaion protestó enérgicamente y planteó un programa de reparaciones a Remo. Y en Gabriel había anunciada una sesión extraordinaria en el Capitolio para el día 22 de diciembre.

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El cumpleaños de Julien era el 7 de diciembre. El día siguiente, sábado, sus padres organizaron una gran fiesta, mayor que la del año anterior. Más de 200 invitados en una tarde de baile que se prolongaría hasta la madrugada. Quizás buscaban que su primogénito recuperara algo del protagonismo que había perdido ante su hermano menor desde el anuncio de su compromiso con Eloise de Ferdeine. Para Julien y Colette, fue también la primera fiesta a la que acudieron juntos en Chaville desde que empezaron a salir oficialmente. Julien había pasado gran parte de octubre y noviembre de misión en Lucrecio, recordemos, mientras que Colette estaba afectada de fiebres infecciosas cuando volvió el joven.

Fue una velada interesante. El primer baile entre Julien y Colette dejó causó la primera víctima: Camille Vidal de Rieunette. Michel le había asegurado que la relación entre ambos jóvenes era un acuerdo entre familias, pero el amor entre los dos quedó claro en el baile para cualquiera que no estuviera ciego. Con el corazón roto y dolida con Michel, hallaría refugio en el grupo de admiradores de Julie Lafleur, encabezados por Franz d’Épines y Albert de Morcef.

Julie seguía con los roces con Michel y Colette, aunque, desde los sucesos de la pedida de mano de Jacques, su trato con la joven era más cauto que hostil. Colette decidió tomar cartas en el asunto y arrastró a varias de las amigas de Julie al jardín, donde, comentando la futura boda de Jacques, les habló de la Danza de los Carruajes y, de paso, les dio una charla sobre métodos anticonceptivos.

Jacques estuvo esa noche con la lengua suelta. Ya al principio, soltó a su madre un comentario cortante que hizo a su padre alejarse discretamente haciendo como que no había oído nada. Pero, en mitad de una conversación con Noel, estando Michel presente, soltó la bomba:

—Como cuando me encontré a tu hermana desnuda en el cuarto de mi hermano…

Aquello hubiera terminado en duelo, pero la débil salud de Noel no aguantó la excitación y el joven sufrió un fuerte ataque. Colette tuvo que atenderlo y descubrió que Irène Dufor, también en la fiesta, conocía los problemas de salud de Noel. La fiesta para ellos terminó en ese momento y, en los días siguientes, mantuvieron todos cierta distancia. Noel estaba enfadado con su hermana y con los Lafleur; Colette, furiosa con Jacques y con Michel (vale que Michel no había hecho nada esa vez, pero se había ido de la lengua en otras ocasiones y Colette era de rumiar las cuentas pendientes) y tan preocupada como enfadada con Noel; Julien, disgustado con su hermano.

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El 22 de diciembre por la mañana, aprovechando la marea, dos bricbarcas imperiales cruzaron la bahía de Chaville para embocar el Carignan. Los dos barcos habían llegado un par de días antes, supuestamente para traer suministros al fuerte de Santa Harael, del Cuarto Señor de la Guerra. Ahora, enarbolaban el gallardete del Señor de la Guerra Norte y sus cubiertas estaban atestadas de soldados.

Casi nadie en el puerto les prestó atención, porque los cañones de Santa Harael rugieron para cubrirlos. Todos pensaron que se trataba de un ataque pirata, como el sufrido por Eburah en primavera. Los cañones apuntaban a la ciudad, causando aún más confusión.

Los primeros en darse cuenta de la celada fueron los militares del fuerte gemelo, Santa Elienai. Pero Santa Harael, al otro extremo de la bahía, estaba fuera del alcance de sus cañones y catapultas, y los barcos ya estaban a salvo, en el Carignan.

