Nephilim – La verdad tras las vírgenes negras

Era un laboratorio alquímico. En una esquina, un gran atanor siseaba suavemente. En la otra, había un horno convencional. Estanterías con vasijas selladas cubiertas de polvo, mesas con alambiques de cobre y recipientes de cerámica, vidrio y cristal de roca. Un olor indefinible que hacía lagrimear. Globos de luz cálida jugueteaban de aquí para allá con risas argentinas, iluminando la gran sala.

Había cuatro figuras en la sala. Tres vestían igual, con batas cubiertas de un sinfín de manchas y pequeñas quemaduras. La cuarta se cubría con un abrigado manto. Estaban todos alrededor de la misma mesa, una larga mesa de roble, vacía, a excepción de dos huevos de piedra sobre soportes de cobre o bronce.

Hablaba una de las figuras con bata. Los otros dos se mantenían alejados, visiblemente inquietos por la presencia de la figura del manto.

—Lo que hay en esas piedras es, sin duda alguna, un ka-elemento desconocido. Lo hemos analizado desde que nos las trajo, Dama del Lago, y hemos descubierto que tiene propiedades sorprendentes: actúa como un recipiente, acumulando cualquier otro ka-elemento que se le haga llegar. Lo mantiene durante bastante tiempo. Varios días, incluso. Y es fácil sacarlo después y usarlo para conjuros o invocaciones.

La figura del manto asintió, sombría.

—Cuando nos entregó la segunda piedra —continuó el alquimista, cada vez más emocionado—, se nos ocurrió probar a enviar lo contenido en una a la otra. Resultó muy fácil. Más que llenarla. Hemos hecho pruebas a mayor distancia, llevándonos una hasta el Sapo Verde. —La figura enarcó una ceja; el Sapo Verde era una taberna, la sede de los Enamorados—. Fue más fácil, incluso. ¿De dónde las ha sacado? ¿Hay más? Esto podría ser un hallazgo mayor incluso que la alquimia.

—¿Podría mandarse a más distancia? ¿Millas, leguas?

—Se disipa demasiado. Deberían estar unidas por los Huesos del Dragón [N. del A.: líneas ley].

—¿Podrían hacerlo los humanos?

El alquimista negó con la cabeza. Uno de sus ayudantes se atrevió a intervenir:

—Ni con homúnculos podrían. No, por lo menos, con los que saben fabricar.

La figura de la capa cerró con fuerza el puño.

—Baphomet —musitó. Ahora entendía el propósito de los extraños homúnculos templarios.

*****

La sede del arcano mayor del Emperador en París estaba en un enorme palacio. Por sus relaciones con los poderes mundanos, el trajín de humanos durante el día era constante y la figura del manto se mezcló con ellos, pasando ignorada ante los centinelas. Dentro, se dirigió a un secretario que, en ese momento, no tenía nadie cerca. Era un nephilim joven, de ka poco desarrollado y sin cicatrices en su esencia. Retiró su capucha, mostrando el rostro de una bella joven, de piel bronceada por la vida a la intemperie y mirada anciana.

—Decidle a Yaltaka que quiero verlo —le espetó al secretario.

El nephilim se cayó de la silla de la impresión. Mirase como mirase, sólo veía allí a una humana.

—Ahora.

El secretario salió medio gateando de detrás de la mesa. Al poco, volvía seguido de un hombre granítico cuyos pasos hacían retumbar toda la planta. Al ver a la joven, sonrió sorprendido e hizo una reverencia.

—Por favor, acompañadme, dama Pírixis.

*****

Fue un reencuentro emotivo. Yaltaka y Pírixis no se veían desde hacía más de veinte años. También estaba allí Menxar. La ondina hacía tiempo que había cambiado el Carro por el Emperador. Pírixis y ella habían seguido juntas varios años más, hasta el viaje a Tierra Santa. De allí, Pírixis había vuelto más callada y se había alejado de todos, acompañada sólo por el extraño selenim que habían conocido allí y cuyo encuentro les había sido profetizado. Desde entonces, se movían los dos por el Camino de Santiago, como ermitaños nómadas. El selenim, Nikolai, siguiéndola como un enamorado y Pírixis, buscando e investigando.

Y esa mañana presentaba el fruto de sus años de búsqueda.

Todo había empezado con un manuscrito, dijo. Un manuscrito que Ethiel, el Gato, había hallado en la primera mitad del siglo, mientras investigaba al Temple. Un manuscrito que hablaba del uso de piedras «sagradas» como centro espiritual de antiguos templos y la reconstrucción actual de esos templos como iglesias.

