Baile de máscaras — Preparando la extracción

Andrei Dragunov era grande y de hombros anchos. Habría sido un gran atleta en su juventud y su nariz de boxeador debía ser de entonces. Ahora, rondando los cuarenta, se le notaban los años de casado. Con todo su aire de buey torpón, pensaría Michel más de una vez esos días, era todo un espectáculo verlo dibujar con soltura sus complicados planos o ajustar los pequeños muelles, llaves y demás piezas del mecanismo de sus armas.

Alda, cuatro o cinco años menor, era menuda y servicial. También inquisitiva, un punto testaruda y una devoradora de libros. De esas mujeres que, al envejecer, terminan resolviendo crímenes para pasar el tiempo.

La casa de los Dragunov


Tenían dos hijos. Gaetano, de diez años, veía el mundo como una aventura. Un culo de mal asiento preguntón, dirían algunos. Un chico activo y curioso, dirían otros. Por lo menos, durante un rato. Ella, Tanya, de ocho años, era más tímida y callada. O quizás es que el hermano no la dejaba hablar. Parecía haber heredado la destreza manual del padre y era normal verla enfrascada en pequeñas manualidades (vestidos para sus muñecas, figuras de papel, tirachinas y otras pequeñas armas para su hermano). También era normal que desapareciera de la vista y no encontrarla en horas.

Convivían con la familia ocho criados, cuatro hombres y cuatro mujeres. Y tenían una protección de cinco agentes de la Orden del Cielo. También dormían en la casa, en una habitación entre el ala de la servidumbre y la vivienda familiar que debió haber sido una capilla. Había dos relevos semanales para cuatro de ellos. La quinta, la oficial al mando de la operación, era una mujer robusta, capaz de volver la cara del revés a cualquiera de un guantazo. También tenía unos exquisitos modales. Se llamaba Gloria, era capitana del Tercer Cielo y despertó por igual fascinación, temor y atracción en Michel.

Dragunov acudía al trabajo todas las mañanas, de lunes a viernes. Lo acompañaban dos de los agentes de escolta. Alda no salía de casa. Los niños, rara vez. Si lo hacían, Gloria se ocupaba en persona de su protección. La compra la hacían el mayordomo y la cocinera, escoltados por un agente, o, como pasaba con la panadera, la traían a casa. Era una rutina que se había ido formando con el correr de las semanas y los meses, no una verdadera alerta, vio Michel. Pero nadie olvidaba la vigilancia de la Inquisición, en la casa de enfrente. Siempre había una o dos figuras observando tras una ventana, en el patio o en la calle. Y los domingos, días de misa, cuando la familia con su escolta acudía a la iglesia, también lo hacían los agentes inquisitoriales.

Así era, para desasosiego de Michel, el día a día de la familia que debían sacar de Arkángel y llevar a través de Abel y los principados vecinos hasta Chaville. Nunca su ciudad le había parecido tan lejana.

*****

Como ya hemos contado, nuestros jóvenes aprendices de espía habían alquilado una casa frente a la vivienda de los Dragunov desde donde podían vigilar también la casa de la Inquisición. Terminado el simposio médico, Colette, Chloé y Gwen dejaron el hotel y se unieron a Jacques en la casa. Para entonces, ya tenían ideado el plan: actuarían el viernes por la noche. La poca actividad de la casa los sábados podría suponer unas cuantas horas más antes de que se diera la alarma.

Colette, previsora, había acudido a su maestro, el doctor Besson, antes de partir de Chaville. La joven confiaba plenamente en él y le había contado lo que se traían entre manos para pedirle su ayuda. El médico le había preparado un maletín para que pudiera hacer frente a los imprevistos, tal y como había hecho más de un año atrás, durante el asunto del hijo del conde de Malache. Al que añadió algunos extras:

—Esto es un somnífero. Se mezcla muy bien con agua o con comida y proporciona varias horas de sueño profundo. Es de acción lenta, nada de desplomarse dormido sobre el plato. En el hospital lo usamos como calmante y contra el insomnio.

Le enseñó a continuación una cajita que contenía varias pequeñas cápsulas con alguna sustancia de color indefinido en su interior y de olor penetrante.

—Este potente narcótico sume a un adulto en un estado de muerte aparente de veinticuatro a treinta y seis horas. Hasta el mejor de los médicos certificaría la defunción. ¡No lo mezcles con alcohol! Potenciaría sus efectos y la muerte sería real.

La joven repitió las instrucciones de su maestro a sus amigos, durante una reunión en la casa en la que estaban todos presentes.

