Baile de máscaras — Interludio de otoño

Octubre fue un mes de reuniones para nuestros amigos. Y noviembre, un mes de cambios. Quizás lentos, a los ojos de la impaciente juventud, pero en estos dos meses entrelazaron sus destinos con el futuro de Gabriel.

Michel Laffount de Gévaudan fue el primero en mover ficha. Acudió a casa del marqués de l’Aigle Couronné para decirle que declinaba su oferta de unirse al servicio secreto, con el pretexto de que se debía a sus recién comenzados negocios. Acto seguido, quedó con el marqués de La Tour d’Azur y aceptó su ofrecimiento, entendiendo que el futuro de Gabriel pasaba por Alystaire Fardelys y no por el (a sus ojos) pusilánime de su hermano. Michel le contó al marqués lo vivido en los últimos tiempos, teniendo cuidado en no exponer demasiado a sus amigos, y le entregó el anillo duk’zarist, el que recuperaron en la extraña tumba bajo el castillo de Ourges y que había recuperado de la señora de Carbellac para la ocasión.

…ganó clientes en el extranjero…


El entrar en la organización del marqués resultó, de rebote, beneficioso para su incipiente negocio de alta costura. En los siguientes meses, diversificó proveedores y ganó clientes en el extranjero, con agentes del marqués en algún punto de la cadena que usaban los envíos de telas y trajes para ocultar mensajes y material sensible.

No fue su única incursión en los negocios. A primeros de noviembre se reunieron los cinco amigos —él, los hermanos Lafleur y los hermanos Leclair—, por primera vez desde el viaje a Astria. Fue en una taberna cercana a la nueva casa de Michel que, pese a su aspecto proletario, tenía buena cocina y buenos vinos. La comida fue interrumpida por unos matones que intentaron propasarse con la hija de los dueños. Nuestros jóvenes héroes no dudaron en intervenir y ahuyentar a los malandrines, tras lo que cual Michel tomó bastante interés en la taberna. En un principio, pareció que era la Víbora quien estaba detrás de los matones, pero al final resultó ser un antiguo bandido y asesino de parecido aspecto, conocido como el Tuerto.

Aquello continuaría con el secuestro de la hija del tabernero, que el Tuerto quiso intercambiar por las escrituras de la casa en la que se asentaba la taberna. Encontrándose el secuestro a la vuelta a casa, Michel se lo tomó como algo personal, pues había prometido su ayuda al tabernero y volvía de negociar con la banda de Lucien la protección del local. Sin tiempo para acudir a la guardia, convocó a sus amigos, que tomaron sus armas sin dudar. Tras una emocionante lucha nocturna, la muchacha volvía con su padre. También descubrieron el interés del Tuerto en la casa: en sus sótanos guardó el botín de sus fechorías. Era, en joyería, dinero y obras de arte, toda una fortuna. La parte para ellos, como recompensa, la repartieron con el tabernero.

Michel tomó también una parte del negocio de éste, en la primera de varias participaciones de negocios que iría adquiriendo. Estas participaciones, más las continuas visitas de clientes, más los conocimientos y contactos adquiridos de su familia o de su breve paso por el ayuntamiento, le permitieron estar al tanto de todo lo que se cocía en Chaville. Sin embargo, no pudo anticiparse a los acontecimientos de primavera.

Jacques Lafleur d’Aubigne tanteó al marqués de l’Aigle Couronné para convertirse en agente doble, pero éste le quitó rápido la idea de la cabeza. Aun así, entró a su servicio, también con su propia agenda: indagar sobre su maldición élfica y descubrir el paradero de Véronique Reverdin. Como lo primero era secreto y lo segundo no, es a esto a lo que pudo dedicar más tiempo. Colaboró con el capitán de la guardia Christopher de Saint-Pierre, también agente del marqués, en la investigación de una serie de macabros asesinatos de jovencitas que se extendían desde el otoño pasado al verano. Ya en verano se había interesado en el caso, al conocerlo, por tener los crímenes ciertas similitudes con los rituales del Culto de la Carne que conocían por el libro de Laora. Pidió ayuda a Gwen para tratar de identificar las escasas pertenencias de las jóvenes y así pudieron poner nombre a varias de ellas, de Ourges o alrededores, muchachas todas ellas captadas por Liliane Trouvé.