El plan enemigo quedó claro para los oficiales: remontar el Carignan hasta el Puente del Emperador Zhorne Giovanni, el primero desde la desembocadura, para luego ir por la Avenida de Gabriel hasta el Gran Capitolio. Los barcos llevarían 300 o 400 hombres, suficientes para dar cuenta de la Guardia del Archicanciller y aguantar la posición hasta que el resto de la guarnición de Santa Harael, diez veces más, pudiera unírseles. O tomar al archicanciller y otros notables como rehenes y volver a sus barcos

—En la 12ª de ingenieros tenemos 50 arcabuces del nuevo modelo que aún no hemos mandado a sus unidades —intervino Julien—. Déjenme pedir voluntarios entre los que sepan utilizar armas de fuego. Si tomamos los caballos que hay en el fuerte, podemos llegar al Capitolio antes que los imperiales y unir nuestras fuerzas a la Guardia para resistir hasta que lleguen el resto de ustedes.

Al comandante de la plaza y al resto de los oficiales superiores les pareció bien el ofrecimiento de Julien y el joven partió al punto, mientras el tambor llamaba, apremiante, a los hombres.

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En el puerto militar, a los pies de Santa Elienai, también se habían dado cuenta de la situación, y rabiaban porque no había ningún barco listo para hacerse a la mar.

Bueno, eso no era exacto. La galera Galante acababa de atracar, tras llegar de su patrulla con un día de retraso. En el momento en que comenzó a tronar el cañón, su cirujana en prácticas, Colette Leclair, desembarcaba con un marinero herido.

El capitán de la Galante, un zorro viejo, se dio cuenta de lo que ocurría al momento, aun cuando las dos bricbarcas apenas eran visibles desde el puerto, envueltas en la niebla de la mañana, y llamó a sus hombres de vuelta.

A Colette le dijo:

—Señorita, usted está en prácticas y ya ha desembarcado. No puedo llevarla a la guerra.

—Capitán —contestó la joven—, no puedo permitir que zarpen sin un cirujano a bordo.

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Jacques y Michel fueron despertados por los cañones. Ambos, temiendo un ataque pirata, tomaron sus armas y corrieron al Puente de Zhorne, desde donde esperaban poder ver lo que ocurría en la bahía. Llegaron casi a la vez, cada uno desde su orilla, a tiempo de ver a los dos barcos imperiales atracar.

Michel entendió que aquello no era un socorro, sino una expedición de castigo, y así lo dijo a los curiosos que observaban. En los minutos mientras desembarcaban las tropas, pudo organizar una improvisada milicia de ciudadanos, armados con espadas roperas, algunas pistolas de duelo y armas de caza. Emboscaron a los soldados atacándolos desde las calles laterales de la avenida, pero los soldados, bien pertrechados con picas, arcabuces y ballestas, los desbandaron con facilidad.

Por el otro lado de la avenida llegó Julien con su escuadrón de voluntarios. Mandó un mensajero al Capitolio y repartió a sus hombres a ambos lados de la avenida. Entraron en las casas y tomaron los pisos superiores, para hostigar desde allí a los imperiales.

La Galante se sumó también. Llevaba a bordo un centenar de hombres, entre marineros e infantes, y contaba con dos largas culebrinas y varios falconetes. Cogieron a las dos bricbarcas por detrás y, tras ablandar a sus pocos defensores con metralla, las tomaron al asalto. Luego, desembarcaron y subieron a la avenida, para tomar a los imperiales por la retaguardia. La milicia improvisada se reorganizó y se unió a ellos, con Michel al frente llevando una bandera de Gabriel.

Pero los imperiales eran duros de roer y mantuvieron la formación. Los marineros y la milicia se retiraron, dejando numerosos muertos. Michel también cayó, tras cargar al frente con la bandera (luego harían un cuadro muy famoso de esa carga) y, de no ser por Jacques, allí habría muerto. El joven de los Lafleur sacó a su amigo de entre las picas, se lo echó a la espalda y corrió al puente, donde los marineros lo guiaron al barco que Colette había tomado como sus dominios y donde cortaba y remendaba entre serrín y sangre.