—Recordaréis que dos piedras negras hallamos, ambas dentro de tallas de vírgenes veneradas en sendas iglesias —continuó—. Le di las piedras a la Rueda de la Fortuna para que las investigaran. Ayer me dieron su informe.

Les contó la conversación mantenida con ellos y siguió:

—Llevo años moviéndome por el Camino de Santiago y también por Francia, visitando iglesias y templos dedicados a la Virgen. No todos tienen piedras negras, pero los que sí, está bajo el control, directo o indirecto, del Temple. Y están todos unidos por viejas sendas y líneas de poder.

»Los templos están construidos para recoger el ka y guiarlo hacia la piedra. Capturan el ka ambiental, pero es poca cantidad y, por eso, no ha llamado la atención de los nephilim. Están pensados para recoger el ka-sol de los feligreses durante las ceremonias. Un buen sacerdote puede estimular la fe y llevar a los asistentes a un trance. Es fácil ahí guiar y tomar parte de su ka. Y no me miréis así: eso se ha hecho siempre. Con una buena construcción y en conjunciones precisas, ese ka-sol podría trasmutarse en un ka elemental. Stonehenge funcionaba así. —Lo que no dijo es que también era la oportunidad perfecta para un selenim de alimentarse. Después de su investigación, debía reconocerlo, estaba harta del sabor de la fe—. Pero aquí hablamos de acumularlo y enviarlo a otro templo, a leguas de allí.

»Y eso con dos templos. Imaginaos ahora una red entera de iglesias conectadas, capaces de mover toda la magia tomada de sus feligreses a un punto concreto de la red.

—Una guerra mágica. A una escala sin precedentes desde las guerras de la antigüedad —murmuró Yaltaka, pálido como un cadáver.

—Pero, ¿pueden hacerlo ya? —preguntó Menxar.

Pírixis se encogió de hombros.

—Ethiel lleva años investigando y más allá de que están terminando algo grande, no ha podido averiguar nada más. Nikolai se ha infiltrado en el Temple. Lo tiene más sencillo porque los rituales de detección no funcionan con nosotros, como sabéis. Me ha dicho que los templarios están desmoralizados tras la pérdida de San Juan de Acre. Creo que su plan se centraba en Jerusalén o en Tierra Santa, aunque es sólo una impresión.

—Pero han perdido todas las plazas de Tierra Santa —apuntó Menxar.

—Lo que los puede llevar a cambiar sus planes. O a acelerarlos —dijo Yaltaka. Pensó un momento y continuó—. Hay que avisar a Uzbia.

*****

Uzbia, Pater Imperator de Occidente, uno de los grandes dirigentes del Emperador, los recibió en Toledo, pocas semanas después. Escuchó atentamente el informe presentado por su subordinado y entendió de inmediato la gravedad de la situación.

—Si existe un momento en el que podamos acabar con el Temple es ahora, con sus dirigentes y caballeros desmoralizados por la pérdida de Tierra Santa. Hay que actuar con rapidez. Por desgracia —siguió tras una pausa—, poner de acuerdo no sólo a nuestro arcano, sino también a otros, los más poderosos al menos, para dar una respuesta consensuada es algo que llevará años, si es que se logra hacer. —Otra pausa, esta vez más larga—. Creo que la mejor opción es una operación quirúrgica, un golpe de mano audaz hecho con nuestros medios, a cargo de uno de nuestros mejores agentes. No, del mejor. Alguien que ya ha demostrado ser capaz de lo imposible. Yaltaka, tú eres ese agente y así te lo ordeno: destruye al Temple antes de que acaben con nosotros. Yo me reuniré con mis pares y con mis contactos en otros arcanos para darte todo el apoyo que necesites.

Yaltaka gimió quedamente cuando Uzbia abandonó la sala. Le temblaban las piernas hasta el punto de que no podía levantarse del sillón.

Pírixis, que se había mantenido en un aparte toda la reunión, se acercó a su amigo y le puso la mano en el hombro.

—La próxima vez —le susurró—, lo dejamos en su estasis.

3 comentarios para “Nephilim – La verdad tras las vírgenes negras

  1. Bueno, el objetivo del primer año de la campaña fue preparar este momento. Para un final épico verosímil, hacen falta personajes a la altura.

  2. Me reitero en lo dicho, la próxima vez lo dejamos en su estasis. Que el muy espabilado le endosaba los marrones al, cito textualmente, «mi mejor agente», y por ende a dos panolis más; ains que le vamos a hacer.

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