El rastro se entrelazaba con la condesa de Boussac y la Víbora Mendoza y se perdía en las redes de contrabandistas del puerto. Pidió entonces ayuda a Michel Laffount, que se movía por el puerto como pez en el agua al conocerse a todos los marineros de su padre. Gracias a las puertas que le abrió, Jacques se infiltraría en los contrabandistas, aunque, de momento, sólo como un humilde descargador.

Jacques también se encontró con Colette esos días y por dos motivos. El primero, para regalarle un juego de instrumental médico en plata y obsidiana. El segundo, para que le ayudara a rechazar con delicadeza a Morgaine, que le escribía cartas apasionadas desde Astria.

Julien Lafleur d’Aubigne aceptó el doble ofrecimiento del marqués de l’Aigle Couronné: entrar en su organización y su padrinazgo en su carrera militar. Se reincorporó al servicio con un ascenso a teniente, siendo destinado al cuerpo de Ingenieros, 12ª compañía, con base en el imponente castillo de Santa Elienai, que cerraba el puerto de Chaville por levante.

Como destino, podía parecer de chiste. No era sólo que el uniforme de ingenieros era, posiblemente, el más soso de todo el ejército de Gabriel, es que la compañía no era una compañía operativa, sino que estaba dedicada a la evaluación de nuevas armas, de cara a su adopción por el pequeño ejército gabrielense. Ya había otra —la 9ª—, bien provista de hombres y recursos, en la Citadelle de Beaufort. La 12ª había sido creada bajo el auspicio del propio archicanciller y contra la opinión de la mayoría de los generales, para espolear la adopción de armas de fuego por parte del ejército.

No olvidemos que nos encontramos en 987. Las fórmulas de pólvora apta para uso militar eran secreto de estado y las mejores y más avanzadas armas salían de las herrerías de Dalaborn bajo férreo control imperial, que las suministraba a los distintos estados con cuentagotas y a precios prohibitivos. El ejército ignoraba las armas de fuego, tanto de artillería, teniendo unas pocas bombardas y pedreros de tiempos de Lascar Giovanni en Beaufort y Rochefort y algunas piezas más modernas en Santa Elienai, como personales, con dos únicas compañías de cazadores armadas con viejos arcabuces de treinta años de antigüedad. La industria local, sin embargo, era puntera: la pólvora de Gabriel tenía justa fama y se vendía hasta al Imperio; la fábrica de artillería de Le Drac estaba produciendo excelentes culebrinas para las galeras de la armada, que no tenía los prejuicios de su contrapartida terrestre; y los artesanos armeros fabricaban pistolas y terceloras exquisitas, tanto de duelo como de caza y militares, que los oficiales que podían permitírselo adquirían para su propio uso. Sólo fallaba a la hora de proporcionar un arcabuz eficaz.

Es en esta situación cuando Julien se incorporó a la 12ª compañía del capitán Horace Laflèche, trayendo bajo el brazo un arcabuz dalense último modelo.

El puerto de Chaville estaba cerrado a poniente por otro castillo, el de Santa Harael. Era un fuerte imperial, adscrito al ejército del 4º Señor de la Guerra. Tenía un destacamento del Servicio Cartográfico Imperial. En cuanto Julien se enteró, quiso consultar sus mapas. El misterio del mapa toscamente tallado en la caja de música se había ido complicando, al descubrir una versión ampliada bajo el castillo de Sibrud. Sabían por el vizconde de Bergader que su hermano, el conde de Louzignac, estaba obsesionado con «un pico de piedra negra sobre tierra rojiza» y suponían que el pico que aparecía resaltado en el quebrado mapa de sierras y valles, debía ser ese pico que buscaba el conde. Habían consultado en Ourges a Joël, el padre de Morgaine, aficionado a la geología y lo único que habían sacado era que esos parajes no estaban en Gabriel. Julien intentó, pues, conseguir acceso a la sala de mapas de Santa Harael. Sus intentos, sin un motivo oficial detrás, fueron infructuosos.