Julien retiró a sus hombres a tiempo de no ser cazados en los edificios y se replegó al Capitolio. La Guardia había tenido tiempo de levantar una barricada y la llegada de los arcabuceros fue bienvenida. Allí lucharon todos con bravura y, por dos veces, rechazaron la carga imperial. Cuando a la tercera parecía que la barricada iba a ceder, oyeron el redoble de tambores que señalaba la llegada de las tropas de Santa Elienai. Viéndose superados y sin rastro de sus propios refuerzos, los imperiales intentaron retroceder hasta sus barcos, pero los marinos se habían reagrupado y desembarcado los falconetes.

Fue una mañana sangrienta, pero mucho menos de lo que podía haber sido. El golpe fue llevado a cabo únicamente por los hombres llegados en los mercantes. Incluso los cañones del fuerte fueron disparados por ellos, hasta que la guarnición pudo reducirlos. El Cuarto Señor de la Guerra (Oriente) marcaba así las distancias con el Emperador. Con todo, el archicanciller ordenaría en los días siguientes la entrega de la fortaleza y la retirada del país de todos los soldados del Imperio. Porque ese extraño ataque logró lo que parecía imposible: que Gabriel declarase su independencia.

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Tras aquella acción vinieron muchas medallas y a nuestros amigos les tocó su parte. Quien salió mejor (o peor, según se mire) parado fue Julien, que recibió el ascenso a capitán y recibiría el mando de (y el encargo de formar) una nueva compañía de la Guardia del Archicanciller, la tercera. Una dotada de armas de fuego. Y no meros arcabuces, sino unas armas más pesadas salidas de los talleres de Dragunov y que recibieron el nombre de mosquetes. El archicanciller llevaba tiempo apostando por las armas de fuego, frente al conservadurismo de los militares, y la actuación de los voluntarios de Julien fue el empujón que necesitaba para vencer las últimas reticencias. Contaba con que las principales unidades querrían tener sus propias compañías de arcabuceros y mosqueteros, a imagen de la Guardia.

El resto es historia conocida: en fin de año, un golpe de estado palaciego acababa con el emperador Elías Barbados. Eljared desapareció y el Señor de la Guerra Tadeus Van Horsman se hacía con el poder al colocar en el trono a la hija de Elías, Elisabetta, de apenas doce o trece años. Hubo luego historias de extraños portentos: luces en el cielo o cielos de color de sangre, terremotos y maremotos, todos considerados malos presagios.

Un nuevo año, lleno de incógnitas, comenzaba.

Baile de máscaras, campaña para Ánima Beyond Fantasy 2×12. Con Julien Lafleur d’Aubigne (Alcadizaar) y su hermano Jacques (Aldarion), Colette Leclair de Dunois (Menxar) y Michel Laffount de Gévaudan (Charlie).

Última sesión de la temporada que nos dejó el cumpleaños de Julien (mucho roleo, mucha interacción entre personajes y un Jacques inspirado liándola, pero bien. En la segunda parte, se me ocurrió meter un ataque imperial destinado a forzar a Gabriel a independizarse en el que participaron todos los pjs de forma muy activa y en la que Michel estuvo, ¡otra vez!, a las puertas de la muerte.

PD: Colette realiza las prácticas de cirugía parte en el Hospital Naval, parte a bordo de las naves del Mando Costero, balandras y galeras que luchan contra el contrabando y la piratería. Las galeras, que (creo) saldrán en más ocasiones, están armadas con un par de culebrinas y una tripulación de 70 u 80 marineros-remeros (nada de galeotes), 20 infantes de marina y los artilleros. La falta de intimidad que suponen tantas personas en tan poco espacio se ha comentado varias veces en mesa. ¡Las prácticas son duras para Colette!

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