Michel tomó dubitativo los somníferos.

—Criados y guardias comen todos los mismo. Supongo que podré colarme en la cocina y echarlo en la cena sin que se den cuenta. Con la capitana Gloria habrá que intentar otra cosa. Y como no les haga efecto a todos los de la casa y alguien dé la voz de alarma…

Ése era el principal problema que tenían: dar el golpe de mano sin violencia. Con los agentes de la Inquisición vigilando al otro lado de la calle, cualquier pelea era sinónimo de desastre. Para la capitana, Michel decidió ganarse su confianza en esos días e invitarla a una copa de un licor fuerte que compraría para la ocasión y donde disolvería una de las peligrosas cápsulas.

—¡La matarás si haces eso! —exclamó Colette.

—¡Me matará si no lo hago! De verdad, esa mujer puede barrer el suelo con nosotros sin sudar siquiera y el que va a estar con ella, solo, soy yo.

Todos entendían la posición de Michel. Debía inutilizar a todos los guardias él solo y sacar a la familia. Y esto era otro problema. ¿Por dónde? La puerta principal daba a la casa de la Inquisición. Las ventanas que daban a la otra calle tenían rejas, todas. La salida que quedaba era la del callejón, por el postigo de la cocina. El callejón no tenía iluminación por la noche y los árboles y arbustos del jardín daban una buena cobertura. Si salían de uno en uno y sin encender ninguna luz, podrían conseguirlo.

Pero, ¿para ir a dónde? Callejón abajo estaba la panadería y si continuaban un trecho más, llegarían a la siguiente calle. Nada les garantizaba, sin embargo, que la Inquisición no vigilara el otro extremo del callejón.

Jacques revisó las alcantarillas. Los colectores del barrio recorrían los callejones y el joven se metió por el que tenían en la trasera de su casa y buscó un ramal que lo uniera con el del callejón de los Dragunov. ¡Bingo! Obligaba a pasar casi a gatas y los dejaría hechos unos zorros, pero podrían limpiarse en casa.

Sólo les quedaban dos flecos por solucionar: el primero era, claro, Julien. Como cara visible de las negociaciones gabrelenses con Dragunov, que desapareciese a la vez que aquél resultaría muy sospechoso, así que debían proporcionarle una coartada. El segundo, que cinco guardias, con o sin somníferos, seguían siendo demasiados para Michel. Se les ocurrió solucionar ambos de la siguiente forma: para celebrar el acuerdo al que llegarían presumiblemente el miércoles o el jueves, Julien invitaría a cenar a Dragunov y a otro colega suyo. Dragunov, como siempre, acudiría con sus dos escoltas. Debería buscar una excusa para marcharse antes de la hora prevista, para evitar que un coche pudiera estar esperándolo. Jacques y Colette, por su parte, se harían con un coche de alquiler y se asegurarían de ser los escogidos. En el camino de vuelta, tendrían que deshacerse de los dos escoltas, para unirse luego a Michel, Chloé, Gwen y la familia de Dragunov.

Julien sería interrogado, sin duda, pero, si todo iba bien, podría seguirlos dos o tres días después y unirse a ellos en Eburah a tiempo para zarpar en el barco del hermano de Michel. En el peor de los casos, pensaron, le tocaría volver a Chaville solo. El plan no satisfacía al joven y con razón: la misión era suya y, al final, parecía que se echaba a un lado y dejaba a sus amigos con todo el riesgo. Pero aceptó porque sabía que era la mejor opción.

*****

Los días fueron pasando entre nervios y los últimos preparativos, incluyendo el elaborado plan de fuga. De nada les servía sacar a los Dragunov de la casa para ser capturados al poco. Para ello, contaron con la ayuda del gerente del hotel, el señor Aldridge, y de su red del servicio secreto de Gabriel. Las chicas habían comprado pasaje para Eburah tras el simposio, coincidiendo con el día que dejaron el hotel. Enviaron el grueso del equipaje del grupo en ese viaje, con una joven que debía hacerse ver durante el trayecto. Luego, entregaría el equipaje al hermano de Michel, junto con una carta donde se le apremiaba a tener el barco dispuesto para la llegada del grupo.

En rojo: la ruta del río Zafir hasta Eburah. En amarillo: la falsa ruta de Sepher, con sus dos ramificaciones.