Sin embargo, trabó amistad con el ayudante del geógrafo, un joven de su edad llamado Vincent Cassar, recién llegado y deseoso de conocer la vida nocturna de Chaville. No pudo darle acceso a la sala de mapas ni al geógrafo (no pisaba fuerte el muchacho), pero sí le dio una lista de zonas montañosas conocidas por su tonalidad rojiza: por supuesto, la Cordillera de los Vientos, tan rica en hierro; pero también la cordillera Miürenheim en Goldar, sobre todo en su zona central; las sierras que limitaban por el sur la Meseta de Somer, entre Phaion y Moth; algunas zonas de la cordillera de Sharanya, en Kashmir; y la Sen Monogatari, sobre todo en su lado occidental. Un montón de lugares lejanos que, sin más pistas, no servían de mucho.

Aparte de esto, su padre, al verlo totalmente enderezado y sin rastro de los malos vicios que hicieron que acabara en Beaufort, empezó a ponerlo al tanto de los negocios e inversiones familiares, preparándolo así como su sucesor. Su madre tampoco perdió el tiempo y le organizó un baile de cumpleaños con muchas muchachas de buena familia… entre las que no se encontraba Colette por su públicamente conocida débil salud. Por su parte, y siguiendo los consejos del marqués, empezó a frecuentar tertulias políticas, como la que se celebraba en el Café de Poniente. Así, estuvo al tanto de lo que se cocía en la política internacional. Sin embargo, no pudo anticiparse a los acontecimientos de primavera.

…se presentaría como compañera de la universidad…

Colette Leclair de Dunois y su hermano Noel visitaron al marqués de l’Aigle Couronné para aceptar su oferta. Se presentaron los dos juntos y le contaron la verdadera situación de la familia Leclair, con demostración práctica de las dotes de disfraz de Colette. Aquello descolocó al marqués, aparte de dejar dolorido su ego por no haberse dado cuenta del engaño las veces en que la chica había estado frente a él como Noel. Uno de los requisitos para unirse al servicio secreto fue el poder acceder a información no disponible de normal que pudiera llevarlos a encontrar una cura para la enfermedad de Noel. Quizás por eso, el marqués probó a Noel con un duro examen con tiempo límite y una biblioteca, al más puro estilo Las tres superpreguntas. El joven salió del lance con soltura, incluso permitiéndose el encontrar una errata en el examen. En las semanas siguientes, se sumergiría con pasión en las bibliotecas herméticas a las que le dio acceso el marqués, de lo que su frágil salud se resintió. Se pasaría el mes de diciembre en cama, con fiebre y vomitando sangre.

El enlace, examinadora y maestra de Colette fue una de las bibliotecarias de la universidad, una joven de veintitantos años que se presentó como Anastasia Seyrès. Oculto en los sótanos del antiguo edificio había todo un dojo donde Anastasia probó a Colette, quedando tan sorprendida que la apadrinó de inmediato. Ella se encargaría, en los meses siguientes, de pulir el natural talento de la joven, llevándosela, por ejemplo, a tabernas y burdeles del puerto disfrazada de un petimetre de alta sociedad haciéndose pasar por marinero, además de entrenarla en la lucha sin armas y barriobajera. Para sortear a los padres de Colette, se presentaría como compañera de la universidad y amiga y, con una sólida coartada detrás, lograría sacar a la joven para tardes de estudio y noche de chicas en la casa que compartía (¡je!) con una tía solterona.

El otoño de Colette, pues, fue de todo menos aburrido. Entre las clases, el estudio, las otras clases con Anastasia, las veladas semanales en casa de los Carbellac, ya como ella, ya como su hermano, y los fugaces encuentros con Julien, el dormir se convirtió en un lujo prescindible. Y, por algún extraño motivo, el hijo del marqués de Saint Michel, empezó a rondarla.

Baile de máscaras, campaña para Ánima Beyond Fantasy, 1×11. Con Julien Lafleur d’Aubigne (Alcadizaar) y su hermano Jacques (Aldarion), Colette/Noel Leclair de Dunois (Menxar) y Michel Laffount de Gévaudan (Charlie).

Sesión de transición entre la 1ª y la 2ª temporada, donde los jugadores tomaron sus decisiones respecto a las ofertas de los dos marqueses. Tenemos, pues, a tres pjs con el señor de Treville y uno con el cardenal Richelieu, cada uno por sus motivos. A futuro, me veo una escena como la de Veinte años después, en la que no sepan si abrazarse como amigos o batirse.

Para dar algo de acción al día, metí La fonda, aventura para Aventuras en la Marca del Este de José Manuel Palacios Rodrigo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.