El hombre tranquilo en Silos

Tras el estresante año pasado y lo que llevamos de éste, que no le va a la zaga, necesitaba ver montañas, Frodo. Unos días lejos del ordenador, de líos y del calor sevillano; de conducir por hermosas carreteras, pasear por pinares y tomarme unas cervecitas en la plaza, a la sombra, con la chaqueta a mano.

Este año, además, por fin conseguí acercarme al cementerio de Sad Hill, el de El bueno, el feo y el malo. Rehabilitado en 2016, cumpliéndose los cincuenta años de la película (https://asociacionculturalsadhill.wordpress.com/), llevaba tiempo con ganas de ir. Está en un hermoso valle, entre Contreras y Santo Domingo de Silos y tiene pluses (el monumento al burro, por el lado de Contreras, o el peculiar monolito tallado que encontramos por el lado de Silos). Una visita muy emotiva que terminó con referencias a otra de mis películas favoritas cuando nos adentramos, por error (bueno, realmente hubo que elegir en una encrucijada) en las estrechas calles de Silos. Tuve que parar a pedir indicaciones a tres señores y aquello se volvió surrealista.

El cementerio de Sad Hill desde arriba

—Disculpen, ¿para salir del pueblo, si me hacen el favor?

—¡Muy fácil! Gire aquí a la derecha y continúe hasta el arco… ah, no, a estas horas ya está cerrado con el pivote. Espere que me acerco y lo compruebo.

—Es que estamos de fiestas, ¿sabe?

Vuelve el primer hombre, abatido.

—Ya lo han puesto.

—¿A dónde se dirige?

—A Salas.

—Ah, entonces es muy fácil. ¿Ve esa calle a la izquierda? —No vayamos por ahí, que me lo conozco…

—No, no, ¿no recuerdas que frente a la casa de <inserte_nombre> han puesto otro pivote?

—Pero los coches pasan entre el pivote y la pared. Seguro que este señor puede hacerlo —repone el primer señor.

El segundo mira mi coche y menea la cabeza. Yo no necesito mirarlo, mi coche es ancho. Ya ha llovido desde que iba con el Lanos y me metía en cualquier hueco. Los tres se ponen a discutir si el coche pasa o no pasa y qué coches han pasado entre el pivote y la pared.

En estas, llega un cuarto señor, atraído por la discusión.

—¿Qué ocurre? –pregunta.

—Este señor, que viene de arriba y quiere salir del pueblo.

—Ah, eso es fácil. Gire a la derecha y…

—No puede porque están ya los pivotes.

—Vaya por Dios. Y, ¿a dónde se dirige?

Aquí estuve tentado de hacer la coña y contestar «a Innisfree» porque podían no entender el chiste, pero, a lo peor, sí lo entendían y la cosa se ponía más surrealista.

—A Salas.

—Pues tenía que haber cogido el camino de la izquierda. Ahora es más complicado: siga todo recto, gire al final a la izquierda y llegará a la carretera. Luego, siga por la izquierda.

—Pero estará cerrada por una valla —repuso el primer señor.

¡Una valla! ¡Una valla no es un pivote, caramba!

—Pues que se baje y la aparte —resolvió el cuarto, y yo asentí y salí de allí con la sensación de haber vivido un auténtico momento de cine clásico en mis carnes.

 

La Laguna Negra (al fondo) y la Larga. Se puede ver la turbera que va creciendo en ésta y una cabra que pasaba por ahí.

No todo fueron alegrías en el viaje. Nuestra visita obligada en Covarrubias terminó con sabor agridulce al encontramos las dos tiendas en las que siempre paramos cerradas por jubilación. Es ley de vida, supongo, y por ello no dejo de alegrarme de que La cueva de Ra continúe con el legado de Casa Eugenia en Castrillo de la Reina (menuda pieza de cecina nos hemos traído).

Tenía pensado este año visitar la Laguna Negra de Vinuesa, a la que sólo he ido una vez, de niño, pero en Soria se han puesto serios con lo de poner coto al turismo desenfrenado y cobraban cuatro euros por aparcar. También en el Cañón del Rio Lobos, fastidiándonos lo que iba a ser una corta ruta. En fin, las lagunas de Neila no están tan masificadas como para necesitar tal cosa y son más, y este año nos pateamos el circo glaciar, echando los higadillos en el proceso. Hacía diez años que no subíamos.

Pero todo lo bueno se acaba y, tras la habitual parada para zampar en el Santuario de la Fuencisla y dar vueltas por media España, ya estamos de vuelta en casa y en la rutina.

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2 comentarios para “El hombre tranquilo en Silos

  1. Fue divertido ver la escena de las indicaciones desde el coche, no me atreví a bajar por miedo a que me diese un ataque de risa.

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