También compraron pasaje en diligencia para el sábado de la extracción para las principales rutas que salían de Arkángel con varias de las identidades falsas que les había proporcionado el marqués para la familia de Dragunov. La ruta que más cuidaron fue la sur, la de Sepher. Era, junto con la ruta del río Zaphir que seguirían ellos, la más obvia. Y estaba llena de posibilidades: los fugitivos podían seguirla para continuar vía Togarini hacia Raverna, la ciudad natal de Alda. O girar al oeste, hacia Arlan y sus puertos, desde donde podrían cruzan al Nuevo Continente, donde la influencia de la Iglesia y del propio Imperio era menor. Aldridge se encargaría de que un grupo de figurantes hiciera esa ruta, caracterizados como la familia Dragunov y Michel.

Para el viaje a Eburah, Aldridge les proporcionó una embarcación rápida, de ésas con huecos ocultos en la bodega y tripulaciones mudas, sordas, ciegas y desmemoriadas.

Nada dejaron al azar: Michel temía que los niños liaran alguna durante la operación (no estaba entre sus talentos el tratar con niños, no) y sugirió drogarlos. Sus compañeros se negaron en redondo, no sólo por su salud, sino también por la dificultad de moverlos como peso muerto. Además, tampoco podían llevarlos drogados todo el viaje hasta Eburah. Pero se acordaron de que tenían a Gwen y su talento para pastorear niños y cachorros de todas las especies. Así pues, Michel se la llevaría un par de tardes a casa de los Dragunov, presentándola como su hermana, para que los niños se familiarizasen con ella.

Y llegó el viernes. Dragunov salió a cenar. Michel se dejó caer por la cocina, tonteó con la cocinera y, en un descuido, echó el somnífero en la olla de la cena de los criados y guardias.

Colette y Jacques estaban nerviosos. Habían visto mucha familiaridad entre el cochero del coche de alquiler y Dragunov. ¿Era un cochero habitual? ¡Claro que lo era! Lo habían estado viendo durante la semana, cada mañana, recogiéndolo para ir a trabajar. ¿Cómo no se habían dado cuenta antes? ¡Qué terrible sospecha! ¿Tendría apalabrada la vuelta? Se pasaron luego por la parada de taxis, donde pillaron parte de la charla del cochero con sus compañeros. Sí, debía recoger a Dragunov a media noche. ¡El plan había fracasado!

Tomaron un coche para la zona de restaurantes donde estaba Dragunov con Julien. No lo secuestraron como era el plan original: lo dejaron ir. Ya no les servía. Debían pensar rápido cómo hacerse con el coche con el cochero y los dos escoltas. ¡Nada salía bien!

Y a las once y media de la noche, Julien y Dragunov salieron del restaurante. Julien buscó con la mirada a Colette entre los cocheros que aguardaban pasajeros frente a los restaurantes de aquella calle abierta al río, llena aún de gente y de luces. No la vio. No estaba allí. Aguantándose los nervios, tuvo que permitir a Dragunov y sus escoltas subir al coche más cercano.

Cien pasos más allá, acodados en la barandilla que separaba la calle de los muelles, Colette y Julien observaron horrorizados la escena. ¡Ahora se acordaron! ¡Habían quedado con Dragunov en que adelantaría la hora de regreso precisamente por eso! Y ahora, ¿qué podían hacer?

Baile de máscaras, campaña para Ánima Beyond Fantasy, 2×02-2×03. Con Julien Lafleur d’Aubigne (Alcadizaar) y su hermano Jacques (Aldarion), Colette/Noel Leclair de Dunois (Menxar) y Michel Laffount de Gévaudan (Charlie).

Preparar una extracción en Cyberpunk 2020 siempre ha sido lago y difícil. Requiere vigilancia e investigación previa. Y mucha planificación. Dedicamos como que media sesión a la planificación. Y al comienzo de la siguiente sesión, cuando empezó la operación, salió el tema del taxista. Menxar y Aldaron no se acordaron de que aquello ya estaba contemplado y se salieron del plan. ¡Qué divertido (para el máster)!

Vale, la partida no fue de Cyberpunk 2020. Pero la aventura es una clásica extracción (sustituyan Imperio e Inquisición por sus dos corporaciones favoritas) y como tal la diseñé antes de trasladarla a Ánima.

La idea de las píldoras viene de Sandokán, por supuesto.

2 comentarios para “Baile de máscaras — Preparando la extracción

  1. Ese momento de pánico en el que ves que todo tu plan se va a la mierda por no tener en cuenta un detallito (y tu compañero igual que tú), mientras el resto de jugadores se muerde la lengua porque simplemente olvidaste que lo tuviste en cuenta.

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