Baile de máscaras — Verano: Julien

A Julien le consumía el peso de la maldición que veía recaer sobre sus hombros desde la fatídica patrulla en que el virote le atravesó el pecho, a la altura del corazón. Sentía que debía haber muerto ese día, con el resto de compañeros que no volvieron de aquella misión. Recordaba la mirada de terror de los bandidos al verlo. Recordaba la mirada perpleja del cirujano. ¿La maldición le había caído a él por algún motivo desconocido? ¿O era algo de su linaje? Decidió visitar el château de su familia y buscar en la polvorienta biblioteca por si encontraba un diario de algún antepasado que contuviera respuestas.


También acudió a Colette. La joven los había cuidado a los tres, poniendo en riesgo su secreto y el de su familia, sin pedir nada a cambio y sin una queja. Podía confiar en ella. No le contó gran cosa. «Tengo un amigo que…», dijo. «¿Es posible sobrevivir a una herida mortal? ¿Ha habido otros casos?». Intentó no darle mucha importancia, pero luego la impaciencia le consumió y se acercó a verla dos o tres veces para preguntarle si había averiguado algo, antes de irse, en agosto, a las tierras de su familia. Antes, hasta buscó tiempo para batirse en duelo por su hermano y llevarse una estocada de recuerdo.

Ante la insistencia de Julien, Colette se tomó en serio la investigación y buscó hasta en los archivos privados de la facultad, donde se almacenaban diarios personales y pertenencias de doctores y profesores, donados en muchos casos por sus familias. Una estudiante como ella no debería haber tenido acceso, pero el nombre de su tutor abría muchas puertas. Y buscó directamente sobre la familia de Julien. «Un amigo». Ya.

Y allí encontró referencias a dos antepasados de Julien. Tan extrañas, que le hicieron recordar la cicatriz de una flecha o virote que había visto en el pecho de Julien mientras lo atendía, camino de Grausse.

La primera era antiquísima, pues tenía casi trescientos años:

Memorias del chevalier François de Hadoque, coronel médico del ejército de Gabriel y primer doctor en cirugía de Le Ilustre de Chaville.

(…) Mi primer destino como oficial cirujano fue en la galera Temeraria. En ella me enfrenté a uno de los casos más extraños de mi carrera. Fue el 11 de agosto de 702, en la acción que dio en llamarse la batalla del cabo d’Erqy. La segunda guerra Kanon-Lucrecio trajo un aumento de la piratería y la Temeraria patrullaba las costas de Gabriel para alejar tan desagradables visitantes.

(…) En el abordaje fue herido el teniente Jacob Lafleur, hijo del vizconde d’Aubigne, con tal mala suerte que un virote de ballesta le entró por la órbita del ojo izquierdo y le salió por la unión del Temporal y el Parietal del mismo lado. Dado por muerto, fue llevado a la cámara por su ayuda tan pronto fue posible. Tras el combate, preparando a los caídos para su sepultura en el mar, dímonos cuenta de que el señor Lafleur aún respiraba [seguían unos párrafos explicando la cirugía para cortar y extraer el virote, el cierre del cráneo con una pieza de plata y el drenaje hecho por la órbita del ojo perdido, con diagramas explicativos].

(…) El señor Lafleur se recuperó bien de aquella intervención, no habiendo complicaciones por infección. Desde luego, perdió el ojo izquierdo, pero no tuvo problemas cognitivos ni cambios de personalidad que se asocian normalmente a heridas que afectan al cerebro. Y bien que puedo afirmarlo, pues nos hicimos grandes amigos tras aquello y fui su médico personal durante treinta años. Unas jaquecas bajo tiempo tormentoso, que achaco a la formación del callo óseo sobre el sello de plata, fueron sus únicas secuelas.

La segunda formaba parte de la correspondencia entre el vizconde Marcel Cahun de Lautrec y el profesor Gaubert de Le Ilustre de Chaville, una carta fechada en verano de 898 y que contenía un ejemplar de La Gacetilla de Dupois sobre las fiestas de la migración de los cisnes de ese año y la siguiente nota manuscrita, comentando el duelo que se recogía en el periódico.

(…) Estuve presente en el duelo entre Andriet de la Croix, el hijo del marqués de la Tour d’Azur, y Ailexandre Lafleur, el hermano del conde d’Aubigne. El arte con la espada de De la Croix es tal y como se cuenta en Chaville y atravesó el pecho de su oponente a los pocos instantes. ¡Es increíble que haya mejorado tanto tras ese viaje al extranjero! Lástima que no pueda compartir con nosotros, sus compañeros de fraternidad, el secreto de la estocada.

Pues no mató a Lafleur. Vive Dios que tuvo una suerte del diablo, pues todos juraríamos que la estocada le partió el corazón. En su lugar, debió apenas rozarlo y Lafleur aún se ensartó más en el acero de De la Croix para asestarle tal corte al cuello que De la Croix nos dejó sin tiempo a pedir confesión.

En cuanto a Lafleur, ese maldito loco, se sacó el mismo la espada del pecho y rechazó la ayuda del médico. Sus testigos lo llevaron a casa y parecía que iba a recuperarse, pero una infección de la sangre le hizo entregar la espada tres semanas después. Pude hablar con el médico de la familia y, en su opinión, el causante fue un trozo de camisa que quedó dentro de la herida.

Colette no le dio directamente esta información a Julien. En plena recta final hacia sus exámenes de septiembre, tenía otras cosas en las que pensar. Tampoco Julien andaba sobrado de tiempo a primeros de septiembre, pues el baile de presentación de su hermana Julie se acercaba y él estaba mudándose: desde su vuelta a Chaville se había quedado en el apartamento, con su hermano Jacques; como su estancia en la capital iba para largo, buscó entre las propiedades de la familia, quedándose con la casa de Émilien Duchamp, que éste había dejado a principios de verano. Así que tuvo que compaginar todo lo anterior con elegir muebles, criados, empaquetar sus cosas y los mil y un detalles que supone una mudanza.

Baile de máscaras, campaña para Ánima Beyond Fantasy, 1×07. Con Julien Lafleur d’Aubigne (Alcadizaar) y su hermano Jacques (Aldarion), Colette/Noel Leclair de Dunois (Menxar) y Michel Laffount de Gévaudan (Charlie).

Andaba yo dándole vueltas a cómo dar juego al Secreto inconfesable de Julien, pero su jugador ya se encargó de moverlo por su cuenta.

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